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EE.UU. :: 31/03/2015

"Me declaro culpable" (de insubordinación)

Howard Zinn y Paula Giddings
Ffragmento de un texto escrito por Howard Zinn en 1960 sobre las protestas del Spelman College, y otro en el que Paula Giddings recuerda a Zinn y lo que significó Spelman

Introducción de Tom Engelhardt

Para mí es una doble satisfacción publicar esta entrada a cuatro manos –un fragmento de un texto escrito por Howard Zinn en 1960 sobre las estudiantes del Spelman College que protestaron y se manifestaron, y otro en el que la historiadora Paula Giddings recuerda a Zinn y lo que significó Spelman hace 55 años–, un préstamo de la revista The Nation disponible en la página de TomDispatch. En primer lugar, Zinn, que murió en 2010, fue una de las figuras que colaboró con este sitio web .
Siendo profesor en Spelman, participó activamente con sus alumnas en el Movimiento por los Derechos Civiles y por ello –como nos recuerda Giddings– fue despedido en 1963 por "insubordinación". En 2005 [fue invitado a dar el discurso de graduación, y] regresó orgulloso a Spelman [por tal motivo]. TomDispatch público [y sinpermiso tradujo en 2010] el texto del discurso de graduación en el que Zinn, con la impermeabilidad al desaliento y al desencanto que le caracterizaba, señaló lo que habían logrado quienes salieron a protestar en aquella época. (" La lección que esa historia entraña es que no debemos desesperar, que si tienes razón y te empeñas, las cosas cambiarán. Puede que el gobierno intente engañar a la gente, puede que los diarios y la televisión hagan lo propio, pero la verdad siempre halla el modo de salir a la luz. La verdad tiene un poder mayor que el de cien mentiras".)
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Del colegio para señoritas a los piquetes [1]

Howard Zinn (6 de agosto de 1960)

Una tarde, hace algunas semanas, cuando el cerezo silvestre del campus del Spelman College estaba recién florecido y la hierba muy corta y aromática, una atractiva joven de piel canela atravesó el jardín en dirección a su residencia para fijar una petición en el tablón de anuncios. Decía así: " Señoritas que quieran participar en piquetes, por favor firmar aquí".

La petición, en un lenguaje poco corriente, revelaba que dentro de la dramática revuelta de los estudiantes negros de los college en el Sur se ha estado desarrollando otro fenómeno. Se trata de la toma de posición de las jóvenes mujeres negras con estudios en contra de lo aconsejado por sus mayores, generación tras generación: sé amable, educada y fina, no hables alto y no te metas en líos. En el campus de uno de los college para chicas negras más importantes del país –beato, formal, incrustado en la tradición de la elegancia y la moderación– estas exhortaciones están suscitando, por primera vez, un rechazo firme.

Las chicas del Spelman College siguen siendo "amables", pero no hasta el punto de dejar de marchar con pancartas de protesta por delante de los supermercados en el mismo corazón de Atlanta. Son educadas, pero de alguna manera esos buenos modales se han matizado al declarar recientemente que utilizarán cualquier método no violento para acabar con la segregación. Y en cuanto a lo de no meterse en líos, lo estaban haciendo muy bien hasta esta primavera, cuando catorce de ellas fueron detenidas y encarceladas por la policía de Atlanta. Las rígidas misioneras de Nueva Inglaterra que ayudaron a fundar el Spelman College a finales del siglo XIX probablemente lamentarían esta evolución de los acontecimientos, y los conservadores que hoy forman parte de la administración y el profesorado están bastante descontentos. Pero la respetabilidad ha dejado de ser respetable entre las jóvenes mujeres negras que estudian hoy en el college.

"Siempre puedes reconocer a una chica Spelman", se jactaron las ex-alumnas y los amigos del college durante años. La "chica Spelman" caminaba con gracilidad, hablaba correctamente, iba a misa los domingos, servía el té con elegancia y tenía todos los atributos asociados al producto final de un buen colegio privado para señoritas. Si por casualidad también terminaban desarrollándose el intelecto, el talento y la conciencia social, se trataría de subproductos no deseados.

Eso está cambiando. Sería exagerado decir: "Siempre puedes reconocer a una chica Spelman...
porque está detenida". Pero la afirmación contiene algo de verdad.

Howard Zinn (1922–2010) escribió en The Nation desde 1960 hasta 2008. Todos esos artículos están compilados en Some Truths Are Not Self-Evident: Essays in The Nation on Civil Rights, Vietnam and the “War on Terror” (eBookNation, 2014).

 

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Aprender la insubordinación

 

Paula J. Giddings (Marzo, 2015)

En la época actual, con el feminismo "corporativo" [2] en un extremo del espectro y un discurso "anti-respetabilidad" en el otro, el ensayo del fallecido Howard Zinn nos habla de otro significado anterior de la liberación de las mujeres.

Zinn era descendiente de judíos rusos, un historiador influyente y, en 1960, un profesor muy querido en el Spelman College, la universidad para mujeres negras más antigua en la entonces segregada ciudad de Atlanta. El atributo "colegio para señoritas" en el título fue bien merecido: las chicas de Spelman, cuyas cartas de aceptación incluían la petición de acudir al campus con guantes blancos y faja, eran moldeadas para honrar las virtudes de la "verdadera-feminidad": devoción, pureza, domesticidad y sumisión.

Sin embargo, para 1960 las alumnas de Zinn habían pasado de ser modelos de cortesía "amables, educadas y finas" a ser manifestantes decididas que participaban en piquetes, organizaban sentadas y a veces eran detenidas y encarceladas por sus actividades. "[L]a respetabilidad ha dejado de ser respetable entre las jóvenes mujeres negras que estudian hoy en el college", concluía Zinn.

Esas jóvenes habían nacido en los años 40, e independientemente del origen y la formación de sus padres (que podían ser aparceros, profesores o médicos), su generación estaba destinada a pertenecer a un nuevo estrato de la sociedad estadounidense: la "burguesía negra", como la denominó el sociólogo E. Franklin Frazier. Una clase económica que literalmente estaba apretujada entre una pequeña elite negra y las masas negras, y que en buena medida surgió porque un número sin precedentes de mujeres con estudios, que históricamente habían sido excluidas de los trabajos desempeñados generalmente por mujeres, en ese momento tuvieron acceso no solo a las profesiones de la elite, sino también a los empleos administrativos, clericales y de la función pública.

Para las mujeres negras, que soportaban una enorme carga de estereotipos de hipersexualidad, este avance significó mucho más que un triunfo de simple movilidad social. Ahora, con estudios, más chicas podían escapar del trabajo de servicio doméstico y personal, donde eran objeto de explotación sexual no solo por parte de sus empleadores. Ser capaz de evitar un futuro tan desmoralizador había sido el sueño de generaciones de madres para sus hijas. Un sueño que escuché a menudo a mi propia abuela, que había emigrado al norte para que mi madre pudiera ser la primera de la familia con estudios universitarios. Era mucho lo que estaba en juego al intentar aprovechar estas nuevas oportunidades, y rebosaba intención y emoción.

En 1960, Spelman, al igual que otras instituciones educativas para negros –incluyendo aquellas que formaron y dieron empleo a los grandes abogados de los derechos civiles y a los grandes intelectuales de la época– toleraba mal las actividades estudiantiles que Zinn alentaba y a veces lideraba. Una cosa era apoyar la integración y la igualdad, y otra muy distinta aprobar una sentada en la biblioteca segregada o enfurecer a los políticos influyentes ocupando la parte de la Asamblea Legislativa de Georgia que podía ser visitada solo por blancos. Aunque estas acciones no eran tan dramáticas como los enfrentamientos mucho más violentos a los que estamos habituados, estas jóvenes mujeres también estaban poniendo sus vidas en peligro. La expulsión, la pérdida de una beca o de la posibilidad de estudiar y trabajar a la vez podían acabar con sus esperanzas de un futuro relativamente asegurado, y protegido.

No obstante, esta fue la generación Spelman de la que formó parte Ruby Doris Smith Robinson, una antigua debutante que entendió que el futuro a largo plazo de otras era más importante que su inmediato bienestar. Abandonó el college para unirse a los Freedom Riders [3]; se convirtió en una de las promotoras del "Jail, No Bail" [4]; y fue la primera mujer a la cabeza del Comité Coordinador Estudiantil No Violento (SNCC, por sus siglas in inglés), la principal organización juvenil.

Las feministas actuales podrían tener en cuenta la manera como Zinn entendió que sus estudiantes "amables, educadas y finas" no habían abandonado la respetabilidad, sino que la habían redefinido. Aquellas jóvenes comprendieron que estaban en un momento en el que la virtud requería comportarse mal, no hacerse un hueco en el sistema, un momento en el que cambiar las costumbres opresivas no iba a lograrse exhibiendo una conducta individual sin trabas que reforzaba estereotipos peligrosos.

Las antiguas alumnas de Spelman Alice Walker, ganadora del premio Pulitzer, y Marian Wright Edelman, fundadora de Children’s Defense Fund, reconocen que Zinn fue una figura clave en su propia transformación activista. El tipo de historia que él escribió y enseñó analizaba intelectualmente la tradición de la resistencia negra, como recordaba Edelman, animándolas a "pensar fuera de los marcos establecidos y a cuestionar en vez de aceptar la sabiduría popular". Para Walker, siempre temerosa de perder la beca que tanto necesitaba, el hecho de que Zinn no solo les apoyara sino que participara en las manifestaciones estudiantiles, le dio ánimos para "seguir" a pesar del riesgo.

El profesor también estaba asumiendo un riesgo, y en 1963 fue despedido de Spelman por insubordinación. "Me declaro culpable", respondió con orgullo, y al final esa experiencia les hizo mejores a todos, a las alumnas y al profesor. En una entrevista, Zinn dijo una vez que sus años en Spelman fueron "probablemente los años más interesantes, emocionantes e instructivos para mí. Aprendí yo más de mis alumnas que mis alumnas de mí".

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Notas

[1] "Finishing school for pickets" en el inglés original. Un finishing school era un colegio privado para señoritas donde se aprendía a comportarse en sociedad. [N. de T.]

[2] "[L]ean-in" en el original en inglés. La autora está haciendo alusión al libro Lean In de la estadounidense Sheryl Sandberg, publicado en español con el título Vayamos adelante. [N. de T.]

[3] Los Freedom Riders eran activistas del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos que viajaron en autobús por el Sur para probar la efectividad del fin de la segregación. [N. de T.]

[4] Al ser detenidos, algunos activistas hacían votos de "jail-no-bail", es decir, se oponían a que se pagara la fianza para no gastar el dinero de la campaña a favor de los derechos civiles. [N. de T.]

Paula J. Giddings es profesora de Estudios Afroamericanos en el Smith College y la editora de la antología Burning All Illusions: Writings From The Nation on Race (2002). Ha escrito varios libros, entre ellos Ida: A Sword Among Lions .

The Nation Magazine. Traducido del inglés para Rebelión por Sara Plaza. Extractado por La Haine

 

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