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Venezuela :: 06/09/2014

Venezuela, la permanencia de la apuesta principal

Marco Teruggi
La concepción del pueblo como sujeto hacedor del proyecto se ha conformado en parte de la estrategia central

Creo en los poderes creadores del pueblo
Aquiles Nazoa

Existe una clave del proceso político bolivariano, un elemento fundante que se ha venido modificando en sus formas pero que nunca se ha perdido: la apuesta a la participación popular protagónica, tanto en la construcción del modelo como en la resolución de los grandes conflictos.

Una perspectiva política que está en la raíz de la revolución, de su praxis política cotidiana. Nacida de la perspectiva honda de Hugo Chávez, o emergente del mismo desarrollo de la lucha de clases y sus desenlaces, como por ejemplo ante el Golpe de Estado del 2002, esta concepción del pueblo como sujeto hacedor del proyecto se ha conformado en parte de la estrategia central.

Por eso el presidente Nicolás Maduro, en su discurso del pasado 2 de septiembre llamado “el sacudón”, afirmó que la manera de medir los avances, es sabiendo “cuánto poder real tiene el pueblo”.

Participación y poder, como parte de una relación directa, el empoderamiento, del cual se ha hablado e insistido muchas veces en Venezuela.

Esta concepción ha marcado la lógica de las medidas impulsadas por el gobierno, ha sentado un rumbo acerca de qué es –debe ser/hacer- un gobierno popular. Tomando el caso de las viviendas por ejemplo: la orientación ha sido la de ir saldando una deuda histórica –se han hecho 600 mil en 3 años- y en ese movimiento, hacer del pueblo el protagonista de la construcción.

De esta manera miles de viviendas fueron construidas por consejos comunales, comunas, pobladores urbanos, en un proceso de organización comunitaria y de trabajo voluntario. El saldo al momento de entregar la llave se convirtió no solamente en una vivienda digna, sino en organización popular, en la construcción de comunidad. En un aprendizaje del pueblo: el de organizarse para resolver una necesidad y adquirir algo –en este caso un techo- a través de la participación directa.

Eso fue una búsqueda central a la hora de iniciar la Gran Misión Vivienda Venezuela: romper en cada caso en que se pueda con la lógica vertical de entrega de vivienda, de esa relación de subordinación entre el Estado y el pueblo. Una clave de un proceso de transformación revolucionario, de un gobierno popular: la invitación/incitación a realizar las transformaciones, y no únicamente a aplaudir medidas gubernamentales.

Esa raíz estratégica, la convocatoria a construir de manera directa una patria, una nueva democracia, se ha traducido en las líneas de acción claves bolivarianas, centralmente la comunal. ¿Qué son las comunas sino la posibilidad de que el pueblo ponga en pie su propio Gobierno, su autogestión, reorganice colectivamente su modo de vida, sea el creador de su cotidiano inmediato y estratégico?

Las leyes, tanto de los consejos comunales como de las comunas, fueron redactadas conteniendo las dos claves de esa apuesta principal: el autogobierno y la autogestión. Esto es la posibilidad, la señalización de un camino de autonomía popular, de un rol con el horizonte no subordinado al Estado, impulsado por el propio Estado.

El proceso de transición entonces: el de la restitución de los poderes al pueblo.

Por eso las viviendas construidas por el pueblo lo fueron en el marco del nacimiento o consolidación de sus experiencias organizativas, de las comunas. Las casas se hicieron tanto como fin a la vez que como medio: para impulsar mayores niveles de organización. Continuar con la creación popular en cada aspecto posible, necesario: la educación, la comunicación, la igualdad de géneros, la salud etc.

Esta perspectiva, esta manera de pensar las medidas de gobierno, el propio Estado, constituye una diferencia central con aquellos gobiernos de la región, como el argentino, que concibieron desde un inicio la participación popular como acompañamiento subordinado, la celebración de medidas progresistas, y un llamado al voto de manera periódica. A seguir y no a hacer, a reforzar el Estado sin empoderamiento popular, a integrarse de manera subordinada, sin otra perspectiva dentro del modelo que esa.

En Venezuela en cambio existió desde el primer momento la concepción de que el pueblo debería realizar el proyecto. Por eso fue llamado a construirlo. Y a organizarse para hacerlo. Y el Gobierno encabezado por Hugo Chávez optó por empoderarlo, crear las medidas y herramientas para que eso sucediera, aunque claro está, eso hiciera y haga peligrar la misma base del orden establecido. ¿Pero, no se trata justamente de terminar con un orden establecido?

Por eso Nicolás Maduro en “el sacudón” habló de “los restos del estado burgués que están ahí intactos, del burocratismo, de la corrupción, en su relación de desprecio e indolencia con nuestro pueblo”, de eso que debe ser eliminado. Una resolución que se encuentra directamente relacionada con los avances del poder popular, con la construcción de una nueva institucionalidad y una economía comunal, de su presión sobre ese Estado heredado. Para obligarlo a más, deshacerlo haciendo el nuevo.

Aclaraciones necesarias

Muchas de las 600 mil viviendas no fueron hechas por el pueblo sino directamente por el Estado, o por empresas privadas –extranjeras o nacionales. En reiteradas oportunidades incluso los movimientos populares debieron disputar con esos actores para conseguir los recursos necesarios para la construcción.

Tampoco la voluntad de poner en marcha procesos de autogobierno y autogestión ha sido adoptada de manera homogénea. Como ejemplo más reciente puede nombrarse la evidenciación de una tensión entre el Partido Socialista Unido de Venezuela –detentor de casi todas las intendencias del país- y el ascenso del movimiento comunal: la resistencia a la transformación, a la pérdida de espacios de poder ante un nuevo poder creciente.

El movimiento chavista es heterogéneo, y en su interior conviven/tensionan diferentes perspectivas. Siempre ha sucedido así. Y en el camino de los 15 años algunos cambiaron de fila, otros evidenciaron su concepción puramente estatista, y otros se dedicaron a conspirar desde dentro contra el avance popular, defendiendo el Estado heredado, alimentando la razón burocrática, asfixiante, enemiga.

También hubo quienes aceptaron y propiciaron el protagonismo popular pero desde una lógica subordinada. Como caso reciente puede observarse en la contraofensiva contra la guerra económica, en la cual la participación del pueblo organizado en la fiscalización fue concebida únicamente como apéndice de las instituciones.

Sin embargo la apuesta principal no cambió. Fue el centro del proyecto a la vez que la manera de combatir las resistencias internas: profundizar las medidas que apuntaran al protagonismo del pueblo, a su avance organizativo tanto cuantitativo como cualitativo –en por ejemplo su aprendizaje en ser Gobierno en su propio territorio comunal.

Allí reside la raíz chavista, el horizonte estratégico, el de un pueblo haciendo una revolución, involucrándose en aspectos cada vez mayores, teniendo como perspectiva trastocar incluso el orden actual. Eso ha conformado el qué-hacer del pueblo, del gobierno popular, su razón de ser como tal, popular –y no como medición de votos y encuestas.

En cuanto a las contradicciones sus resoluciones serán a través de la disputa, la movilización. No se puede pensar un proyecto sin tensiones ni contradicciones. El asunto es cuál es ese proyecto. A qué ha sido convocado el pueblo. Si a aplaudir o a crear.

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