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Timba con mambo en la era global
Pedro de la Hoz
La Jiribilla

Los norteamericanos nos han hecho creer que conquistar un premio Grammy, como el Oscar en el cine, significa coronarse campeón mundial. El desorbitado poder de los medios de comunicación, desde una posición hegemónica, sobredimensiona el proceso que va de la nominación a la entrega de premios: la transmisión en vivo para un auditorio potencial de 600 millones de personas, y las 64 páginas web en uno solo de los buscadores de la autopista informática, dan testimonio de la desmesura.

En verdad, el Grammy, por manifiesta voluntad de sus organizadores, es un premio restringido al mercado norteamericano. Un disco que no circule en ese país, por muy bueno que sea, nunca podrá figurar entre los aspirantes. Las nominaciones y los premios son otorgados mediante la votación de los 10 000 miembros de la Academia Nacional de las Artes y las Ciencias de la Grabación Fonográfica (NARAS, en inglés).

Esto que explico debe ayudarnos a contextualizar lo que representa para un artista o una orquesta de Cuba la obtención del codiciado (claro que s¡, da fama y en la industria del espectáculo de Estados Unidos todos lo persiguen ) gramófono dorado. El camino abierto por Chucho Valdés e Irakere en 1978, primeros cubanos en conquistar el trofeo, tuvo su m s reciente etapa esta semana con Juan Formell y Los Van Van como protagonistas.

Ganaron en la categoría Mejor Álbum de Salsa por Llegó Van Van...Van Van is here, su primera producción para el sello Havana Caliente / Atlanta Records, constituido recientemente para explotar en Norteamérica el nuevo boom de la música cubana. Vencieron en la liza a dos producciones de la poderosa Sony, especialmente diseñadas para el universo hispano de EE.UU. -De otra manera, de Jerry Rivera, de quien todos conocemos su adscripción a una salsa "erótica" de menguados quilates musicales; y B. 0GotchaD.-2, de Dark Latin Groove (DLG), un producto "discotequero"- y a otras dos del sello salsero por antonomasia, RMM, de Ralph Mercado -estos avalados por
calidades innegables: Sola, de La India, y La fórmula original, de Oscar D'León.

Los Van Van, que tuvieron la oportunidad de promover el disco en una extensa gira que culminó con una presentación en Miami en la que los elementos mafiosos y de la ultraderecha sacaron a relucir sus proverbiales incultura e intolerancia, consiguieron abrirse un espacio en el mundo latino de Norteamérica.

El terreno se hallaba abonado por la nueva ola de música tradicional. Compay Segundo, Rubén González, Ibrahim Ferrer -fue una de las estrellas de la noche de premiaciones, donde compartió con Marc Anthony y, en general el fenómeno de Buenavista Social Club, con película de Win Wenders incluida, sensibilizaron al mercado norteamericano con lo que viene sucediendo en Cuba.

Ahora, con Los Van Van, se reafirma otra verdad: que Cuba no ha quedado en la tradición, que esta es un valioso antecedente para los nuevos desarrollos de los últimos 30 años.

El Grammy para Los Van Van debe ser interpretado como la coronación pública de un hecho innegable: llámese timba, salsa o, mejor aún, música popular bailable cubana contemporánea, el entorno sonoro insular muestra una vitalidad creadora en permanente ebullición, sobre la base de la asimilación de las raíces del son y su puesta al día mediante el virtuosismo, el saber armónico y el sabor rítmico que le dio a estos músicos de hoy feliz conjunción de la academia, el talento y el oído de la calle.

Que lo cubano es un aporte imprescindible en las formulaciones actuales de la música que se distingue en el país norteño, lo prueban otros pormenores de esta cuadragésimo segunda edición del Grammy: Tito Puente ganó la categoría Mejor Álbum de Música Latina Tropical Tradicional, por encima de Caravana Cubana, Ibrahim Ferrer, Juan Carlos Formell, Eliades Ochoa (todo cubano! ) y el colombiano Carlos Vives con sus vallenatos renovadores, nada menos que con un disco de nuevos mambos. Y para rematar está el caso de Carlos Santana, el multiganador de este año con ocho gramófonos (y casi nueve, puesto que fueron premiados también los autores del tema Smooth en la categoría Mejor Canción del Año).

El rock de Santana es típicamente latino por su enfoque melódico y rítmico, y hasta llega a ser explicito como en el tema instrumental El farol.

Esta siembra cubana, más allá de la euforia por tantas nominaciones y la conquista de un premio, debe servir de estimulo, pero también llamar a la reflexión a nuestras instituciones musicales, encargadas de la promoción de artistas, y las casas discográficas cubanas o que operan desde aquí¡. Pueden y deben surgir estrategias que rebasen la coyuntura del boom. Dejar pasar el momento sería imperdonable.

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