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Europa :: 22/01/2015

Ojo a Islandia

Borroka Garaia
Ya no queda nada de la “revolución islandesa”. Ni rastro. Y es que en primer lugar nunca se cuestionó ningún pilar del sistema capitalista

¿Os acordáis de aquella revuelta social de hace unos años en Islandia? Caceroladas, indignación, el pueblo en la calle forzando la caída del gobierno, impulsando un proceso constituyente ciudadano de cambio constitucional, poniendo bajo control a bancos y banqueros… Es posible que muchos lo tengan algo olvidado porque no ha habido muchas noticias desde entonces.

¿Qué ha pasado? Lo que ha pasado es algo digno de estudio milimétrico para toda fuerza de cambio y en mi opinión paradigmático de las limitaciones de la lucha de masas dependiente del institucionalismo y del bucle socialdemócrata donde se ha dado punto por punto casi todas las tendencias negativas que se pueden acumular en una la lucha. Desde la tendencia de las masas explotadas a creerse las promesas, las limitaciones de la protesta sectorial basada exclusivamente en reformas parciales sin alternativa estratégica, la vehiculización parlamentarista burguesa para ahogar cambios debido a la aparición en escena de la burocratización y el reformismo en una lucha ascendente, la tendencia al estancamiento y retroceso de los movimientos populares etc…

Ya no queda nada de la “revolución islandesa”. Ni rastro. Y es que en primer lugar nunca se cuestionó ningún pilar del sistema capitalista.


La presión popular consiguió que cayera un gobierno. Posiblemente por estos lares muchos lo llamarían “la caída del régimen” y otros hasta de “la casta”. Pero un régimen es un sistema institucional, es el conjunto de instituciones políticas por medio de las cuales un Estado organiza la manera de ejercer el poder sobre la sociedad. Tanto el régimen como el estado nunca son neutros, y un cambio de gobierno nunca es un cambio de régimen per se.

Caído el ejecutivo fue sustituido por una coalición de izquierda socialdemócrata que prometió aceptar las demandas populares de un proceso popular para redactar una nueva constitución.

Los impedimentos institucionales desde el inicio del proceso constituyente popular no se hicieron esperar ni la falta de respaldo.
Incluso presiones y zancadillas del tribunal supremo islandés. Las élites económicas ahogaron también muchos movimientos y “los ciudadanos” se quedaron solos frente al estado. La coalición de izquierdas hizo el resto poniendo piedras en el camino. Y todos esos factores hicieron que no se llegará a aprobar ningún texto así como que el referéndum contará con baja participación y fuera acotado exclusivamente a seis temas parciales que pese a ser propuesto por “ciudadanos” no pudo abstraerse de la hegemonía burguesa en sus contenidos.

Fracasado el proceso constituyente popular, el último día de la legislatura, una diputada que había formado parte del movimiento social, a la desesperada e intentando cumplir promesas incumplidas, incluyó una propuesta constitucional como una enmienda a otra ley que se debía votar. El parlamento a manos de su presidenta y miembro de la Alianza Socialdemócrata, obvió la enmienda. Acabada la legislatura, el partido conservador que por presión popular había sido “derrocado” en las elecciones anteriores volvía a ser la fuerza mayoritaria y alcanzaba el poder parlamentario. Hasta hoy.

No hace falta mencionar que durante todo este proceso el poder institucional “de izquierda” hizo de apagafuegos debilitando al movimientos popular y la protesta impidiendo y condicionando de esta manera la movilización que precisamente fue la que le puso en el poder, repitiéndose así uno de los paradigmas mas repetidos de la izquierda que alcanza el poder institucional dentro de un régimen burgués.

Hoy en Islandia la protesta está totalmente muerta y la población prácticamente asimilada. No se vislumbra alternativa.  Las tácticas de represión y los “antidisturbios” son muy distintos y muy mejorados tras la experiencia pasada teniendo muy bajo control a la hoy minoría disidente en retirada. Los medios de comunicación también han aprendido mucho para que se extienda “la normalidad”. La burbuja inmobiliaria se agranda por momentos, la juventud y la clase obrera siguen en retroceso acumulando deudas a costa de que los sectores acomodados que se vieron tocados han tenido una recuperación. Parece que a nadie ya le interesara cambiar el país. Las familias conocidas como el Pulpo y el Calamar siguen controlándolo todo.

Pero … el problema sigue latente, esperando que las burbujas exploten, que la realidad virtual caiga otra vez y quizás esa próxima vez la izquierda y el movimiento popular aprendan de sus errores, los cuales deberían ser conocidos por esas izquierdas y movimiento popular que en otras partes del mundo quieran cambiarlo todo. Una vez más, intentar poner rostro amable al capitalismo muerde el polvo. En el caso de Islandia, en un visto y no visto.

 

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