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Europa :: 05/07/2015

Grecia: La dignidad como bandera

Jorge Sanmartino
El referéndum será una oportunidad democrática para que se escuche la voz del pueblo. El triunfo del No será una victoria popular que favorecerá una salida autónoma y soberana

Alexis Tsipras, el Primer Ministro de Grecia, convocó para hoy 5 de julio a un referéndum para rechazar el ultimátum del Eurogrupo. Luego de cinco años de políticas de ajuste impuestas por la troika, Grecia ha perdido el 25% de su PBI, mientras el desempleo se dispara y la economía se sigue deteriorando. A pesar de las idas y venidas, de las negociaciones fallidas de último término, el referéndum, finalmente, es un hecho. El remedio de los sabelotodo de Bruselas es más de lo mismo pero peor: reducción de las jubilaciones, aumento del IVA, en fin, la historia del ajuste los argentinos la conocemos de memoria. A pesar de las concesiones que realizó el gobierno, al Eurogrupo le pareció insuficiente. No quieren un acuerdo económico, pretenden la capitulación política. Es que siendo el 2% del PBI de la eurozona, Grecia no representa el tsunami financiero con el que amenazan las autoridades, sino el desafío político de una Europa distinta a la que pretende el establishment de las finanzas. Lo que no toleran es la “insolencia” de los rebeldes.

La discusión, hoy, pasa por quién manda en Europa, si los representantes democráticos de pueblos soberanos o el “mercado”, los que no votan nunca pero pretenden gobernar todos los días. Esta auténtica cruzada de los conservadores europeos cuenta con la inestimable colaboración de los socialistas. En Alemania, Ángela Merkel enfrenta a los periodistas de la mano de sus socios del SPD, mostrando la “unidad nacional” frente al desafío griego. Para Mariano Rajoy, después de la aplastante derrota en las regionales pasadas, sólo la humillación de Grecia puede ayudarlo en su improbable lucha contra Podemos, la nueva agrupación de izquierda que formó parte de la ola triunfadora de las recientes elecciones regionales. El descrédito de una Europa que prometía crecimiento y bienestar a los que se sumaran, pero que en los hechos ha beneficiado a las grandes economías industrializadas en detrimento de la periferia -a la que se le obligó a abrir sus mercado y abandonar su industria-, no puede ser ocultado mediante la culpabilización de los “que no aceptan las reglas de juego”. La apertura de su economía y el abandono de la soberanía monetaria, iban a llevar, tarde o temprano a financiarse exclusivamente con deuda. La “modernización” menemista fue una demostración clara de las contradicciones inherentes a un tipo de cambio fijo en economías periféricas. Grecia, peor aún, no posee la capacidad agroexportadora que le permitiría financiarse.

Al revés de lo que sostiene el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, el suicidio lo habría cometido Tsipras si hubiera aceptado el acuerdo que se le imponía, -algo de lo que estuvo muy cerca al proponer en el último minuto una aceptación parcial que sin embargo fue nuevamente rechazada-, pues a cambio de evitar hoy el control de capitales y el default de su deuda con el FMI, habría hipotecado la salida de largo plazo que el Eurogrupo le impide. Como dijimos muchas veces, en las condiciones actuales, los intereses del pueblo griego no son compatibles con la lógica neoliberal de la Unión Europea. Las concesiones realizadas durante estos meses, desde la firma del acuerdo de entendimiento en febrero pasado, hacía ya muy difícil la realización del programa de Tesalónica, un programa de emergencia para sacar al país de la crisis e inyectarle demanda fortaleciendo los ingresos. Tampoco esos sacrificios resultaban suficientes.

Las autoridades del Eurogrupo han insistido en que votar por el No en el referéndum es votar por la salida de Europa. Se trata de un chantaje al pueblo griego, pues después de años de integración, de haber adoptado el euro como moneda, no se ve con claridad cómo Grecia podría sobrevivir a un default y a la salida del euro. En los hechos, una gran parte de la población, incluso muchos de los que votaron por Syriza en enero pasado, desean la permanencia. La historia de pos-guerra, marcada por la inflación, la falta de productos y el mercado negro, está asociado en la memoria popular con el dracma. La primavera económica que se dio con el ingreso a la UE, que trajo productos de consumo a bajo precio, es defendido como una conquista económica pero también cultural de amplios estratos sociales, que ven en Europa las trincheras de defensa contra la acechanza de oriente, ya sea por su costado eslavo como por el islámico. Sin embargo, para esas mismas capas sociales, las condiciones de permanencia en el euro son también y al mismo tiempo un callejón sin salida. Un nuevo ajuste sobre el ajuste jamás sacará al país de la crisis y la recesión, jamás creará empleos ni recuperará la inversión.

La pretensión de los negociadores de que Grecia alcance el 3,5% de superávit fiscal para 2018 es una declaración de guerra por medios pacíficos. Por mucho menos (déficit cero) Cavallo se vio forzado a reducir el 13 de los salarios y las jubilaciones que dieron paso a las manifestaciones más multitudinarias contra el ajuste que se tenga memoria. Meses después, vendría el Argentinazo. Imponer austeridad y reducción de gastos a un país exhausto equivale a condenarlo por años y desestabilizar todas sus instituciones. No es verdad que se cae el mundo si no se le paga al FMI o si se recupera una moneda propia. Ninguna salida será fácil, pero el Eurogrupo invita a Grecia a que adopte la peor y nos invita al resto del mundo en platea preferencial, a que veamos cómo trituran sus esperanzas.

Demasiadas concesiones ya se habían realizado. Al interior de Syriza, el partido de gobierno, se extendía la oposición entre parlamentarios y miembros de la dirección. No sólo de la oposición de izquierda sino también del grupo mayoritario. Al llamar a un referéndum para el próximo 5 de julio, Alexis Tsipras recoge ese aliento de dignidad que atraviesa Grecia, y lo lleva donde debe estar, a la decisión soberana del pueblo. Se hubiera podido convocar antes, sin el control de capitales sobre la nuca, que empuja a sectores de la población desesperados a votar por el sí. Las negociaciones y las concesiones habían ido demasiado lejos. Como sucede muchas veces en la historia, la radicalidad que empuja a los pueblos hacia adelante proviene, como decía el viejo revolucionario León Trotsky, del látigo de la contrarrevolución. Incluso, si ella se viste con los guantes de seda de los “rescates” y las “ayudas”.

El referéndum será una oportunidad democrática para que se escuche la voz del pueblo. El triunfo del No será una victoria popular que favorecerá una salida autónoma y soberana que el gobierno de Alexis Tsipras hará bien en respetar y cuidar como su más preciada conquista, sin entregar en la mesa de negociación de última hora. Será tarea de todas las fuerzas sociales y movimientos populares, incluida a gran mayoría de Syriza, cuidar un posible triunfo del No, para que no sea entregado o licuado al día siguiente. La convocatoria al referéndum es también una expresión del reservorio democrático y popular que sigue vivo y tiene como símbolo la plaza Syntagma, aquella donde los indignados griegos instalaron sus carpas y enfrentaron la represión en sus mejores jornadas de lucha. Refleja que no es sencillo transformar a Syriza en un partido más del establishment, una centroizquierda dócil, a la manera de los partidos socialistas, que finalmente gobiernan en nombre del mercado. Que en su interior se condensas las luchas, esperanzas y desafíos por venir, tensionando las lógicas de lo establecido y abriendo nuevos horizontes. 

Las autoridades europeas están convocando a votar por el Sí. Syriza y Alexis Tsipras convocan a votar por el No. Dos perspectivas opuestas confrontarán el próximo 5 de julio, la de las clases dominantes nativa y europea coligadas para alinear a Atenas con los flujos de capital internacional; y los trabajadores y las clases populares, que vienen sufriendo ese alineamiento incondicional a costa de su nivel de vida y su empleo. El triunfo del No puede cambiar la situación política del país y abrir paso al renacer de Grecia. Y brindar al mismo tiempo, un ejemplo de dignidad y esperanza para los pueblos de Europa. 

* Sociólogo, docente de la UBA, integrante de Economista de Izquierda (EDI) y miembro del Comité de Apoyo a Syriza en Buenos Aires.

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