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Euskal Herria: Carta abierta a algunos intelectuales progresistas

Con todo el respeto que nos merecen figuras de la literatura como Mario Benedetti, Juan Gelman, José Saramago, Augusto Monterroso, Luis Sepúlveda o Alfredo Bryce Echenique, realmente no entendemos a cuento de qué oscura manipulación, desinformación o irresponsabilidad, han insertado sus nombres en un remitido publicado en diarios españoles por la denominada «Iniciativa ciudadana ¡Basta ya!».
La misma plataforma que recientemente desfiló por Donostia, en apoyo a la «españolidad», convirtiendo el centro de la capital de Gipuzkoa en un remedo de la Plaza de Oriente.

Parece increíble que una buena cantidad de intolerantes, «demócrataderechistas», admiradores del terrorismo de Estado o de los GAL y receptores de las dádivas que suele dar el poder a sus seguidores, les haya convencido (a los de aquí y a los que están a casi 15.000 kilómetros de distancia) para respaldar «el Estatuto y la Constitución». Y por supuesto, los primeros se recuestan en el prestigio de sus adherentes de afuera para seguir condenando y criminalizando a los luchadores de Euskal Herria. A esa importante franja de la población que resiste por todos los medios y desde hace decenas de años la prepotencia policial franquista y la de sus continuadores del PP y el PSOE.

¿Saben acaso Benedetti, Gelman, Saramago, Monterroso, Sepúlveda y Bryce Echenique qué tipo de Constitución están apoyando? ¿Saben que en nombre de esa Constitución se han conculcado los derechos humanos más esenciales en Euskal Herría? ¿Saben de qué manera se persigue a quienes plantan cara al poderoso centralismo madrileño? ¿Saben cómo se coarta la libertad de un pueblo para ejercer su plena soberanía, hablar su propia lengua y decidir libremente sobre su autodeterminación?

Esa misma Constitución es la que garantiza que una monarquía heredera del franquismo ­elegida a dedo por el «generalísimo»­ haya inundado las tierras de Euskal Herria de fuerzas policiales y militares. Y con ellos llegarán, como siempre ha ocurrido, las torturas, las desapariciones ­sí, amigos escritores del Tercer Mundo, aquí también utilizan esos métodos­, las palizas en las cárceles, la presencia intermitente de controles policiales en las rutas, los allanamientos, las detenciones, la dispersión de los presos por cárceles españolas y francesas, el aumento del narcotráfico, por el que muchos mandos policiales españoles han sido acusados judicialmente y prontuariados...

¿Esa es la Constitución y el Estatuto que ustedes presuntamente dicen apoyar? ¿Hasta ese extremo han servido los ruegos de los Fernando Savater o quienes como él se convirtieron en enemigos irreconciliables del pueblo vasco? ¿No les resulta sospechoso que en el mismo texto que supuestamente han firmado aparezca el nombre de su colega Mario Vargas Llosa, ligado a las posiciones más reaccionarias del continente americano y vinculado a la Fundación Nacional Cubano Americana que acosa política, económica y militarmente a Cuba socialista?

Todo esto que decimos lo podrán entender muy fácilmente personas sensibles como ustedes, a quienes hemos leído profusamente y admiramos por su permanente compromiso con las luchas populares de los pueblos del mundo ­con todas sus luchas: electorales, armadas, insurreccionales...­, ya que en cada uno de sus países han sabido apoyar o acompañar opciones revolucionarias y de disenso muy similares a las que se mueven por estas tierras.

¿Qué eran si no los Tupamaros uruguayos, amigo Benedetti?, a los que usted ha dedicado magníficas loas en varios de sus inolvidables textos, y reivindicado por su accionar combativo, antiimperialista y por el socialismo. Hombres y mujeres armados que murieron y mataron por la independencia de su pueblo y que hoy, después de muchos años de cárcel, se han reintegrado otra vez a la pelea legal.

Hablamos de los Montoneros, amigo Gelman, de cuyas filas usted formó parte para luego integrar la dirección del Movimiento que salió al exterior a pedir apoyo contra los campos de exterminio y las desapariciones. Esos mismos Montoneros, que obviamente no cargaban sus armas con serpentinas ni balas de fogueo, eran acusados por las fuerzas reaccionarias argentinas ­las que, como suelen hacer aquí, asesinaron a su hijo y su nuera­ de terroristas y asesinos.

Hablamos de los que lucharon con todas los medios a su alcance, como los patriotas rodriguistas o miristas, o los militantes comunistas que se enfrentaron a Pinochet, señor Sepúlveda, a la que usted conoció muy de cerca y nos consta que ha defendido hasta hace muy poco. O de la guerrilla sandinista que peleó contra el dictador Somoza y a la que también estuvo ligado en sus años juveniles, cuando quizás no pesaban tanto sus relaciones con los jerarcas socialistas de Gijón.

Hablamos de personas con ideales y fines similares a los militantes de la Unión Revolucionaria Nacional Guatemalteca y los que pelearon todos estos años contra los militares guatemaltecos, amigo Monterroso. Estamos seguros que usted jamás habría puesto su firma al lado de los partidarios del general Ríos Mont y sus secuaces.

Hablamos de luchadores que nosotros defendemos tanto como usted, señor Saramago. Nos referimos a los militantes zapatistas que se han levantado en armas contra la prepotencia del Gobierno mexicano, o a los guerrilleros de las FARC y el ELN. Parece fácil para usted mostrar su apoyo a los procesos de liberación latinoamericanos o sumarse ­y en ambos casos se lo agradecemos­ al repudio contra los bombardeos criminales de la OTAN en Irak o los Balcanes, y luego terminar hipotecando su pensamiento por sumarse a la criminalización de los resistentes antifascistas de otros pueblos. Y terminar marchando junto a quienes suelen aplaudir rabiosamente la intervención de la OTAN o la violación de la soberanía de los pueblos.

Aquí, en Euskal Herria, nos consta que desde la izquierda abertzale que hoy es demonizada por los firmantes de ese falso «Basta ya», siempre se ha practicado la solidaridad internacionalista con los pueblos que luchan. Incluso, varios hombres y mujeres de este querido pueblo vasco han caído, luchando, bajo las balas de los militares salvadoreños, argenti- nos, nicaragüenses... Nunca se ha mirado a un costado a la hora de apoyar a quienes reclamaban contra las dictaduras latinoamericanas y del resto del mundo. Jamás habrán visto ustedes una firma o un suelto publicitario en la que los que hoy condenáis tan fácilmente se pronunciaran contra los luchadores sociales de vuestros ­nuestros­ respectivos pueblos.

Realmente, creemos que les han vendido una falsa historia. Y lo sentimos. Nos duele la ligereza de estampar su rúbrica en un manifiesto que busca cercenar y criminalizar a una parte importante de este país que aspira a ser soberano y que sufre continuas violaciones de sus derechos.

Si no creen en lo que decimos, les invitamos a que vengan a Euskal Herria (desde Madrid o Gijón, desde Montevideo o Guatemala, todo se ve con la óptica de quienes manejan el discurso único) y conversen con nuestra gente. Pregunten a los jóvenes cómo, dónde y quiénes les han torturado, hablen con los vecinos sobre el estado de tensión y terror permanente que se vive en algunos pueblos por la presencia policial o parapolicial. Averigüen a través de madres, esposas, o hijos de los presos de qué se trata cuando las entidades de derechos humanos ­incluida Amnistía Internacional­ aseguran que en España se tortura, o se dan palizas a los presos y presas políticos. Que les cuenten qué significa la dispersión de los presos y presas políticos impuesta precisamente por muchos de los firmantes de «Basta Ya».

Si no están dispuestos a informarse in situ del conflicto vasco, nos parece francamente irresponsable que autoricen a sus anfitriones españoles a poner la firma en panfletos propios de la derecha más recalcitrante. La misma a la que ustedes no se cansan de condenar en sus respectivos países.

Respetuosa y solidariamente.

Gustavo Ortiz - En nombre del colectivo «Che Guevara» de militantes latinoamericanos en Euskal Herria. Septiembre del 2000

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