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Praga-2000

Existen muchas razones para viajar a Praga. Una de ellas es que se trata de una hermosa e interesante ciudad. Europa no es tan sólo París-Roma-Londres. Europa es más diversa. El eurocentrismo cultural que nos envuelve es muy estrecho, excesivamente tendencioso e interesado.

Otra razón es la de Santo Tomás: ver para creer. En enero de 1993, Chequia y Eslovaquia decidieron poner fin a un matrimonio que había durado 74 años. No hubo guerras, ni tiros, ni mayores discusiones en el reparto de los muebles. Tan solo la Iglesia y los estados antidemocráticos conciben la separación como algo contranatura. Por eso se parecen tanto la Constitución española y el Código de Derecho Canónico: unidades indivisibles, vínculos indisolubles... Sin embargo, la separación amistosa de Chequia y Eslovaquia nos muestra que las uniones sólo son buenas cuando son libres y voluntarias y que la separación no tiene por qué conllevar violencia ni malos rollos.

Por último, lo más importante es que durante los días 26-28 de septiembre se reunirán en Praga cerca de 20 mil banqueros, economistas e inversionistas del mundo para participar en la 55 reunión anual del BM y el FMI, con el fin de impulsar la liberalización completa de la economía mundial. La elección de Praga no es casual. Chequia ha sido el primer país del antiguo bloque del Este en incorporarse a la OCDE y hoy es uno de los más firmes candidatos a entrar en la Unión Europea. Se trata de un alumno aventajado.

En las últimas décadas, paralelo al vaciamiento del poder político de la ONU y sus organismos (OMS, UNESCO, FAO...), se ha ido dando a nivel internacional un reforzamiento del papel del FMI-BM y la Organización Mundial del Comercio (OMC). La política educativa, sanitaria, agrícola..., de los países del Sur está hoy en día muchísimo más condicionada por las decisiones de estas instituciones que por las de sus propios parlamentos. Mediante las políticas de imposición de planes de ajuste estructural (contención salarial, privatizaciónes, reducción presupuestos sociales...), la exigencia-chantaje del pago de la deuda externa y las medidas de liberalización comercial, se han creado los marcos que han permitido agrandar cada vez más la brecha que separa a los países empobrecidos de los enriquecidos.

Con la caída del muro, el derrumbe de los países del Este, el declive de la revolución centroamericana, etcétera, pareció que el mundo se tornaba unidimensional. El poder del capital, en su vertiente más dura ­neoliberalismo­, parecía absoluto. La socialdemocracia se rendía a sus pies y buena parte de la izquierda resistente se sumía en un mar de contradicciones e impotencias. El fin de la historia teorizado por los voceros del poder parecía algo real.

Pero junto a ello, de forma algunas veces un tanto imperceptible, iba surgiendo lo nuevo. Desde que el FMI-BM celebró en Madrid, en octubre-94, su 50 aniversario, hasta ahora, muchas cosas han comenzado a cambiar. En aquellas fechas, al recorrer las sedes de sindicatos, ONG, etcétera, se nos miraba poco más o menos como a extraterrestres. El señalar al FMI-BM (auténticos desconocidos entonces para muchos grupos) como un objetivo directo de denuncia y movilización, hacía sonreir a más de una y uno: «estos ingenuos ­parecían decir­, mejor harían dedicándose a cosas más concretas y cercanas». A pesar de todo, más de 15.000 personas nos juntamos en Madrid en torno a la campaña «¡50 años bastan! - 50 urte, zoritxarrez!».

Desde entonces, han cambiado bastantes cosas. No ha habido ninguna revolución, no, pero la primavera comienza a intuirse. El día es más largo y hay más luz. Al poco de la movilización de Madrid, el EZLN hacía irrupción en México: la revolución en Centroamérica no había muerto. El discurso zapatista era, además, tremendamente universal. Bajo su impulso se celebraron dos Encuentros Intercontinentales: Chiapas, 1996; Estado español, 1997. Junto al EZLN, la dignidad era afirmada también por la población indígena ecuatoriana, las mujeres del movimiento Chipko y el campesinado de la India, la insurgencia y movimiento popular colombiano, el resistente pueblo cubano, el Movimiento de los Sin Tierra (MST) en Brasil... Pasos, todos ellos, en una misma dirección: la lucha contra el neoliberalismo y en favor de una sociedad basada en la justicia, que no en el mercado, en los pueblos, que no en las Bolsas.

A la par, las Marchas Europeas contra el Paro han movilizado a decenas de miles de personas; han surgido diversas redes internacionales (ATACC, Deuda Externa, Marcha 2000...): se ha consolidado «Vía Campesina», agrupando a millones de campesinos y campesinas en lucha contra la agricultura de exportación, los transgénicos... Por otro lado, los Foros convocados por las instituciones internacionales (Egipto, Copenhague, Beijing...), se han convertido en marcos alternativos de contestación y de consolidación de redes sociales. Aun con todo, no se puede ser triunfalista. El camino por recorrer es largo. Pero la vía está abierta. La esperanza es una realidad. Los nubarrores de principios de los noventa ya pasaron. Las victorias parciales conseguidas en los últimos dos años en torno al AMI (Acuerdo Multinacional sobre Inversiones) y a la OMC (Seattle) atestiguan que es posible avanzar.

En Euskal Herria, al margen de actividades y agrupamientos puntuales, no ha habido hasta la fecha intentos serios y mantenidos de poner en marcha una mínima coordinación que comience a afrontar los retos de la globalización. En cualquier caso, con ocasión de la reunión de Praga-2000, varias decenas de grupos hemos comenzado a juntarnos con el fin de sumarnos a las movilizaciones de Praga y, a la par, iniciar un debate sobre la globalización neoliberal y la necesidad de ir asentando acuerdos de funcionamiento cara al futuro. Sin ser ninguna panacea y admitiendo, por supuesto, sus actuales limitaciones, este marco podría servir de punto de encuentro de todo un conjunto de grupos y plataformas (sindicatos, ONG progresistas, colectivos de solidaridad, Deuda externa...) que, manteniendo la independencia de cada cual, permita abordar tareas futuras de una forma más coordinada y efectiva.

En Praga, el Gobierno y los grandes hoteles se preparan para atender a 20.000 banqueros, economistas, prensa y adláteres. La Policía lo hace para hacer frente a los 50.000 manifestantes que se esperan. En la prensa, el Ministerio del Interior está lanzando ya una campaña tachando a estas últimas, que no a las primeras ­¡lo que es la vida!­, de poco menos que terroristas. A pesar de ello, los banqueros tendrán que oír y sentir muy de cerca las pacíficas protestas llegadas desde todos los rincones del planeta contra su injusto e irracional sistema neoliberal y en favor de una sociedad mucho más justa y solidaria. Lo de Seattle se va a quedar corto.

Y a la vuelta, a trabajar. Lo de Praga debe ser tan sólo un escalón de cara a la consolidación de una red nacional e internacional de plataformas y grupos (internacionalistas, sindicatos, ecologistas, okupas, feministas...) en lucha contra la globalización neoliberal y sus proyectos de injusticia, desigualdad, armamentismo, destrucción ecológica y marginación creciente de las grandes mayorías de la humanidad: las mujeres, los pueblos empobrecidos, las poblaciones indígenas, las naciones oprimidas, el campesinado... En Euskal Herria, tenemos mucho camino por recorrer en esta dirección.

César Martínez, Manoli Etxeberria, Sabino Cuadra - Komite Internazionalistak

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