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Sociobiología
Alicia Stürtze, publicado en el Anuario de EGIN 1996 URTEKARIA

Los capitalistas, todo generosidad, ya se sabe que son muy de hacer la cuenta de la vieja e intentar sacar el mayor rendimiento posible a todo aquello en lo que invierten. Por eso, el desarrollo moderno de la genética no lo quieren utilizar sólo para su aplicación en la big business del III Milenio que va a estar constituida por la biotecnología, la ingeniería genética y el diseño de fármacos, semillas e incluso especies animales. Según todos los indicios, lo quieren aprovechar también, de paso, en las ciencias sociales y, a través de la llamada sociobiología, buscar una explicación "científica" definitiva e irrefutable a la naturaleza depredadora y asesina del capitalismo y demás sistemas injustos que en la historia han sido y serán.

La sociobiología, tan en boga hoy (y no por casualidad), intenta demostrar de forma mecanicista que todas las actividades humanas, incluidas nuestra capacidad de razonar y el origen y significado de nuestros valores, tienen base biológica. Estamos determinados biológicamente, por lo que poco podemos hacer para alterar el mundo en que vivimos; como el resto del mundo animal, somos prisioneros de nuestros genes. No cabe achacar las guerras, la xenofobia, la desigualdad y otras características indeseables de la existencia humana a los históricos sistemas sociales de producción, sino única y exclusivamente a nuestra herencia genética. Por lo que, aunque el mundo no nos guste, sólo nos quedan tres salidas: aceptar sin más nuestro propio ser; negarnos a nosotros mismo, es decir, alienarnos de nuestro propio ser; o caer en esa superstición religiosa tan consoladora que sostiene que el ser humano es único por su relación personal con Dios.

Los sociobiólogos ocultan interesadamente que existe una cuarta alternativa, la socio-histórica, según la cual el ser humano se ha ido conformando a sí mismo a lo largo de su desarrollo biológico y social, gracias a su capacidad de actuar sobre el mundo en base a un plan preconcebido en su cerebro, por lo que la humanidad actual no es el producto de una evolución que no controla, sino el resultado histórico de la acción humana sobre y también contra la naturaleza a través del trabajo. Nuestro material genético ha cambiado poco durante los últimos 50.000 años. Sin embargo, el desarrollo cultural obtenido por medio del trabajo ha permitido ir transformando las características de la vida y de la conducta humanas.

Esto no quiere decir que la biología sea irrelevante sino que lo que el ser humano es y puede lograr viene articulado por el desarrollo de la sociedad más que por la genética. Podemos interactuar con nuestras experiencias y experimentar nuevos modelos de conducta porque tenemos capacidad de teorizar y de actuar en un sentido elegido y, básicamente, porque podemos utilizar el conocimiento adquirido y acumulativo de la sociedad. Las capacidades de un individuo están condicionadas por el contexto social en que se desarrolla y aprende, como demuestran miles de hechos tan simples como la relación estrecha que existe actualmente entre ingresos y éxito social (a mayor pobreza mayor fracaso escolar, por ejemplo) o la experiencia ocurrida durante la Revolución Rusa en la que campesinos incultos estimulados por una coyuntura prometedora desarrollaron capacidades insospechadas. A medida que se socializa, el individuo accede y es conformado por el conocimiento y las normas de la sociedad a la que pertenece. Lo que significa que cada uno de nosotros somos únicos no por nuestra conformación genética, sino porque nuestra experiencia, porque nuestra socialización, son únicas.

No hay límites intrínsecos a lo que un individuo puede hacer: éstos le vienen impuestos por la sociedad a la que pertenece y pueden (y, desde una perspectiva humana, deben) ser superados a través del cambio social.

En nuestra sociedad actual, la crisis económica y el ambiente social conservador que de ella se deriva constriñen enormemente la potencia y libertad humanas de actuar socialmente para cambiar y "los de abajo" se resignan cada vez más a no salirse del lugar que les ha correspondido y sólo se atreven a "liberarse" en lo individual, en el terreno de lo privado, del cuerpo (convertido en nuevo campo de lucha y autorrealización), de las relaciones interpersonales. Demostrar que este es el orden natural de las cosas sería el objetivo de la sociobiología que vendría a apoyar así "científicamente" la interesadamente pesimista cultura actual de bajas expectativas que niega al ser humano su capacidad de transformar el mundo y de transformarse a sí mismo.

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