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Asia :: 27/08/2014

Shinzo Abe y el nuevo nacionalismo japonés

Kristin Surak
El orgulloso nacionalista Abe y sus acólitos pregonan sus promesas baratas como un medio de escape de los problemas desgarradores de un país donde aumenta la pobreza

Poco después de que el primer ministro Shinzo Abe recuperase el poder en 2013, declaró triunfalmente en un discurso público, "¡Japón ha vuelto!" . Desde entonces, con los aplausos del capital global, ha hecho mucho para probarlo.

Al frente de la tercera mayor economía del mundo es, finalmente, el hombre capaz de impulsar la privatización y la desregulación, superando las diferencias entre facciones del pasado para volver a relanzar de nuevo el crecimiento de la economía japonesa: una tarea tan heroica que The Economist le dedicó su portada vestido de Superman.

Es toda una vuelta para un primer ministro que renunció en 2007, después de menos de un año en el cargo, a la sombra del escándalo, con la débil excusa de que sufría de diarrea crónica.
Incluso los observadores de Japón más duchos no esperaban que Abe ganaría la candidatura del PLD en otoño de 2012, Nobutaka Machimura contaba con más votos en los grupos parlamentarios de la Dieta, y Shigeru Ishiba ganó el voto de las organizaciones locales. Pero cuando las primarias del partido tuvieron que recurrir a una segunda vuelta, sin precedentes, el tira y afloja interno aupó a Abe… y lo dejó con la deuda de una serie de favores que pagar.

Las "Abenomics" son parte del paquete, que combina varias viejas reivindicaciones de la clase dominante en un potente cóctel. Los gigantes de la exportación consiguieron una bienvenida depreciación del yen de Y77 a Y100 por dólar, los burócratas de las finanzas arrancaron un aumento del IVA del 5% al 8%, las grandes empresas y los bancos apilaron dinero recién impreso y aplaudieron una mayor desregulación del mercado de trabajo .

Esta inyección de adrenalina en una economía comatosa pareció funcionar durante el primer año: el PIB pasó de un crecimiento negativo al 1,3% a principios de 2013; entre las empresas, las viejas firmas registraron ganancias. The Economist y el Financial Times no pudieron esconder su contento cuando la inflación alcanzó el 1,5%. Parecía que la gran economía japonesa podía de nuevo ser ordeñada y recoger los beneficios.

La impresión de dinero y el gasto público pueden crear esas burbujas, pero no mantenerlas, y los resultados de las Abenomics ya están demostrando ser de corta duración y se concentran en las manos de los intereses de siempre. Los bancos están en auge - el holding financiero Nomura, por ejemplo, ha triplicado sus ganancias - y la industria, sobre todo la automotriz, está contenta. Sin embargo, los beneficios no se han reinvertido en aumentos salariales y los salarios están cayendo, aun cuando los precios aumentan.

El segundo trimestre de este año, el PIB se redujo la friolera de 6,8%, barriendo todas las ganancias económicas del primer trimestre, cuando los consumidores se abastecieron de bienes en previsión del nuevo impuesto sobre las ventas. Sus defensores afirman que la caída del PIB facilitará el crecimiento en otoño.

Si las Abenomics han asegurado un legado a un primer ministro que ya fracasó ¿suponen un verdadero cambio de los objetivos de Abe? Más allá de una dudosa política económica de oferta, poco diferencia su segundo mandato del primero. Su discurso sobre un "arco de libertad y prosperidad" para proteger la libre empresa en EE.UU., Japón, Australia y la India (sin chinos, por favor) se ha convertido en negociaciones secretas sobre la Asociación Trans-Pacífico, cuyo objetivo es el mismo.

Su best seller nacional de 2006, Hacia un país hermoso, vuelve a desaparecer de las estanterías de las librerías, re-empaquetado con poca imaginación como Hacia un nuevo país.

No es ninguna sorpresa que todavía rechace la disculpa sobre la agresión imperial de 1995, que ofreció el primer ministro socialista Tomiichi Murayama en el quincuagésimo aniversario del final de la guerra y por lo general se considera la posición oficial del gobierno. En su primer período en el cargo, Abe intentó revisar todos los pilares fundacionales del país: la Constitución, la Ley Fundamental de Educación, y el tratado de seguridad Ampo con los EE.UU., con un éxito parcial.

Ahora es su oportunidad de continuar donde lo dejó. Y solo hay que estudiar sus propuestas de reforma de la Constitución para comprender a donde quiere llegar.

Atrás quedaron los elevados ideales democráticos del preámbulo - himnos a "la preservación de la paz y el destierro de la tiranía y la esclavitud, la opresión y la intolerancia de la tierra para siempre" – que debían ser el fundamento de un nuevo país: "Japón es un país con una larga historia y una cultura única, y el Emperador es el símbolo unificador de la nación". Lo que sigue son propuestas de reforma de casi todos los 103 artículos de la carta magna, que ampliarían enormemente las posibilidades de declarar el estado de emergencia; transformar la Fuerza de Auto Defensa en un ejército en toda regla; y subordinar las libertades de expresión, prensa y asociación al mantenimiento del orden público.

Pero grandes obstáculos se interponen en el camino de la reforma del documento fundacional del país. Abe necesita una super-mayoría en ambas cámaras de la Dieta y el apoyo de un público reacio para ganar un referéndum. Por lo tanto, el método escogido ha sido un cambio tranquilo pero continuo. Su viceprimer ministro, Taro Aso, esbozó la estrategia, en una intervención de pesadilla para sus relaciones públicas, en la que elogió a los nazis por su sustitución de la Constitución de Weimar sin que nadie lo notara y sugirió que Japón podría aprender del ejemplo.

La promesa de resucitar la economía y sacarla de su estado de coma tiene a la prensa y a la población en trance y, con la opinión publica mirando para otro lado, Abe está haciendo avances en sus propuestas menos populares.

El mes pasado, su oficina proclamó que la Constitución no excluye la autodefensa colectiva - a pesar de un artículo que declara sin pestañear, "el pueblo japonés renuncia para siempre a la guerra como derecho soberano de la nación y a la amenaza o el uso de la fuerza como un medio de arreglo de las disputas internacionales".

Los EE.UU. han presionado a Japón durante años para que “flexibilizase” su interpretación del artículo 9 y participase "hombro con hombro" con sus tropas en los mecanismos de defensa regionales. Una presión que Abe y los nacionalistas agradecen y a la que les encantaría ceder. La nueva interpretación permitiría, en una hipótesis más bien ridícula, que Japón acudiese en ayuda del ejercito de Estados Unidos en caso de que fuese atacado.

El ex alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores Ukeru Magosaki ha descrito esta propuesta como la manera más rápida y eficaz de transformar la Fuerza de Defensa de Japón en "mercenarios al servicio de los EE.UU.." Aunque no se trata de la primera vez que se propone esta relectura del art. 9 – la FDJ no solo ha sido creada sino incluso enviada al extranjero en apoyo a misiones de NN UU – si es la primera que no es propuesta del poder judicial, sino del ejecutivo.

Un principio fundamental del constitucionalismo es que nada ni nadie esta por encima de la Constitución. Así, sus cambios se deben producir a través de la reinterpretación gradual de los tribunales o los procedimientos formales de reforma, no de recomendaciones de grupos de asesores designados por el primer ministro. Pero para Abe, estas sutilezas sólo son un obstáculo en el camino de un liderazgo firme.

Su enfoque vertical de arriba hacia abajo es ya una de sus señas de identidad, que Abe blandió con fruición el pasado diciembre en la rápida aprobación de una nueva Ley de Secretos de Estado. Defendida como una protección de los intereses nacionales contra las filtraciones de la prensa, la ley va más allá de las preocupaciones habituales relacionadas con el espionaje y el terrorismo. De hecho, es ante todo una ley contra las filtraciones, que puede condenar a un periodista a cinco años de prisión, y a su fuente a diez, por denunciar la corrupción, las amenazas a la salud pública y al medio ambiente, si han sido clasificadas como "secreto".

El miedo comienza a reducir las voces críticas en los principales medios de comunicación, que ya son presionados desde arriba. Las bajas en los últimos tiempos incluyen algunos de los periodistas más críticos con la energía nuclear y la mala gestión de la catástrofe de Fukushima: el comentarista Toru Nakakita, de la Corporación de Radio-televisión japonesa (NHK), el presentador Jun Hori de NHK, y el locutor de radio Takashi Uesugi de Radio Tokio (TBS).

El nuevo jefe de la NHK, Katsuo Momii, no ha lamentado estas pérdidas. El empresario escogido por Abe para dirigir el telediario más popular de Japón aceptó su nombramiento declarando sin rubor: "Si el gobierno gira a la derecha, no podemos ir a la izquierda". No puede sorprender que la cobertura de la NHK de la interpretación revisada del artículo 9 no incluyese la noticia de que un hombre se prendió fuego en protesta contra la ley en uno de los barrios más concurridos de Tokio.

El orgulloso nacionalista Abe y sus acólitos pregonan sus promesas baratas como un medio de escape de los problemas desgarradores del país. Japón es uno de los estados miembros con más desigualdades de la OCDE, con tasas de pobreza - uno de cada seis japoneses está ya por debajo de la línea de pobreza - sólo inferiores a las de EE.UU. y México. Un tercio de todos los trabajadores solo tienen contratos a corto plazo o de media jornada, pero la garantía de empleo de por vida de la generación del baby boom implica que las tasas de paro de los jóvenes son mucho más altas.

Con una gran parte de la red de bienestar social ligada al trabajo con contrato fijo, ¿qué les queda a los jóvenes o los precarios? Esperemos que algo más que las promesas nacionalistas de Abe.

europe-solidaire.org. Traducción para sinpermiso.info: Enrique García

 

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