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Sobre la situación socioeconómica europea
Iñaki Gil de San Vicente (miembro de la Red Vasca Roja)

1.- DESPRECIO DE LAS LECCIONES HISTÓRICAS.
2.- TARDÍA TOMA DE CONCIENCIA Y TRES CARACTERÍSTICAS.
3.- SITUACIÓN PRESENTE Y EJE BERLÍN-PARÍS.
4.- CUATRO TAREAS VITALES DEL REFORMISMO.
5.- EL EURO COMO EXPRESIÓN ESENCIAL DEL PODER BURGUÉS.

1.- DESPRECIO DE LAS LECCIONES HISTÓRICAS:

Tan sólo hace un año y medio, menos incluso, la euforia económica dominaba aplastantemente en la prensa oficial europea y también, con alguna tenue matización, en la prensa reformista. Solamente muy reducidos grupos de izquierda advertían que el triunfalismo de las Cumbres de Lisboa y Niza se asentaba sobre un suelo cada vez más inestable. Mientras estas izquierdas debatían sobre cuánto tiempo tardaría en afectar a EE.UU. y UE la crisis económica mundial que estaba haciendo tambalearse a Japón y paralizando y haciendo retroceder la débil recuperación de Corea del Sur, Tailandia y otros países del sudeste asiático; que estaba apretando la soga alrededor del cuello de Argentina y poniéndola en el de Brasil, que había hundido en el caos y miseria a Venezuela y Centroamérica y empobrecido al extremo a México, por no extendernos en el resto de las Américas, y que ya hacía tiempo había precipitado a África por el abismo de la depauperación absoluta --en esa misma época la enana isla de Manhattan tenía el mismo número de teléfonos que la inmensa África subsahariana--, mientras esto sucedía, la prensa magnificaba las excelencias económicas de la mayoría de los Estados de la UE.

Recordemos, por ejemplo, las loas de Le Monde en enero del 2001 a la confianza francesa en su economía, "la más alta en los últimos 30 años". El diario explicaba cómo la economía del Estado francés, además de reducir el paro a unos niveles muy bajos, sobre todo se articulaba en base a tres grandes mercados: el interior; el del Este, es decir, el alemán, austríaco e italiano del norte, y desde ahí a los países eslavos; y el del Oeste, es decir, el que tras pasar el canal se dirigía hacia Gran Bretaña y EE.UU. El triunfalismo francés contrastaba abiertamente con la situación británica, que en lo estrictamente económico llevaba desde finales de abril del 2000 con claros anuncios de recesión industrial; que en mayo confirmaban que pese a un muy ligero aumento del 0,5% en el primer trimestre de 2000, con un crecimiento interanual del 3,1% a finales de 1999, se había entrado en un período de desaceleración industrial; y, lo que es peor, ese estancamiento se producía en medio de un verdadero desastre en las infraestructuras y comunicaciones; en los sistemas sanitarios, sociales y educativos, etc., desastre originado no sólo por la ferocidad del ataque antiobrero y antipopular del neoliberalismo thatcheriano, sino también por la pasividad del laborismo de Blair para recuperar lo destruido y devolver a las clases trabajadoras sus anteriores condiciones de bienestar. Así Gran Bretaña, a diferencia del Estado francés, comenzaba 2001 en una situación verdaderamente penosa excepto en la superior productividad de la industria británica --2,0% del PIB real por trabajador y 1,9% del PIB por hora trabajada-- sobre la francesa, con un 1,3% y 1,8% respectivamente.

Lo malo de este increíble desfase entre la realidad histórica del desenvolvimiento del capi-talismo, con sus altibajos, fases y ondas expansivas y contractivas, y la euforia desmedida de Estados e instituciones europeas, es que el grueso de programas de construcción económico-política de la UE hasta el 2004 y buena parte de los proyectos ya algo pergeñados para la siguiente fase, estos y otros proyectos, se pensaron dentro de una visión de futuro que no daba opción alguna a la inmediata proximidad de la crisis económica; y semejante irresponsabilidad está agudizando todos los problemas actuales. De este modo, cuando a comienzos de 2001 se empezó a entender que EEUU no sufría un "resfriado económico" (sic) sino que padecía ya todos los síntomas de la recesión y que ésta estaba realmente a la vuelta de la esquina, aún así siguió dominando mayoritariamente el triunfalismo. No importaba que el BCE mantuviese contra viento y marea una política económica muy estricta, obsesionada por contener la inflación --preocupación histórica de la burguesía alemana desde 1918-- al margen de las críticas lanzadas desde multitud de movimientos y grupos, e incluso de algunas instituciones europeas conscientes de la fuerza del euroescepticismo y de la indiferencia hacia el futuro de la UE en amplias masas del viejo continente. ¿Y qué decir de la inquietud oficial ante los escándalos de las vacas locas; de la corrupción en el Bélgica, Estado francés, Alemania, Italia, Estado español, etc.; de la omnipotencia de EEUU y su OTAN en los Balcanes; de la expansión del racismo; de la imparable dualización social, precarización y paro? Desoyendo todo esto, lo que importaba era mantener el ritmo de crecimiento.

2.- TARDÍA TOMA DE CONCIENCIA Y TRES CARACTERÍSTICAS:

Sin embargo, los sesudos economistas oficiales no prestaron la atención suficiente al empeoramiento de la economía mundial. No lo hizo, por ejemplo, la OCDE hasta muy tarde (finales de octubre de 2001), cuando la recesión era ya manifiesta en los EEUU; y tampoco lo hizo el grueso de los economistas europeos ante el retroceso norteamericano. Muchos se preguntarán por qué damos tanta importancia a esta tardanza en la apreciación realista de la velocidad expansiva de la crisis del capitalismo, ya que aquí sólo debiéramos estudiar la situación de la UE. La respuesta es tan obvia como el hecho de que la misma pregunta ya ilumina por sí misma el desconocimiento de la lógica innata de la evolución espasmódica del modo de producción capitalista. Por un lado, sobre la incapacidad de la OCDE; quien haya seguido la larga sucesión de crisis locales y regionales expansivas desde comienzos de la década de los 80 debería siquiera sospechar que más temprano que tarde fueran contaminadas EEUU y Europa, y de hecho así se intuye en la precipitada reunión del G-7 tras el 11 de Septiembre, destinada a insuflar optimismo para retrasar y aminorar la ya iniciada recesión. Por otro lado, sobre el contagio a la UE de la situación estadounidense, hay que tener en cuenta que en la actualidad una parte apreciable de los beneficios de la burguesía europea se extraen no sólo de las exportaciones a EEUU de productos fabricados en Europa, sino sobre todo de la propia producción por empresas europeas en el interior de EEUU, con una masa de ventas cuatro veces superior a la de los productos fabricados en Europa y llevados al mercado estadounidense.

Pero en realidad ambas respuestas nos remiten a tres de las características genético-estructurales del capitalismo histórico realmente existente. Citarlas de pasada es necesario para comprender cómo es imposible creer que la economía europea puede vivir mucho tiempo al margen de los temporales que azotan al capitalismo mundial. De hecho, como veremos más adelante, uno de los objetivos de la burguesía europea es acelerar la construcción de su Europa para disponer de mayores recursos de navegación de altura en esos enfurecidos océanos. El euro, por ejemplo, es uno de ellos.

Una, a la objetividad interna, "endógena", del capitalismo, objetividad que se confirma por enésima vez además en los fracasos de las gigantescas intervenciones estatales en Japón, por ejemplo, desde comienzos de la década de 1990; también, y por lo que nos concierne, en la inutilidad última de las repetidas rebajas del precio del dinero en los EEUU para evitar la crisis o contentarla en lo posible. Pues bien, semejante intervencionismo masivo permanente del Estado no ha evitado en el tercer trimestre del 2001, para utilizar las estadísticas y definiciones oficiales, que no las críticas que nos llevarían a retroceder más en el tiempo, el PIB norteamericano descendiese un 0,4%, que el consumo descendiese en septiembre un 1,8%, que la producción industrial retrocediera un 5,8%, y que, para contener toda esta caída en una recesión más dura que la de 1990-92, las autoridades redujeran el precio del dinero al 2%, la cifra más baja desde 1961. Todavía más. La objetividad interna del capitalismo vuelve a demostrarse en el hecho de que incluso las mejores profecías sobre su pronta y rápida recuperación, en base a los ambiguos datos más recientes sobre el paro y otros índices que han ralentizado su caída, nos remiten incluso a primavera del 2002, aunque otros muchos investigadores son bastante menos optimistas planteando la recuperación para otoño e incluso invierno de este año. Pero aun siendo por un momentos optimistas y asumiendo que para abril o mayo se inicia el ciclo expansivo, aun así, en el mejor escenario posible, nos encontramos con que el capitalismo yanki ha malvivido 15 ó 16 meses con una muy aguda crisis en su producción industrial, tiempo tan prolongado como el de la muy grave recesión de 1980-82.

Otra, debemos comprender que con el desarrollo capitalista mundial se multiplican no sólo las velocidades de los flujos comerciales y de circulación de capital, sobre todo financiero y especulativo, sino que también, obligadamente, se acortan los tiempos de "contagio de la crisis"; es decir, las crisis que originariamente nacen en una parte local del capitalismo mundial cada vez se propagan más rápidamente de un lugar a otros. Es como la rapidez de avance de un devastador incendio. A eso le llaman "sincronía" y si le damos un valor nominal de 100, tenemos que en la recesión de 1964-75 la sincronía o velocidad de propagación de la crisis era de 50, subió en la de 1980-82 a 60, en la de 1990-92 a 65 y en la actual es de 90. Los sesudos economistas oficiales debían sospechar en verano del 2001 que, como advertían los críticos izquierdistas, la economía norteamericana, estaba mucho más que "recalentada" y necesitada de un "aterrizaje suave". Por tanto debían sospechar que la velocidad de propagación de su "malestar" sería casi instantánea, pero la inmensa mayoría de ellos siguieron con su superficialidad suicida.

La última es que estas dos características anteriores, más otras que no es ahora momento de exponer, hacen que el desarrollo desigual y combinado del capitalismo concentre en muy reducidos tiempos y momentos todas las contradicciones y problemas agudos, de manera que periódicamente se reproducen situaciones similares o muy parecidas, aunque más agravadas, que en el fondo confirman la unidad esencial del sistema. Veamos cuatro ejemplos. Uno, que ahora como en 1973, EEUU, Japón y Alemania sufren tasas negativas o de muy reducido crecimiento y una reducción de flujos comerciales y de capital a países menos desarrollados; dos, ahora como a mediados de la década de 1970, la moral burguesa está muy tocada y de ahí su ferocidad extrema; tres, ahora la OPEP ha tomado medidas para encarecer el precio de petróleo, como en 1973, y cuatro, ahora como en la década de 1970, los estallidos sociales -Argentina entre otros muchos-, las luchas organizadas y los problemas internacionales afectan a la tasa de beneficio. Pero recordemos que hemos dicho que esas situaciones similares se ven agravadas. Es cierto. Veamos cuatro ejemplos. Uno, ahora las nuevas tecnologías ya no pueden absorber el paro y subempleo estructurales; dos, ahora bordeamos la catástrofe ecológica y se han multiplicado exponencialmente los efectos negativos de la "segunda contradicción del capital", la que le enfrenta a la naturaleza; tres, ahora, tras la extinción de la URSS, ya no existen señuelos ni promesas falsas a las ansias de justicia de los pueblos trabajadores, y, cuatro, aunque no lo parezca superficialmente, comparando el período 1945-75 con el de 1984 en adelante, cuando Reagan inició la "segunda guerra fría" hasta hoy mismo, el imperialismo no tiene tantos recursos represivos no nucleares como entonces.

Estas consideraciones son imprescindibles para entender la situación socioeconómica europea actual. Como también es muy conveniente, aunque sólo sea como referencia de lo que piensa un exponente cualificado de la supuesta "burguesía democrática" norteamericana, si existe, son estas palabras de Paul A. Samuelson aparecidas en El País de 30-12-01: "Cuando comparo la escena mundial de hoy con la depresión mundial de 1929-1935 que viví siendo un joven estudiante de económicas, debo confesar que me siento un poco preocupado; la burbuja del histórico Wall Street de 1929 era inferior a la de marzo de 2001. Si todos nosotros viviésemos en un mundo de capitalismo puro como el que yo conocí en los años veinte, las políticas de neutralidad y laissez-faire del Estado desembocarían probablemente en una depresión mundial incluso peor que la de 1929. (...) La historia económica revela de manera concluyente que 2001 es muy diferente de 1929. La diferencia es que en casi todas las partes del mundo la gente vive en una economía mixta. Las garantías de depósitos bancarios y las operaciones de rescate financiadas y reguladas por el Estado son esenciales, aun cuando no sean capaces de afinar correctamente. La economía democrática, limitada y mixta, no utiliza sus bien meditados programas macroeconómicos para abolir de manera omnisciente los altibajos cíclicos, sino para atenuar y reducir las malignas volatilidades del mercado. Tenemos suerte de que esto sea así. Especialmente porque hay una clara posibilidad de que la crisis mundial resulte ser más profunda y un poco más duradera que la media de la última docena de recesiones. (...) El retraso de la recuperación o una recuperación sólo moderada aumentará, me temo, el número de hombres y mujeres adultos que en muchos semáforos empiezan a abordarme con carteles que dicen: "Por favor, déme algo, vivo en la calle" ".

No podemos analizar aquí con detalle todas las implicaciones de lo escrito por Samuelson, así como criticar esas tonterías reaccionarias de "economía mixta", "economía democrática, limitada y mixta", etc. Sí tenemos que decir que, primero, si bien es cierto que el capitalismo actual es "muy diferente" al de 1929 ello es debido a que la burguesía ha hecho intervenir masiva y permanentemente al Estado para controlar no sólo los "altibajos cíclicos" en la medida de lo posible, y "reducir las malignas volatilidades del mercado", sino fundamentalmente, desde una concepción marxista, para controlar en lo posible los destructivos efectos de la ciega ley del valor-trabajo. Segundo, a la vez, simultáneamente, esa intervención estructural y continuada del Estado en lo decisivo de la economía tiene como objetivo el debilitamiento sistemático de la fuerza obrera o, en caso de endurecimiento de la lucha de clases, su destrucción implacable. Y tercero, en el mismo proceso, también tiene la función del mantenimiento de la opresión nacional interna y/o externa, es decir, del imperialismo que ese capitalismo concreto realiza. Pues bien, esta evolución histórica del capitalismo --anterior incluso a 1929-- es una de las fuerzas objetivas socioeconómicas que explican, tras los acontecimientos de 1917-45, la necesidad de las burguesías europeas por crear un propio "poder continental", siempre relacionado con las exigencias de la acumulación interna y externa. Este proceso ya ha sido estudiado en otros textos, así es que ahora sólo vamos a centrarnos en su situación presente, en sus contradicciones de fondo y en su coyuntura teniendo en cuenta las tendencias mundiales.

3.- SITUACIÓN PRESENTE Y EJE BERLÍN-PARÍS:

Desde esta perspectiva adquiere otra dimensión la evolución político-institucional del proceso de unificación europea. No es que pierda importancia, en modo alguno, sino precisamente todo lo contrario; es decir, no podemos comprender perfectamente todo lo que está en juego en el debate sobre la futura Constitución Europea, por ejemplo, sin estudiar previamente las pugnas socioeconómicas entre los grandes bloques burgueses, por un lado; por otro, las relaciones y dependencias de esos bloques con sus respectivos Estados propios y, por último, las relaciones de esos bloques con las fuerzas mundializadoras del capitalismo. Por ejemplo, la burguesía alemana es hoy muy consciente de que todo el planteamiento elaborado en Lisboa, que buscaba acelerar el famoso "Plan de Estabilidad" o "déficit cero" en unas condiciones de aparente seguro crecimiento continuado, debe ser pospuesto hasta el 2006, por ahora. Ocurre que la economía alemana está muy afectada, más de lo esperado hace unos meses, cuando todavía no se conocía el sólido informe de la IFO, una especie de "cerebro privado" de la patronal más poderosa. Mientras que los estudios del FMI y del propio Gobierno alemán aseguraban un crecimiento del 0,7% para el 2002, la IFO lo reducía al 0,6%. Puede parecer pequeña e insignificante la diferencia de una décima de punto, pero es realmente grande no sólo teniendo en cuenta que Alemania aporta el 30% de la capacidad productiva europea sino que también goza del más alto índice de productividad del mundo, más que el de los EEUU. Mientras que el PIB real por trabajador es en Alemania del 2,1%, en EEUU es del 1,7%, y por hora trabajadas es del 2,5% del primero con respecto al 1,5% del segundo. Si estos datos son ya de por sí indicativos, también lo es el bajo nivel de confianza de la burguesía alemana con respecto al futuro económico, el más bajo en los últimos ocho años.

Ahora bien, Alemania es la potencia dominante en Europa. Así lo reconoció indirectamente Blair cuando a finales de noviembre del 2001 ensalzaban a Schröder en el congreso socialdemócrata celebrado en Nuremberg, y cuando casi la totalidad de la prensa europea se sentía reconfortada por las declaraciones de Schröder a finales de octubre del mismo año reafirmando la voluntad alemana de actuar como "gran potencia" también fuera de Europa. En realidad, la política práctica de gran potencia había comenzado al enviar aviones de guerra a Serbia, y se había confirmado tras el 11 de Septiembre al optar Alemania por una intervención también diplomática. Lo más significativo de todo este proceso de recuperación del imperialismo alemán -mejor decir euroalemán- es que además de contar con el apoyo de la mayoría de los verdes contó con el apoyo del 65% de la población alemana, según lo confirmó un sondeo sobre la aceptación del discurso de Schröder. Sin embargo, el imperialismo económico alemán venía de antes, de bastante antes. Sin retroceder mucho en el tiempo, la Europa de 1991-94 tuvo que aguantar las decisiones unilaterales de la Alemania dirigida por Kohl empleando directa e indirectamente con los fondos europeos para sufragar los grandes costos de la anexión de la Alemania oriental. Apenas nadie protestó en voz alta. Como tampoco nadie protestó en voz alta durante el tiempo en el que Alemania mantuvo deliberadamente supeditado el euro al dólar, para beneficiar así sus exportaciones industriales a EEUU en detrimento de otras economías europeas.

Pero fue en las reuniones de Lisboa y Niza, ambas en el invierno del 2000-2001, donde se confirmó el poder alemán. Recordemos que en Lisboa se impuso el "Plan de Estabilidad" al que nos hemos referido antes. En la práctica, Lisboa sólo confirmó y oficializó una imposición unilateral práctica alemana de 1997, cuando decidió que los déficit endémicos españoles e italiano podían retrasar la marcha triunfal de la UE. Una de las causas del muy duro monetarismo español y de sus efectos terribles sobre las clases, naciones y mujeres oprimidas radica en esta imposición alemana. El débil Estado español, como el italiano y el portugués, aplicó fielmente ese mandato del poder hegemónico intraeuropeo. En Lisboa se puso la fecha del 2004 como el tiempo tope para lograr dicha estabilidad, pero no transcurrieron ni 12 meses para que en noviembre del 2001 los alemanes lanzasen la "sugerencia" de retrasar esa fecha por efecto de la crisis, y a comienzos de diciembre habían creado una alianza con el Estado francés y Portugal más la muy probable participación de Italia. Aunque Alemania cede en cuestiones secundarias para ella, en las prioritarias termina imponiendo su voluntad directamente, o indirectamente gracias a las alianzas con otros Estados, sobre todo con el francés, con quien blindó un pacto sobre el proceso de ampliación al Este, la seguridad interior, la fiscalidad y las finanzas en la reunión celebrada en Nantes a finales de noviembre del 2001.

El famoso "eje Berlín-París" al que hay que sumar el decidido giro europeísta de la burguesía británica y de Blair, no anula el que en determinadas coyunturas políticas, sobre todo electorales, las necesidades de los partidos burgueses se impongan en apariencia a las necesidades estructurales del capitalismo estatal. Decimos esto porque muchos comentaristas españoles han querido excusarse en que hay elecciones en Alemania y el Estado francés este año entrante para justificar su común interés en posponer el "Plan de Estabilización". En parte es así, no hay que negarlo, pero sólo en parte. Si esta fuera la única razón del retraso éste no se hubiera pospuesta hasta el 2006, o se habría llegado a alguna componenda. Lo decisivo realmente es que ambas burguesías, la francesa y la alemana, saben que la recuperación económica será más costosa y larga de lo esperado, y tienen miedo a una fuerte contestación social si endurecen la explotación necesaria para estabilizar la economía. De esta forma se entrelazan los factores endógenos, estrictamente económicos, con los exógenos, los sociales, los de las resistencias de la fuerza de trabajo y, también, los de la pequeña y hasta mediana burguesía.

Esta dialéctica global, totalizante, explica que el Estado francés tiene especiales intereses en no perder las ayudas agrarias que recibe --la PAC, Política Agraria Común, que se come casi la mitad del presupuesto europeo--, lo mismo que el español, para lo que no duda en aliarse con Alemania a la que ofrece, como contrapartida una muy superior potencia económica y tecnológica. En realidad, la burguesía francesa como clase-en-sí y para-sí es muy consciente de que su futuro está en la alianza con Alemania y en servir de puente de ésta con Gran Bretaña, aunque mantenga aún intereses propios que van más allá del PAC, por ejemplo su renuencia a aceptar la propuesta que Alemania empieza a sugerir oficiosamente de instaurar un euroimpuesto único que amplíe la independencia operativa de Bruselas frente a las pretensiones "excesivas" de algunos Estados por seguir manteniendo sus ventajas a la hora de recibir más y pagar menos; propuesta que choca --por ahora-- con la política francesa en cuestiones tan importantes como los suministros energéticos, con cuyas tasas e impuestos todos los Estados, y no sólo el francés, extraen suculentas cantidades, y que llegó a ser un agudo problema en el año 2000.
Pero el Estado francés cuenta con la baza territorial, pues sabe que ahora su territorio es estratégicamente prioritario para la UE en lo económico que en lo militar. Mientras existió el Pacto de Varsovia su importancia militar era innegable, pero ahora ha disminuido mucho y ha aumentado su importancia económica porque los tres ejes de desarrollo tecno-económico fundamentales pasan por su territorio: el eje que recorre el área británica y tras pasar por el norte del Estado francés y Países Bajos llega a Alemania desde donde se bifurca hacia el Sudeste y Este europeo; el eje que nace en el norte de Italia y tras pasar por el Sudeste francés y conectar con Suiza y Austria se desparrama por el Sudeste europeo y, el menos importante de los tres, el que nace en los Países Catalanes y engarza con el anterior en la frontera mediterránea entre el Estado francés e Italia. La importancia estas líneas de expansión no se limita a lo meramente financiero y comercial, sino que busca una expansión industrial y tecnológica.

La burguesía alemana también es muy consciente de ese papel francés, sobre todo viendo la incapacidad de Italia para seguir el ritmo oficial; las profundas quiebras estructurales e históricas del Estado español; el parón económico general; la aún fuerte resistencia a la integración total en la UE de buena parte de la población inglesa; los recelos generales y el euroescepticismo de mucha parte de la población europea, etc. Por esto mismo, Alemania también es muy consciente de la importante labor ideológica que debe realizar --está realizando desde hace unos años-- el reformismo franco-alemán para legitimar la UE en cuatro cuestiones decisivas como son la expansión al Este y el euroimperialismo en general; el mito de la "ciudadanía europea" y de la Constitución; el euroejército y el sistema represivo interno y la moneda única. En el fondo, el reformismo --socialdemócratas, ecopacifistas, verdes, ONGs, poststalinistas, etc.-- necesita como un sediento el agua que, en primer lugar, concluya el proceso de construcción de la UE y, en segundo lugar, a poder ser que esa UE mantuviera siquiera una imagen pública y algunos restos de lo que denominan "justicia social", algo en sí mismo imposible en el capitalismo. No lo hace tanto por fidelidad a la gente oprimida sino por mantener sus aparatos burocráticos, su sindicalismo amarillo y sus profesionales de la polítiquería institucional. Sin millones de votos detrás, la burguesía europea arrinconaría más temprano que tarde al reformismo, optando rápidamente por un sistema de hiperexplotación similar al estadounidense. Mantener esos votos, o incluso aumentarlos, exige al reformismo presionar para que la UE ofrezca esa imagen y limite en poco la destrucción de las conquistas obreras y populares. Pero esta necesidad común debe superar tanto los obstáculos de algunas burguesías medianas y débiles a la definitiva integración --el caso de Italia, en buena medida-- como las resistencias obreras y populares y la propia inercia de los aparatos burocráticos. No podemos detenernos ahora en estas dificultades y en los esfuerzos realizados para superarlas, pero sí vamos a hacer un rápido seguimiento de los puntos citados.

4.- CUATRO TAREAS VITALES DEL REFORMISMO:

Muy significativamente, en el primer punto, en la expansión al Este, son los verdes alemanes quienes están realizando el esfuerzo más intenso para convencer a las masas eslavas de que no están ante otra "invasión germana" no militar pero sí financiera, sino ante un proceso de "solidaridad compartida" que va a beneficiar democrática, económica y culturalmente a los pueblos eslavos. Este esfuerzo legitimador también debe lidiar con los recelos del Sur europeo, especialmente el español, portugués e italiano ante la muy probable disminución de las ayudas en 2007. Los eslavos están muy escarmentados de la "ayuda financiera" anterior, la sufrida nada más implosionar la URSS, que les ha empobrecido aún más, y sólo se fían de inversiones de capital y de nueva tecnología en sus vetustas empresas, y en su envejecida agricultura. Los verdes alemanes asumen aquí el mismo papel que la derecha socialdemócrata a comienzos del siglo XX, cuando defendía la "misión civilizadora del colonialismo europeo" en otros continentes. Naturalmente, quienes más se benefician de esa propaganda son las grandes corporaciones occidentales y sobre todo las alemanas. Igualmente, las excusas del Gobierno alemán para hacerse presente en las negociaciones afganas tienen la misma identidad ideológica. E incluso las excusas para los bombardeos contra Serbia y Afganistán, o contra Iraq pero aquí del laborismo británico, u otras múltiples tropelías por activa o por pasiva --recordemos Ruanda, Palestina, Chechenia, etc.,-- hunden sus raíces ideológicas en las citadas discusiones socialdemócratas y luego, entre 1917-89, en la necesidad de apoyar a los "buenos", los procapitalistas, contra los "malos", los prosoviéticos.

También muy significativamente, en el segundo punto, la "ciudadanía europea" y su Constitución, el reformismo asume el papel destacado. No merece la pena citar la abundante, superficial y espúrea bibliografía sobre el particular inunda las bibliotecas desde aproximadamente la mitad de los años 1990, pero no me resisto a citar a la especialísima tarea que aquí realiza Le Monde Diplomatique, por ejemplo, o la no menos tarea de muchos intelectuales derechistas españoles del Foro de Ermua y otras organizaciones que cocinan una sopa ecléctica con ingredientes como el patriotismo constitucional, la multiculturalidad, el mestizaje cultural, etc. En la medida en que crezca y se agudice el debate sobre la Constitución, se multiplicará la producción ideológica y propagandística sobre la "ciudadanía". Ambas van juntas, y ambas, a su vez, están supeditadas totalmente a las decisiones socioeconómicas y productivas que se imponen en los centros inaccesibles y privados de poder. A la vez, ambas, estarán en función de las leyes que regulen el sistema represivo europeo, sus policías y su ejército. Por último, también su concreción estará supeditada a la solución que se de a la explotación racista y a las identidades nacionales de los pueblos oprimidos que existen dentro de la UE. Es decir, aunque la demagogia reformista se haya adelantado un lustro en la cuestión de la "ciudadanía" a estos temas, en realidad deberá esperar pacientemente a que se solventen los anteriores, realmente decisivos, para después llenar de aire legal el globo ciudadano.

Como ya hemos escrito en otros textos, en modo alguno es posible equiparar el concepto actual de "ciudadanía" al decretado por el emperador romano Caracalla en el 212 d.n.e.; ni tampoco con el criminal esfuerzo centralizador de Carlomagno, como tampoco con la obsesión no menos criminal de Carlos V de Alemania y I de Castilla. Tendría relación genético-estructural con la "ciudadanía" de la Revolución burguesa francesa de 1789, pero cambiada en lo histórico-genético porque no estamos en la misma fase del capitalismo. En su origen social e histórico, la "ciudadanía" es una invención burguesa que desaparecerá con el modo de producción que la sustenta, lo que le otorga una identidad básica durante su existencia transitoria, como hemos dicho, pero siempre sometida a los vaivenes de las necesidades burguesas de orden, represión y producción de beneficio. El concepto de ciudadanía es uno de los más maleables y manipulables de los empleados en la llamada "ciencia política" y la sociología burguesas. En la actualidad, mientras el reformismo habla y discute, la burguesía determina e impone un marco insalvable que impedirá cualquier posibilidad de ampliación práctica de las muy mermadas libertades y derechos colectivos.

La tercera cuestión, el euroejército y el sistema represivo, sí tiene una importancia crucial no sólo en lo relacionado con la "ciudadanía" sino en la totalidad del modelo europeo. Es cierto que en la convulsa historia del viejo continente los ejércitos han mantenido con frecuencia estrechas relaciones y alianzas mutuas para sus guerras defensivas u ofensivas, pero nunca hasta ahora se había dado este paso de manera legal como ha ocurrido en Laeken los 14 y 15 del diciembre pasado. De manera legal porque ya desde comienzos de la década de 1990 se avanzaba prácticamente en esa línea. Tampoco es cierto que la única excusa para el empujón legal último hayan sido los atentados del 11 de septiembre en EEUU pues, de hecho, antes de la guerra de Serbia, ya existía una eurobrigada y otras tropas de auxilio. Si algo ha permitido el 11-S ha sido eliminar los obstáculos legales y las pocas dudas que resistían en la conciencia reformista. Para 2003 el euroejército ha de tener una fuerza rápida de intervención en cualquier zona del planeta con 60.000 soldados de inmediata acción más otros 100.000 de reserva activa movilizables en dos meses y con recursos logísticos para mantenerse en activo durante un año. En la misma reunión se decidieron tremendos recortes de las libertades colectivas y endurecimientos represivos muy severos, como sabemos, a la vez que se decidió crear una europolicía de 5000 miembros, de los cuales 1.400 son desplegables en un mes. Una vez más, este avance en el sistema represivo europeo se dio con la excusa del 11-S, pero en la práctica venía dándose desde hace varios años, antes incluso de las primeras reuniones de Schengen.

Ahora bien, ni el euroejército ni la europolicía acabarán con los ejércitos estatales y sus fuerzas represivas. Especial importancia tiene para nosotros la decisión francesa de reactivar el "espíritu militar francés" más debilitado de lo que se piensa por transformaciones sociales y naciones no francesas internas que no podemos detenernos a exponer ahora. Muy recientemente, Jospin ha lanzado el plan según el cual cada joven ha de cumplir 15 días al año de entrenamiento militar. Ocurre que la burguesía francesa, ultracentralista y chovinista, está viendo cómo desde que se decidió anular el servicio militar obligatorio para las levas de hombres nacidos tras el 31 de diciembre de 1978 y de mujeres nacidas tras el 31 de diciembre de 1982, desde entonces y a raíz de las transformaciones acaecidas, cada vez se alistan menos voluntarios, y eso no se puede permitir considerando las necesidades del imperialismo francés y del euroimperialismo en su conjunto. El problema candente es que en la actualidad la reserva cualificada del ejército francés no pasa de los 22.000 soldados y es urgente elevarla a 50.000 en 2004 y a 100.000 en 2008. ¿Indica esto que la burguesía francesa --y europea--, sospecha que se van a agudizar además de las tensiones con el Tercer y Cuarto Mundos, también las internas con las clases y naciones oprimidas y, por qué no, las tensiones con los otros dos bloques imperialistas --EEUU y Japón--, además de con Rusia y China? No es este el sitio para responder a esta pregunta, aunque sí hay que decir que el plan francés quiere crear un representante del ejército en cada unos de los 36.000 ayuntamientos del exágono, encargado además de impulsar el nacionalismo militarista, también de vigilar el cumplimiento de los programas oficiales. El Estado francés comienza el siglo XXI actualizando las medidas político-militares y administrativas implantadas por Napoleón a comienzos del siglo XIX.

En realidad, semejante proceso nos remite a un problema más importante que el del euroejército, aun siendo este muy serio. Nos referimos al de la pervivencia-adaptación de los Estados europeos actuales a la centralización de la UE, proceso centrípeto previo y base sobre el que debe asentarse el euroejército. El que en la misma reunión de Laeken se decidiese seguir con el reconocimiento de las eurorregiones, a pesar de la fanática oposición española, fue debido a que todos los asistentes sabían que esa descentralización no suponía una incontrolable dinámica centrífuga que contrarrestara la fuerza centrípeta, al contrario, sabían que la agiliza y refuerza. Hay que advertirlo desde ahora, Laeken no ha reconocido la supuesta "práctica protoestatal de las eurorregiones" en modo alguno. Simplemente ha reconocido que el grado actual de descentralización es positivo para los Estados que ya tienen una política institucional al respecto. Como dice el representante español Iñigo Méndez de Vigo: "En la UE los Estados miembros seguirán teniendo la última palabra", refiriéndose al debate sobre las eurorregiones. Desde la perspectiva y necesidades del euroejército y del sistema represivo europeo está claro que las eurorregiones no tienen ningún poder efectivo, y menos aún suponen merma de la efectividad centralizada de las fuerzas represivas policiales, semimilitarizadas y con unidades especiales de lucha de contraguerrilla urbana de baja intensidad, que es de lo que se trata.

La tarea propagandística del reformismo al respecto es decisiva, no sólo en la legitimación la "ayuda humanitaria" del euroejército, que también, como padecimos amargamente en la agresión de la OTAN a Serbia, sino sobre todo en la legitimación del "orden democrático" interno. Tras las brutalidades de Génova, un peldaño más en la tendencia ascendente de la eurorrepresión interna, el reformismo se ha lanzado a una inmoral y suicida campaña de impulso del pacifismo como único, exclusivo y excluyente sistema de reivindicación, que ni siquiera de protesta. No es nada nuevo. La historia de las luchas sociales europeas está repleta de campañas de pacificación a cargo del reformismo en cualquiera de sus especies. Pero en la actualidad y cara al futuro inmediato, además de potenciar la desmovilización pacifista, el reformismo debe atender en su demagogia propagandística a otro frente del mismo campo de batalla. Nos referimos a la legitimación del euro, de la moneda única europea, que, en cuanto moneda y dinero, sintetiza una relación social objetiva y subjetiva de dominación de las masas trabajadoras por la burguesía.

Hay que empezar recordando que, desde sus inicios, el actual proceso europeo se basó en una muy estricta política monetarista totalmente incontrolable no ya por las clases oprimidas, sino incluso por la mayoría de las burguesías europeas, excepto la alemana, británica y francesa, por este orden. Se impuso el modelo alemán y dentro de este, el papel clave de su burocracia financiera; se otorgó un enorme poder a los respectivos bancos centrales, poder que en muchos Estados era independencia absoluta; se definió una política neoliberal que supeditaba las inversiones sociales y públicas a la seguridad y multiplicación del beneficio privado y, por último, se monto una impresionante campaña propagandística destinada a borra los recelos sociales, aumentar el optimismo y ocultar tanto los mecanismos dictatoriales de imposición del euro como sus efectos negativos contra las masas trabajadoras. A estas alturas del proceso, son tan abundantes y buenas las críticas revolucionarias al euro que no vamos a repetirlas.

5.- EL EURO COMO EXPRESIÓN ESENCIAL DEL PODER BURGUÉS:

Sí nos interesa remarcar el hecho muy significativo de que el euro ha sido diseñado según el modelo alemán, tanto en la unificación del capitalismo estatal a mediados del siglo XIX como, sobre todo, en el papel clave que jugó el poder de Prusia en la unificación monetaria, bancaria y financiera en dicho tránsito. Una característica de aquél proceso, que volvió a repetirse en el italiano con el papel del Piamonte, y a otra escala en el japonés de la Revolución Meiji, fue la pronta marginación de las masas trabajadoras y de las reivindicaciones democráticas. Mientras que en la primera oleada de asentamiento del poder económico-político del capital -Países Bajos, Gran Bretaña, Estado francés y EEUU- la participación de las masas fue decisiva, aunque bien pronto las marginaron y reprimieron, en la segunda oleada --Prusia y la Pequeña Alemania, etc.-- las masas fueron apartadas mucho antes. Recordemos la represión de la revolución popular alemana de 1848, sobre todo en Francfort. Pues bien, ahora las masas ni siquiera han sido convocadas, sino al contrario, han sido toreadas y engañas desde el mismo inicio. La causa no hay que buscarla sólo en las lecciones que aprendió la burguesía europea desde la mitad del siglo XIX y todo el siglo XX, sino, además, por un lado, en las oportunidades de oro que le aparecieron con la implosión de la URSS y por otro lado, en la propia dinámica endógena e interna del capitalismo mundial especialmente desde mediados de la década de 1980, cuando el capital-dinero en su forma especulativa y financiera de alto riesgo se distancia más y más de los controles estatales clásicos y lo que es peor, se lanza a una piratería saqueadora al no existir apenas alternativas de inversión en el sector primario, el de los bienes de producción de fuerzas productivas, de máquinas y grandes infraestructuras.

En estas condiciones específicas, la alta burguesía europea y en especial la alemana --no es casualidad que Alemania sea el Estado en el que más rápida y fácilmente se ha dado el salto del marco al euro-- ha comprendido las excelentes lecciones de la segunda forma histórica de transición del tardofeudalismo al capitalismo, al menos para la Europa de finales del siglo XX y comienzos del XXI. Una de las características de la producción de dinero como mercancía que tiene un determinado valor de uso, además de cambio, es que ese valor de uso --por su propia naturaleza-- dispone a su vez, internamente, de un poder simbólico de alienación y reforzamiento de las condiciones de explotación. Esta característica tiende a reforzarse en la medida en que el capitalismo genera cada vez más contradicciones internas que limitan su propia evolución natural al margen del creciente intervencionismo salvavidas del Estado y de otras instituciones. Explica además, junto a otros factores, que el capital financiero exija dictatorialmente al resto de formas de capital que las masas oprimidas sean salvajemente sumergidas en la pasividad, en el miedo, en la cobardía, en la ceguera egoísta e individualista, en el consumismo, en la ignorancia, en el autoritarismo. Sin estas condiciones básicas el dinero en cuanto mercancía crucial en el tránsito generalizado del valor de uso al valor de cambio --esencia misma de la alienación-- no podría sostenerse, excepto bajo el imperio del terrorismo de clase, de la dictadura abierta del capital sobre y contra el trabajo.

El dinero, sea cual fuere su forma y momento en el proceso doble de M-D-M' y D-M-D', siempre mediatiza, oculta e invierte la relación social de explotación, sin la cual no existi-rían ambos procesos dialécticamente unidos. En su forma de capitaldinero, que ahora es la que más nos interesa sin olvidar sus formas de medida del valor, de medio de circulación y de medio de pago, muestra la explotación de la fuerza de trabajo social por la burguesía. La creación del euro hubiera sido imposible sin la primacía del capital-dinero sobre las otras formas de expresión del dinero, que se mantienen pero a otro nivel. La razón por la que el proceso de unificación monetaria en la UE haya sido el que ha sido está en que las condiciones actuales del capitalismo mundial y europeo no ofrecían ninguna otra posibilidad alguna a la burguesía europea que la aplicada. Además aplicada conscientemente. Desde esta perspectiva, cualquier pretensión de "reformas" de la UE que no combata radical y revolucionariamente esa esencia última está condenada al fracaso histórico. De hecho, estudiando cómo ha sido el proceso general de expansión del capital-dinero desde la Génova del siglo XIV-XV a la situación actual pasando por la Holanda del siglo XVI-XVII, la Gran Bretaña del siglo XVIII-XIX y los EEUU del siglo XX, vemos que la dialéctica entre luchas de clases y crisis económicas y financieras --con sus diferencias que no podemos reseñar ahora-- ascendentes hasta desembocar en brutales y generalmente bélicas reordenaciones mundiales y continentales del capitalismo, esta dialéctica siempre ha terminado, repetimos, poniendo el dedo en el gatillo de la revolución y/o de la contrarrevolución. Una de las obsesiones del reformismo en estos momentos es la de cortar el dedo de las masas trabajadoras, y si es preciso la mano y hasta el brazo entero.

Esta misma evolución histórica, más compleja de lo que aquí podemos indicar, demuestra además que ninguna moneda se ha impuesto como dominante en el mundo si no dispone de un poder estatal fuerte y hegemónico, si no dispone además de una base económica fuerte que garantice la seguridad de dicha moneda y si no dispone, además, de una capacidad de intimidación material apreciable contra otras monedas y sus estados y economías propias. En todas estas constantes históricas, el euro y la UE tienen en la actualidad ciertas "desventajas" con respecto al dólar y los EEUU, pero también algunas "ventajas", según, obviamente la lógica burguesa. Entre las primeras debemos destacar la muy superior centralidad y disciplina en la administración financiera norteamericana, distancia que la UE quiere y necesita acortar y revertir rápidamente para, en primer lugar, cortar la marcha de capitales europeos a los EEUU y, en segundo lugar, atraer e Europa capitales yankis y extranjeros. También, al decir de los tiburones empresariales, la superioridad norteamericana en la contratación laboral, es decir, en despedir a los trabajadores y contratarlos en peores condiciones, es decir, la UE debe endurecer la explotación de las masas trabajadoras, empezando por las mujeres, emigrantes y naciones oprimidas. La explotación de las mujeres no responde sólo a que es una fuerza de trabajo como la del hombre, sino que, además tiene la cualidad de producir vida, o sea más fuerza de trabajo y aquí precisamente viene otra "desventaja" de la UE, cual es el envejecimiento de su población y la urgencia del capitalismo europeo de disponer de joven fuerza de trabajo, y para eso las mujeres han de parir más hijos, y para eso ha de endurecerse la explotación, opresión y dominación que contra ellas ejerce el sistema patriarcal-burgués. Tampoco debemos olvidar, al decir de los gurús burgueses, la urgencia en el "adelgazamiento" de las prestaciones sociales y de privatización generalizada, también de los fondos de pensiones y jubilaciones, a pesar de los terribles efectos sobre la calidad de vida que ello supone. Por último, para no extendernos, la UE ha de multiplicar las nuevas tecnologías productivas que se caracterizan por destruir trabajo vivo y cambiarlo por trabajo muerto.

No vamos a extendernos en las "ventajas" de la UE y del euro porque ya las airean en demasía los propagandistas del sistema, así que las vamos a enumerar: una es la superior productividad industrial europea sobre la de EEUU y Japón de modo que si a ella le sumamos las "reformas" anunciadas arriba comprendemos el panorama que se avecina. Otra es la masa de consumidores y su compacidad, o sea, que están en una misma zona geográfica, pero con la desventaja de la "excesiva diversidad cultural, lingüística y nacional", al decir de un famoso comentarista ultraneoliberal, lo que nos permite imaginar la ofensiva uniformadora que se aproxima; y por último, el nivel de alienación de la ciudadanía actual, que ha recibido con mucha mejor ilusión el euro de lo que esperaban incluso los más fervientes eurooptimistas. El futuro del euro es inseparable de la evolución de estos y otros factores, y todos ellos exigen el aumento del poder burocrático, oscuro, gélido e intocable de la muy reducida alta burguesía sobre la inmensa mayoría de la población europea.

EUSKAL HERRIA 07-01-2002

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