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Europa :: 05/03/2008

Dimitri Medvedev: Un tecnócrata pragmático a la sombra de su mentor, Putin

Dabid Lazkanoiturburu
El guión se ha cumplido milimétricamente. Dimitri Medvedev recibirá de la mano de su mentor, Vladimir Putin, las llaves del Kremlin y devendrá presidente del país más extenso del mundo tras vencer con rotundidad en las elecciones del domingo.

Y lo hizo con el 70% de los votos, un punto menos que el récord cosechado por Putin en las presidenciales de 2004, lo que garantiza a este último su estatus de arquitecto de la nueva Rusia adorado como nadie hasta la fecha por el electorado.

Agradecido, las primeras palabras de Medvedev tras la victoria fueron para confirmar que seguirá su senda .

El nuevo presidente electo ha forjado su carrera política a la sombra de Putin. Con una diferencia de edad de 13 años, ambos estudiaron en la facultad de Derecho de la universidad de la ciudad natal de ambos, San Petersburgo. Y ambos tuvieron de profesor a un activista pro-occidental que se convertiría en los noventa en el alcalde de la ciudad situada a orillas del Neva, Anatoly Sobchack.

Ambos fueron llamados a trabajar para él en la Alcaldía y lo hicieron con sus respectivos bagajes, el servicio secreto (FSB) en el caso de Putin y el derecho -llegó a dar clases en la Universidad- en el de Medvedev.

Este último, doctor en leyes, entró a formar parte de un equipo de abogados que tenía como misión blindar la corrupta gestión municipal de la época.

Medvedev salvó de la quema a Putin cuando fue acusado de malversación de fondos y de tráfico de influencias desde su cargo de presidente de la comisión de Relaciones Exteriores de la alcaldía de San Petersburgo. Y Putin no olvida, ni las afrentas ni los favores.

Consciente de que el meollo se juega en Moscú, Putin deja San Petersburgo ya mediada la década de los noventa y recala en la capital rusa bajo el padrinazgo del responsable de la Administración del Kremlin, Pavel Borodin. Tras apuntalar su posición en plena crisis de la «familia» de Boris Yeltsin y ser nombrado primer ministro a mediados de 1999, Putin llamó a Medvedev y le situó al frente del aparato administrativo del Gabinete.

Cuando el 31 de diciembre de aquel año Putin fue nombrado por un Yeltsin en retirada presidente en funciones, uno de los primeros decretos que firmó el nuevo hombre fuerte fue el nombramiento de Medvedev como jefe adjunto del Gabinete de Presidencia. Y Medvedev fue el director de campaña para las presidenciales extraordinarias que ratificaron a Putin.

Desde entonces, el nuevo presidente electo preside el consorcio Gazprom, la mayor firma de gas del mundo y ariete del Kremlin en sus tensas relaciones con sus vecinos.

La candidatura de Medvedev conoció un verdadero espaldarazo cuando fue nombrado en 2005 vice primer ministro primero por Putin, quien puso bajo su responsabilidad los bautizados como proyectos nacionales: educación, sanidad, demografía, agricultura y vivienda.

Desde entonces figuraba como probable delfín de Putin junto con el otro viceprimer ministro, Sergei Ivanov, hasta que el todavía inquilino del Kremlin dehojó la margarita en diciembre del año pasado optando por él para sucederle.

Todos los que conocen a Medvedev destacan su pragmatismo y no dudan en presentarlo como un tecnócrata para quien las cuestiones ideológicas quedan relegadas a un segundo plano.

Presentado como perteneciente al ala «liberal» del entorno de Putin frente a los silovici (oriundos, como este último, de los servicios secretos) y frente a un Ivanov presentado como valedor de los sectores más ligados al ámbito militar, tanto su elección como su triunfo en las presidenciales del domingo ha sido saludado con indisimulada esperanza por parte de las cancillerías occidentales.

No pocos destacan que participó en su juventud en movimientos «democráticos» y que apoyó, como hizo su profesor Sobchak, la Perestroika de Gorbachov

Unen a ello su defensa del modelo económico liberal y coligen que Medvedev sería una suerte de antítesis de Putin. Como si este último se hubiera destacado por la defensa de modelos de economía colectiva.

Cierto es que su imagen difiere mucho de la de un Putin que ha cultivado a conciencia una pose de fortaleza.

No obstante, quienes conocen bien a Medvedev aseguran que, tras esa apariencia se escondería un político duro. «Pese a su personalidad conciliadora y tranquila hay acero dentro de él», le define el representante permanente de Rusia ante la OTAN, Dimitri Rogozine.

En espera de cómo se articula la bicefalia del poder en Rusia con Putin como primer ministro, no se esperan, más allá de las formas, grandes cambios en materia internacional.

El propio Medvedev señaló hace un mes en su discurso de presentación que Rusia ya no volverá a ser el «alumno aplicado» de las potencias occidentales. «No se puede forzar a nadie a amar a Rusia, pero no dejaremos que nadie le haga daño», advierte.

Gara

 

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