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Mundo, EE.UU. :: 11/05/2016

"¿Los peores evasores fiscales? Norteamericanos e ingleses"

Federica Bianchi
Entrevista con Nicholas Shaxson, autor del libro 'Las islas del tesoro', que indaga en los daños causados por los paraísos fiscales

Sabía que estaba saliendo algo, pero no me imaginaba que sería tan grande». Sobre el efecto de los Papeles de Panamá reflexiona, desde su oficina de Berlín, Nicholas Shaxson, antiguo periodista, autor del celebre libro 'Las islas del tesoro' sobre los daños causados por los paraísos fiscales y hoy investigador para la “Tax Justice Network” [Red de Justicia Fiscal], la organización internacional especializada en el análisis y la denuncia de la evasión fiscal internacional.

No sabíamos mucho del estudio Mossack Fonseca, pero siempre nos ha irritado un Panamá renuente a la transparencia fiscal, una tendencia que se ha intensificado en los últimos dos años». Hasta hace cinco años, de los paraísos fiscales sólo se ocupaban los especialistas académicos y los expertos: la verdad es que la cosa no interesaba a la gente común. Ahora, en cambio, es motivo de debate en bares y restaurantes.

¿Por qué se ha incrementado el interés?

Se trata de un cambio que ha partido de la gente corriente, de los periodistas, desde luego no de lo más alto de la política o de las instituciones internacionales. ¡Una cosa fantástica! Ha habido dos factores que han determinado este cambio. En primer lugar, el desmoronamiento del  pentagrama político: los ciudadanos ya no se fían de dirigentes que salvan a los bancos y sus propios intereses, pero no los de su pueblo. Y luego ha contribuido la crisis económica. En cualquier caso, el mínimo común denominador es la rabia: los paraísos fiscales son la perfecta metáfora de los abusos de la élite.

No resulta fácil descifrar mecanisos y prácticas...

De hecho, hasta hace algunos años no estábamos en condiciones de comprender y analizar el funcionamento de estos paraísos fiscales. Ahora hay organizaciones especializadas, como “Tax Justice Network”, decididas a descubrir engaños internacionales. Los paraísos fiscales no sólo son un fenómenos criminal sino que en los últimos treinta años se han convertido en el verdadero motor de esa globalización de las finanzas iniciada en los años 80. La mayor parte de la gente cree que se trata sobre todo de un asunto de impuestos, pero el aspecto fiscal es sólo una parte. La parte más interesante consiste en entender quién se esconde en esos paraísos y por qué. Rusia, por ejemplo parece estar intentando construir una reserva financiera fuera de su propia economía, a salvo de ojos indiscretos. Estos lugares son verdaderos paraísos de la ley: son la forma en que las élites se substraen a las legislaciones que en tantos casos han contribuído a promulgar. Las palabras clave son dos: “escapar” y “en otra parte”.

¿Quiénes son los mayores evasores?

Históricamente, cuando los bancos y los seguros de Wall Street han tenido que eludir cambios en la legislación más restrictiva han huido a Gran Bretaña. Y de hecho, los mayores paraísos fiscales no son los tradicionales del Caribe, las islas de palmeras sino justamente Gran Bretaña y los Estados Unidos. Gran Bretaña gestiona una de los más grandes redes de paraísos fiscales del mundo. Se trata de territorios en parte independientes, en parte controlados y ayudados por Gran Bretaña: Anguila, Bermuda, las Islas Vírgenes británicas, las Islas Caimán, Guernsey, Montserrat, las islas Turks y Caicos, más las del Canal de la Mancha y la isla de Man. La legislación de estos paraísos fiscales se aprobó en Londres. En estos lugares no se realiza ni siquiera la mayor parte del trabajo burocrático y de papeleo que se envía a Londres, en parte legal y en parte, no: resulta muy difícil establecer la diferencia.

¿Y los Estados Unidos?

Son un paraíso fiscal en dos planos. El primero es el de los estados: Delaware, Nevada y Wyoming permiten por ejemplo incorporar una sociedad de tal modo que no lleve hasta el verdadero propietario. El segundo nivel tiene que ver, en cambio, con el plano federal. Los EE.UU. han firmado los acuerdos de las OCDE sobre normas globales para el intercambio de informaciones tributarias (CRS), que entrarán concretamente en vigor el próximo año. Se trata de un instrumento destinado obstaculizar la evasión y la elusión fiscal por parte de las multinacionales, fruto de los progresos de estos años. Pero no están cooperando. Han instaurado un sistema, el llamado FATCA (Foreign Account Tax Compliance Act – Ley de Conformidad Fiscal de Cuentas Extranjeras), que es óptimo cuando se trata de recuperar informaciones sobre dinero de las empresas y ciudadanos norteamericanos residentes en el exterior, pero falta la reciprocidad. No comparten la información acerca de los extranjeros que invierten en los EE.UU. Prácticamente han destripado la banca suiza, pero luego ellos siguen cerrados: ¡cuanta hipocresía por parte de Wall Street y de la Florida Bankers Association! Europa ha sido débil hasta hoy y no ha sabido imponer una mayor presión. Pero debería hacer exactamente lo que hacen los EE.UU.: todo pago de procedencia estadounidense a una institución extranjera que no respete los acuerdos FATCA está sujeto a un impuesto automático del 30 %. Se trata evidentemente de un enorme incentivo para que la banca extranjera suministre a los EE.UU. las informaciones que precisan. No tendríamos más que copiarlo.

¿Se logrará antes o después acabar con la realidad de los paraísos fiscales?

Es imposible resolver del todo el problema. Son demasiado grandes los intereses de unos cuantos actores influyentes, como demuestran el caso de Inglaterra y el de los Estados Unidos. Y luego técnicamente siempre habrá una escapatoria. Entre otras cosas, una buena parte de la economía cotidiana pasa por los paraísos fiscales, como ha explicado bien mi colega James Henry en un artículo en Foreign Affairs. Al fin y al cabo, Panamá no es más que uno de los más de 90 paraísos fiscales (eran sólo una docena en los años setenta). En conjunto, albergan al menos 24 de los 36 billones de dólares de riqueza secreta que pertenecen al 0,1 % de los más ricos del mundo. Ahora Panamá estará menos de moda, pero tenemos ya a Dubai, las islas Mauricio y las Bahamas dispuestos a substituirlo. A decir verdad, en los tiempos de Al Capone las Bahamas eran la caja fuerte de los ricachones norteamericanos. Luego, cuando consiguieron la independencia, no se fiaban por prejuicios como para dejar su dinero en mamos de personas de color y se lo llevaron a las Caimán.

Pero se está volviendo por lo menos más difícil hacer desaparecer dinero...

No será nunca imposible, pero será cada vez más difícil. Y quien quiera seguir eludiendo las leyes y al fisco tendrá que estar dispuesto a asumir riesgos cada vez mayores. Una cosa es llevarse el dinero a Panamá y otra, a Dubai o a algún emirato árabe que de un día para otro puede decidir no devolverlo. Además, hay tanta gente atemorizada por estas indiscreciones... Se trata de un cambio grande, también desde el punto de vista psicológico. Aparecerán nuevas revelaciones. Estamos sólo al principio.

L'Espresso. Traducción para Sinpermiso: Lucas Antón

 

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