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EE.UU. :: 13/05/2015

Baltimore: destruir coches de la policía es una estrategia política legítima

Banji Hart
Los violentos manifestantes de Baltimore tienen razón. Existe una base de justificación para la rabia y el dolor de las comunidades Negras en este país

No somos capaces, como nación, de comprender la Estrategia Política Negra, de la misma manera que no somos capaces de reconocer el valor de la vida de los Negros. Vemos guetos, delincuencia y padres ausentes, donde deberíamos ver comunidades que luchan activamente contra la crisis de salud mental y la explotación económica premeditada. Y cuando vemos a los autos de la policía aplastados y la propiedad corporativa destrozada, deberíamos ver respuestas razonables a las generaciones de la violencia estatal extrema y decisiones lógicas sobre el tipo de acciones que pueden producir los resultados políticos deseados.

Estoy abrumado por la difamación generalizada de manifestantes en Baltimore este fin de semana, por no haber permanecido pacíficos. La retórica de la manzana podrida nos quiere hacer creer que la mayoría de los manifestantes de Baltimore están demostrando la manera correcta de manifestarse -como su derecho constitucional- y sólo unos pocos están perturbando la paz, dando al movimiento un mal nombre.

Este giro debe ser tenido en cuenta. En primer lugar debido a la censura de los medios virtuales acerca de cualquier acción que ocurre en el terreno, sobre todo durante el fin de semana. De igual modo, porque no tiene sentido citar a la Constitución en cualquier manifestación por los derechos civiles de los Negros (ese documento no fue escrito por nosotros, ¿recuerdan?), manifestaciones que ciertamente no son organizadas para llamar la atención específicamente sobre el hecho de que el Estado rompe sus propias leyes en relación a los oprimidos de forma casi constante.

Pero hay un problema aún mayor. Las referencias a las protestas de “Black Lives Matter” [“La Vida de los Negros Importa”], así como a las respuestas orgánicas de la policía y la violencia estatal, como “no violentas” o “pacíficas”, borran el clima actual en el que estos movimientos están actuando, las estrategias de militantes que se han hecho efectivas y la larga historia de revueltas y acciones directas sobre las que se construyen.

No soy partidario de la “no violencia”, particularmente en un momento como el que enfrentamos actualmente. En el espíritu y las palabras de la militancia del Movimiento Feminista Negro y Marrón de todo el mundo, creo que es crucial que veamos a la  “no violencia” como una táctica, no como una filosofía.

La no violencia es un tipo de actuación política diseñada para darse a conocer y ganar la simpatía de los privilegiados. Cuando los que están fuera de la lucha -el blanco, el rico, el recto, el sano, el masculino- han demostrado en repetidas ocasiones que no les importa, que no se involucran, que no van a intervenir en la “línea de fuego” para defender a los oprimidos, se trata entonces de una estrategia política inútil. No sólo no cumple con las necesidades de la comunidad, si no que en realidad expone a las personas oprimidas a un mayor peligro de violencia.

La militancia se trata de una acción directa que defiende a nuestras comunidades de la violencia. Se trata de las respuestas que se ajustan a los objetivos políticos de nuestras comunidades en el momento y de ocuparse de las repercusiones como vengan. Se trata de decir que no, dibujando firme y celebrando los límites, exigiendo la devolución de los recursos robados. Y a partir de la Queer Liberation y del Black Power, y de siglos de antigüedad de movimientos por la soberanía indígena y el anticolonialismo, es la forma en que prácticamente todos nuestros movimientos de oprimidos se desplegaron, y podría decirse que han ganado las únicas victorias políticas reales que hemos tenido bajo las reglas del imperio.

Necesitamos aclarar lo que queremos decir con términos como “violencia” y “pacífico”. Porque, para ser claros, la violencia está latiendo, acosando, agrediendo y disparando sobre el pueblo Negro, trans, inmigrante, de mujeres y queer, y es la realidad  con la que muchos de nosotros lidiamos todos los días. Decirle a alguien que sea pacífico y avergonzarlo de su militancia no sólo carece de una comprensión política matizada e histórica, es literalmente una demanda mortal e irresponsable.

Los objetivos políticos de los revoltosos de Baltimore no están claros, del mismo modo que no estaban claros cuándo los pobres y los Negros se amotinaron en Ferguson el otoño pasado. Cuando el libre mercado, los bienes raíces, el gobierno electo o el sistema legal han demostrado que no van a protegerte -de hecho, son la fuente de la mayor violencia que enfrentas- entonces la acción política se convierte en parar la máquina que está tratando de matarte, aunque sólo sea por un momento, lograr sacar la bota de tu cuello, aunque sólo te permita un segundo de aire. Para esto exactamente fueron diseñados los bloqueos de las calles, la interrupción del consumismo blanco y la destrucción de la propiedad estatal.

Los negros lo saben, y han empleado estas tácticas durante mucho, mucho tiempo. Llamarlos incivilizados y alentarlos a pensar en la Constitución es racista, y como argumento falla por sí mismo, no sólo por la realidad política violenta en la que se encuentran los Negros, sino también por nuestros largos siglos de tradición en resistencias, que enseñan a la militancia y a cualquier movimiento por la justicia de la actualidad, las estrategias más eficaces y de acción directa.

Y aunque no crea que cada manifestante involucrado en el ataque a los autos de la policía tenga la misma filosofía, ni que hayan hecho lo que hicieron por las mismas razones, no puede dejarse de lado que existe un clamor nacional en defensa de ventanas de cristal y puertas de automóviles, mayor que para los jóvenes Negros, y éste es el punto. Cuando hay mayor preocupación por los amantes del deporte blanco en el barrio que por la revuelta de los Negros frente a frente contra la policía, entonces existe una base de justificación para la rabia y el dolor de las comunidades Negras en este país.

Reconociendo todo esto, creo que los eventos de Baltimore plantean cuestiones importantes para el futuro de la acción directa y militante de todos nuestros movimientos. Además de la articulación de nuestros objetivos, la elaboración de nuestros mensajes y del tipo de acción, tenemos que pensar cuidadosamente acerca de lo que los resultados de la acción militante a largo plazo podrían ser potencialmente. Estas son las estrategias que podría sugerir, y las preguntas importantes que creo deberíamos tratar de responder:

¿Estamos dañando la propiedad privada y estatal, o estamos perjudicando a las personas, a las comunidades y a los recursos naturales? ¿Es resultado de nuestra acción la interrupción de la violencia estatal y corporativa, o la creación de un daño colateral que las personas más oprimidas tendrán que hacer frente (es decir, familias Negras y dueños de negocios, personal de limpieza, etc.)? ¿Estamos imitando la violencia estatal al lastimar a la gente y al medio ambiente, o estamos dañando la propiedad estatal en formas que pueden frenar o reducir la violencia? ¿Estamos demonizando a los sistemas o las personas?

¿Quién está en el barrio? ¿Estamos haciendo daño a la gente que nos rodea por cómo actuamos?  ¿Estamos obligando a la gente a participar en una acción en la cual muchos no quieren estar involucrados, o no están listos?

¿Quién está involucrado en la acción? ¿La gente está involucrada en nuestra acción de manera consensuada? ¿Hemos creado las vías para que las personas de cualquier nivel que quizás no quieran participar, puedan irse? ¿Estamos siendo estratégicos acerca de la ubicación y la disposición de los cuerpos? Si hubiera repercusiones violentas de nuestras acciones, ¿quién se hará cargo de ellas?

Debemos tratar de responder muchas de estas preguntas, en lo posible antes de la acción, en las etapas de planificación, si es posible. También necesitamos planes “b” y opciones para cambiar nuestras acciones  cuando las condiciones pactadas dejan de será las mismas cuando llega el momento de actuar.

Posé mis ojos sobre Ferguson cuando las investigaciones revelaron “escandalosamente” los correos electrónicos racistas enviados en todo el gobierno local, incluidos altos funcionarios del departamento de Policía. Creo que muchos de nosotros sabíamos que la solicitud de casi  cualquier departamento de policía produciría resultados prácticamente idénticos. Ahora los disturbios en Baltimore tienen muchos paralelismos entre la política y la conducta en ambas ciudades. ¿Qué tipo de acción puede iluminar al menos afectado acerca de aquello que los Negros siempre supieron? ¿Qué tipo de acciones tomarán para que se entienda ampliamente que toda la acción policial es de por sí terror racista, y que la justicia sólo puede venir con su abolición permanente?

Poder Negro, Poder Queerpoder para Baltimore, y para todos los pueblos oprimidos que saben que ya es hora.

www.salon.com. Traducción para www.contrahegemoniaweb.com.ar por Enriqueta Nacif

 

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