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Europa :: 07/05/2017

Francia: las elecciones y el "antisistemismo" (y II)

Maciek Wisniewski
Será la victoria de un candidato que desde el principio fue predicho y ungido como una profecía autorrealizable para salvar al sistema

Una vez que cruzamos la frontera sin retorno, o sea interiorizamos el hecho que (casi) todo en la actual carrera presidencial en Francia pasaba como no debería, el discurso de lo inédito e impredecible de ellos (por más justificado que sea) parecía servir más y más para cubrir la realidad en la que todo ya estaba arreglado para que al final no hubiera ninguna sorpresa.

El duelo final –la segunda vuelta este 7 mayo– entre el neoliberalismo y el postfascismo es la mejor prueba de ello.

Allí el sistema –Emmanuel Macron (su producto y candidato repintado como subversivo y antisistémico para fines mercadotécnicos)– chocará con su preferido villano antisistema –Marine Le Pen (la oposición concesionada y tolerada, al contrario que la izquierda) que en sí misma constituye el principal argumento para la perpetuación indefinida del sistema.

“Ambos –apunta F. Lordon– están en una relación funcional en la cual el centro neoliberal se acomodó a un ‘monstruo de extrema derecha’, dándole el monopolio de la alternativa y reservándose a sí mismo el de la razón” (‘Les fenêtres de l'histoire’, en: Le Monde diplomatique blog, 19/4/17).

Esta división presentada como el sustituto de la vieja dicotomía derecha/izquierda (que en realidad es sólo una simulación y ofuscación táctica, fruto de la necesidad de momento) parece estar especialmente diseñada a la medida de Macron. En un marco dónde un lado alimenta los miedos identitarios –Le Pen (que desde su trinchera simbiótica habla de un duelo “los nacionalistas versus los globalistas”)–, y otro que fustiga estas pasiones irracionales –Macron– no hay lugar para ningún tercero.

Esto quedó claro a la luz de la virulenta reacción del mainstream al tardío auge de Jean Luc Mélenchon, que empezó a posicionarse cerca de los dos principales contrincantes (al final acabó en el cuarto lugar). De hecho, desde hace meses los principales medios franceses hacían todo para sellar la segunda ronda entre Macron y Le Pen (véase: O. Tonneau, en The Guardian, 2/5/17).

Ya estamos en un punto en que incluso la posibilidad de la victoria de un político neorreformista –Mélenchon (véase: Izquierda Diario, 22/4/17)– es un anatema para el sistema que necesita empujar las cosas más al borde y necesita hacerlo ya.

Ante la descomposición de la escena política los gerentes del capital tomaron una pose antisistémica –con todas las necesarias y bien vistas apariencias (tolerancia, optimismo, esperanza, etcétera) para salvar al extremo centro.

Ungieron a un “candidato ersatz”, el paladín de la radicalización y la aceleración neoliberal.

“Las clases dominantes ya estaban desesperadas: no tenían tiempo para construir a su candidato por años (...) lo querían ya: un ex banquero, rápidamente empujado por una secretaría de gobierno, luego retirado e inmediatamente lanzado para la presidencia (‘Macron: le spasme du système’, en: Le Monde diplomatique blog, 12/4/17).

Miembro de la nobleza estatal (P. Urdiembre dixit), ex empleado del banco Rothschild y millonario con vínculos en todo el espectro político (primero enviado por Sarkozy a la influyente Comisión Attali, luego apadrinado por Hollande), miembro de varios clubes y círculos del poder (Le Siécle, Bilderberg, et al.) de repente se volvió independiente.

Un tecnócrata y motor del neoliberalismo de Hollande co-responsable por el desastre de su gobierno e implosión del Partido Socialista (PS), artífice de la Ley Macron [sobre la desregulación de la economía] y la Ley El Khomri [la reforma laboral que igual debería llevar su nombre] ambas pasadas por decreto, de repente se volvió alguien de afuera.

El propósito de su creación era consolidar el control de las élites juntando todo al centro y formando una fuerza política más allá de la derecha y de la izquierda capaz de empujar las reformas requeridas por el capital (C. Georgiou, The Macron phenomenon, en: The Jacobin, 6/4/17).

Se trata de conformar un “nuevo bloque de fuerzas ‘progresistas’” –la izquierda cultural y la derecha iluminada– pero ya sin el lastre y la dependencia política de la clase trabajadora, considerada como “fuerza ‘anti-progreso’” –sic– (véase: B. Amable, S. Palombarini, L’illusion du bloc bourgeois, 2017, 184 pp.).

Ésta se la pueden quedar los fascistas.

Esto nos lleva finalmente a Le Pen, que de acuerdo con la nueva división política y cumpliendo su papel simbiótico hacia el sistema ahora es la defensora de los trabajadores.

Estas pretensiones sin embargo –junto con sus otras apariencias antisistémicas– fueron desenmascaradas magistralmente durante uno de los debates (5/4/17) por Phillippe Poutou, obrero y candidato del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) [1,1 por ciento de los votos en la primera vuelta] que la dejó en ridículo y expuesta como hija predilecta del sistema:

–Y luego tenemos a Marine Le Pen que mete la mano en el bolsillo público. No en el de aquí si no en el de Europa, que es algo interesante para una persona que se dice ‘antieuropea’. Y al FN que se dice ‘antisistema’ le da igual todo esto. Se protege incluso con las leyes del sistema, ignorando las citaciones gracias a la inmunidad parlamentaria.

Y continuaba:

–Pero para nosotros, los obreros, cuando somos citados por la policía, no hay inmunidad obrera...

Si bien en las anteriores dos semanas contra Le Pen se formó todo el frente republicano para pararla –el mismo que paró a su padre en 2002 (y que está destinado a garantizar el triunfo de Macron)–, la narrativa republicana suele ocultar un detalle.

La razón detrás del impresionante avance del FN no es su exitosa detoxificación (eliminar las toxinas, el término predilecto del mainstream liberal) sino el haber aprendido a articular su xenofobia usando las herramientas republicanas y el hecho que muchas de sus demandas y lenguaje fueron absorbidos por el mismo sistema (véase: The Jacobin, 20/4/17).

En fin. Más que una paradoja, la victoria de Macron el domingo será un sintomático final para las elecciones presidenciales que fueron bautizados como un gran cementerio de las predicciones.

Será una victoria de un candidato cuyo éxito debe mucho a varios accidentes en esta carrera, pero que a la vez desde el principio fue predicho y ungido como una profecía autorrealizable para salvar al sistema.

@MaciekWizz. Revisado por La Haine

 

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