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La razón de la sinrazón (que a la razón enloquece)
Oskar Matute y doce firmas más (Miembros de IU/EB)

No parece probable que un problema de déficit democrático pueda solucionarse recortando las libertades ya existentes, desandando lo andado en los últimos veinticinco años y negando, en definitiva, la existencia del mismo problema, a saber: la incapacidad de la democracia española para dar una salida democrática al conflicto vasco; salida que necesariamente habrá de pasar por reconocer a Euskal Herria el derecho a elegir su propio destino sin más cortapisas que el de la voluntad popular libremente expresada.

No hablamos de un conflicto en clave nacionalista, ni siquiera hablamos de un conflicto en el que unos se sienten sólo vascos y otros, además, españoles. Hablamos de soberanismo, de democracia, de libertad para elegir y de libertad, incluso, para equivocarse en esa elección. No hablamos de dos nacionalismos que se oponen en justa lid, sino de un nacionalismo (el español) que pretende negar al otro (el vasco) cortando de raíz toda posibilidad de convertir la mayoría política, sindical y social de este país en algo tangible que se traduzca en un entramado jurídico y político distinto del actual, acorde con esa voluntad mayoritaria que ha de obligarse a encontrar el denominador común que permita el consenso más amplio posible.

Y el Gobierno del PP así lo ha entendido, como ya comprendió en su día que Lizarra-Garazi no planteaba un nacionalismo contra otro nacionalismo, sino una voluntad democrática contra otra impositiva. Frente a la decisión de todos los vascos, incluidos los que votan PP y PSOE, ellos nos imponen un Estatuto y una Constitución que sólo a ellos satisface. Pero por mucho que prediquen que esas leyes son «lo que nos une a los vascos», la realidad es tan cabezona que han llegado a la conclusión de que sólo ocultándola y reprimiéndola podría parecer que se transforma.

Y así se explican los preocupantes hechos que todos conocemos: la carga contra AEK, Zumalabe, Ekin, Xaki o "Ardi Beltza", cuyo prólogo fue el cierre de "Egin" y el encarcelamiento de toda la dirección política de un partido que cada poco es legitimado en las urnas por una franja importante de nuestros conciudadanos y conciudadanas. Si la realidad es tan tozuda que no presenta esa Euskal-Herria al gusto de Mayor Oreja, metamos en la cárcel todo aquello que al poder le gustaría ver desaparecido. El nacionalismo es un invento de Sabino Arana gritan los del bucle represivo, mientras veneran todavía en la gruta de Covadonga el inicio de una reconquista imposible. Don Pelayo Mayor Oreja está dispuesto a luchar durante otros siete siglos hasta la capitulación final del indómito vasco. Como el mismísimo Cid, no promete oro y oropel, sino sangre, sudor y lágrimas.

Y en territorio conquistado se empieza con los símbolos: prohibamos la lingua navarrorum en la mismísima Navarra; impongamos la bandera española en todo mástil del territorio vascón. Reescriba- mos la historia al estilo franquista para que los niños vascos de hoy se conviertan en los españoles del mañana: el «Hombre Nuevo» con «Camisa Vieja».

Y eso sí, continuemos con los llamamientos a la unidad de los demócratas, al estado de derecho, a las libertades conquistadas bajo la égida constitucional. Incluso utilicemos las viejas canciones de los rojos para entonar el "No nos moverá). La confusión es tal que el laberinto vasco ya necesita hasta de guías para orientarse o perderse en el mismo. Porque más que un laberinto se ha convertido en un callejón sin salida donde todos nos golpeamos la cabeza contra el muro del fondo.

Hasta las palabras carecen de significado: en democracia ya nos es lícito criticar al poder; el diálogo sólo debe producirse entre aquellos que previamente se han puesto de acuerdo; la libertad de expresión depende de lo que se pretenda expresar; el euskara es tal reliquia que debe desaparecer de la calle; la libertad consiste en ejercerla en el mismo sentido que indica el poder.

Confusión por doquier. Olvidemos el millón de muertos que empezaron a contarse en julio del 36, pero recordemos a las otras ochocientas víctimas hasta la saciedad. Utilicemos las palabras perdón o reconciliación con el mismo espíritu que utilizamos las de libertad, democracia, estado de derecho. Perdón, reconciliación y olvido sólo para unas víctimas. Mientras tanto condecoremos a Melitón Manzanas, porque el dolor se ha convertido también en importante moneda de cambio.

Y en medio de este panorama ni siquiera podemos gritar «Basta ya», porque hasta de esas palabras se han apoderado quienes ya venían sobrados.

Nota. Los otros firmantes de este artículo son: José Pinto, José Manuel Izagirre, Pilar
Moreiro, Ana Zarobe, Begoña Vesga, Jesús Mª Saldaña, Miguel Angel Sánchez, Arturo
Muñoz, Isidoro Apraiz, Alfonso Ríos, Vicente Silva y Mikel Labeaga.

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