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Napster: La furia de las multinacionales

El tribunal federal de apelaciones del noveno distrito de San Francisco, California, mantuvo el pasado febrero el interdicto que ordenó que Napster cesara sus operaciones con ciertos materiales, y devolvió este caso al tribunal federal de distrito.

El servicio de intercambio de música por vía cibernética fue demandado por piratería de materiales de propiedad intelectual reservada por algunas de las mayores compañías de discos.

En un fallo bastante complicado, el tribunal de apelaciones estableció que se puede demandar a Napster por "la infracción indirecta de los derechos de autor". Napster, que tiene más de 50 millones de usuarios, no compra, vende ni provee directamente material musical alguno, pero permite que los usuarios se intercambien entre sí las canciones, sin ningún pago.

El fallo del tribunal sostuvo que Napster debe impedir que los usuarios tengan acceso al material con derechos de propiedad intelectual por medio de las listas de canciones archivadas en sus listas por los usuarios del servicio.

Pero, en su dictamen de 58 páginas, el tribunal de tres jueces ordenó a la juez de instancia inferior que delimitara mejor el interdicto emitido el año pasado sobre las operaciones que realizaba Napster.

50 millones de usuarios

Napster, creada en 1999 por un estudiante estadounidense, Shawn Fanning, inició una verdadera revolución, permitiendo a cualquier persona intercambiar música por Internet de manera gratuita.

Desde esa fecha, más de 50 millones de visitantes han telecargado el programa Napster. Cuando alguien busca una canción, Napster revisa los computadores de otros usuarios hasta que la encuentra. La música, comprimida en formato MP3, es transferida, bajo forma de fichero de un computador a otro.

Furia de las multinacionales

La página web no tardó en atraer la furia de la industria del disco, que le reprocha estimular la piratería de gran calibre y se inquieta por perder el control del mercado de la música vía Internet.

De Sony a Universal Music, todos los grandes editores musicales, reunidos en la RIAA, Asociación estadounidense de la Industria de la Grabación, demandaron a Napster en diciembre de 1999 por violación de derechos de autor y pidieron el cierre de la página web.

En julio de 2000 un juez ordenó a Napster detener todo intercambio de música editada por los querellantes en nombre de los derechos de autor, hasta que el caso fuera examinado a fondo. Napster apeló de inmediato la decisión. Por la imposibilidad de poder establecer una distinción entre las grabaciones de los querellantes y las de otros, tal decisión lo obligaba, de hecho, a cesar toda actividad. En plena batalla jurídica, uno de los cinco grandes de la música, la compañía estadounidense BMG, filial de la alemana Bertelsmann, dio una nueva dimensión al problema al aliarse, en octubre de 2000, con Napster.

Los dos socios se compremetieron a desarrollar un servicio pagado sobre Napster, al cual los otros grandes editores fueron invitados a unirse. Sólo dos sellos independientes, el alemán Edel Music y el estadounidense TVT Records, respondieron a la invitación de los dos socios. El cierre provisional de Napster podría reducir a cero todos esos esfuerzos, por lo tanto, correría el riesgo de perder a los más 50 millones de usuarios que tiene actualmente.


Un click, paciencia y ya está

Un click, un poco de paciencia y la jugada está hecha: Napster permite a cualquier internauta hacerse con una vasta discoteca sin desembolsar una sola peseta. Basta para ello con ir a la página de Napster y convertirse en miembro de la comunidad Napster, lo que permite recibir o enviar música vía internet en todo momento. Cada Napsternauta ­55 millones de personas han visitado la página hasta la fecha­ dispone de temas musicales que son almacenados en su ordenador y a los que puede acceder en cualquier momento.

Es suficiente elegir el nombre de un artista o el título de una canción para que Napster localice los ordenadores de los miembros conectados y señale todos aquellos que dispongan del tema elegido.

Si lo que quiere es escuchar una canción de los artistas más conocidos, el abanico se amplía a centenares de ordenadores. En tal caso, el usuario podrá elegir aquellos ordenadores que dispongan de una conexión rápida (cable o ADSL) para acelerar la transferencia.

La música, comprimida en formato numérico MP3, pasa bajo la forma de un fichero, de un ordenador a otro. Una canción de 5 minutos requiere 5 entre 5 y 15 minutos para su transferencia y cada usuario puede hacerse con un gran repertorio confeccionando sus propios CDs.

(NR)

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