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Huelga general el 10 de abril por la soberanía y por la paz en Euskal Herria
Juan Kruz Aldasoro Jauregi (Miembro de la Mesa Nacional de HB)

Euskal Herria necesita y se merece la democracia y la paz. Habrá democracia y paz en Euskal Herria cuando todos los vascos podamos ejercitar nuestros derechos civiles y políticos en libertad. No habrá ni democracia ni paz en Euskal Herria mientras miles de vascos de los seis territorios seamos en la práctica ciudadanos de segunda división, ciudadanos sin derechos. No habrá ni democracia ni paz en Euskal Herria mientras miles de vascos padezcamos diariamente la conculcación de nuestros derechos lingüísticos, mientras a miles de vascos se nos niegue el derecho a la nacionalidad vasca, mientras a miles de vascos se nos impida organizar en libertad la arquitectura política e institucional que permita al pueblo vasco hacer frente a los retos que como colectividad diferenciada nos presenta el futuro. En Euskal Herria la democracia y la paz vendrán de la mano de la soberanía, que consiste en que los vascos tengamos instrumentos para poder decidir por nosotros mismos. Como cualquier otra nación del mundo. Ni más ni menos.

Afortunadamente, el pueblo vasco no se ha resignado nunca a aceptar sin más la conculcación de sus derechos. Es lo que lo ha mantenido vivo. A lo largo de la historia, los vascos se han rebelado constantemente ante el ímpetu asimilador de dos grandes estados, España y Francia, que han utilizado todos los medios a su alcance (y sobre todo la violencia) para incluir a los vascos dentro de sus dominios estatales. Domuit Vascones fue la frase pronunciada por un rey visigodo hace más de dos mil años y es la frase que han tenido que ir repitiendo todos y cada uno de los «gobernadores» extranjeros en tierra vasca hasta nuestros días. Y todavía hoy, los vascos, de Domuit nada de nada. Es más, los vascos hemos sido quienes hemos Domuit al marco jurídico-político surgido de la reforma del Franquismo; instrumento que los españoles idearon hace 20 años para acabar definitivamente con la «amenaza vasca» a base de partición territorial y de supeditación de los vascos del sur a la «soberanía que reside en el conjunto de la nación española», eso sí, todo ello maquillado con barniz «democrático».

Hace 20 años unos nos presentaron la Constitución, el Estatuto y el Amejoramiento de manera exquisitamente democrática: «O lo tomas o Tejerazo»; y otros nos disfrazaron su traición comprada con mensajes del tipo: «con el Estatuto los presos a casa», o «el Estatuto, un paso importante hacia la Autodeterminación y la unidad territorial de Euskadi». Hoy, la incapacidad de ese marco para ofrecer al conjunto de la ciudadanía vasca un escenario de democracia y de paz ha quedado demostrada de manera evidente. Ese marco nacido para consolidar el proyecto nacional de España y estrangular cualquier camino que condujera a la construcción nacional de Euskal Herria está sumido en una profunda crisis. Y está en crisis sobre todo gracias a la lucha de quienes han mantenido viva la llama de un proyecto nacional llamado Euskal Herria donde tuviéramos cabida todos los vascos. El marco político que conculca los derechos civiles y políticos de la ciudadanía vasca está en crisis gracias a la lucha que miles de vascos han desarrollado en pueblos y barrios, en fábricas e institutos, en las instituciones, en la cárcel y en el exilio. Lucha plasmada en infinidad de manifestaciones, jornadas de movilización, concentraciones, huelgas de hambre, encierros y también en huelgas generales. Cada lucha concreta ha dejado la huella de un esfuerzo colectivo y con la suma de todas las luchas hemos hecho el camino que nos ha conducido a una coyuntura histórica plena de potencialidades, aunque no exenta de crudeza.

Y en esta coyuntura histórica lo que la sociedad vasca está demandando son proyectos concretos de futuro que den solución a los problemas que Euskal Herria tiene planteados. ¿Cuál es el proyecto que ofrecen Madrid y París? Lo estamos viendo todos los días: un proyecto de reconquista de la «Gran España» a base de ataques al euskara, a la enseñanza, a la economía y siguiendo una estrategia de guerra represiva sin cuartel contra todo lo que suene a construcción nacional vasca (recrudecimiento de la política penitenciaria, intensificación de la tortura, represión directa contra cualquier actividad política independentista...). Casi casi lo que ofrecían hace 20 años, directamente Tejerazo. ¿Y cuál es el proyecto que ofrecen a Euskal Herria los autonomistas del siglo XXI? El bloque autonomista que lidera PNV-EA, agasajado por un coro de entusiastas compuesto por los Batzarres, Elkarris, Aralarres... ofrece un proyecto absolutamente lleno de futuro basado en lo que un amigo llama «virgencita, virgencita, que me quede como estoy». Es decir, «Yo preñada y tú en la cárcel». Incapaces de hacer frente a la brutal agresión que viene de Madrid y París e incapaces de invertir energías en la defensa y en la construcción de Euskal Herria, prefieren resignarse a la dominación española y francesa buscándose, eso sí, un acomodo en el marco de la Nueva España. Arriaga bis.

Pero afortunadamente Euskal Herria tiene ante sí otra alternativa. Una alternativa de futuro, de libertad, de soberanía y de paz. Una alternativa que vaya construyendo paso a paso la nación vasca a la medida de todos los vascos y de todos los territorios. Esa es la alternativa que la izquierda abertzale quiere compartir con toda la sociedad vasca. Y para avanzar en ese camino el 10 de abril quiere poner EH una herramienta de lucha en manos del conjunto de la sociedad vasca, la huelga general. El próximo día 10 de marzo Euskal Herria desbrozará un trecho del camino que le llevará hasta la soberanía, ocupado todavía hoy por los matorrales con los que España y Francia quieren cerrarnos el paso. Cuantos más participemos en la huelga general más metros de camino desbrozaremos. Quienes prefieran quedarse en la orilla silbando, por lo menos que paguen el almuerzo y dejen pelear a los demás.

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