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La amenaza del buen ejemplo
Alizia Stürtze, publicado en EUSKADI INFORMACION el 17 de julio de 1998

Hitler subió al poder legalmente, cumpliendo todos los requisitos democráticos. Zola, cuyo centenario "j´accuse" han recordado recientemente las mejores plumas estatales, fue también legalmente encarcelado, al igual que Sacco y Vanzetti, y muchos más fueron injustamente ajusticiados en EEUU, con «todas las de la ley» democrática. La historia de la democracia formal liberal, que con tanto entusiasmo defienden personajes nada sospechosos de franquismo como Fraga Iribarne o Galindo, es tremendamente ilustrativa, para quien la quiere leer, de lo tremendamente elásticas y acomodaticias que pueden resultar las leyes cuando se trata de dar cobertura a decisiones políticas tomadas de antemano por el ejecutivo en defensa de los intereses de los sectores bancarios, financieros y políticos que éste representa. Que no se enrollen, pues, con buscar una justificación «legal» al cierre de Egin, que hasta el más tonto sabe o intuye no es sino una decisión política, enmarcada en una estrategia mucho más ambiciosa, y en términos de «libertades» mucho más peligrosa, que ha tenido ya sus precedentes en los numerosos intentos de ahogo económico o de ilegalización de Egin, en el encarcelamiento democráticamente inexplicable de la dirección de una fuerza política legal como es la mesa de HB, en el secuestro de las cuentas de AEK y en un sinfín de atropellos más, legalmente justificables según parece. Es seguro que van a encontrar alguna explicación «legal» al gravísimo ataque a la libertad de expresión y a la libertad de información de 106.000 lectores que supone el cierre de Egin, porque políticamente han decidido que así tiene que ser, porque políticamente así lo necesitan y están firmemente decididos a seguir adelante utilizando todas las triquiñuelas legales necesarias, con la ayuda de algunos jueces que mejor harían en consultar su megalomanía enfermiza con el psiquiatra.

En la investigación histórica, la causa de la explosión no se busca en la cerilla del fumador, sino en la fuerza expansiva de los gases; el hecho no se explica por el hecho sino que se trata de buscar la explicación del mayor número posible de hechos a través del estudio del juego recíproco de las relaciones entre los hechos de todo tipo. El cierre de Egin (la cerilla del fumador) sólo se explica comprendiendo la coyuntura actual en toda su complejidad (la fuerza expansiva de los gases) y el protagonismo que en la interrelación de factores tienen dos elementos básicos: ante la integración en el euro, el peligro claro de disolución del Estado español por un lado y, por otro, lo ilusionante del nuevo camino emprendido por la izquierda abertzale, su cohesión, su capacidad de crear contradicciones a un Estado corrupto y neofascista, su disposición a la resistencia, a la apertura a otros sectores y al avance hacia una democracia real. Frente a un PP neofranquista, un PSOE que hace de todo menos oposición y un Estado envejecido que, salvo para la represión, nunca existió menos que ahora (ya no tiene ni mercado), un Estado al que han fallado estrepitosamente sus dos últimas oportunidades claras de «cohesión nacional» ­el mundial de fútbol y el intento de repetición de ese invento mediático que fue el espíritu de Ermua 1997­ y que ha vendido hasta la camisa privatizando todo lo público, con lo que va a hacer sufrir indeciblemente a su población con la entrada en el euro (lo que se puede leer en cualquier medio extranjero); frente a ese Estado que sólo puede ofrecer frustración y cuyo único elemento posible de «unión» de su población es la vieja creación del «enemigo» (demócratas contra violentos; españoles contra vascos; ¡a por ellos!), se yergue un pueblo, unas fuerzas populares con un órgano de expresión independiente, crítico, popular, castigado ilegalmente sin publicidad institucional pero mantenido por sus 106.000 lectores, al que no pueden soportar porque es el espejo que refleja la enorme fealdad y falsedad de su corrupta democracia, porque constituye lo que Kissinger, refiriéndose al Chile de Allende, llamaba el virus que infecta, la manzana podrida del cesto y Noam Chomsky, en términos de democracia real, denomina la amenaza del buen ejemplo.

A partir de la Reforma, y aún con mayor zafiedad desde la llegada del PP, los medios españoles (ETB incluida), totalmente dependiente de los intereses bancarios, financieros y políticos, no han hecho sino «trabajar» en el sentido de destruir la conciencia crítica del pueblo, de reforzar su pasividad, su sumisión a la autoridad y su miedo a enemigos imaginarios, de uniformizar sus comportamientos de acuerdo con los intereses del Estado y los grupos de presión que les controlan, y, para ello, han reproducido incansablemente el mensaje uniforme del poder (ése de ¡qué buenos son los buenos, qué malos son los malos!), basándose en las reglas básicas de la propaganda hitleriana que menciona Vazquez Montalbán en su «Informe sobre la información» de 1963: muchas noticias, pero pocas ideas, repetidas incansable y machaconamente para crear un enemigo único y peligroso cuyas acciones y errores se magnifican y deforman, con la idea de lograr unir el campo propio.

En este desolador panorama de paro e insolidaridad, de uniformización y control total del pensamiento, Egin, creado con el dinero de su base (algo único, al menos en Europa) es peligroso porque es el único instrumento del pueblo en defensa de sus derechos sociales y nacionales, la única vía de conocer las torturas y demás desmanes del Estado, el único órgano de expresión y debate de las fuerzas populares vascas, españolas o internacionales en lucha por la consecución de una democracia económica, social, cultural y nacional real. Es la amenaza del buen ejemplo. Más aún ahora que, frente al incorrecto análisis a la defensiva del españolismo del PP y del PSOE, el análisis de la izquierda abertzale apunta a que estamos en el camino correcto, que nuestra dinámica teórica y práctica es la adecuada a este momento histórico y que la historia nos va a dar lar azón.

Por eso quieren destruir Egin. Por eso lo tenemos que defender y tenemos que llamar a todos los verdaderamente demócratas vascos y no vascos a defenderlo, por encima de quienes, como Atutxa y Mayor Oreja, quieren que sólo veamos el árbol y dejemos de ver el bosque.

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