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Bob Dylan, los últimos años 60 y el hipismo
Ramón Cánovas

A propósito del 60 cumpleaños de Bob Dylan y el lanzamiento de un albún recopilatorio de su trayectoria musical, The esential Bob Dylan, los medios en el pasado mes de mayo, se han hecho profusamente eco del acontecimiento con diversos comentarios al respecto. Dentro de la carrera artística de Dylan, se puede decir que tiene simplificándolo, tres épocas claramente diferenciadas: La del inicio, con temas estrictamente acústicos de Folk-Country. La intermedia que conecta con el auge del hipismo y sus macrofestivales como Woodstok (pacifismo, anti-Vietnam, amor libre). En el plano artístico musical, esta época se expresa a través de letras sociales y un sonido que con Dylan vendría a llamarse Folk-Rock, o Countri-Rock. Aunque también se utilizasen guitarras acústicas, detrás llevaba una banda clásica de rock: bajo, teclados, batería y largos arreglos de guitarra eléctrica. En las actuaciones sonaban como himnos, La respuesta está en el viento, Como un canto rodado, Llamando a las puertas del cielo, Hurricane...Durante la época de los años 80 vendría la conversión al catolicismo y por la actuación en el 97 ante uno de los papas más conservadores y la foto besándole la mano a Juan Pablo II, podría parecer, que dentro de una de las ramas bastante retrograda.

El trayecto del hipismo se puede ver reflejado en el trayecto de Dylan y la vuelta de la oveja descarriada al redil del poder (mercado- catolicismo). La primera crítica marxista al movimiento hippie que cayó en mis manos, provenía de un grupo marxista extraparlamentario de los años 80. La calificación era de juventud rebelde con ideología pequeñoburguesa. Por arriba las cabezas más visibles, eran los integrantes de míticas bandas de rock que buscaban el triunfo y el dinero como casi todo el mundo y por abajo, una masa de juventud que buscaba pasárselo bien al compás de una determinada forma de vestir y unos comportamientos, que si bien rompían con los moldes de sus padres, no iban mucho más allá en la crítica socioeconómica. Era una moda más; por lo tanto no había un rechazo profundo al sistema, sino a la parte superficial en que éste se expresaba. Era como señalar los males sin apuntar salidas, o agarrarse a falsas soluciones. Por lo que al final venía a ser: "Hacer lo mismo con distinta imagen". Esta fue la época de los melenudos. En el mundo del fútbol, El Ajax que barría en las copas de Europa, estaba lleno de pelos largos; pero ello no rompía en absoluto con el negocio de este deporte, los fichajes caros y la ideología que potencia.

El musical Jesucristo Superstar, era otro ejemplo de contar lo mismo variando las formas. En la película de los Who, Quadrophenia, refleja muy bien lo que hacían cantidad de jóvenes; trabajar por las mañanas de corbata en un banco y los fines de semana desmelenarse con vaqueros y el amor libre en los templos de las movidas (discotecas). Se me cayeron muchas ilusiones cuando en la película de Led Zepelin, Concierto en vivo, se veía claramente que los pantalones vaqueros nuevos del cantante, Robert Plant, tenían el remiendo en el sitio justo. Era una pose que a la larga se iría acentuando con el folklore exagerado del Weavy. En la película estrenada en España en el 2000, sobre la vida del boxeador al que Dylan le dedicó la canción Hurricane (LP Desire) contando la historia de una injusticia, podemos ver dos cosas: 1)- Como la progresía hace para remediar los sufrimientos de los pobres, llevándose a casa a un chico negro de los suburbios y dándole una educación que en condiciones normales, éste nunca hubiese obtenido (Pon un pobre en tu vida). 2)- La salida a la que se agarra el protagonista de la historia, es la de entrenarse en la cárcel para ser campeón de boxeo. El pensamiento viene a ser: si estoy arriba y tengo pelas las injusticias no me alcanzaran; les pillaran a otros, pero no a mí. La salida es individual y personal; da igual que sea dando patadas a un balón o puñetazos en el ring a un rival. El caso es que el conflicto de clase, nunca se plantea.

La música de las bandas de rock también dieron paso a una violencia autodañina, entre ellos mismos y sin ninguna connotación de clase. En Madrid, las bandas de los barrios del extrarradio (Moratalaz, Vallekas, San Blas) se buscaban para ajustarse las cuentas a golpes. Los últimos coletazos del ambiente hippie en la capital de España (78-80) se dieron en la discoteca M-M, esquina con Francisco Silvela, y ahí también las peleas sin sentido de las bandas rivales, se producían con demasiada asiduidad. El movimiento hippie fue una revolución de la estética y sus formas de expresión, pero al no ir a las contradicciones del sistema, todo quedaba en una critica estrictamente superficial. El fondo de la cuestión quedaba a salvo. Entiéndase que se está hablando, a nivel mayoritario y general. Lo que no quiere decir, que no hubiese nadie que desde esas posiciones diese el salto a discursos más comprometidos.

La figura de Dylan en el 97 besando la mano del papa, refleja muy bien como terminan las aventuras juveniles rebeldes de la mentalidad burguesa. Como es obvio, volviendo al redil de los que conforman la economía de mercado. En este sentido cabe destacar la sinceridad de algunas figuras del rock. Por ejemplo Mick Jagger, cantante de Los Rolling Stones, decía: "El rock es un negocio, la música y la política no son combinables". El Mundo, 6-julio-98. Y Julián Hernández, cantante de Siniestro Total: "En el rock hay una actitud jerárquica parecida a la mili". El Mundo, 31-enero-99.

Todo esto encaja y es natural, porque los comportamientos sociales funcionan igual en todas partes, con la carrera de los revolucionarios españoles de la universidad de los últimos años 60 y primeros de los 70. Troskistas, Mahoistas y otras hierbas se apuntaron en los 80 al caballo ganador del PSOE y se convirtieron en los Yupis corruptos al abrigo de los gobiernos socialdemócratas. El ejemplo internacional lo tenemos con el actual ministro alemán de Exteriores, Joschkla Fischer, que en su juventud muy revolucionario él, se dedicaba en las manifestaciones a golpear a los policías, y hoy forma parte del gabinete gubernamental a las ordenes de las demandas del mercado. Otro buen ejemplo es Tony Blair, actual primer ministro laborista (socialdemócrata), flamante ganador por mayoría absoluta de las recientes elecciones generales en Inglaterra y que se lleva muy bien con el ultraconservador primer ministro español, José María Aznar.

En el diario El Mundo, 8-junio-2001, se publicaba una foto de los 70 de Blair, con la típica indumentaria de un hippie en contraposición con su actual imagen de encorbatado primer ministro al servicio de todo lo que en su juventud, presumiblemente criticaba. Pero el caso más repugnante, posiblemente, sea el de nuestro ex-Secretario General de la OTAN, Javier Solana, que también bebía en sus años jóvenes de las fuentes del mismo progresismo, para terminar siendo un títere y lacayo del imperialismo norteamericano.

Estos viajes al pesebre del poder del dinero-mercado-globalización, refleja la desembocadura natural en la que terminan los discursos ambiguos de libertad en abstracto. Los sistemas no perduran por su fuerza de convicción, sino por la cantidad de gente que constantemente terminan al servicio de lo que teóricamente decían combatir. Y todo esto nos sirve como enseñanza para los tiempos actuales. Ya que nunca faltan quienes están descubriendo nuevos mensajes, formas, caminos, para terminar metiendo la cabeza siempre en el mismo despacho-pesebre de la economía de mercado.

Parece ser que al viejo y sencillo programa de abolición de clases sociales, hay que buscarle mil nombres y miles de atajos. Cuando lo más sencillo y natural es, sacar el billete para donde se desea ir.

(Rebelión)

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