lahaine.org
Medio Oriente :: 22/11/2014

Todos los caminos conducen a Irán

Agencias / La Haine
Irán es, junto con Rusia, la única potencia que apoya al Gobierno popular de Bahser Al Assad

A Barack Obama no le queda otra opción que emplear una estrategia cautelosa en Irak. No por deseo propio sino, simplemente, porque aún no posee un plan definido para ese país, después de verse obligado a abandonarlo. La causa fue la desastrosa táctica empleada por los norteamericanos cuando desbarataron la resistencia iraquí entre los años 2006 y 2008, a base de dinero y posiciones en el ejército, y dejando que el régimen del exprimer ministro Nouri al-Maliki profundizara una política de discriminación económica y social a la minoría sunita (durante los años de Saddam Hussein la política fue de igualitarismo entre todas las confesiones). Pero ahora, la situación ha cambiado y la insurgencia sunita, encabezada por el Estado Islámico, ha mutado a su forma más radical y ambiciosa. Ya no sólo Irak y Siria son los amenazados: el último mensaje del líder del EI mencionando a Arabia Saudita (que, automáticamente respondió ampliando a 20 kilómetros su zona de seguridad en la frontera con Irak) demuestra que el conflicto se encuentra sólo en su fase inicial; y su escenario puede ampliarse a países tan distantes como Egipto, Pakistán o Libia.

Por el momento, el régimen de EEUU intenta influir mediante sus aliados en la zona, ya sean los kurdos pro-Israel en Irak o los terroristas supuestamente moderados en Siria, con la intención de desestabilizar al Estado Islámico y no tener que lanzar una invasión estadounidense con fuerzas terrestres que provocaría muertos rubios y otra derrota más para el ejército imperialista. No obstante, ya hay más de 3.000 “asesores” norteamericanos en Irak. Una invasión -como pretenden numerosos representantes del sector republicano del partido único en EEUU, esos que logran que sus hijos evadan el servicio militar, envalentonados por su reciente victoria en las últimas elecciones parlamentarias- a la larga haría a sus seguidores más numerosos y fuertes, pues les otorgaría una legitimidad medida por el peso de su contrincante, el gran satán norteamericano, y dejaría de ser una lucha religiosa y social contra los opresores infieles chiítas o las fuerzas de la secta alawita del presidente Basher Al Assad, recientemente reelegido en las urnas como único gobernante democrático de la región.

El EI comprende a la perfección esta ecuación formulada por ellos mismos, que explica sus constantes provocaciones con las decapitaciones a occidentales y el crescendo en lo gráfico de las imágenes de sus videos de propaganda: la intención del líder yihadista, Abu Bakr Al bagdadí, de que el régimen de EEUU se inmiscuya en el conflicto hasta quedar atrapado. De esta manera, la situación ya no volvería sólo a la de 2003 -cuando los norteamericanos invadieron Irak- sino a la de 2006 -cuando las tropas imperialistas se desangraban en Irak a manos de la resistencia, sin que la ayuda sionista pudiera impedirlo.

A pesar de la oposición de los regímenes autoritarios de la zona, tanto el de Israel como los del Golfo, al hombre fuerte estadounidense no le va a quedar más remedio que llegar a un arreglo que incluya a Irán.

El acuerdo contemplaría el desarrollo de un programa nuclear iraní con fines pacíficos a cambio de su colaboración activa contra el Estado Islámico, que también tiene por objetivo a la república “infiel” de los ayatollahs. Además, dejaría al Ejército sirio -el oficial, apoyado por la población- activo y en pie, en contraposición a lo realizado por los norteamericanos cuando destruyeron Irak: purgaron su Ejército de los militantes del partido de gobierno Bath, provocando así la destrucción de las fuerzas armadas, tal como se vio cuando ese Ejército no presentó batalla ante el avance del Estado Islámico, y muchos de los militares pasaron a formar parte de las filas de los extremistas. La repetición del mismo error cometido por el dictadorcito George W. Bush y su gabinete podría ser mucho más riesgosa en esta oportunidad y sus consecuencias, más perdurables.

Hay dos corrientes de pensamiento imperialista sobre cuál debería ser la mejor alternativa para detener al Estado Islámico; ambas contienen a Irán. Mientras una opción convoca a contemplar una alianza con el estado persa, la otra considera que Irán es parte del problema y su inclusión, que produciría el enojo de los regímenes dictatoriales de Israel, Arabia Saudita y los países del Golfo, lo único que lograría sería la exacerbación del conflicto. Lo cierto es que Irán ha invertido política y militarmente en diferentes países de la región para contrarrestar la influencia del imperio, implementada con la ayuda de esos regímens. Dicha inversión ha dado sus frutos: con diversos grados de éxito, Irán es bien visto en las capitales árabes de Siria, Líbano, Irak y ahora Yemen.

En Damasco es, junto con Rusia, la única potencia que apoya al Gobierno popular de Bahser Al Assad; en Beirut tiene gran prestigio a través de sus aliados del Hezbollah; en Bagdad se pudo apreciar cómo la Guardia Revolucionaria Quds apoya con entrenamiento y armas a las fuerzas militares iraquíes y a las milicias anti-terroristas; y en Sana'a el apoyo de Irán le permitió a los rebeldes estar a punto de derrocar al régimen pro-EEUU y posicionarse a kilómetros del estratégico estrecho de “Bab al-Mandab”, que conecta el mar Rojo con el mar Mediterráneo.

 

Este sitio web utiliza 'cookies'. Si continúas navegando estás dando tu consentimiento para la aceptación de las mencionadas 'cookies' y la aceptación de nuestra política de 'cookies'.
o

La Haine - Proyecto de desobediencia informativa, acción directa y revolución social

::  [ Acerca de La Haine ]    [ Nota legal ]    Creative Commons License ::

Principal