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Sección de Alizia Stürtze

Lo que sabemos gracias a los grandes grupos de la información y a las comisarías
Alizia Stürtze

De la maldad de los serbio-bosnios tengo cumplida información. De la prostitución en Cuba y de los balseros también, así como de la amenaza que para la cultural y moralmente superior civilización occidental supone el salvaje extremismo integrista (antes el comunismo y ahora, sin dejarnos respirar casi, ¡los sarracenos!). De Somalia, Ruanda, Haiti . . . me informaron en su momento con británica puntualidad. Lo de Chechenia no está tan claro: los periodistas me hacen bascular entre el derecho del gobierno ruso a solucionar sin injerencias sus asuntos internos y la excesiva afición por el vodka de Yeltsin, que le incapacita moralmente para bombardear al "orgulloso pueblo checheno" (las riquezas petrolíferas y el miedo occidental a una desestabilización en la zona deben de ser tema secundario). Por lo que me cuentan, kurdos hay de dos tipos: los buenos, que están en territorio irakí y a los que Hussein machaca (de ahí la intervención americana) y los comunistas del PKK instalados en Turquía, arteros y malvados hasta el punto de forzar al "democrático" gobierno turco, miembro de la OTAN y amigo de Occidente, a torturarles, condenarles a muerte sin juicio y castigarles con bombardeos indiscriminados. Siguiendo con el cruel Sadam Hussein, me entero, gracias a la prensa americana, que debo de seguir temiendo la capacidad destructiva del armamento irakí (180.000 irakíes muertos en la Guerra del Golfo por unos 100 Aliados. Menos mal que Israel sí tiene arsenal nuclear, ¡qué tranquilidad!) y que la justicia irakí es salvaje; sí me extraña un poco que no mencionen que, desde el embargo, bastantes más 180.000 niños han muerto por deshidratación diarreica, neumonía y desnutrición, provocadas en última instancia por las sanciones que las N.U. mantienen por orden de Washington hasta que se reinstauren los "derechos humanos" en Irak.

El tema de porqué unas dictaduras son amigas y otras criminales y bárbaras y deben ser tratadas con mano de hierro es también un poco confuso y milagrosas como la transubstanciación de la sangre me resultan esas transformaciones de terrorista a luchador por la paz y la democracia, y viceversa, que con tanta naturalidad efectúan los periodistas (deben de faltarme las claves).

Como cualquiera con un poco de seso puede comprobar, de política internacional los "rabiosamente libres" periodistas del sistema me informan con gran objetividad y equilibrio. De política estatal y nacional ya ni te cuento: sobriedad, equidad en la elección y tratamiento de los temas y las personas . . . No es extraño, pues, que se juntaran en el Peine de los Vientos los columnatas que, durante el franquismo, loaban al gran torturador y verdugo de esas "libertades" por las que hoy claman. En la Edad Media había trabajos malditos como el de prestamista o el de verdugo; relacionado con la usura el uno, con la muerte el otro; necesarios los dos para el poder, pero mancillantes para la imagen que éste quería dar de sí mismo. Hoy, esos periodistas con collar y chip conectados a los "grandes grupos de la información y a las comisarías" cumplen una función igualmente rastrera. Sólo que su radio de acción es mayor y encima pretenden ser "la créme de la créme".

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