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Mundo, Pensamiento :: 26/10/2014

Tres despachos sobre el aburrimiento

Maciek Wisniewski
¡Nada más peligroso que un ciudadano aburrido! El objetivo es (controlando el tiempo de trabajo y libre) tenerlos ocupados

El aburrimiento existencial. Este es el ingrediente esencial del mundo de Bruno Schulz (1892-1942), el primer y el más existencialista escritor polaco. El mundo melancólico, propicio a la desintegración en que nada se concreta y todo se desata. La dialéctica existencial schulziana (con raíces en Hegel) dicta que la realidad no es nada obvio; es –explica Michal Pawel Markowski– un juego de formas a punto de desintegrarse, que a la vez posibilita todo desarrollo ( Powszechna rozwiazlosc, 2012, p. 59). Todo huele al aburrimiento, experiencia de ser en sí mismo, monotonía que nos encierra, pero que promete que algo nuevo se desate y acontezca: me aburro, luego todo es posible (pp. 73-75).

También para Emile Cioran, otro gran existencialista, el aburrimiento era fundamental: Sin él yo no tendría una identidad. Igual para Witold Gombrowicz, otro escritor polaco, que como Kierkegaard –sigue Markowski– veía al aburrimiento como algo demoniaco que encerraba a uno el mundo y lo abría a un vacío interno ( Czarny nurt, 2004, p. 71). Para todos ellos el aburrimiento desnudaba lo artificial de la existencia; era un vacío sin sentido y una puerta a un sinfín de posibilidades; una señal de estancamiento y del movimiento por venir. En el monumental –e inacabado– Libro de los pasajes de Walter Benjamin hay toda una sección de notas sobre el aburrimiento; va una: El aburrimiento es una gruesa tela gris con una seda rosa al reverso.

Uno duerme envuelto en ella –escribe Benjamin– y cuando despierta comunica sólo el aburrimiento; pero de eso se trata contar los sueños. Algo parecido ocurre con los pasajes, espacios donde “(…) la existencia pasa sin mayores acentos, como en un sueño. El ritmo de este sueño (aburrimiento) marca el paso del flâneur” ( Pasaze, 2005, p. 136). Aunque su mirada parece distinta de la de otros existencialistas, Benjamin al final se une a ellos: El aburrimiento es un punto de partida para grandes conquistas (p. 135).

El aburrimiento político

Sigue Benjamin: “Año 1839: ‘Francia está aburrida’” (p. 141). ¿Será que por eso luego vino el 1848? ¿Y Francia en 2014? Parece que no se aburre, porque no pasa nada. Anda mal, pero entretenida.

Uno pensaría que el objetivo de la alienación liberal es mantener a los ciudadanos aburridos de la política. ¡Nada más peligroso que un ciudadano aburrido! El objetivo es (controlando el tiempo de trabajo y libre) tenerlos ocupados. No al aburrimiento. ¿Un mandamiento de la sociedad del espectáculo de Debord? Seguramente la lógica de mercadotecnia y teledictadura global. Cuando a principios de año la socialdemocracia francesa –desde los años 80 un proxy del neoliberalismo– concretaba su giro a la derecha, el tema eran romances y vida privada del presidente; cuando luego Hollande prefirió disolver el gobierno que cumplir sus promesas antiausteridad, el tema era el libro de su ex compañera que le reprochaba –muy a propósito, pero en aura del espectáculo– desprecio a los pobres y amor al lujo (trajes, comida, etcétera). Benjamin cita a Pailleron: “ (…) un francés le teme tanto al aburrimiento, que hasta lo adora. Es una deidad espantosa, cuyo culto es vestirse bien” (p. 140).

Hollande es el presidente menos popular de la V República, todos sus proyectos fracasaron, como el impuesto de 75 por ciento a los ricos (¿escuchas, Piketty?). La economía está estancada. Pero no pasa nada (bueno). Pasan otras cosas: regresa Sarkozy berlusconizando la política francesa (Counterpunch, 9/10/14); según los sondeos Marie Le Pen ganaría la presidencia. Francia –a diferencia del siglo XIX, cuando según Engels era un laboratorio de izquierda– se vuelve, anota Emir Sader, un laboratorio de extrema derecha (Página/12, 13/4/14 y 19/10/14). Alain Badiou siempre les decía a los ingenuos que ese país no sólo era la cuna de la Revolución, sino también de la reacción.

Hoy el espectro del (neo)pétainismo (fascismo menos vital) cautiva a la derecha y a la... socialdemocracia que manipulan a Francia y sus miedos (The meaning of Sarkozy, 2009, p. 92) para que no se aburra.

El aburrimiento revolucionario

Hace poco Slavoj Zizek fue preguntado qué opinaba del aburrimiento hoy cuando tantos se dicen aburridos de la política/democracia liberal: Pienso que es el comienzo de cualquier acto auténtico. Kierkegaard, uno de mis pensadores preferidos, escribió que fue del aburrimiento que Dios creó el mundo. Luego Adán se aburrió y creó a Eva. La gente solitaria se aburrió y creó comunidades (...) El aburrimiento abre espacio para nuevas conquistas. Sin él no hay creatividad. Si no estás aburrido, simple y tontamente disfrutas de tu situación (The Guardian chat, 8/10/14). Aquí sería útil distinguir entre aburrimiento profundo y superficial, alienante e indistinguible de ser entretenido/manipulado (Francia).

Igual estaría bien establecer qué es el opuesto dialéctico del aburrimiento, una pregunta que hace Benjamin, pero no contesta (p. 135).

¿Qué tal la revolución? ¿Y el aburrimiento como su opuesto y principio a la vez? He aquí una conexión con lo que Zizek dice del proceso revolucionario, un movimiento repetitivo, en términos kierkegaardianos, de no repetir lo viejo, sino empezar algo nuevo una y otra vez (New Left Review, No. 57, 5-6/09). Recordemos lo dicho por Benjamin: la Revolución de Octubre redimió el fracaso de la Revolución Francesa repitiendo el mismo impulso (In defense of lost causes, 2008, p. 139).

Coda

Tres fragmentos del paisaje existencial del capitalismo tardío: el aburrimiento superficial de la sociedad de consumo (los pasajes [o galerías] como precursores de malls); la política del espectáculo que abre paso a la ultraderecha; el potencial revolucionario del aburrimiento profundo oscurecido por la alienación.

El papel de los intelectuales y filósofos es señalar los potenciales inesperados de cosas comunes.

El papel de los políticos es identificar a nuestros enemigos: un fascista por ejemplo es uno que nunca se aburre, está manipulado, siempre en la persecución.

¿Y el papel de un revolucionario? A menudo decimos que debe soñar; recordando la conexión de Benjamin sueño/aburrimiento digamos que su papel es estar aburrido (abierto a las posibilidades) y no cansarse de seguir repitiendo.

* Periodista polaco
@periodistapl

 

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