Cuatro tesis urgentes sobre Florencia

x Iñaki Gil de San Vicente

La razón por la que escribo estas tesis con carácter de urgencia no es otra que la necesidad que tenemos los revolucionarios de combatir la estrategia reformista destinada a abortar y/o revertir, volverla hacia atrás, la oleada de luchas iniciada en los años ’90. Estamos sufriendo una autentica campaña destinada a impedir que esta fase de luchas avance hacia la izquierda y se concrete en alternativas revolucionarias a escala planetaria. Actualmente, cuando decenas de miles de jóvenes y cientos de colectivos radicales acceden casi al instante mediante Internet a las noticias, informaciones, versiones y falsedades más recientes sobre lo que est sucediendo, en estos momentos, es necesario no perder tiempo en adelantar las tesis básicas revolucionarias destinadas a criticar y desautorizar la bazofia reformista.

Siempre ha sido así, siempre ha sido urgente para los movimientos revolucionarios ofrecer razones sobre lo que está sucediendo justo en el momento en el que la gente se pregunta, se interroga, muestra su deseo de formarse un pensamiento propio, crítico. La psicología humana se caracteriza por su necesidad de tener siempre a disposición siquiera una hipótesis mala y equivocada --religiones y otras respuestas idealistas-- sobre los problemas que le atribulan, a no tener ninguna respuesta, al nihilismo. Dicha necesidad se agudiza en los momentos de crisis e incertidumbre, cuando se siente la necesidad de intervenir pero no se dispone de una teoría sobre el problema. Si en esos momentos, las personas, los colectivos humanos, no construyen una visión adecuada inevitablemente tienden hacia una errónea y/o falsa. Y entonces aparecen o se refuerzan los cantos de sirena del reformismo, que llenan el vacío interpretativo y desvían la acción humana hacia los intereses del poder dominante.

Bien es verdad que las izquierdas fueron conscientes de esta urgencia, e incluso podemos retroceder mucho en el tiempo encontrando siempre ejemplos de sistemas alternativos al poder entonces dominante que buscaban, en las condiciones de su época, ofrecer respuestas inmediatas a las preguntas sociales. Sin embargo, aunque es cierto esto, la ventaja la tiene la clase dominante por razones que todos comprendemos. Actualmente sucede otro tanto. Como explicaré, una de las lecciones que se extraen de Florencia, de los cientos de miles de participantes, es la de la necesidad de contrarrestar lo más intensa y extensamente las maniobras diversionistas de la socialdemocracia y de otros reformismos menores pero camuflados tras su demagogia izquierdista. El capitalismo ha llevado al extremo su capacidad alienadora y de creación de falsas expectativas individuales mediante un sistema de control flexible y ágil del pensamiento social, más efectivo y dañino que el tópico reformista del “pensamiento único”; por tanto, en este capitalismo, las izquierdas debemos aumentar nuestra rapidez y profundidad de crítica para contrarrestar la rapidez de la producción de ideología burguesa. Conforme se agudizan y aceleran las contradicciones de todo tipo, se deben acelerar las críticas revolucionaras, aumentando su contenido teórico y político pero intentando no perder tiempo en las cuestiones cruciales en la medida en que ya sean conocidas y estén confirmadas por el proceso histórico. Quiere esto decir que más adelante se debe redondear ese adelanto central y básico para mostrar todas las implicaciones prácticas de la denuncia teórica. Como provocación al debate, propongo el texto “Aproximación sintética a la nueva oleada de luchas en el centro capitalista”, de septiembre de 1999, disponible en la Basque Red Net.

Tesis Primera.

Los cientos de miles de asistentes al Foro Social Europeo de Florencia confirman los aspectos positivos pero también los negativos de la oleada ascendente de luchas que se inició en la década de los ’90. La oleada comenzó poco antes o poco después según la perspectiva de los diversos movimientos participantes en las luchas. Los motines por y contra el hambre, la sobrexplotación y contra el racismo que aparecieron en 1992 en Argentina, EEUU y otros países; la sublevación zapatista y la solidaridad que originó; las luchas sociolaborales de invierno de 1995 en el Estado francés, como exponente de otras luchas europeas posteriores; las luchas obreras en Corea del Sur y otros muchos países; la serie continuada de reuniones y convenciones internacionales sobre la mujer, el hambre, la salud, el medioambiente que se han celebrado sobre todo respondiendo a las crecientes presiones sociales, y, para no extendernos, los sucesivos foros mundiales y regionales habidos en esta década, todo este proceso es una de las varias formas mediante las que el Trabajo, la fuerza de trabajo de la humanidad explotada, se enfrenta y lucha cal Capital, al capitalismo. Pero lo que palpita en el fondo de esta dinámica es el empeoramiento de las contradicciones sociales como efecto de las ciegas necesidades de la acumulación ampliada capitalista.

Pues bien, la Primera Tesis afirma que, salvando todas las distancias, podemos extraer tres grandes similitudes que nos permiten entenderlas como lecciones válidas de la oleada, fase u honda de luchas que el Trabajo sostuvo contra el Capital desde mediados de la década de los años ’60 se prolonga, según los países, hasta comienzos de los ’80. Una, como entonces, ahora asistimos al desbordamiento por la izquierda de las organizaciones políticas, sindicales, sociales, populares, etc., establecidas y burocráticas. Entonces, las fuerzas políticas vieron cómo los estudiantes, los movimientos sociales, el feminismo, la intelectualidad y sobre todo el movimiento obrero, experimentaban nuevas formas de protesta, lucha y autoorganización. Dos, como ahora, especial importancia tuvieron entonces los jóvenes, que aportaban una crítica novedosa y siempre incomprensible para la vieja burocracia, después los militantes defraudados y desengañados por el imparable reformismo de sus organizaciones, así como sujetos colectivos e individuales que no habían participado apenas en política, de modo que se formó una amplia masa social opositora al sistema. Tres, como entonces, ahora también asistimos a un esfuerzo desmovilizador por parte del reformismo y de la clase dominante, esfuerzo que no escatima ninguna táctica y mucho menos, las represivas, atacando especialmente a las formas más activas y conscientes de lucha para impedir que se generalice su ejemplo. Y cuatro, como ahora en el plano parlamentario en el que vemos las victorias electorales de algunas derechas europeas y yankis, entonces la desmovilización impuesta por el reformismo y la represión burguesa lograron conducir a un callejón sin salida a bastantes luchas, agotar a otras y aislar y derrotar a las sobrevivientes. Sin embargo, hay que decir que pese a la extrema dureza de la contraofensiva capitalista internacional, esta no logró el objetivo estratégico y ultimo deseado, que no era otro que aplastar definitivamente al Trabajo durante un largo periodo de tiempo, pero esta es otra cuestión en la que no podemos extendernos ahora.

Desde luego que existen novedades con respecto a la fase anterior, novedades que son fundamentales para comprender qué está sucediendo en la actualidad, su importancia y, sobre todo, qué y cómo debemos intervenir. Por un lado, el ataque burgués a las condiciones de vida y trabajo se realizan ahora dentro de la UE y en un contexto de mundializacción capitalista muy superior, lo que unido al desarrollo de las nuevas comunicaciones, explica la rápida mundializacción de la actual oleada de luchas, comparada con la anterior. Por otro lado, actualmente no existe la ya entonces vetusta y decadente, pero aun atrayente para bastantes sectores, imagen de la URSS, de modo que ahora, a los diez años de su desaparición, la nueva oleada de luchas tiene que enfrentarse al capitalismo ella sola, pero con el bagaje de las lecciones extraídas del derrumbe de la burocracia ex-soviética. Además, la crisis mundial en su sentido pleno, es decir, el hecho de que el capitalismo está multiplicando exponencialmente el sufrimiento humano y llevando al planeta al borde de la catástrofe ecológica irreversible, esta crisis es una realidad entonces no imaginada ni prevista sino solamente por muy pequeñas minorías. Por último, el prodigioso desarrollo de la tecnociencia burguesa, vitalmente unida a las fuerzas militares imperialistas, esta degeneración monstruosa de la capacidad creativa y critica del pensamiento humano, supeditada definitivamente al Capital, ha planteado cruda y radicalmente la urgencia de un sistema científico-crítico cualitativamente superior al burgués.

Estas novedades aquí resumidas en lo esencial, plantean reflexiones y necesidades que estaban muy poco o nada desarrolladas en la oleada anterior; pero en modo alguno niegan la continuidad del capitalismo, supuestamente transformado según los ideólogos burgueses en una sociedad “nueva”, en una “nueva economía”. Al contrario, queda meridianamente claro que el modo de producción capitalista está más podrido que nunca antes, y que, como veremos en la Tesis Cuarta, ahora ya hay que profundizar y ampliar la consigna de Socialismo o Barbarie por la de Comunismo o Caos.

Tesis Segunda.

La oleada actual tiene potencialidades considerables pero a la vez se enfrenta a dificultades enormes. Ambas, las buenas y las malas, surgen de la dialéctica entre lo viejo, lo nuevo y lo permanente del capitalismo en cuanto modo de producción, dialéctica brevemente expuesta en la Tesis Primera. Téngase en cuenta que hablamos de potencialidades, es decir, de fuerzas positivas que pueden desarrollarse más todavía pero que aún no lo han hecho, de manera que sus tendencias internas pueden ser abortadas, mientras que las dificultades, además de aparecer ya macizamente expuestas, también pueden multiplicarse creadas por los sistemas represivos de la clase dominante.

Las potencialidades consisten en que, primero, ahora está más cuestionado que hace una década la lógica mercantil del capitalismo. Ahora, tras diez años de mercantilismo financiero devastador, la consciencia crítica de que no se puede seguir por esa vía es mayor que antes, y recordemos que si algo define al capitalismo es que es el sistema de producción generalizada de mercancías. Segundo, esta critica se sustenta además de en el empeoramiento social europeo, también y sobre todo en la creciente consciencia de que existe una unidad mundial del deterioro, comprendiendo que la crisis sudamericana es inseparable en última instancia de la crisis asiática, del caos africano, de la pobreza estadounidense, etcétera. Tercero, esta consciencia se sustenta en un conocimiento cada vez más riguroso del papel criminal del FMI, BM, OMC-AMI, de la pasividad de la ONU y, por no extendernos, del intervencionismo creciente de los Estados imperialistas. Cuarto, esto impulsa un internacionalismo diferente al de la oleada anterior que surge de las exigencias impuestas por la mundialización imperialista de modo que incluso el sindicalismo amarillo y reformista se ve presionado para responder a estas necesidades. Quinto, los cambios analizados presionan al “viejo” movimiento obrero para que tantee “nuevas” formas de acción y sindicalismo, y presiona también al precariado y pobretariado para que se autoorganice en respuesta a la intensificación, extensión y generalización de la explotación. Y sexto, la intensificación de la plusvalía relativa y el aumento de la plusvalía absoluta impulsan la critica radical de la alienación generalizada.

Las dificultades consisten en que, uno, todavía no se ha desarrollado una síntesis integradora en la práctica cotidiana de estas criticas parciales, aunque en lo teórico esa síntesis es el marxismo. Este retraso es aprovechado por el sistema para introducir toda serie de intoxicaciones ideológicas y de falsas respuestas, como es el debate tramposo de la “globalización” como algo diferente y mejor que el capitalismo realmente existente; también, la necesidad burguesa de acumulación exige la mercantilización generalizada, como hemos visto, lo que impulsa el desarrollo de ofertas “radicales” en el mercado de consumo de modas ideológicas, de manera que esos sectores menos concienciados pueden ser absorbidos e integrados aunque mantengan la apariencia “radical”. Dos, la misma crisis capitalista permite a la burguesía manipular y azuzar el miedo a la libertad, la dependencia psicológica, los componentes autoritarios de la estructura psíquica de masas, el racismo, el machismo sexista, etc., para aumentar su fuerza electoral. De este modo, socialmente parece que la mayoría es derechista cuando el problema es más complejo y diversificado. Tres, la manipulación reformista dentro de la nueva oleada de luchas aumenta el impacto dentro de los sectores menos conscientes de y en la nueva oleada de la sobrevalorada imagen de la fuerza electoral de la burguesía, de modo que aumentan las posibilidades de desmoralización. Cuatro, por el lado contrario, se puede caer en la sobrevaloración de la fuerza actual de esta oleada, creyendo que las demostraciones de masas en Florencia y en otros Foros y eventos son fieles o muy aproximados reflejos del malestar social, aunque todavía no es así. Y cinco, cuando la burguesía endurezca su control y su represión, este error de sobrevaloración de las propias fuerzas multiplicará el efecto desmoralizador de la represión sobre quienes se creían a punto de tocar el cielo y, de pronto, vieron que no tenían los pies en el suelo.

Como vemos, la pugna entre las potencialidades y las dificultades nos remite al papel clave de las organizaciones revolucionarias dentro de ese amplio sector social con diversos grados de conciencia crítica en su interior. Pero las organizaciones deben, además, ser conscientes de que la efectividad de su intervención no depende solo de ellas mismas, de su voluntad y de su acierto teórico-político, sino también de su cada vez más necesaria coordinación y cooperación, en la medida de lo posible. Contra un mundo unificado por la agresión imperialista, la coordinación de las izquierdas aparece como una necesidad lógica en si misma. No podemos hacer un repaso histórico de cómo, a grandes rasgos, a cada nueva fase de la expansión de la mundialización capitalista se ha intentado responder con correspondientes niveles de cooperación internacionalista de las izquierdas, con sus errores, limitaciones y aciertos. Actualmente, esta tendencia se refuerza día a día, como se demostró en Florencia. Pero no podemos olvidar que la burguesía tiene a su vez las contratendencias adecuadas. Nos referimos, por un lado, a la potenciación del racismo y del chauvinismo, del eurocentrismo y del nacionalismo imperialista. Por otro lado, al desarrollo de una centralidad imperialista del control y de la represión, de modo que, en las cuestiones decisivas para la defensa de la propiedad privada de las fuerzas productivas, las diferentes burguesías posponen sus intereses particulares y sus contradicciones secundarias en aras de lograr un verdadero “internacionalismo imperialista” del Capital contra el Trabajo. En realidad, ambos factores nos remiten a las contradicciones inherentes a la unidad esencial de la producción de valor a escala mundial, con sus inevitables tensiones y diferencias interburguesas. La forma actual de resolver estas diferencias para facilitar la producción de valor es multiplicar la explotación nacional, internacional y sexual del Trabajo y el expolio del planeta, y la negociación y el chantaje mutuo permanente entre los tres bloques imperialistas. No es casualidad, ni mucho menos, que sea precisamente contra las reuniones en las que la burguesía imperialista precede a sancionar sus acuerdos internos, cuando y en donde más se movilizan las izquierdas actuales.

Tesis Tercera.

La tendencia a la mundialización internacionalista y solidaria de la actual fase de luchas responde al impacto concienciador de, primero, la propia mundialización del imperialismo, con su generalización incontenible del sufrimiento, el dolor y la tragedia humana. Las nuevas tecnologías de la comunicación, pese al control burgués sobre ellas por cuanto son simples industrias político-mediáticas, no pueden impedir totalmente que de un modo u otro se conozcan más temprano que tarde los efectos de las atrocidades del Capital, lo que siempre termina impactando en sectores sociales no demasiado alienados. Segundo, el hecho de que la fundamental oposición al capitalismo surja, por ahora, de los pueblos trabajadores de las naciones oprimidas, esta resistencia sostenida durante décadas, actúa como un poderoso reclamo para los sectores occidentales en proceso de desalienación y concienciación radical. Tercero, la ferocidad implacable del capitalismo contra estos pueblos, acrecentada en la última década mediante la amenaza y agresión militar, asfixia económica, científica y comercial, este endurecimiento tiende a reforzar esta dinámica concienciadora, y cuarto, también dentro mismo de la UE y de los EEUU resurgen las movilizaciones de las naciones, pueblos, etnias y culturas oprimidas o excluidas de los centros de poder.

La razón última del salvajismo imperialista contra los pueblos hay que buscarla en las crecientes dificultades del capitalismo para asegurar un aumento prolongado e intenso de su tasa de beneficio. La explotación de las clases trabajadoras en el propio centro del sistema, en el llamado Primer mundo, no le permite a la burguesía aumentar la suficiente acumulación, y los costos ecológicos y medioambientales son cada vez mayores, por esta doble dificultad el imperialismo ha de masificar la explotación de los pueblos del Tercer y Cuarto mundos, y también del Segundo. Históricamente, el expolio exterior ha sido una constante esencial desde los inicios mismos de la acumulación originaria de capital, y en la medida en que ella ha tropezado y tropieza con obstáculos crecientes, en esa medida, el expolio debe aumentar a costa de los pueblos. En el fondo, esta problemática nos remite a las causas tanto del expansionismo capitalista como de su efecto, el reforzamiento de la opresión nacional, orígenes que no son otros que la dialéctica expansivo-constrictiva inherente a la definición simple de capital. Quiere esto decir que, al margen de lo que cada cual quiera opinar por su cuenta, estructuralmente el capitalismo lleva en si la atroz lógica necesaria de la opresión nacional, de la misma forma que el agua moja y el fuego quema.

La actual oleada de luchas es incomprensible al margen de esta realidad. El Foro Social de Florencia era un apabullante ejemplo de la presencia del carácter objetivo de la opresión nacional en el capitalismo, y de la consiguiente necesidad estructural de las sucesivas fases de luchas de liberación nacional de los pueblos machacados, con sus altibajos inherentes. Muchas de las decenas de miles de participantes en el Foro y de los cientos de miles de manifestantes en las calles abarrotadas de Florencia, aplaudían a las representaciones de los pueblos oprimidos. Sin embargo, no podemos cantar victoria olvidando que, al igual que con las Tesis anteriores, también en esta el capitalismo presiona para reformar el nacionalismo imperialista, ideología necesaria para fortalecer y asegurar el apoyo de las clases trabajadoras de los Estados opresores al expansionismo de sus respectivas burguesías. La lucha entre el internacionalismo solidario correspondiente al actual grado de agudización de las contradicciones mundiales y, por el lado opuesto, la necesidad de las burguesías de justificar ideológicamente sus crímenes, esta lucha se ha convertido en una de las prioridades políticas de la onda de luchas que estamos viviendo. Se trata de integrar el derecho/necesidad de los pueblos oprimidos a su independencia nacional dentro del programa de las izquierdas de los Estados que oprimen y expolian a esas naciones, y dentro de los programas de las izquierdas mundiales.

Hay que insistir que por debajo y dentro de la opresión nacional, al igual que en el interior mismo de la cadena de explotación de la fuerza de trabajo, como base de sustentación de todo el proceso de producción de valor, esta la opresión sexo-económica de la mujer. Sobre el sudor y el sufrimiento de la mujer, sobre la explotación patriarcal, se fue levantando después la estructura socioeconómica entera que a través de los cambios en los sucesivos modos de producción, y de retrocesos y estancamientos históricos, incluidas extinciones de sociedades y culturas, a lo largo de este proceso, se ha llegado al modo de producción capitalista. El secreto de esta explotación radica tanto en la capacidad exclusiva de producción de vida por parte de la mujer como en su fuerza de trabajo común a la especie humana. Ambas cualidades, que al integrarse en un contexto social de propiedad privada, suponen también la privatización patriarcal de la sexualidad femenina, llevan a que el patriarcado pueda adaptarse a los diversos modos de producción solamente cambiando algunas de sus constantes internas y de sus formas externas. En el Foro Social Europeo la masiva presencia de mujeres expresa la toma de conciencia al respecto, confirmando la tendencia al alza en todo el mundo.

Por otra parte, hay que insistir en la decisiva acción de las mujeres desarrollando las identidades de los pueblos en su emancipación. Padecemos una fanática resistencia del sistema patriarco-burgués y de otros sistemas patriarcales preburgueses que subsisten todavía en el mundo, destinada a echar para atrás los avances de las mujeres, especialmente en los pueblos más explotados. Dado que al final de la cadena explotadora patriarcal y capitalista, son las mujeres las que padecen sobre sus cuerpos lo peor y más inhumano, por esto, son ellas las que expresan el antagonismo supremo entre el Trabajo y el Capital. Dado que ellas son el soporte sobre el que se asientan los pueblos en lucha, son el objetivo prioritario de las fuerzas reaccionarias mundiales, materiales y simbólicas. Cuando decenas de miles de mujeres se han ido sumando al nuevo proceso de luchas, lo han hecho aportando una crítica total del sistema explotador en su conjunto. Multiplicar y expandir la fuerza práctica de dicha denuncia radical es una necesidad vital del proceso revolucionario mundial.

Tesis Cuarta.

Hace aproximadamente un siglo, el movimiento revolucionario mundial lanzó la consigna Socialismo o Barbarie, expresando que la humanidad a la que el capitalismo acababa de introducir en su fase imperialista, se enfrentaba a una disyuntiva estremecedora. O avanzaba al socialismo o se hundía en la barbarie. Hace un siglo, la barbarie era vista como el conjunto de lacras insufribles a las que el capitalismo y en concreto, el imperialismo, estaba conduciendo a la humanidad. Sin embargo, durante los últimos cien años la situación mundial ha empeorado de forma inimaginable para los revolucionarios de entonces. Dos guerras mundiales y un sin fin de guerras locales y hasta de grandes dimensiones. Una plaga como el hambre que se extiende como el cáncer por el planeta entero. Una primera fase mejora de la salud pero, después, un deterioro de la vida que ha superado los peores augurios de hace un siglo. Una galopante catástrofe medioambiental y ecologista que amenaza con llevar la vida al borde de la extinción. El desarrollo de fuerzas productivas ha sido enorme pero ha sido mayor todavía la dilapidación de sus potencialidades, el despilfarro irracional y la distancia entre lo mucho que se podría haber logrado de existir voluntad política y lo poco que se ha conseguido, gracias fundamentalmente a la heroicidad de las masas trabajadoras. Un ejemplo de esto lo tenemos en el injustificable desarrollo de las fuerzas destructivas, de los arsenales militares, de las armas nucleares, químicas y bacteriológicas, capaces de acabar varias decenas de veces con la vida en el planeta.

Jamas se ha visto en la historia humana tal abismo entre lo que se puede lograr racionalizando y revolucionando las estructuras sociales, y lo que realmente existe por la irracional ceguera de la burguesía. Este abismo ya cierto hace un siglo, es ahora insondable. Una de las fuerzas que impulsan a la actual oleada de luchas es que muchos de sus militantes intuyen o son conscientes de esa realidad terrible, de esa condena. En las paredes, mesas, exposiciones y debates de Florencia, se palpaba la certidumbre de que la contradicción entre lo real y lo posible, entre lo impuesto y lo necesario, está más agudizada que nunca antes precisamente porque el capitalismo la lleva al extremo. Sin embargo, esta contradicción ya no cabe dentro del viejo lema de Socialismo o Barbarie, totalmente válido en su tiempo, porque los monstruos y las fuerzas ciegas que invocó el brujo burgués se han desbocado y se han multiplicado hasta lo incontable. El caos amenaza a vastas áreas de planeta y se ha apoderado de otras enormes. La barbarie fue el fascismo, pero la burguesía ha integrado la brutalidad fascista en su democracia virtual, mientras que el caos no solamente pudre a Africa, zonas de las Américas, de Asia y hasta del viejo “socialismo soviético”, sino que también se expande en las grandes barriadas empobrecidas de los EEUU, en el deterioro de los servicios sociales británicos privatizados por el neoliberalismo, en la comida podrida y envenenada de todos los días, en las enfermedades de todo tipo que pululan por doquier.

Hoy el “socialismo” tiene tantas caras distintas como reformismos existentes, como burocracias stalinistas y como intelectuales ignorantes. Tras un siglo de titánicas luchas revolucionarias es más urgente que nunca antes volver a levantar al viento las consignas y objetivos comunistas. Hoy el Comunismo no es una utopía, es una necesidad. Una necesidad científicamente constatada tras 154 años de experiencias desde que se publicara la primera edición del Manifiesto Comunista de Marx y Engels. Mientras que buena parte de la intelectualidad pierde el tiempo divagando sobre la utopía, los revolucionarios tenemos, debemos y podemos demostrar que el Comunismo se asienta ahora sobre una montaña inmensa de luchas prácticas, de experiencias materiales, de acciones de masas y de síntesis teóricas. En el Foro Social de Florencia los debates masivos fácilmente llegaban a niveles de profundidad práctica a nada que se hicieran preguntas radicales sobre las contradicciones y sobre la acción revolucionaria. Entonces surgían chispas entre los intereses conciliadores del reformismo y las ansias de verdad de la mayoría de los asistentes y del público en general. Es una necesidad imperiosa de las izquierdas mundiales el avanzar en la divulgación práctica y teórica del lema Comunismo o Caos, como expresión suprema de la miseria capitalista mundial.

EUSKAL HERRIA
(14/XI/2002)

 
         
   
 

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