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Asia, Asia :: 24/12/2016

Los niños esclavos sexuales de los militares afganos

Agencias / La Haine

Temblando de rabia, Shirin muestra una foto de su cuñado, secuestrado por un militar afgano que lo convirtió en su juguete sexual, una tradición centenaria en Afganistán, tolerada ahora que no están los talibanes. Su desesperación es compartida por numerosas familias que luchan por arrancar a esos niños de una esclavitud sexual institucionalizada.

Shirin forma parte de una de las familias que cuentan cómo un hijo o un sobrino fueron secuestrados para la práctica del "bacha bazi", que consiste en mantener a un niño prepúber como pareja sexual. Su historia destaca el combate, generalmente en solitario, contra esta forma de violación extendida entre las fuerzas afganas creadas, financiadas y apoyadas por Occidente. Pero los medios occidentales se "olvidan" de mencionar esta práctica aberrante.

Shirin se acuerda de cómo gritaba y se debatía el chico de 13 años cuando fue secuestrado de su casa hace varios meses por un comandante de la provincia de Helmand. "Cuando les supliqué, sus hombres apuntaron con sus armas y dijeron '¿quiere que su familia muera? Será mejor que lo olvide'", cuenta Shirin.

Estos testimonios, recogidos en Helmand y en las provincias de Uruzgán y Baglán, continúan una investigación que reveló en junio cómo los talibanes rechazan el 'bacha bazi' y aceptan en sus filas a adolescentes que luchan contra quienes abusaron de ellos.

La mayoría de las víctimas fueron raptadas a plena luz del día, mientras jugaban, en el campo o en su propia casa. Una vez secuestrados, se les obliga a cohabitar con los militares en los puestos de control e incluso hay ocasiones en que se los ve en la ciudad, lo que conlleva escenas desgarradoras para ellos y sus familias. Los mantienen hasta que les crece la barba, luego los echan.

Tras meses de búsqueda infructuosa, Sardarwali encontró a su hijo rodeado de militares en un mercado de Gereshk. Las familias temen que sus hijos se conviertan en adictos a los opiáceos obligados por sus captores. Peor aún, que sean enviados al frente a combatir a los talibanes o que mueran en un ataque contra la instalación militar en la que se encuentran retenidos.

Esta práctica ha regresado de forma inquietante en el Afganistán post-talibán, sin que sea considerada pedofilia o homosexualidad ni, por ende, contraria al islam. Poseer chicos imberbes de rasgos finos, a los que visten de forma femenina, son un signo apreciado de masculinidad y de estatus en una sociedad donde hombres y mujeres viven separados.

Esto implica una competición malsana en las filas de los militares, entre ciertos comandantes que compiten por la belleza de sus "bachas", explica un exresponsable de seguridad de Helmand. El gobierno afgano, por su parte, se apresura a negar que tolere las violaciones de niños en sus instituciones.

Ante la cultura del silencio y la impunidad, sin recurso legal posible, numerosas familias han abandonado toda esperanza. Solo los más pudientes, con contactos en las altas esferas, aspiran a pedir una intercesión para recuperar a sus hijos, y muchas veces lo logran.

 

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