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Sección de Alizia Stürtze

Palestina y materialismo histórico
Alizia Stürtze, publicado en Gara el 28 de mayo del 2001

Si algún campo visibiliza lo correcto de la interpretación materialista de la Historia, ése es el de la actividad política que nos muestra que la lucha de clases existe, y que las interpretaciones idealistas no nos llevan a las clases oprimidas a ninguna parte. Los perales no pueden dar manzanas: éste es un principio de realidad que no debemos abandonar, aunque resulte duro.

Lo mismo que el PNV de Ibarretxe no va a liberarnos, porque tiene unos intereses de clase que le ligan estrechamente al capitalismo central, y le llevan a considerar primordial la fagocitación y liquidación de la izquierda abertzale; lo mismo que hablar de libertad de información es un mal chiste y que EEUU, diga lo que diga, no busca la paz, porque necesita de la guerra para mantener su tasa de ganancia; tampoco Ariel Sharon traerá la paz ni el pueblo palestino podrá liberarse, lo que implica que deberán ser las clases trabajadoras, y no la burguesía representada por Arafat, las que lideren el proceso.

Esto se ha visto con el fracaso del «proceso de paz» de Oslo, diseñado desde un principio para segregar, empobrecer y aplastar aún más a los palestinos, cimentando el triunfo de las tesis israelíes. El materialismo histórico se ha encargado de poner en su sitio a los idealistas que querían creer que la paz real se puede conseguir desde un planteamiento de debilidad. Era cuestión de tiempo, y el tiempo siempre corre a favor de los vencedores. Mientras por defender cuatro míseros intereses de cortísimo recorrido, la dirección palestina burguesa cedía el 80% de la Palestina histórica, no ataba asuntos básicos como el de Jerusalén, las colonias judías o la vuelta de los refugiados, y debilitaba a su pueblo «cipayizándose», es decir, centrando sus fuerzas, como hace el PNV, en combatir y desacreditar a los que seguían luchando para tener contentos a los sionistas, Israel aprovechó para ir avanzando en sus posiciones con un plan bien diseñado que busca la liquidación de Arafat y de su núcleo de poder para, a partir de ahí, imponer al «malvado enemigo» las draconianas condiciones que a Israel interesan. Todo ello, ante las nada contundentes protestas europeas y el apoyo oculto de Bush, a quien sólo preocupa que Sharon, con su brutalidad guerrera, rompa el equilibrio que mantiene en la zona a través de países árabes moderados como Arabia Saudí, hostiles a Sadam Husein y a su política antiimperialista.

Las consecuencias de esos acuerdos de Oslo fueron previstas por quienes los analizaron desde una perspectiva marxista. La historia sólo se puede cambiar desde la lectura correcta de la realidad y un conocimiento materialista de las clases y los intereses históricos en juego.

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