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Europa :: 13/10/2015

Cuando Mankell hizo salir de escena a Wallander

Antonio Dipollina
Henning Mankell (1948-2015)

El último acto para nosotros, público fiel, serán los últimos, y de verdad últimos, episodios por llegar del Wallander televisivo: suntuoso, con el sello de la BBC, con Kenneth Branagh como protagonista. Acaso la adaptación más alta de las últimas décadas en este género [después de la versión sueca, sin dudas la mejor]. Luego, verdadero telón, con la cortina que había empezado a bajar ese feísimo día en que Henning Mankell anunció su enfermedad y con tonos que hacían comprenderlo todo.

Hacer comprender sus intenciones era por lo demás siempre un deber: llevaba encima con los años el singular - amén de difundidísimo entre sus colegas - síndrome del personaje perfecto, creado sobre el papel y adorado por millones y millones dispersos por el planeta. Desde fuera nos da siempre por pensar que alguien en condiciones de crear una cosa semejante debería cultivarla como una planta rara y producir cada vez más frutos y no pedirle nada más a la vida, casi celosos de saber que nuestro autor piensa cada tanto también en otra cosa: por el contrario, Mankell después de todos aquellos libros de ventas millonarias, se encontró sufriendo banalmente el personaje al que permanecía encadenado.

Las demás novelas (aparte de 'El profesor de baile') no movían a las masas. Él partía para su amado Mozambique, o bien se iba en primera persona a apoyar las causas más ingratas del mundo, como la Flotilla de la Libertad antiisraelí a Gaza.

Para quien se quedaba en casa pegado a los libros de Wallander la única posibilidad era releerlos, o repasar en video la saga con Branagh como protagonista (existe también la larguísima serie de telefilmes breves "tomados de novelas de", pero eran productos de consumo, a lo Derrick, y no podían ni pueden bastar). El síndrome, empero, era duro y él era feroz, si lo recuerdan, hace pocos años, en el Salón del Libro de Turín, impecable y profesional, pero de pésimo humor. Sobre todo en las decisiones drásticas: cuando ya no pudo verdaderamente más con Wallander, eligió una salida de escena mortal. O sea, no hacer morir al personaje -de eso todos son capaces- sino condenarlo al Alzheimer y sobre esto costruirnos la última novela (luego apareció un precedente inédito, y ya se sabe cómo son estas cosas, pero esta decisión sigue siendo fortísima e inquietante).

Wallander era el detective perfecto, encarnando una mezcla imposible de ignorar entre tonos tardo-maigretianos y brumas de Suecia, una montaña de debiilidades encerradas en un envoltorio de hierro humano. Él, Mankell, cuando se produjo definitivamente la explosión de la novela negra escandinava gracias a Stieg Larsson, tenía el aire de preguntarse qué había sucedido hasta aquel momento entre él y millones de seguidores: mientras en Ystad, Scania, Suecia meridionalísima, se hacían de oro llevando a los turistas a los lugares de Wallander, Mariagatan 8, la dirección de su casa.

Henning Mankell (1948-2015) célebre escritor sueco y maestro de la novela negra escandinava contemporánea, conocido sobre todo por su serie del inspector Kut Wallander, y comprometido militante anti-imperialista, falleció el pasado 5 de octubre.

La Repubblica, 6 de octubre de 2015 Traducción: Lucas Antón para Sin Permiso. Extractado por La Haine

 

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