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Mundo, Argentina :: 26/04/2017

Apuntes para pensar un mundo en transición

Juan del Pino
Uno de los desafìos regionales pasa por avanzar en un rápido balance de los déficits que ha tenido el ciclo progresista para impulsar una nueva oleada

La coyuntura política está convulsionada en todo el globo. Tensiones bélicas, irrupciones políticas neofascistas y de nuevas izquierdas, crisis de migración y falta de perspectivas de futuro son algunos de los elementos que surgen en un tablero movedizo donde pareciera abrirse espacio para nuevas osadías.

UNA NUEVA CORRIENTE GLOBAL

Las recientes elecciones presidenciales de Francia, con la consolidación de Jean-Luc Mélenchon como principal referente de izquierda, abonan a la confirmación de aquella tesis que sostiene que la crisis de la globalización neoliberal está trayendo como resultado, además del fortalecimiento de estructuras políticas de ultraderecha, el surgimiento de una nueva corriente de izquierdas masiva. Si a estos comicios le sumamos la irrupción del "fenómeno Sanders" en los Estados Unidos, la consolidación de PODEMOS en España y la expectativa que supo despertar Syriza en Grecia, podemos suponer que esa tendencia que a principios de siglo se veía restringido a algunos países de latinoamérica, hoy tiene, por lo menos, una vigencia creciente en todo "occidente".

Más allá de las caracterizaciones que hagamos de aquellas formaciones políticas, su existencia misma expresa que, por primera vez en décadas, decenas de millones de laburantes, profesionales, estudiantes, mujeres, intelectuales, militantes de la disidencia sexual, organizaciones ambientalistas y colectivos de distinto carácter, se han volcado a la búsqueda y/o construcción de opciones políticas de izquierdas, estrategias de poder que proyecten una vía alternativa para la humanidad, un camino distinto al de la precarización social y catástrofe ambiental que genera el capitalismo globalizado que, con su inevitable dinámica de concentración de riqueza y poder, vacía de contenido las democracias.

Esta hipótesis, que a esta altura va alcanzando niveles de certeza, debe ser estructural a la hora de pensar política desde el campo del anticapitalismo. No sólo para proyectar nuestras intervenciones nacionales, si no también para profundizar y revitalizar nuestras proyecciones internacionales. Son tiempos de pensar en grande y ello exige, al mismo tiempo, mayores niveles de audacia y responsabilidad.

UNA REGIÓN CONVULSIONADA

En Sudamérica, el triunfo electoral de Mauricio Macri en Argentina y el golpe de Estado perpetrado en Brasil contra la presidenta Dilma Rousseff, alimentaron la confianza de quienes sostenían la idea de que el "ciclo progresista" estaba agotado en la región y nos enfrentábamos a una inevitable avanzada neoliberal. Sin embargo, las masivas movilizaciones en Argentina, las dificultades que Michel Temer encuentra para consolidar su gobierno golpista en Brasil, el reciente triunfo de Lenin Moreno en Ecuador y la persistencia de Maduro en el gobierno a pesar del constante intento de desestabilización, ponen en duda aquella tesis.

Si a esto le sumamos que el triunfo del magnate Donald Trump en los Estados Unidos ha significado un duro golpe para el programa neoliberal de las clases dominantes en la región (pero de ninguna manera una atenuación de la ofensiva imperial), que en Chile aflora la irrupción nacional de una nueva izquierda que ya ha logrado llegar al gobierno en Valparaíso, y que los movimientos populares de todo el continente avanzan en búsquedas de articulación y cooperación para pasar a la ofensiva (con el aporte innegable del movimiento de mujeres y el paraguas discursivo del Papa Francisco, aún con las contradicciones que esto supone), caemos en la cuenta de que la pulseada está en curso y que resulta sumamente apresurado y retardatario asegurar que, a pesar de los innegables retrocesos, nos encontramos ante una avanzada derechista imparable.

En este contexto, uno de los desafìos regionales pasa por avanzar en un rápido balance de los déficits que ha tenido el ciclo progresista para impulsar una nueva oleada. Es necesario, al tiempo que aportamos a la resistencia popular a la ofensiva de las clases dominantes, avanzar en articulaciones político-sociales que promuevan una ofensiva popular, superando los proyectos político-económicos hasta ahora construidos.

LOS DESAFÍOS EN ARGENTINA

En nuestro país, el fenómeno del surgimiento de una corriente masiva de izquierdas y el desafío de dotarla con una estrategia de poder, tienen por supuesto sus particularidades. El ciclo de movilizaciones masivas en oposición a las medidas antipopulares del gobierno de Cambiemos da cuenta de la vigencia del movimiento popular. Las centrales obreras, el movimiento de mujeres y feminista, los gremios docentes y el movimiento de Derechos Humanos han hecho de marzo un mes histórico. La derrota electoral no ha significado, al menos por ahora, una derrota decisiva del campo popular.

Pero para poder convertir este ciclo de movilizaciones en potencia electoral es preciso construir una alternativa que, entre otras cosas, recoja la agenda de lucha y la convierta en propuesta de gobierno. Esto implica superar algunas de las limitaciones estructurales de los gobiernos anteriores, sobre todo de cara a la agenda del movimiento obrero y las expresiones de la economía popular. Estos sectores ponen sobre la mesa la necesidad de confrontar y revertir la extranjerización y concentración económica, una tendencia que durante la primer ofensiva neoliberal instaló a sangre y fuego la última dictadura militar y cuyo marco jurídico no hemos logrado aún desarticular. Pero incluso desde las agendas del movimiento feminista y de los Derechos Humanos es preciso tomar consignas de profundización y no solamente de resistencia, para poder pasar de una actitud defensiva a una ofensiva. Es la idea de un futuro hermoso lo que enamora, no la nostalgia, y necesitamos enamorar para derrotar el proyecto antipopular.

A la hora de pensar el terreno electoral, es necesario tener en cuenta que gran parte del campo popular y de las clases populares en general se referencian en Cristina Fernández de Kirchner. Pero también es preciso reconocer que su referencia no contiene a amplios sectores, sobre todo, y no es casual, a sectores combativos del movimiento obrero organizado y de la economía popular. Es indudable que la construcción de una alternativa popular que pretenda derrotar al macrismo y a las distintas variables políticas de las clases dominantes, no puede hacerse también en oposición a Cristina Fernández. Sostener lo contrario equivale a renunciar a la vocación de triunfo en esta coyuntura. Igualmente cierto es que su referencia lejos está de garantizar una derrota de Cambiemos. Esta realidad nos introduce a la apasionante pero ardua tarea de reactualizar el análisis de la relación entre peronismo e izquierda, teniendo en cuenta los múltiples y diversos roles que, en nuestros territorios, han asumido ambas identidades desde la década del 70´ a la fecha.

Por último, vale la pena reparar en las herramientas del enemigo. Las clases dominantes del país buscan construir su hegemonía con una mesa de cuatro patas: el gobierno de Cambiemos, el oligopolio mediático, sectores del Poder Judicial y actores del Poder Legislativo de "oposición" dialoguista, que además construyan la alternancia. Sus principales arietes son la "lucha" contra la corrupción y por una renovación democrática.Esas consignas se basan en falsas promesas pero en verdaderas limitaciones. Las clases dominantes no pueden ni quieren erradicar la corrupción que financian y ciertamente no significan una renovación de ningún tipo, pero les basta señalar nuestras incapacidades para sustentar sus promesas. Por eso se nos impone el desafío de desarmar al enemigo asumiendo en nuestras manos esas tareas que grandes sectores de nuestro pueblo anhelan. Intentar deslegitimar esos reclamos no sólo puede llevarnos a una nueva derrota electoral si no que, los que es peor, abona a la resignación de nuestro pueblo, algo absolutamente dicotómico con cualquier anhelo de transformación.

¿Seremos capaces de construir en el corto plazo una alternativa política popular que no sólo contenga al grueso de los sectores en lucha, si no que además los entusiasme, representando lo mejor de las experiencias de gobierno kirchnerista pero superando sus principales limitaciones? ¿Podremos expresar esa alternativa en una fórmula que desarme al enemigo, que exprese un compromiso ético y una voluntad de renovación política basada en el protagonismo popular? Si lo logramos, podremos vencer.

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