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Sección de Alizia Stürtze

Consumismo
Alizia Stürtze
Gara (20.08.01.)

Desde cerca de mi casa, les veo ir en manadas a pasar la tarde (a matarla, a asesinarla, más bien) en la gran superficie, orgullosamente montados en esos 4x4 o monovolumen que a costa de tantísimo esfuerzo propio y ajeno van a intentar pagar, y que tan absurdos son por su precio, por su elevado y polucionante consumo energético, y porque ya casi nadie tenemos familia numerosa, y, si vamos al monte, suele ser porque necesitamos andar.

Sin embargo, cuando planteas lo contradictorio del asunto a quienes se reclaman de izquierdas, ecologistas o antiglobalización neoliberal, la respuesta es la misma: yendo a la gran superficie se ahorra en tiempo y en dinero, y hay una amplia oferta que no se encuentra en el comercio pequeño. Lo siento, pero los datos son los datos ("Le Monde Diplomatique", mars 2001), y está demostrado que las grandes superficies aumentan el gasto familiar, multiplican el transporte contaminante, la construcción de carreteras, la desestructuración del espacio, la polución, la explotación de los pequeños productores, la concentración de capital, los deshechos (en EEUU, una familia media produce 13 kg. de basura/día), la alienación y la soledad, mientras arruinan la vida comercial de los barrios y destruyen su vida cultural y sus redes comunitarias y solidarias, así como la creatividad y conciencia populares. También está claro que son parte de la estrategia del capitalismo en su fase actual, basada en la sobreproducción, y, por tanto, en el sobregasto y el sobreconsumo, es decir, en el consumismo.

Del cartesiano «pienso, luego existo» hemos pasado al «compro, luego existo», y el objetivo máximo de nuestro proyecto de vida es trabajar para gastar, es decir, para intentar saciar una avidez consumista que genera un vacío existencial que los terapeutas yankis llaman «muerte psíquica», y que se asocia con insatisfacción, baja autoestima, aburrimiento, depresión... En la patria del mortífero invento, o sea en EEUU, las encuestas que recoge el "New Internationalist" (july 2001) demuestran que esta estrategia cultural del neoliberalismo está dando los apetecidos resultados, y se está disparando el porcentaje de gente joven «tóxicamente materialista», cuyo epicentro de vida no es la realización armoniosa de la propia potencialidad humana moral, social e intelectual, no es desarrollar una filosofía de vida que tenga sentido, sino, tristemente, «llegar a tener mucho dinero», para intentar apagar ese apetito consumista que nunca se colma.

Los resortes fundamentales para nuestra acción humana los constituyen el sueño imposible de tener, de comprar, de acumular, como si pudiéramos así llegar a pertenecer a la clase poseedora. Además, como expresaba Marx, esta ilusión es tan poderosa que, no sólo no la reconocemos ni la aceptamos, sino que, operando en nosotros con tanto determinismo como los factores materiales, nos lleva a modificar nuestra conducta y nuestros valores, y nos hace actuar en persecución de unos «ideales» que van en contra de nuestros intereses como colectivo humano trabajador.

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