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Europa, Mundo :: 25/10/2014

Cuando Sartre dijo no al Nobel

CALPU
El filósofo marxista expone en 1964 que "el premio Nobel es objetivamente una distinción reservada para los escritores de Occidente o los opositores del Este"

El 14 de octubre de 1964 Jean-Paul Sartre, a esas alturas reconocido filósofo, escritor y activista marxista que rozaba los 60, envió una carta a la Academia Sueca pidiendo que no se le concediera el premio. Los miembros de la Academia no hicieron caso y pocos días después anunciaron al autor francés como ganador de Nobel de Literatura de aquel año. Sartre se reafirmó en su decisión, lamentando “profundamente” que el hecho se convirtiera en un escándalo.

Los rumores sobre una probable concesión del Nobel de Literatura a Sartre saltaron a los periódicos pocos días antes de que la Academia Sueca se pronunciara. Nada más leer sobre ellos, el filósofo envió su comunicado al secretario permanente de la institución. En ella declaraba que su objetivo era “evitar un malentendido”. “Por razones que me son personales [luego diría sociales y políticas] y por otras que son más objetivas, no quiero figurar en la lista de posibles laureados y ni puedo ni quiero, ni en 1964 ni después, aceptar esta distinción honorífica”, escribía Sartre.

Habían sonado otros nombres –incluido el de Borges, que por aquellos años andaba siempre en las quinielas– pero la Academia Sueca tomó su decisión en firme, a pesar del escrito enviado por el intelectual francés. “Por su trabajo, rico en ideas y lleno del espíritu de libertad y de la búsqueda de la verdad”, así se justificaba la designación del galardón el 22 de octubre, reconociendo la fuerte influencia que sus textos habían tenido a lo largo de las décadas pasadas. La institución no dejó de señalar que el premiado había declarado que no aceptaría el Nobel, pero insistió en que esta postura no invalidaba el premio.

Las razones de Jean-Paul Sartre

Sartre, cada vez más implicado con las revoluciones antiimperialistas de la época, venía de desempeñar un papel prominente en la lucha contra el colonialismo francés en Argelia. En 1959 declaró que cada francés era responsable colectivamente de los crímenes cometidos por su ejército durante la Guerra de Independencia de Argelia.

En esas circunstancias, no es raro que Sartre rechazara el Nobel al conocerse la noticia de su otorgamiento. Al día siguiente apareció una carta firmada –y pagada– por él en Le Figaro [traducción al inglés aparecida en The New York Review of Books en 1964]. En ella expresa y aplica su filosofía de vida para aclarar por qué no quería aceptar el Premio Nobel. En este ejercicio de coherencia el escritor apunta varios motivos.

Entre los personales, dijo que siempre había rechazado condecoraciones oficiales, como la Legión de Honor, que se le concedió por su papel como combatiente en la Segunda Guerra Mundial y que también declinó. Argumenta que su decisión está ligada a su concepto del trabajo de escritor. “Un escritor que adopte posiciones políticas, sociales o literarias debe actuar solo con sus propios medios, esto es, el mundo escrito. Todos los honores que pueda recibir exponen a sus lectores a una presión que no considero deseable. Si firmo Jean-Paul Sartre no es lo mismo que si firmo Jean-Paul Sartre, ganador del Premio Nobel de Literatura”.

En coherencia con su oposición a las políticas imperialistas de Occidente y el historial de la Academia sueca de premiar lo que en cada momento le convenía a EEUU, Sartre resalta en su carta la obligación para todo escritor de no dejarse convertir en una institución.

El marxista francés también alude a razones objetivas. Estas se resumen en su activismo político. Su vida se caracterizó por una actitud militante de la filosofía. Se solidarizó con los más importantes acontecimientos de su época, como el Mayo Francés, la Revolución Cultural china, con la Revolución Cubana y la guerrilla venezolana, entre otras luchas de liberación. Se opuso a la Guerra de Vietnam, y junto a Bertrand Russell, James Petras y otros intelectuales consecuentes organizó un tribunal, que se conoció como "Tribunal Russell", para mostrar lo que los medios ocultaban: los crímenes de guerra de EEUU.

En la carta, insiste una y otra vez en que todas sus simpatías están con el socialismo. Añade que "el premio Nobel es objetivamente una distinción reservada para los escritores de Occidente o los opositores del Este. No le fue otorgado a Neruda, uno de los grandes poetas sudamericanos. Nunca se habló de otorgarselo a Louis Aragon, a pesar de que lo merece. Es lamentable que el premio fue dado a Pasternak y no Sholokhov, y que el único trabajo soviético así honrado sea uno publicado en el extranjero y prohibido en su propio país."

Otra de las razones objetivas que expone es que le "parece menos peligroso rechazar el premio que aceptarlo. Si lo acepto, me ofrezco para lo que llamaré 'una rehabilitación objetiva.' De acuerdo con el artículo del Figaro Littéraire, 'me perdonarían un pasado político controvertido'. Aunque no es la opinión de la Academia, así sería interpretado por ciertos círculos derechistas. Considero que este 'pasado político controvertido' sigue siendo válido."

Efectivamente, su rechazo causó gran escándalo en la gran prensa occidental, y lo sigue causando hoy en día, y tanto entonces como hoy se desvirtuan sus razones, se intenta mostrarlo como un rechazo "tanto el Oeste como al Este", y esconder su adhesión permanente al socialismo.

 

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