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Cuba, EE.UU., Mundo :: 07/03/2017

No confundir la fascinación eventual de una cultura con el Estado norteamericano

Alfredo Guevara
Lo que no tendríamos que permitir, ni ahora ni en el futuro, es la invasión masiva de los productos sub-culturales que son instrumento de dominación

Este texto, resumen de las intervenciones de Alfredo Guevara en el espacio 'Hoy mismo', trasmitido por la televisión cubana el 8 de junio de 1997, encabeza la edición número 18 de la revista 'Nuevo Cine Latinoamericano' dedicada al 38 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de la Habana.

No soy de los que han vivido en EEUU, ni por razones personales, ni de trabajo. He estado dos veces, y la primera fue una experiencia suficientemente interesante para mí. Ellos no me soportaron, y fui expulsado; de esto hace muchos años. Yo era extremadamente joven; fui conducido a la isla de Ellis, que creo que no existe como prisión, y de allí fui expulsado, y como podía ser expulsado a cualquier parte, naturalmente, seleccioné la ciudad de mi preferencia y fui expulsado a París. Por lo cual se los agradezco mucho. De todas maneras, porque soy un hombre de cine, he tenido que estar siempre atento a todo el sistema de las comunicaciones en EEUU, y al papel dominante en el mundo de la cinematografía norteamericana.

Mi observación de EEUU, como digo, solo por aproximación, es que realmente EEUU son depositarios de una cultura fascinante, son el país que antes de que surgiera Japón como gran centro de tecnología llegó más lejos. Esto se explica por muchas circunstancias y, entre ellas, por los errores del socialismo soviético.

En la Unión Soviética se habían concentrado en el primer período de la Revolución de Octubre, y aun desde años antes de la Revolución de Octubre, acompañando a la revolución, es decir, simpatizando con la revolución, escritores y sabios que iniciaron un terreno que no es el que después se dio. Iniciaron los estudios formalistas. Estos estudios formalistas, referidos sobre todo a la gramática, y a la gramática en relación con la literatura más sofisticada, suponían de hecho un análisis por segmentos de las partes de la oración, del verso, o de un párrafo y de la imaginería que las acompañaba.

[…] Después del Congreso del 34, el congreso de los artistas en que surgió esa palabra horrible y limitadora del realismo socialista que nadie ha sabido nunca qué es, además, desaparecieron todas estas corrientes porque fueron perseguidas. Lo curioso es –y ahora estamos muy libres de decir muchas cosas que hemos tenido que callar por delicadeza política–, que tanto Stalin como Trotski (porque muchos tratan de decir: Trotski era el iluminado y fue desterrado, pero no es así), Trotski libró una batalla violentísima contra el formalismo, contra los futuristas y contra todas las vanguardias, y les hizo la vida imposible, y eso no hay nada más que ir a los libros, y ahí lo encontraremos. Los formalistas se fueron. Alguno quedó y siguió su trabajo en silencio, y se trasladaron a distintos lugares de Europa y finalmente algunos llegaron a EEUU. Esa línea es la que después encontraremos en la filosofía occidental europea, después de la guerra, con el nombre de estructuralismo, y entra en EEUU de un modo muy natural […] y algo que creo que no salió en el programa, pero que se conversó: el positivismo lógico inglés, marcó todo el pensamiento americano y lo hizo receptor muy fácil de todas estas concepciones estructurales, es decir, del análisis de la realidad por segmentos.

Cuando los soviéticos declararon idealista la cibernética, idealista todo lo que tenía que ver con este tipo de análisis, claro que no lo hicieron por gusto; el marxismo entraba en un país que no tenía condiciones, es decir, la clase obrera no estaba extendida y tenían que defender ese núcleo que tenían que extender. (No olvidar que la radio es de 1921 y la televisión, de los años 40). Es decir, que la difusión de las ideas se producía por métodos muy primarios en relación con la masificación de la sociedad. Esto permitió a EEUU, a esa sociedad que ustedes dicen, o que piensan algunos, en formación, encontrar caminos que otros no encontraron, y la cibernética y la computación –su hijita– encontraron el desarrollo que les permitió avanzar, y avanzar, y avanzar en la tecnología.

Yo encontré en The New York Times hace unos años algo que me horrorizó: se anunciaba un centro de venta de diseño, es decir, de elaboración, y cuando me leí la noticia me encontré que era el diseño de la Bauhaus, que eran las concepciones básicas que tuvo el movimiento revolucionario, primero en una Alemania en efervescencia revolucionaria, y después en la Rusia de los primeros años, cuando se estaba formando el movimiento hacia la Revolución de Octubre, y después en el primer período de la época soviética, cuando estaba vivo Lenin, y de ahí que las vanguardias artísticas tuvieran su papel; porque la mayor parte de las vanguardias artísticas que inundaron el mundo en una época precedieron, acompañaron o sucedieron en lo inmediato a todo el movimiento revolucionario europeo de Alemania y de Rusia, es decir, de lo que fue después de la Unión Soviética, y esas vanguardias las heredaron en EEUU, y vendían el diseño que había inventado el movimiento intelectual revolucionario en Alemania y en Rusia, antes y después de la constitución de la Unión Soviética. Pero lo peor del artículo, que me dejó realmente empavorecido, es que los soviéticos estaban comprando esos diseños para poder modernizar su industria, porque claro, lo que fue arte se convirtió en diseño para racionalizar la industria.

Si nosotros no partimos de la base de que esa sociedad abierta [de EEUU], con componentes de todo el mundo, como tú has dicho, pero meltingpot no logrado, o todavía en proceso, tiene una fascinación especial…; esa fascinación especial puede ejercerla una nación cuando está en formación, o cuando está formada, porque también ese proceso es fascinante, y aquí llego a lo que me interesa, bueno, a lo que me interesa fundamentalmente.

El problema está en no confundir la fascinación eventual de una cultura de esas características, una cultura que tiene todas las riquezas de la literatura, de las artes, etcétera, pero también de la tecnología, y de la tecnología que ha sabido aprovechar la lección de las artes y hacer cada producto bello y funcional; no confundirlo con el Estado norteamericano. Si algo ha detenido el proceso del meltingpot son precisamente las características de esa sociedad: por una parte abierta y, por otra, profundamente discriminatoria.

¿Cuál ha sido una de las fuerzas más grandes para el desarrollo de EEUU? Precisamente exigir a los inmigrantes el máximo aporte. Abrirse paso cuesta tanto trabajo que, de hecho, se está enriqueciendo en plus la sociedad norteamericana. Esa entrega de miles y miles de polacos, de italianos, de judíos del este de Europa principalmente. Han tenido que dar una batalla tan grande para echar a andar en esa sociedad que es riqueza plus, porque es un momento de esfuerzo, es decir, de tensiones humanas, masivas, porque han sido miles y miles, centenares de miles las personas que han llegado. No todo el mundo puede abrirse paso limpiando dinero de la droga, como es el caso de otras capas de inmigrantes. No estamos hablando de ese período, estamos hablando del período en que realmente ocurren las grandes oleadas de Europa, la última de ellas, de las más importantes, desde luego, la que provocó el nazismo, que –entre otras cosas para poder satisfacerte y hablar de cine–, provocó que tantos cineastas de Europa del Este vinieran, y después cuando se produjo la invasión de Occidente vinieran a trabajar a EEUU. Es muy complejo el juego de ese estatus, de ese establishment: acepta y condiciona.

[…]

Yo decía que al final llegaba el cine, y dije que llegaba al cine por esas oleadas de cineastas de todo el mundo, pero especialmente de la Europa que se vio hostigada hasta la destrucción masiva, por millones, de poblaciones, la población judía y no judía, de países de Europa. Tantos cineastas vinieron a trabajar a EEUU, y con la invasión de grandes países de Europa occidental otros tantos vinieron a trabajar a EEUU, y Hollywood se enriqueció con esas presencias, y con la obra que realizaron. (Si no me tocara hablar de cine sino de física, diría que la física nuclear y todas las teorías de trasmisión de la física ondulatoria, etcétera, se enriquecieron de tal modo que los medios de comunicación están en sus manos). Y el cine en primer lugar no solo se enriqueció con esas presencias, sino que en el curso del período de la guerra, y posterior a la guerra, que es precisamente el momento de su mayor florecimiento, se apoderaron del mundo entero, es decir, de las grandes cadenas de distribución y de hecho, primero, de las salas cinematográficas y después, por la vía de la televisión y el video.

El cine norteamericano está en el mundo entero y es la imagen de la subcultura norteamericana y no de aquello de que estaba hablando, respondiendo la pregunta anterior, sino que es el producto B, el producto en serie, el producto embrutecedor, el que no es nada más que puro entretenimiento o que desborda la banalidad para convertirse en un elemento de desnacionalización, de “desmedulación” del receptor, es decir, del público de otros países. Porque a través de los medios de comunicación que dominan de este modo las grandes multinacionales norteamericanas, y que no son los representantes de la cultura nacional sea o no sea, esté logrado o no lo esté, sino simplemente del comercio, trasladan a la televisión y al video lo que hicieron antes en el cine. El gran patrón de los consorcios cinematográficos, cuando era el cine el que dominaba, sigue dominando […] pero en realidad ya no es el cine puro en las salas cinematográficas, sino por vía de la televisión. El comercio sigue al filme, es decir, hay que entrar, hay que condicionar a los públicos al disfrute del modo de vida norteamericano, de los productos que consume, de la sociedad consumista, y entonces el comercio se presenta para ofertar el producto que ya viste en la pantalla.

Ese lema: el comercio sigue al filme, porque eso tiene la sociedad norteamericana también, tiene un cinismo y un descaro total, completo, es decir, dicen lo que se proponen, y lo que se proponen es colonizar. Tuve un amigo que murió, que influyó mucho en la formación de nuestras cinematografías, Saúl Yelín, que decía: “los norteamericanos llegan a todas partes para desmedular”; es decir, van a presentar un filme sobre Brasil y entonces sale Carmen Miranda con cuatro plátanos y una piña, y eso es Brasil, ya para siempre eso es Brasil. Cuba es lo mismo, Desi y Lucie Arnaz, el cubaneo, la banalidad, etcétera; porque nosotros ahora tenemos cientos de miles de universitarios, pero cuando no teníamos cientos de miles de universitarios tuvimos algunas lumbreras, y desde fines del siglo xviii y principios del xix, hasta el triunfo de la Revolución, es decir, el período pre-revolucionario, estuvo pleno de grandes figuras de la música, de la ciencia, de la cultura, de la literatura, etcétera, pero eso no era Cuba; Cuba era Desi y Lucie Arnaz; y así pongo esos ejemplos porque son los que algunos, los más maduritos, pueden recordar, y además algunas de esas series de cosas se vuelven a trasmitir. México era un charro con un sombrerón y un zarape bien metido en él y nada más. Y México es también una gran nación, con una gran cultura con muchas virtudes y con defectos, como también los tenemos nosotros.

Entonces, el gran problema del cine norteamericano no es el gran cine norteamericano. Hay un gran cine norteamericano, hay un cine que tiene valores artísticos, valores culturales, humanísticos, que enfoca los problemas de la sociedad norteamericana de un modo crítico, constructivo y que vale la pena aplaudir y saludar; pero hay una masa inmensa de productos que invade el mundo embruteciendo y desnaturalizando las propias culturas, y proponiendo constantemente consumismo, consumismo, consumismo, banalidad, banalidad, violencia, muerte, droga, etcétera; eso es lo que no podíamos permitir nosotros.

Si un día llegaran las relaciones idílicas con ese país que tenemos al lado, creo que nuestra política cultural no tendría que plantearse rechazar a [William] Faulkner, Sidney Pollack o Shirley MacLaine, eso sería absurdo; a los grandes escritores, los grandes artistas, Andy Warhol. Ese no es el problema. Lo que no podríamos permitir, y no tendríamos que permitir tampoco ahora, es la invasión masiva de los productos sub-culturales que son instrumento de dominación; eso es lo que es política cultural, y yo lo que lamento es que aún hoy no la apliquemos.

Cuba Posible

 

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