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Estado español :: 28/01/2015

Somos jóvenes, no imbéciles

Yesca, Asamblea local de Valladolid.
El cruce público de cartas de los últimos días en diferentes medios con la excusa del “control” sobre el 15M en Valladolid evidencia importantes tensiones de raíz política

Jorge Castrillón, Daniel García y Sergio de la Torre, principales cabezas visibles de Podemos Uruguay y Podemos Valladolid, de risas con el subdelegado del Gobierno en representación del 15M en mayo de 2012.

Fuente de la imagen: El día de Valladolid

El cruce público de cartas de los últimos días en diferentes medios y redes sociales, con la excusa del “control” sobre el 15M en Valladolid y sus cauces comunicativos, evidencia importantes tensiones de raíz política, aunque también de métodos de trabajo, que se vienen dando en la ciudad. Lo que subyace debajo es una intensa confrontación de líneas estratégicas absolutamente divergentes y que va a ir a más en este apretado año electoral: por una parte, la de la institucionalización de la protesta social, que curiosamente han encabezado los miembros “antipartido” del 15M, hasta que fueron capaces de generar su propio espacio electoral sirviéndose de la proyección mediática y social que habían conseguido a nivel local a través del 15M. Por otra, la de quienes entienden lo que queda del movimiento como un núcleo de lucha utilísimo para el activismo, fundamentalmente el vinculado a los movimientos sociales, y participan en su refuerzo para darle contenido y que no desaparezca (como ha sido el triste caso de otras muchas asambleas locales del 15M a lo largo del Estado).

Algun@s militantes de Yesca participamos activamente durante el primer año del 15M, haciendo importantes esfuerzos para apoyar el movimiento y su permanencia; esto suponía lógicamente derechos (voz y voto, los mismos que cualquiera que fuera a sus asambleas) y obligaciones (significativas cargas de trabajo, entre otras la desagradable pero necesaria tarea de defender la acampada de grupúsculos fascistas que la amenazaban al caer la noche cada fin de semana). Como militantes de una organización juvenil fueron surgiéndonos otras necesidades, al mismo tiempo que el 15M, por desgaste y dinámica interna, se vaciaba de jóvenes. Desde hace al menos un par de años, la presencia de nuestra militancia en las asambleas es absolutamente nula. Seguimos reconociendo el papel del 15M, y difundimos, apoyamos y asistimos en lo posible a sus convocatorias o a las que organizan sus grupos afines: 15M en Delicias, Sanidad, Desahucios… En ese sentido, el 15M y la gente que de una manera u otra se vincula a él, sigue siendo el principal motor de buena parte de la lucha a pie de calle.

Como nuestra ‘no-participación’ en el 15M es fácilmente comprobable y ante los requerimientos que le hemos hecho a Jorge Castrillón de que fundamentase lo que decía no ha sido capaz de justificar nada (evidenciándose que su acusación de manipular el 15M es más falsa que la declaración de la renta de Bárcenas), preferimos dar contestación al párrafo que como organización juvenil y revolucionaria nos parece de mayor relevancia:

Izca (y Yesca) juegan un papel definido en el tablero político de la ciudad: durante generaciones han canalizado el malestar de gente muy joven poniéndose como espejo la experiencia resistencial por excelencia en este país, para alegría de una Brigada de Información Provincial que no podría justificar su existencia sin ellos. Es más: de manera irresponsable han metido en fregados gordos a gente, recalco, muy joven, que se ha llevado tortas por un tubo o ha sufrido juicios o ha pisado la cárcel en nombre de la patria castellana socialista. Siempre bajo indicaciones de los mismos dirigentes, que han mostrado una frialdad muy marxista a la hora de tener claros sus objetivos y la poca importancia del precio a pagar -principalmente por otros- para conseguirlos.

Rosa Luxemburgo, Fidel Castro, Nguyen Thi Bihn, Lenin, Clara Zetkin, Hugo Chávez, Abdullah Öcalan, María de Pacheco, Ho Chi Mihn, Leila Khaled, Bakunin, Farabundo Martí, Angela Davis, Arbenz, Assata Shakur, Karl Marx, Emma Goldman, Mariátegui, Rosa Park, Camilo Cienfuegos, Máximo Gorki, Dolores Ibárruri… fueron reprimid@s, procesad@s, encarcelad@s y/o exiliad@s; Malcolm X, Ernesto Guevara, Puig Antich, Bobby Sands, Emiliano Zapata, Lumumba, Arin Mirkan, Carlos Palomino, Tamara Bunke, Durruti, Thomas Shankara, Lorca, Víctor Jara, las 13 Rosas Rojas, Carlo Giuliani, Salvador Allende… dieron además la vida por sus ideales. La lista, sin olvidar la infinidad de personas anónimas, a la que much@s tenemos que añadir a nuestras madres y abuelos, que pelearon en la Guerra, la Dictadura y la Transición, sería interminable. Incluso Nelson Mandela, Pérez Esquivel, Mahatma Gandhi, Rigoberta Menchú o Martin Luther King, por hacer referencia a referentes globales del pacifismo, acabaron con sus huesos en la cárcel antes de obtener el reconocimiento unánime del que gozan hoy. No se nos ocurre compararnos con ellas y ellos, pero es su aliento el que seguimos y reivindicamos.

Se mire donde se mire, la historia de la lucha popular es por definición una historia de represión y de violencia contra la gente sencilla. Estas figuras, con muchas de las cuales se ha poblado el ideario romántico de la juventud rebelde e inconformista durante generaciones, la sufrieron en sus carnes. Probablemente ellas y ellos en sus primeros años de involucración y toma de conciencia política también tuvieron que soportar sermones y recomendaciones paternalistas para que no se “metiesen en líos”, y aún así decidieron enfrentarse a las condiciones que les había tocado vivir, saltándose la legalidad vigente para actuar en los cauces de la legitimidad. Y es que nunca han faltado quienes con más o menos sutileza se colocaban en términos de justificación del hecho represivo, acusando a l@s reprimid@s de buscar mártires o provocar la violencia del sistema. Parece mentira que Jorge Castrillón Castán, que habrá mamado de familia lo que es el trabajo por la recuperación de la memoria y dignidad de l@s represaliad@s por el franquismo en este país, se permita el lujo de hacer declaraciones tan vergonzosas como estas, que nos recuerdan al famoso “cuidado con los chicos de la Doris” que decía León de la Riva.

Considerar, como hace Jorge Castrillón, a la juventud cercana a nuestra organización un rebaño fácilmente manipulable y manipulado, un sujeto pasivo, “carne de cañón” sin capacidad de reflexión, análisis ni decisión propios, que se involucra en la lucha popular como quien busca un entretenimiento pasajero o se incorpora temporalmente a una moda, es un insulto. Es un insulto para las que estamos, los que han estado y las que estarán en el futuro formando parte de esta organización. Es un insulto para Villa y Felipe, apuñalados por neonazis en Salamanca y Toledo respectivamente. Es un insulto para Eva, a quien el policía Rodrigo Gavilán partió la nariz de un puñetazo en Valladolid. Es un insulto para los que hemos sido evacuados de la Complutense por una amenaza de bomba. Es un insulto, en definitiva, para quienes nos hemos comido cargas policiales, multas y juicios defendiendo nuestros espacios y las conquistas sociales y políticas que gente con valentía arrancó al enemigo antes de que llegásemos. Pero también es un insulto a toda la juventud que luchando como mejor sabe y puede, organizada con quien quiere y como quiere, es reprimida, sentada ante tribunales y en el peor de los casos desechada en esos vertederos humanos que son las prisiones españolas -de cuyas condiciones solo se habla, por cierto, cuando las pisa algún famoso-. El párrafo citado de Castrillón recuerda asquerosamente al “es que iba provocando” o “algo habrá hecho” que nos ha helado la sangre cada vez que lo escuchábamos tras un asesinato machista. Es la misma retórica que pone el foco de la culpabilidad en la víctima y no en el agresor. Porque quienes sufren la represión son, ante todo, víctimas. Estando a una semana del aniversario de las cargas policiales del 2 de febrero conviene tenerlo muy presente.

Nuestra tradición política es la de Alfon, la de Isma y Miguel, la de las anarquistas detenidas en Barcelona, la de l@s gamonaler@s procesad@s, la de Rodrigo Lanza y la de Hassana Aalia, la de Jone y decenas de jóvenes vasc@s, etc. Nosotras, jóvenes a las que Castrillón saca 10, 15, 20 años e incluso más, jóvenes que practicamos eso que él llama “política viejuna”, preferimos llenar los calabozos del Estado a vender nuestros principios o a renunciar a nuestra militancia, que es parte integral de nuestra forma de vida y uno de nuestros mejores tesoros como individuos y como colectividad. Si ese es el precio a pagar, estamos dispuest@s y con la cabeza bien alta. No nos asusta ni la criminalización ni la represión, que siempre afrontamos solidariamente, y por eso militamos en un colectivo como éste donde nunca se deja tirado a nadie; cualquiera que se interese en nuestra organización aprende rápido que siempre hay riesgos y que de este compromiso no se obtiene ningún beneficio que no sea la satisfacción de saber que estás entregando buena parte de tu vida a los demás y poniéndote al servicio de tu pueblo, de la gente humilde.

Pero en una cosa tiene razón Jorge: la Brigada de Información, esa que se dedica a fichar izquierdistas en listas negras y a hacer seguimientos a quienes participan en el movimiento popular, existe para nosotras; para nosotras, entre otra mucha más gente, claro. Existe para la gente militante que se enfrenta al sistema, no para quienes se postulan como candidatos a gestionarlo. Hoy en día, quien de verdad lucha por cambiar el sistema socioeconómico y el régimen que lo representa sabe perfectamente que está en el punto de mira de un Estado policial que esgrime sin pudor frente a los activistas la Ley Mordaza, la Reforma del Código Penal, la fabricación de pruebas, la venganza selectiva, etc. Esos “fregados gordos” de los que habla Castrillón serán en unos meses multas de hasta 30.000 euros para quienes ayuden a paralizar desahucios o se nieguen a disolver una concentración pacífica; a pesar de los ruines que critican el resistencialismo, seguirá habiendo mucha gente valerosa que no se amedrente.

Algun@s jóvenes, por fortuna, hemos tenido la suerte de compartir espacios y experiencias de aprendizaje con nuestr@s mayores. Si hemos asimilado algo, es, que la represión, como la lucha, no entiende de edades. Si no les hemos visto arrugarse un ápice frente a los intentos de ilegalización, la criminalización (esa que es sin derecho a réplica), las multas, los golpes y los calabozos, nosotr@s l@s jóvenes, semilla de rebeldía y fuerza motriz de todo cambio, no vamos a ser menos.

“Ninguna lucha se ha ganado apelando a la moral del opresor” – Assata Shakur

Yesca, Asamblea local de Valladolid.

 

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