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Asia, Colombia :: 04/03/2008

Colombia, India, Filipinas, Nepal: Luchas armadas y violencia de Estado

Comaguer
El discurso del terrorismo, del que abusan todas las potencias «amenazadas», especialmente desde el 11 de septiembre de 2001

, tiende a entorpecer e incluso a prohibir cualquier información sobre los pueblos, organizaciones o movimientos que decidieron recurrir a la lucha armada

La prohibición política a menudo va acompañada, especialmente en las clases medias de los países ricos, de una prohibición moral que tiende a estigmatizar cualquier violencia y equipara la violencia de Estado con la violencia insurreccional o revolucionaria.

Ahora bien, esta equiparación es inaceptable por partida doble:

- Cuantitativamente: los medios aplicados por la violencia y el terrorismo de Estado son infinitamente más importantes que los que aplican los opositores.

- Cualitativamente: en efecto, como expresó certeramente Nelson Mandela, las condiciones de la lucha de los oprimidos vienen totalmente determinadas por el opresor. El paso a la lucha armada, obviamente, no es la expresión de una violencia innata o congénita, sino una respuesta a la asfixia política ejercida por las clases dirigentes, que no vacilan en perpetrar el asesinato masivo, presentado como «legítimo», parafraseando la calificación de Max Weber: porque el Estado tiene el monopolio de la violencia «legal».

Actualmente existen en el mundo numerosos movimientos guerrilleros que luchan con las armas en la mano por una transformación de la sociedad opresora en la que viven. Implantados principalmente en países del sur, son ampliamente desconocidos en los países ricos. Esta ignorancia tiene su fuente principal en la protección concedida sistemáticamente por los gobiernos de los países centrales ricos a los opresores de los países periféricos que sirven localmente sus intereses imperiales.

Este pequeño documento es una modesta contribución a la lucha contra esa ignorancia. No es exhaustivo ni pretende otorgar patentes de buena o mala estrategia a unos u otros protagonistas que presenta, pero tiene como objetivo rectificar una imagen falsa y ridícula transmitida por la propaganda occidental, o llenar un vacío total al respecto, especialmente en la información en lengua francesa.

Dichas luchas armadas no son luchas terroristas, puesto que se libran para obtener transformaciones políticas; y los guerrilleros no son locos asesinos, sino seres oprimidos forzados a fondo por un poder reaccionario y brutal.

Sumario:

- Colombia: FARC y ELN, dos largas luchas

- India: los naxalitas, en lucha desde 1967

- Filipinas: el Nuevo Ejército Popular

- Nepal: el Partido Comunista del Nepal Marxista Leninista (PCN-ML), una semivictoria de la guerrilla

Los ejemplos elegidos tienen en común que se refieren a países poco o medianamente desarrollados, en los que la población rural y el campesinado son mayoritarios y donde, por lo tanto, las cuestiones de la propiedad de la tierra y su explotación son fundamentales en las relaciones entre las clases sociales.

La fase burguesa en la historia de los países subdesarrollados es una fase inútil. Cuando la casta burguesa se haya desvanecido, devorada por sus propias contradicciones, nos daremos cuenta de que no pasó nada desde la independencia, que es necesario reanudarlo todo, que es necesario volver a partir de cero.
(Franz Fanon, «los condenados de la tierra»).

Este análisis de Franz Fanon no ha perdido nada de su agudeza, pero las mencionadas castas burguesas no se desvanecen espontáneamente y el neocolonialismo, del que Fanon no conoció todos los estragos, demora su caída todo lo que puede. Entonces aparece la guerrilla como una respuesta al bloqueo, aplicado por la burguesía o la aristocracia local, pero inspirado y apoyado por el largo brazo del imperialismo.

Colombia (45 millones de habitantes)

de guerrilla

Aunque no haya conocido una verdadera dictadura militar, como la mayoría de los países de América Latina, Colombia ha estado dirigida por gobiernos civiles que estuvieron entre los más brutales del mundo y la vida política colombiana, desde la Segunda Guerra Mundial, está bajo el signo del asesinato. El asesinato «fundador», si se puede decir así, tuvo lugar en 1948. Supervisado por Estados Unidos –el general Marshall era el Secretario de Estado en la época- se perpetró en Bogotá. Ese homicidio estaba destinado a impedir la llegada al poder de un líder de izquierda (no comunista) muy popular, Eliecer Gaitán. La oligarquía territorial en el poder, apoyada por Estados Unidos, se opuso, con este crimen, a cualquier transformación social. La economía de la droga contribuye poderosamente. Porque, efectivamente, aunque sólo una pequeña fracción de los ingresos «tóxicos» permanece en el país productor, su importancia en una renta nacional, por otra parte escasa, basta para mantener a la parásita clase dirigente, que no necesita promover proyectos de desarrollo económico en los ámbitos de la agricultura o la industria. El ostentoso consumismo y los gastos «de seguridad» de dicha clase dirigente no se podrían mantener con las rentas que pudieran obtener de cualquier otra actividad económica. Y donde prevalecen los «ingresos tóxicos» la catástrofe social está a la orden del día: campesinado sobrexplotado, militantes sindicales y populares asesinados; la democracia política oficial de Colombia entre los períodos de estado de sitio es, en la práctica, inviable y estéril.

Así es como surgieron los diferentes movimiento de lucha armada contra el poder latifundista reconvertido en «narcopoder» en Colombia.

Los más importantes actualmente son las FARC-EP (Fuerzas armadas revolucionarias de Colombia - Ejército popular) y el ELN (Ejército de liberación nacional). Creados al mismo tiempo (1965), y ambos con base en las poblaciones campesinas más explotadas, pero con orientaciones ideológicas divergentes, las FARC, próximas al PC colombiano, y el ELN, de inspiración más «guevarista», no pudieron, hasta ahora, agruparse en un frente unido. Sin embargo, ambos resistieron al enorme aparato contrarrevolucionario que agrupa al ejército y los paramilitares, éstos últimos encargados de los crímenes más sucios por delegación del ejército.

El Plan Lazo y el nacimiento de las FARC

Extracto de la conferencia pronunciada por Alberto Pinzón Sánchez, antropólogo y médico colombiano, en el Foro sobre los Derechos Humanos el 9 de diciembre de 2005 en Alicante, España:

En 1964, el contingente militar colombiano de Corea -el único contingente de América Latina que participó en la guerra estadounidense de Corea- regresó a Colombia y fue asimilado por la alta orden militar del ejército colombiano. Las enseñanzas de las que eran portadores estos oficiales -llamados en Colombia «los Coreanos»-, en lo que se refiere a las técnicas y la doctrina de la guerra contrainsurreccional en Corea, podrían aplicarse en Colombia. En 1964 comenzó el plan cuyo nombre entró en la historia: «Latin American Security Operación», o «Plan Lazo», organizado, financiado y administrado desde la embajada de Estados Unidos en Bogotá. Dicho Plan consistía en exterminar una región campesina pobre y marginada que, según el delirio de los dirigentes liberales y conservadores, era una república comunista independiente. Eligieron 12.000 soldados colombianos, con consejeros de EEUU y, por primera vez en Sudamérica, se llevó a cabo un ataque aerotransportado con helicópteros estadounidenses. Bombardearon la pequeña zona que depende del municipio de Marquetalia, en el departamento de Hulla, habitada por 48 campesinos y sus familias. Estos 48 campesinos se ocultaron en las montañas y sobrevivieron. A partir de este núcleo, al año siguiente, en 1965, se constituyeron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Según las últimas cifras presentadas por el gobierno colombiano, actualmente, los guerrilleros de esta organización son casi 48.000, sin contar a los milicianos y los demás contingentes clandestinos. 48 guerrilleros que, después de 40 años de lucha armada y resistencia al exterminio oficial, se han multiplicado por miles. En 1964 no existía el narcotráfico, el conflicto colombiano es muy anterior al narcotráfico, que es una adición posterior. Entonces, la bandera con la que se justificaba la agresión contra estos campesinos era la lucha anticomunista: salvar la democracia occidental y cristiana en Colombia.

India (1.100 millones de habitantes)

litas

Independiente desde 1947, la India no vivió, a diferencia de China, una guerra de liberación nacional ni una ruptura revolucionaria. Su descolonización estuvo acompañada por una división sobre bases religiosas, favorecidas por el colonizador, que no trastornó sus estructuras tradicionales y su compleja estratificación en un sistema de castas. Al principio, por lo tanto, el poder estuvo ocupado por miembros de las clases y castas dirigentes. Formando parte del armazón del Partido del Congreso (el de Nehru y sus sucesores hasta Mannohan Singh), que domina la vida política, estuvieron los cuadros de un partido comunista que, muy a menudo, ha participado en el poder central, en algunos Estados de la federación o simplemente ha formado parte de mayorías parlamentarias, como ocurre actualmente.

Paralelamente la India, fundadora del movimiento de los No Alineados, se encontraba aliada con la URSS por oposición a Estados Unidos, pero también, al mismo tiempo, en oposición constante a China; esta última oposición se concretó en un apoyo permanente de China al enemigo paquistaní y desembocó, en 1962, en un breve conflicto armado por cuestiones de fronteras que no estaban debidamente reguladas y que se reforzó por la ruptura chino-soviética.

Ese antagonismo repercutió en el movimiento comunista indio y lo fracturó en varios partidos pero en dos campos bien delimitados: un campo pro soviético próximo al poder, que defendía un modelo de centralización económica y burocracia que opta por el socialismo, y un campo pro chino que se inspira en el modelo maoísta de conquista del poder a través una larga guerra popular establecida en el medio rural.

Los partidos pro chinos, varios en el extenso territorio de la India federal, que se autodenominan maoístas o marxistas leninistas consideran que, en un país donde todavía hoy la población rural representa el 70% de la población total y donde el 40% de la población activa está ocupada en la agricultura, con una gran proporción de trabajadores muy pobres, la transformación que la burguesía urbana no lleva a cabo, debe pasar por la lucha armada del campesinado.

Esta lucha empezó en 1967 en el oeste de Bengala, en la provincia de Naxalbari, la cual dio su nombre a los maoístas indios: los naxalitas. La lucha se extendió a distintos Estados del este del país y conoció una aceleración cuando la India se abrió a la OMC y la globalización económica liberal. En efecto, la supresión de las barreras arancelarias implicó el aumento de las importaciones de productos agrícolas subvencionados por Estados Unidos y la Unión Europea y un mayor empobrecimiento de los campesinos indios. El gobierno indio intentó modificar la relación de fuerza internacional entre las agriculturas subvencionadas de los países ricos y las agriculturas de los países en desarrollo, pero los efectos de la nueva competencia exterior tuvieron inmediatos efectos devastadores en el campo indio. Además hay que añadir la prioridad que se da a la creación de zonas de recepción para fábricas deslocalizadas que arrebata, sin preaviso y sin debate, las mejores tierras del campesinado y arroja sobre el mundo rural los humos y residuos tóxicos de una industria sin escrúpulos. Esta situación conduce a la multiplicación de los suicidios de campesinos endeudados, que actualmente es un fenómeno masivo. La respuesta de los naxalitas es típicamente maoísta: «no se soporta lo que es insoportable» y se impone la lucha armada como justa expresión de la rebelión. El objetivo consiste en defender al campesinado, el derecho a la tierra y exigir, a la lejana administración, la creación de unos servicios mínimos. Cuando la única respuesta de la administración es la represión, los naxalitas, por sí mismos, erigen escuelas y dispensarios en áreas que se convierten, de esta forma, en zonas liberadas.

Este fenómeno se desarrolla actualmente en los Estados del este y el sur: Bengala, Orissa, Andra Pradesh, Tamil Nadu, Karnakata, Chhattisgarh, Kerala.

La respuesta gubernamental está dictada por la elección de las clases dirigentes de integrarse en el mundo capitalista globalizado que sólo necesita, como mucho, 200 millones de indios de los 1.000 millones que existen. Por lo tanto la rebelión armada surge frente a la respuesta del gobierno, estrictamente represiva y policial, con la creación de grupos contra la insurrección y la presión sobre las poblaciones pobres. En este conflicto aparecen todas las condiciones de una guerra colonial aunque esta guerra se libra entre ciudadanos del mismo país.

El gran escritor Arundathi Roy definió claramente esta situación en una entrevista que concedió, en 2007, a un diario indio. A una pregunta que le plantearon sobre «la violencia», ya que en la India, como en otros lugares, no se habla de guerrilla revolucionaria, sino de «violentos», lo que permite presentar la reacción a la brutalidad de la clase dirigente como un comportamiento trastornado, declaró que la India vive una auténtica «guerra de secesión» en la que los ricos les han declarado la guerra a los pobres.

Filipinas (83 millones de habitantes)

Ejército Popular

Arrancadas al colonizador español por Estados Unidos después de una guerra larga y mortífera, las Filipinas pasaron de un yugo a otro y nunca conocieron una auténtica independencia. Estados Unidos tuvo una presencia militar oficial en forma de bases muy importantes hasta en 1992, pero esta presencia se mantuvo de hecho y, en nombre de la guerra contra el terrorismo, ha vuelto a ser tan masiva como antes. Por lo tanto, el archipiélago está dirigido, desde hace más de un siglo, por una oligarquía rural sometida a Washington que oscila entre el autoritarismo y la dictadura y ha sido incapaz de emprender una política de desarrollo mínimamente autónoma. Filipinas se convirtió, básicamente, en un exportador sistemático de mano de obra: mujeres de servicio doméstico en Asia, Oriente Medio, Estados Unidos y Canadá, hombres marinos en todas las flotas del mundo y trabajadores en todas las obras de los países emergentes. Para los que permanecen en el país, la agricultura podría ser una actividad fértil si la oligarquía no hubiera elegido vivir de la renta de bienes raíces y la sobreexplotación del proletariado agrícola, que produce para la exportación, y sobrevive, generalmente, gracias a los envíos de dinero de los trabajadores emigrados.

Esto explica que la lucha armada para derribar al régimen surgiera en el medio rural y siga allí.

El organizador de esta política fue el Partido Comunista Filipino (PPC), que tiene una historia caótica. Creado en 1930, prohibido en 1932, vuelto a autorizar en 1937 y reprimido por el ejército japonés, participa en la resistencia contra el invasor. En 1944, Estados Unidos, hasta entonces director lejano, pone el pie pesadamente en el territorio filipino. En 1950 el PPC declaró la lucha armada contra el imperialismo, pero esta declaración no fue seguida de efecto, el partido es débil y está plagado de conflictos internos. 1968 fue el año de la refundación del PPC. Pasó a la acción, creó el NAP, puso en marcha la lucha contra la dictadura de Marcos y adoptó efectivamente una estrategia de tipo maoísta de guerra prolongada en el campo que debe permitir, a partir de zonas liberadas, cercar las ciudades y derribar el poder de los latifundistas. En esa época el campesinado agrupaba a un 75% de la población activa filipina.

El PCP organiza, por lo tanto, el Nuevo Ejército Popular (NAP) que, en el medio rural, asegura la defensa del campesinado maltratado por el régimen, sangrado por los usureros y engañado por una política de distribución de la tierra que consistía, realmente, en que los campesinos comprasen algunas tierras a los grandes propietarios, en condiciones ruinosas para los primeros. Fundado en 1969, el NAP contaba, al principio, con algunas decenas de hombres y fusiles. Actualmente, a pesar de la organización del poder y el apoyo técnico y material de Estados Unidos con unidades militares contra la guerrilla, agrupa a más de 10.000 personas armadas organizadas en 60 frentes que cubren 120.000 pueblos en 63 provincias. Por otra parte, el PPC participa en amplios frentes en la importante actividad política contra el régimen que existe en las zonas urbanas y es el corazón de la oposición global a una clase dirigente incapaz de hacer reformas.

Así pues, después de la caída del dictador Marcos, en 1988 se emprendió una reforma agraria (que por otra parte era la sexta en 50 años). En 1987 el Banco Mundial consideraba que un 57% de la población rural era incapaz de cubrir sus necesidades elementales.

Veinte años después el balance es desastroso. Las tierras se vendieron a «sin tierras» en condiciones que condujeron, la mayoría de las veces, a un sobreendeudamiento y, a largo plazo, a la reventa a los latifundistas de una superficie que supone el 10% de los objetivos anunciados. De los 8,5 millones de «sin tierras» contabilizados en 1988, sólo 1,9 millones se convirtieron en propietarios al cabo de 20 años. Como por todas partes en el mundo del capitalismo globalizado, las divergencias de rentas aumentaron durante los quince últimos años.

Junto al NAP existe una pequeña guerrilla islamista confinada en la isla de Jolo que es la única de la que hablan los medios de comunicación occidentales, ya que entra en el esquema informativo de la «guerra contra el terrorismo» y sirve de pretexto a la intensa actividad militar de Estados Unidos en el archipiélago, aunque no representa una amenaza real para el poder del Estado.

Nepal (27 millones de habitantes)

el feudalismo

El caso de Nepal es diferente de los anteriores en el sentido de que a lo que tuvo que enfrentarse la guerrilla maoísta en este país no es una oligarquía territorial y un poder burgués, sino una monarquía teocrática que mantiene al campesinado nepalés en la servidumbre.

Al evolucionar el régimen, a pasos contados, hacia una monarquía constitucional, se crearon los partidos políticos y, entre ellos, un partido comunista que después se rompió en dos fracciones: una se contentaba con la actividad parlamentaria y la otra consideraba que no podía producirse una transformación concreta de las condiciones del campesinado -la inmensa mayoría de la población- sin la lucha armada. El Partido Comunista nepalés marxista leninista (PCN-ML) se lanzó a la guerrilla en 1994 y a pesar del apoyo militar permanente de la India, próxima a la monarquía, ha llegado a controlar, progresivamente, un 80% de la superficie del país; sólo la capital, Katmandú, permanece realmente en manos de la monarquía. En 2006, el PCN-ML decide que su primer objetivo político es la instauración de la república. Acepta entregar las armas y regresa a un gobierno de transición donde se reencuentra con los partidos legales, incluido el otro Partido Comunista. Actualmente este gobierno ha despojado al rey de todo su poder y está instalada una república provisional a la espera de la próxima elección de una Asamblea Constituyente.

Esta elección del PPC-ML es objeto de un debate muy profundo dentro de los partidos y grupos maoístas y marxistas leninistas que existen por todas partes del mundo. Dos posiciones se enfrentan: por una parte los que consideran que el PCN-ML tuvo razón al abandonar la lucha armada para pasar a la fase política de la lucha aceptando inscribirse en una coalición de partidos no revolucionarios y participar en un gobierno de unión donde no es dominante, y por otro lado los que piensan que de esa forma ha dejado en segundo plano la transformación social de la sociedad nepalesa por la que combatió y que los demás partidos van a rebajar.


Fuentes documentales:

Colombia, informaciones generales que dan la palabra a la guerrilla: www.farcep.org; www.aporrea.org; Las FARC-EP: www.farcep.org, www.farc-ep.ch, www.resistencianacional.net; ELN: www.eln-voces.com (en español)

Filipinas, www.philippineserevolution.net; www.patrialibre.org

India, libro reciente en francés sobre los naxalitas, LAL Salam, los naxalitas en la India, Asociación «Cercle Dziga Vertov», http://cineoeil.free.fr, www.laltara.free.fr , el más completo: www.peoplesmarch.com

Nepal, Népal, l’autre sentier de l’Himalaya, ed. Gatuzain, Argitaletxea BP 2 64480 Larresoro. Tel.: 0616924650 – 0686629034, libro en francés no totalmente actual pero con una buena historia del Nepal contemporáneo y de la guerrilla maoísta en el sitio Internet del PCN-ML: www.cpnm.org

Boletín nº 186, semana 9-2008, para las jornadas de solidaridad internacional, Marsella 22 y 23 de febrero de 2008. www.comaguer@nomade.fr

Original en francés: http://www.legrandsoir.info/spip.php?article6077

: Comité «Contre la guerre, comprendre et agir» (contra la guerra, conocer y actuar) creado en 2005 por un grupo de ciudadanos de Marsella, Francia, «para entender y actuar contra la guerra, todas las guerras, y en particular la actual que el equipo de Bush ha lanzado unilateralmente contra Iraq».

Traducido por Caty R. para Rebelión

 

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