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Sección de Alizia Stürtze

Corrupción estructural
Alizia Stürtze - Historiadora

Xoxoak beleari ipurbeltz. La sartén le dijo al cazo, en versión castellana. En "Aves de raPPiña", Jesús Mota, jefe de la sección de Economía de "El País" (por tanto de Prisa, es decir, relacionado con Polanco y su putrefacta conexión al PSOE) nos radiografía la estrategia de un PP con mayoría absoluta para repetir la anterior «hazaña socialista»: hacerse a cualquier precio con un imperio de medios de comunicación y con una densa red de relaciones económicas que, a modo de feedback, refuerce su posición política, privatizando para ello frau- dulentamente cinco grandes empresas públicas, y entregándolas a hombres de su confianza. En esta simbiosis total entre poder político y económico, entre aparato del Estado y grandes corporaciones empresariales, es donde reside la corrupción estructural del sistema, su carácter totalitario, represivo y oscurantista, su incapacidad intrínseca de ser democrático.

En este «fascismo por consentimiento» que es hoy el Estado español, «explotar y gobernar son la misma cosa», que diría Bakunin, y la corrupción, la tortura, la guerra o el robo legal, no es un fallo coyuntural sino la fuente de alimentación del sistema: dinero negro, influencias, control y utilización de la información e información privilegiada, especulación y presión inmobiliaria, privatización del dinero público, pactos entre bastidores, compras y contratas públicas millonarias a ciertas empresas, grandes obras... son la sangre y el oxígeno de esta «democracia».

Cuando Aznar, refiriéndose a Gescartera, proclama que «somos incompatibles con la corrupción», miente, porque ellos son la corrupción. Cuando PP o PSOE deciden airear algún escándalo, su finalidad no es acabar con la corrupción, sino utilizar lo más llamativo de la misma para debilitar al «enemigo» político, para sanear el sistema de advenedizos que han adquirido excesiva autonomía y, de paso, para hacernos creer que «el que la hace la paga» y que la justicia funciona equitativamente, el sistema tiene capacidad de autorregeneración y la participación ciudadana directa, la insumisión y la oposición, no sólo no son necesarias sino que son perseguibles y condenables.

Desde esta perspectiva, traición a la libertad es lo que hacen esos pensadores antaño de extrema izquierda y ahora acomodados, empeñados en desarmarnos ideológicamente con su «pragmática» defensa de este sistema, en base a la pretensión de que es el mejor de los posibles, por lo que debemos abandonar toda intención de cambiarlo o de mejorarlo. Con ello no sólo están sirviendo a la perpetuación del asesino capitalismo monopolista, sino la creciente demonización de la disidencia, la persecución y represión de cualquier forma de oposición real y la implantación de lo que J. M. Naredo llama «una legislación de emergencia continua».

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