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Liberalización de la energía: más agresión a la naturaleza y más explotación del tercer mundo
Iñaki Urrestarazu (Miembro de la Asamblea Anti-TAV)

Al hilo del debate iniciado por José Allende sobre el tema de la energía, debate que me parece muy importante, quería aportar algunas reflexiones, aportar digamos, otro punto de vista.

El Gobierno Vasco está impulsando en la región durante los últimos años unos proyectos energéticos impresionantes, acordes con su filosofía profundamente productivista y desarrollista y que superan incluso los objetivos establecidos en el denominado Plan Estratégico de la Energía (Plan 3E-2005) elaborado en 1995 y con la perspectiva del 2005. Otro tanto sucede con el Plan Energético de Navarra elaborado con la perspectiva del 2010 y ya superado en los hechos. Justifican el incremento más que proporcional de la potencia instalada, en la pretendida voluntad de mayor autoabastecimiento, de manera que se pasara de importar el 80% de la electricidad a sólo el 20%. Con los nuevos proyectos estas cifras quedarán muy ampliamente superadas.

El incremento de la capacidad de generación de electricidad se prevé en varias direcciones. En la utilización masiva e industrial de energía eólica, con los brutales impactos que ello implica. En la utilización de RSU (residuos sólidos urbanos) como materia prima quemada conjuntamente con gas natural en plantas incineradoras dejando de lado otras soluciones como su reducción y reciclaje, haciendo caso omiso de la enorme toxicidad de sustancias generadas y de los efectos perversos del gas natural. En la utilización de las altamente contaminantes centrales térmicas ya existentes transformadas en algunos casos para usar en lugar de carbón o fuel, una combinación de fuel y gas natural que pretende ser más limpia. El gas natural que está sustituyendo a otras formas de energía consideradas más contaminantes no es en absoluto una forma de energía limpia, aunque sea más limpia que la del carbón. De hecho el metano, principal componente del gas natural, del que se producen importantes fugas en sus largos recorridos de distribución, es un gas tóxico, altamente inflamable, uno de los principales responsables del cambio climático y es un hi- drocarburo fósil, es decir no renovable y limitado. Otra fuente de incremento de la capacidad de generación de electricidad se prevé mediante la cogeneración, es decir la generación autónoma de electricidad por empresas no eléctricas en base al aprovechamiento de gases residuales con la ayuda en ocasiones de gas natural mediante la acción sobre turbinas. La capacidad de generación de las hidroeléctricas y las minihidráulicas se prevé sea aproximadamente la misma que hasta ahora.

Pero como decíamos estos planes están siendo ampliamente superados. Los actuales proyectos estrella de generación eléctrica de ciclo combinado basado en el gas natural, el Bahía Bizkaia Electricidad (BBE), la nueva unidad de la Central Térmica de Iberdrola en Santurtzi, el proyecto conocido como IGCC en Abanto y en conexión con Petronor, y la Central Térmica de Zornotza, no estaban contemplados en los planes oficiales: los 855 Mw previstos de nueva creación se van a convertir en casi 3.000 Mw. Esto supone en lo que se refiere a la capacidad de generación eléctrica, una potencia instalada añadida sobre los 2.962 Mw de otros 2.000 Mw, es decir de 5.000 Mw, todo lo cual es el equivalente a cinco centrales nucleares normales o a diez como la de Garoña. Los nuevos proyectos para Bizkaia e incluso para el entorno del Superpuerto superan con mucho la capacidad de gene- ración eléctrica que iba a tener Lemoiz.

El Plan Energético de Navarra prevé pasar de los 150 Mw de potencia instalada en 1995 a los 989 en el año 2010. Quiere vender la imagen de generación de energía en base a energía alternativa, cuando el eje esencial es la energía eólica (636 Mw) a base de la ocupación salvaje de las montañas navarras con gigantescos molinos de viento. Pero además, sucede que sin estar incluidos en el Plan oficial, se está avanzando el proyecto de construir en Castejón, a orillas del Ebro, dos grandes proyectos de centrales térmicas en base a gas natural. Sólo entre las dos centrales térmicas se proyecta una capacidad superior a toda la prevista para el Plan de Navarra, lo cual significa una potencia instalada en Navarra de 2.200 Mw y si los añadimos a los casi 5.000 Mw del País Vasco, significan 7.200 Mw para todo Euskal Herria.

Los impactos de estos proyectos son impresionantes, y absolutamente injustificables. Generación de toda una serie de gases tóxicos en grandes cantidades, causantes algunos de las lluvias ácidas, del cambio climático devastador en marcha, de importantísimos efectos sobre la salud, de efectos negativos sobre las aguas utilizadas para refrigeración, del destrozo de las montañas como con las gigantescas eólicas, de graves peligros de explosión...

Uno de los temas de debate es el de la justificabilidad de estos proyectos y el del modelo energético que queremos. El Gobierno Vasco en su Plan 3E-2005 «justificaba» los primeros proyectos en la voluntad de alcanzar un 80% de autoabastecimiento. Con los otros 2.000 Mw añadidos supera amplísimamente el nivel de lo que ellos llaman autoabastecimiento o independencia energética convirtiéndose en exportadores y tanto más cuanto que el nivel de utilización de las nuevas centrales es, a diferencia de las hidráulicas, eólicas y térmicas tradicionales, al 100% de las horas del año. Otro tanto sucede en Navarra. Ante ello se plantean al menos dos cuestiones.

La primera, la de la pretendida independencia energética que es absolutamente falsa porque aunque las centrales se ubiquen «aquí», se basan en materias primas como el gas natural importadas por una de las principales multinacionales mundiales de la energía ­la BP Amoco­, explotando al Tercer Mundo, con lo que ello supone de dependencia, y porque la propiedad y la gestión es igualmente de grandes multinacionales y grandes firmas que lo que único por lo que impulsan los proyectos es por su rentabilidad.

La segunda, es establecer el nivel de necesidades reales de energía que, aunque sería difícil de evaluar, está muy por debajo del nivel de la demanda. La demanda no es sinónimo de necesidad. La demanda incluye cantidades importantes debidas a la lógica productivista, del producir y producir para obtener beneficios, cosas necesarias como innecesarias y en cantidades muy superiores a las necesarias. Y todo esto dentro de la lógica de ampliación de mercados, como el de la UE, propia de la globalización que estamos viviendo. Estamos asistiendo a una carrera loca de fusiones, para poder «competir» mejor en unos mercados cada vez más amplios que desbordan totalmente lo local. La liberalización del mercado de la energía no responde a otra cosa. A la posibilidad de que poderosas multinacionales puedan entrar en mercados y regiones antes reservadas a empresas con un control territorial monopolístico, a la posibilidad por tanto de que puedan beneficiarse de ese fabuloso negocio en aumento, el de la energía. Esta liberalización del mercado de la energía, señuelo de autonomía para un Gobierno Vasco que juega dentro de las reglas del gran capital, convierte también a Euskal Herria en parte del pastel.

Quienes ostentan este negocio, imponen además la tecnología a utilizar ­la que ellos han desarrollado­. Una tecnología sofisticada, que implica grandes inversiones, de difícil acceso a la gente y que por tanto perpetúa el monopolio y el negocio. Basada en la obtención barata de materias primas, sin tener en cuenta ni la agresión a la naturaleza ni la explotación del Tercer Mundo, que no será sustituida en tanto no se haya rentabilizado suficientemente. No se impulsan por lo general las energías alternativas y cuando se hace, como en el caso de las eólicas, es a lo bestia, de manera industrial y sofisticada, manteniendo el control.

Por tanto y como conclusión, creemos que no necesitamos ni mucho menos tanta energía, que hay que propiciar un modelo basado en la producción descentralizada y a pequeña escala, a escala humana, orientada a satisfacer las necesidades reales de la gente, gestionada y controlada directamente por ella, en profunda armonía con la naturaleza y sin despilfarros ni agresiones, y que no valen «realismos» que sean más de lo mismo o que no existen compensaciones posibles para «endosar el muerto» de una central térmica por ejemplo, a ninguna población en base a unas injustificadas necesidades.

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