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Europa :: 30/11/2015

[Francia] Indignación selectiva, estado de sitio, patriotismo de salón

La Haine
¿Y ahora qué? Podría ser de las primeras preguntas que nos hacemos tras los sucesos del viernes 13 de noviembre en París.

 Los ataques de la capital francesa, casi tan brutales como los ocurridos recientemente en el Líbano, Turquía, Kenia, Nigeria o como los que se producen casi diariamente en Irak o Siria han conmocionado a la sociedad occidental y  pueden marcar un antes y un después en el recorte de libertades en Francia.

Entre los fenómenos que hemos observado en los últimos quince días, nos gustaría destacar la indignación selectiva de la opinión pública, el estado de sitio (o de guerra) decretado por el Gobierno, la repuesta patriótica de una parte de la población y el aumento de las agresiones contra musulmanes.

Indignación selectiva

Para explicar el impacto mediático a nivel mundial del 13N tenemos que partir del razonamiento de que en el imaginario colectivo hay víctimas de primera y de segunda categoría. La repercusión mediática (y la solidaridad internacional) de una tragedia está condicionada por la situación geográfica y económica del país en la que se produce : la muerte de 148 estudiantes en Kenia es más lejana y, por tanto, menos importante (o al menos vende menos) que la de las 130 personas de la ville de l'amour (de las que se siguen dando detalles más o menos íntimos 15 días después).

 Estado de sitio

Pasado el estado de histeria colectiva de los primeros días plagados de informaciones contradictorias y de un tratamiento mediático basado en el morbo y el sensacionalismo : más de 96 horas non stop de « edición especial atentados » con testimonios en directo de personas en estado de shock, divulgación de informaciones confidenciales sobre el asalto a la sala de concierto con cientos de rehenes… el estado responde declarando el estado de sitio en toda Francia.

Por quinta vez en la historia reciente del país (la última durante las revueltas en las banlieues de 2005) se suprimen automáticamente todas las manifestaciones políticas hasta el 30 de noviembre, se aligeran los procedimientos de registros domiciliarios, se generaliza la utilización de las brigadas de intervención especiales (que ya que están en las calles buscando terroristas pueden perfectamente ocuparse también de desalojar centros sociales) y se anuncia la creación de 5.000 puestos de policías.

Las medidas de excepción pasan de durar unos días a ampliarse 3 meses, hasta finales de febrero. No habrá por tanto manifestaciones para protestar contra COP 21 sobre el clima que se celebra en París y para la que ya se habían cerrado las fronteras para evitar la llegada de los «temidos black blocs». Las únicas manifestaciones que se podrán celebrar serán las rentables económicamente: deportivas y comerciales (partidos de fútbol, mercados de Navidad…).

«Estamos en guerra » nos repiten una y otra vez los dirigentes políticos para intentar justificar tanto la intervención en Siria como la nueva vuelta de tuerca en materia de recorte de libertades. Los jueces se felicitan de las nuevas disposiciones que les permiten realizar registros por el día y por la noche, recoger informaciones «personales» de sospechosos sin ningún control exterior… y los sindicatos de policías exigen que se les permita ir armados cuando están fuera de servicio.

Se constatan los primeros registros domiciliarios abusivos: familias a las que despiertan a las 3 de la mañana al confundirse de puerta, cooperativas de agricultores bio que habían previsto participar en las manifestaciones contra la COP 21 se convierten en «sospechosas de preparar actos terroristas» de un día para otro…

Patriotismo de salón

La siguiente etapa en el lavado de cerebro a la población se produce el 27 de noviembre, en el homenaje institucional a las «víctimas que representan la patria». Las redes sociales como Facebook iniciaron el trabajo los días de los atentados al probar una nueva aplicación «especial atentados de París» (para localizar a los amigos de la zona del ataque) y al contribuir a que los internautas llenaran de banderas francesas la red, y el aparato institucional quiso trasladar ese patriotismo a la calle al pedir literalmente a los franceses que sacasen una bandera tricolor en solidaridad con las víctimas. El homenaje institucional se celebró en un edificio reservado a los homenajes militares y el discurso de Hollande trataba a las víctimas de «caídos por la patria».

La comunicación mediática se ha esforzado en mostrar hasta la extenuación el lado "humano" de los "héroes" del momento.

A pesar de los esfuerzos institucionales y la campaña de comunicación mediática, la «unidad sagrada del país» fue más una moda propia de las redes sociales que una realidad en la calle.

Agresiones contra musulmanes

La extrema derecha, por su parte, se ha reactivado en las últimas dos semanas. Se han producido unos 30 actos contra musulmanes, desde agresiones a mujeres con velo hasta ataques y pintadas contra mezquitas y kebabs.

Los grupos identitarios han intentado infiltrarse en varias concentraciones de solidaridad con las víctimas en Lille o Metz o Lyon: la respuesta popular fue en las dos primeras ciudades contundente. En Lyon la manifestación fue anulada.

Grupo de nazis es expulsado de una manifestación de solidaridad con las víctimas en Lille

 

Aunque todavía es pronto para valorar el impacto de lo ocurrido en París, estos elementos nos llevan a pensar que el mal llamado «país de los derechos humanos» está dispuesto a adelantar a los norteamericanos en materia de represión a ultranza de las libertades en nombre de la lucha contra el terrorismo (que, en cierta medida, ellos mismos provocan).

 

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