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Mundo, Chile :: 17/09/2014

Los gobiernos “progresistas” tienen el límite de las masas populares movilizadas

Mario Hernández
Entrevistamos a Ricardo Napuríí, ex trabajador minero y senador peruano, que fue colaborador del Che Guevara, al cumplirse el 41 aniversario del golpe en Chile

Mario Hernández (MH): El jueves pasado escuché la clase que diste en el Bachillerato Popular “Darío Santillán” del barrio de Barracas donde hiciste un análisis sobre el golpe en Chile y me pareció que comparaste aquella situación con la que atraviesan los gobiernos llamados “progresistas” o de centro-izquierda en América Latina. Creo que esta observación hace fundamental las enseñanzas que deja el 11 de setiembre de 1973.

Ricardo Napurí (RN): Voy a enriquecer tu pregunta recordándote que el proceso chileno que se frustró con la llegada de Pinochet, no fue único en América Latina, en aquellos tiempos cuando aún estaba vigente la Guerra Fría y las consecuencias de la posguerra, sino que hubo dramas parecidos en otros países.

Getulio Vargas se pegó un tiro en 1954, Velasco Alvarado no defendió su gobierno frente el avance de la derecha en Perú, Paz Estenssoro llevó al gobierno a Barrientos para congraciarse con EE. UU. y le dio un golpe, Perón, a pesar de tener la mayoría popular y en las Fuerzas Armadas, para evitar una guerra civil, también se fue y Velasco Ibarra hizo lo mismo en Ecuador.

Teniendo estos antecedentes es más fácil responder tu pregunta. En América Latina podríamos decir que Venezuela está en peligro porque a través de la reacción democrática por la vía electoral podría ser reemplazado el actual gobierno. También existe ese peligro en Ecuador donde en las últimas elecciones se perdieron las dos ciudades más grandes: Guayaquil y Quito. En Chile gobierna la unidad del Partido Socialista con la Democracia Cristiana, con un pie en la derecha y otro en el centro. En Argentina existe el peligro que asuma la derecha, en Uruguay y Brasil lo mismo.

Ante estos hechos, por la vía electoral podrían ser derrotados procesos progresistas y muchos de ellos favorables al pueblo, sobre todo el de Bolivia, que es el más avanzado, porque Evo Morales cuenta con el apoyo de la mayoría indígena y ha hecho reformas que le permiten postularse nuevamente como candidato a la presidencia, pero con las mayorías populares movilizadas.

¿Por qué estos gobiernos corren peligro? Guardando las diferencias, porque no son todos iguales, porque levantan consignas favorables al pueblo, cuestionan el dominio oligárquico, a veces colisionan con EE. UU. y desarrollan procesos sociales que van más allá de su lineamientos políticos o su programa.

El caso de Allende fue que la Unidad Popular (UP) tenía un programa avanzado que planteaba la reforma agraria y la nacionalización de las minas, entre otras cosas. Ese programa, entre la derecha, las masas populares que lo asumieron y la agresión de EE. UU. directa e indirecta, determinó un proceso revolucionario donde las relaciones de fuerza entre las clases habían cambiado porque las masas estaban en la calle y la derecha estaba dispuesta al golpe militar o la guerra civil.
En esas circunstancias, el proyecto de “la vía pacífica al socialismo” ya no servía porque se había desatado un proceso revolucionario que exigía un salto cualitativo. El gobierno no respondió a eso, pero sí la derecha y las Fuerzas Armadas.

En América Latina hay un peligro parecido en la medida que se han desatado procesos favorables al pueblo, pero eso tiene un límite, los procesos se amesetan y todo el mundo pide un salto cualitativo, que los gobiernos se radicalicen para evitar que la derecha retome el poder. Entonces, podemos ver que el ejemplo de Chile puede repetirse en cada uno de nuestros países con las particularidades del caso.

La mayoría de estos gobiernos fueron más democráticos, más asistencialistas, más radicalizados, pero no cambiaron la naturaleza del Estado. Las instituciones siguieron como antes, incluso no se cambió la naturaleza de la vía parlamentaria a un sistema de expresión popular a través de mecanismos de manifestación más directa de las mayorías populares. Se dejó la institucionalidad en pie, lo que va a permitir que las fuerzas patronales, que nunca quieren cambios, se recompongan, como el caso de EE. UU. que está presente tratando de recapturar y recolonizar América Latina.

Lo nuevo, lo importante que hay que destacar, es que estos procesos llegan a estos límites porque un actor importante, antes dormido, interviene en la vida política: las masas populares movilizadas.
Todos los procesos que he citado tienen a la participación popular como un hecho, porque los gobiernos progresistas las “invitan” a que participen, pero les temen cuando estas masas populares van más lejos de lo que ellos podrían permitirse en razón de sus límites políticos e ideológicos.

Entonces, crean una coyuntura en que están la reacción y las masas populares peleando entre sí y los gobiernos que tendrían que ser consecuentes y optar por éstas a través de medidas, y no estoy diciendo del tipo de las que en su momento adoptó Fidel Castro, de tal naturaleza que las ayuden y no favorecer a aquellas fuerzas que se están reconstituyendo y nunca dejaron de estar presentes, sino que estaban buscando el momento para poder actuar y terminar con estos gobiernos progresistas.

Ese es sintéticamente el hecho central que atraviesa América Latina y el problema es que todos los que piensan a favor del cambio social tendrían que aprender de estas experiencias. Por eso es útil tu pregunta de qué sirve el balance del gobierno de la Unidad Popular en la actualidad.

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