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Petachitos (un alegato en defensa de la imprescindibilidad actual de la teoría y práctica marxistas)
Alicia Stürtze, publicado en el diario EGIN el 9 de junio de 1997

Radicalismos lingüísticos y formales aparte, nuestro discurso y nuestra práctica revelan que entre nosotros habita últimamente un peligroso espíritu de entreguismo. La gran mayoría de nuestros intelectuales y demás representantes que se proclaman de izquierda han tirado a la basura todo su bagaje analítico marxista anterior y se han apuntado a ese lenguaje posmodernista superficial y liberal que no es sino un batiburrillo de "derechos" (humanitarios, de la mujer, de las minorías, de libertad sexual, de los pueblos o de los gorilas de montaña, que todo se coloca a parecido nivel), un aggiornamento de ese humanismo cristiano reflejado en sindicatos, misiones y demás instituciones cristianas de la primera mitad del siglo, empeñados en poner petachitos pero nunca en ir a la raíz de las cosas.

Se ignora el gran triunfo humano que fueron la Revolución soviética, la cubana, la vietnamita y tantas otras, renegando así del socialismo y de la ineluctable necesidad que, para avanzar, tenemos de investigar las causas del fracaso del socialismo real. Se desdeña el análisis marxista científico de la historia y del capitalismo como algo anticuado e inservible (lo que no hacen los propios capitalistas), renunciando a desvelar y denunciar su carácter brutal, tanto desde su globalidad histórica, en cuanto que modo de producción basado en la rapiña, como en su fase actual de reestructuración salvaje para salir de la crisis y recuperar su tasa de ganancia. A cambio, se plantea algo suicida para las clases trabajadoras oprimidas social y nacionalmente como eso tan en boga de que el capitalismo triunfante es el único modo de producción posible, el único futuro posible y que a él nos debemos de acomodar, intentando arrancarle pequeñas cosillas pero sin enfrentamientos organizados. Se ignora así un principio básico: que la posibilidad de ganarle terreno al enemigo (al capital o al Estado) depende directamente de la relación de fuerzas; en posición de debilidad organizativa, ideológica o armada, éste no nos otorgará más que aquello que convenga a sus intereses; y encima se nos hace caer en el engaño de que es posible arrancar algo al capital o al imperialismo, a través del simple camino de la negociación y el diálogo.


Yo desde luego no tengo ningún complejo de "dinosaurio" por seguir analizando la historia en términos marxistas y por reclamar a nuestros intelectuales y políticos "de izquierda" una interpretación marxista de la coyuntura social como único modo previo de buscar nuevas vías no sólo en el camino de la liberación futura sino para hacer frente solidariamente hoy a la frustrante situación del trabajo y a la peligrosa marcha emprendida por el imperialismo (el agresivo imperialismo alemán, por ejemplo, desde nuestra situación europea). Ni pienso cejar en el empeño de pedir a los jóvenes y a los trabajadores que exijan ser formados y equipados con herramientas marxistas que les permitan conocer e investigar la realidad (por dura que sea) como único modo de poder avanzar críticamente hacia un futuro más justo y mejor y, desde luego, de convertirnos en protagonistas de nuestro propio devenir.

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