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Etica y tortura
Alizia Stürtze, publicado en GARA el 2 de octubre del 2000

Tras un breve revuelo en prensa, esos animales de presa que son los periodistas que, cuando agarran a algún chivo de la IA, no le sueltan hasta desangrarle, se han quedado una vez más mudos y amnésicos ante la sospechosa muerte en comisaría del guineano Fonseca y han aceptado sin rechistar la versión de Interior; y ello, a pesar de la zafiedad franquista (remedo del famoso tiro al aire que acababa en la sien o la nuca de la víctima) mostrada en las diferentes y contradictorias explicaciones dadas por Interior, la última de las cuales, si no recuerdo mal, atribuía su defunción a que el guineano se había caído un par de veces mientras intentaba escapar.

En Euskal Herria, somos desgraciadamente víctimas permanentes de estos casos de «amnesia» mediática cuando se trata de seguirle la pista a las muchas actuaciones policiales «sospechosas» o a la demostrable arbitrariedad de numerosas detenciones, incomunicaciones y acusaciones, o a la utilización del castigo degradante en las cárceles; puntos éstos que, sin embargo, hacen que Spain se vea incluida en un reciente especial sobre tortura titulado "Torture, never forget" de New Internationalist.

Las anestesiadas gentes del Estado español no parecen conscientes de hasta qué punto les está degradando como individuos y como colectivo su apoyo implícito o explícito a ciertas prácticas y leyes, aberrantes de por sí, pero que la demonización de la izquierda abertzale en particular y de «lo vasco» en general torna aceptables, exactamente igual que la mayoría «demócrata» francesa perdió «su alma y su combate», al aceptar como «métodos necesarios» la tortura, las violaciones y las mutilaciones sistemáticas de la población argelina, es decir, el terror, tal y como nos recuerda el escalofriante libro "Les Egorgeurs" (Los degolladores). Es claro, se lee en el prefacio, «que los Estados de derecho, cuando el monopolio de la violencia les es disputado por grupos armados, desarrollan amplias zonas de «no-derecho» con el fin de acabar con éstos... más aún cuando se trata de movimientos con apoyo popular... lo que nos lleva a relativizar la efectividad del funcionamiento democrático de estos estados y demuestra que entre el respeto al derecho y la supervivencia del Estado, siempre eligen lo segundo».

Los auténticos demócratas del Estado deberían desmarcarse ya de esa línea cada vez más degradada del Gobierno de Madrid, con la misma valentía que mostraron hace ahora 40 años quienes firmaron el "Manifiesto de los 121" de insumisión al Estado en la Guerra de Argelia, en el que se incluían firmas como Marguerite Duras, André Breton o Simone de Beauvoir. Personas de innegable categoría intelectual y ética que, por supuesto, no tienen nada que ver con babosas tipo Savater que, con tal de seguir haciendo carrera en la Corte, hasta defiende la tortura como moralmente lícita.

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