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Sección de Alizia Stürtze

Terrorismo internacional
Alizia Stürtze

La figura del enemigo (exterior o interior), potenciada y magnificada con la inestimable ayuda de periodistas, psicólogos, sociólogos y demás mercenariado intelectual, ha sido y sigue siendo un elemento básico de los estados capitalistas para conseguir, especialmente en épocas de crisis, desviar la atención y la frustración latente de la gran mayoría y aglutinarla, inerme y atemorizada, frente a un supuesto peligro externo. De este modo, matan dos pájaros de un tiro. Ocultan su verdadero carácter violento y de rapiña en favor de una minoría, claramente contradictorio con los valores de igualdad, justicia y paz que pretenden defender y, al mismo tiempo, logran que la población acepte activa o pasivamente un estado policial cada vez más poderoso, incontrolable y "antidemocrático" (en sus propios términos de democracia) e interiorice la criminalización y violenta represión policial-legal de toda disidencia, colaborando incluso en su eliminación.

Tras la desaparición del comunismo, el terrorismo internacional es el saco en el que entra todo lo que interese combatir y que puede variar según sean los intereses económicos de cada estado (así, mientras EEUU tiene fijación con Libia o Irán y la familia reinante en Arabia Saudí le parece angelical, Alemania no le hace tantos ascos a Irán, pero dice ver tras los gobernantes saudíes la mano negra del terror fundamentalista). El terrorismo internacional es el nuevo satánico enemigo, la nueva peligrosa mafia organizada a perseguir con todos los medios, aunque para ello se tengan que saltar sus propias normas democráticas, nos instalen cámaras de video hasta en la sopa, goce de una total cobertura legal la tortura, o se puedan partir brazos a esos menores que con tan gran preocupación supuestamente protegen. Por mucho que se empeñen los grupos pacifistas vascos pro-sistema en demostrar que el peligro y la violencia están en el que protesta, los datos sobre aumento del gasto para "protegernos" y su claramente discriminatorio modo de empleo demuestran que el estado capitalista es el máximo (por no decir el único) detentador de la violencia, una violencia clasista que utiliza selectivamente contra los marginales o desposeídos, contra los grupos raciales minoritarios y, cómo no, contra toda forma de disidencia que ponga en peligro el statu quo, tanto interno como geoestratégico-económico.

No es casualidad que los mass media aprovecharan la información primera de los atentados durante las Olimpiadas de Atlanta para meter un poco más de caña contra el "terrorismo fundamentalista", aún a sabiendas de que los causantes eran "radicales" (que no terroristas) norteamericanos. Como tampoco es casualidad la irracional demonización de la resistencia vasca tanto en Euskal Herria como en el Estado Español inmerso en una grave crisis social y económica, ni que la dirección del PNV haya asumido en esta inquisitorial persecución el papel de chivato, brazo ejecutor y parapeto ideológico, a cambio de un dinero y un poder que en pura proporción porcentual de votos en absoluto le corresponde.

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