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Asia, EE.UU. :: 04/11/2014

Una mujer transexual se encuentra con el cuerpo de Marines de EEUU

Walden Bello
En Filipinas, los invasores yanquis cuando no violan a una indígena, asesinan a una compañera transexual

Mientras escudriñaba la serena cara de Jennifer Laude en el ataúd abierto, pude ver la herida sobre su frente, escasamente cubierta, escondida tras el maquillaje posmortem. No pude ver los morados en su cuello y en sus hombros, pero se me había dicho que eran considerables. “Parecía que se los habían provocado con un golpe de artes marciales”, dijo un afligido que conocía los detalles de la autopsia. “Esa podría haber sido una de las causas de la muerte, además del ahogo”.

Unos pocos días antes, el 11 de octubre, Jennifer, una mujer transexual, fue hallada muerta en una habitación de hotel, con la cara sumergida en el váter. El asesinato tuvo lugar en Olongapo [Filipinas], una ciudad colindante a la primera base naval norteamericana en la Bahía de Subic. El soldado de primera Joseph Scott Pemberton del cuerpo de marines de EE.UU fue identificado como el acompañante de Jennifer en el momento de entrar en la habitación del motel, y también como el que abandonó la escena del crimen aproximadamente 15 o 20 minutos después.

El caso se ha convertido en un acontecimiento. Está desestabilizando las relaciones entre EE.UU y Filipinas y subrayando las dificultades de la administración Obama para arrancar la arraigada cultura antigay en la armada norteamericana.

Armas andantes

El violento final de Jennifer, sin que hubiera cuchillos o pistolas implicadas, puede estar conectado con el entrenamiento en artes marciales de Pemberton, según alguien que siguió el caso de cerca. Pemberton ha salido hace muy poco del famoso –o infame- campamento militar de los marines, en el que se forma a los reclutas en las artes marciales. Tal y como señala la carta de uno de los reclutas (reproducida respetando su anonimato en el blog de Hamilton Nolan asociado con el Huffington Post):

“Aprendemos un montón de artes marciales, lo que técnicamente se conoce como MCMAP (Programa de Artes Marciales para el Cuerpo de Marines) pero yo lo llamo entrenamiento de kárate y de ninja, a pesar de que a mis entrenadores (DI) no les guste ni una pizca. Empezaba con aburridos puñetazos y patadas, al estilo del taikwondo de Tiger Shulman, pero ahora aprendemos a lanzar, a hacer frente, a codear, dar patadas, a atacar con la bayoneta, a defendernos con la bayoneta, etc. Todo ello a gran velocidad e intensidad sobre el otro ( a veces contra sacos, pero no a menudo). Si el entrenador cree que no vamos en serio con el otro, se ponen nerviosos.

Toda la mierda MCMAP está incorporada en nuestros entrenamientos de PT, y uno de los mejores entrenamientos que hemos hecho fue el curso de condicionamiento para las artes marciales: dos minutos de gancho de codo vs. un recluta protegido, cargas un recluta sobre tu hombro, y marchas adelante y atrás entre dos conos separados por 30 yardas, la patada giratoria, arrastrar a un recluta adelante y atrás por 30 yardas, el golpe de codo, defensa contra la llave de estrangulamiento, golpe de rodilla, correr 800 metroa, bloquear o dar puñetazos gatear (bajo) en la arena durante 100 yardas, agacharse y levantarse, correr 400 metros.”

Huelga decir que el marine enrabietado que el destino opuso cara a cara con Jennifer Laude en la noche del 11 de octubre en el Celzon Lodge en Ologanpo, había sido entrenado para ser un arma andante.

Socialización homofóbica

Hay otra cosa que los campamentos enseñan a los nuevos reclutas: homofobia, y mucha. Con la revocación de la infame política del “no preguntes, no cuentes” del Pentágono, la discriminación contra los gays y las lesbianas se supone que está, ahora, prohibida en todos los servicios militares de EEUU, penalizada duramente en caso de violación de esta norma. Sin embargo, de acuerdo con lo que cuenta el mismo recluta anónimo:

“No preguntes-no cuentes… tal vez ha sido revocado, pero el USMC no se ha adaptado ni de coña. Nos llaman maricones entre 10 y 50 veces al día… ”Sí, te creías que eso eran unas flexiones, maricón,” etc. Cada vez que la cagamos, el entrenador nos dice “eres un puto imbécil, eso está peor que dos tíos follando.”. Uno de los capitanes, mientras daba una clase de ética y hablaba sobre cómo un error puede cambiar tu vida/identidad, explicó a toda la compañía ‘puede que seas un constructor de puentes toda tu vida, pero un día chupas una polla y serás un chupapollas hasta el día en que te mueras’”.

Con miles de armas andantes como esas que llegan del más homofóbico sector del ejército norteamericano merodeando por las calles de Olongapo en régimen de descanso y esparcimiento tras una tanda de ejercicios militares para aumentar la testosterona, el asesinato de Jennifer Laude fue un acontecimiento que estaba cantado.

La volátil mezcla de entrenamiento en artes letales con agresiva socialización homofóbica parece haberse encontrado entre los factores que llevaron a Pemberton a cruzar la línea desde el enfado al asesinato en esa noche fatídica. Es más que probable que una violencia tal como la que encontró Jennifer ocurra una y otra vez, en la medida en que EEUU está situando cada vez más emplazamientos en las Filipinas según el gran diseño geopolítico de Washington para contener a China.

Una presencia peligrosa e inútil

El asesinato de Jennifer ha situado el foco de atención en dos acuerdos de seguridad que Filipinas mantiene con EEUU: El acuerdo de las fuerzas visitantes (VFA) y el llamado Acuerdo de Cooperación de Defensa Reforzada (EDCA). Una de las motivaciones clave de quienes se opusieron a los acuerdos fue el de proteger a la población civil de –una vez más- sufrir los daños colaterales como víctimas de violación, asesinato y de crímenes por racismo, como lo que ocurrieron con anterioridad a la retirada de las grandes bases norteamericanas en 1992.

La violación de una filipina de nombre “Nicole” por un marine estadounidense, Daniel Smith, en el 2005 confirmó los mayores temores del movimiento anti-VFA. Ahora ha tenido lugar un crimen aún más brutal. Hay gente, como el presidente Benigno Aquino III, que afirma que los casos de Nicole y de Jennifer son “incidentes aislados” y que no menoscaban los beneficios que las tropas de EEUU supuestamente traen. Tales afirmaciones son cada vez más huecas, especialmente desde que Washington se ha desvinculado de defender los territorios y las zonas marítimas reclamados por Manila en el Mar Oeste de Filipinas (Mar del Sur de China). EEUU ha proclamado que no intervendrá en disputas por la soberanía en las Islas Spratly.

Con el fin de prevenir futuros incidentes, algunos han propuesto una regulación más ajustada del permiso de tierra o una instrucción más intensiva de las tropas norteamericanas sobre las “normas de intervención” con la población civil. No obstante, aquellos que se oponen a la presencia militar no están satisfechos con estás medidas parciales cuando estas mismas tropas no son, para empezar, necesarias ya que no son promotoras de la seguridad nacional del país.

Tras haberlo mantenido a bordo del USS Peleliu anclado en la bahía Subic durante casi dos semanas después del asesinato, EEUU trasladó a Pemberton por helicóptero hasta el Fuerte Aguinaldo, una base filipina cercana a Manila donde se encuentra confinado en una furgoneta con aire acondicionado y custodiado por marines norteamericanos. Esta anómala situación ha provocado demandas al gobierno de Filipinas para que se encargue de custodiar de manera genuina y total al sospechoso. Muchos se muestran preocupados de que EEUU no se esté tomando en serio entregar a Pemberton, incluso después de la condena. Citan el caso de Daniel Smith. En lugar de entregarlo a las autoridades filipinas, EEUU sacó a Smith del país en el momento en qué la víctima inexplicablemente se “retractó” de su testimonio.

El Departamento de Asuntos Exteriores de Filipinas ha afirmado que según los términos de la VFA, EEUU puede mantener las custodia del acusado hasta después de su juicio y de su condena. El secretario de justicia lo contradijo, al decir que con Pemberton en una instalación militar filipina, el gobierno ya tenía en 'custodia' al sospechoso. Mientras tanto, el presidente Benigno Aquino III explicó a los medios que él no estaría presente en el entierro de Laude porque “no atendía a velatorios de la gente que no conocía. Lo encuentro… incómodo intentar consolar a gente que no me conoce.“ Todo esto ha creado la imagen de un gobierno patético e insensible que se muestra vacilante a la hora de asegurar justicia a uno de sus ciudadanos asesinados.

La problemática política antidiscriminación de Obama

Mientras el gobierno filipino sigue indeciso, la administración Obama se ha visto confrontada con la realidad que a pesar de la revocación de la política “No preguntes, no cuentes”, la prohibición a la discriminación contra los gays y las lesbianas puede estar encarando momentos difíciles en las fuerzas armadas. El brutal asesinato de Jennifer y la continua socialización homofóbica de los reclutas indican lo difícil que puede resultar eliminar actitudes y prácticas institucionales tan arraigadas. No sorprende a nadie que un marine se encuentre en el banquillo.

El Cuerpo de Marines encabezaba la más firme oposición a la revocación del “No preguntes, no cuentes”, con Gen Games Amos, incluso hace poco el comandante del Cuerpo de Marines amenazó de que el cambio podría costar vidas debido al impacto sobre la “disciplina” y a la “cohesión de la unidad”. Unos cuantos meses después de la prohibición de la discriminación contra los gays, Amos dio marcha atrás, afirmando que los marines “se habían adaptado poco a poco y que habían aceptado el cambio”. El asesinato de Laude y el continuo empleo de injurias anti-gay como herramienta disciplinaria psicológica en los campamentos hacen que tal afirmación entre en tela de duda.

En el caluroso y soleado día del 24 de octubre, Jennifer Laude pude finalmente descansar en Olongapo. Cientos de personas acudieron, pero aparte de yo mismo y el representante de la Comisión de Derechos Humanos, se echaron muy en falta la presencia de las autoridades nacionales filipinas. En mi elegía, califiqué a Jennifer de “un símbolo del sufrimiento de nuestra madre tierra” y pedí “justicia para Jennifer y justicia para nuestro país”.

Teniendo en cuenta la desequilibrada historia de las relaciones entre Filipinas y EEUU, tal petición fue, a la vista de los escépticos, mucho pedir.

Counterpunch. Traducción para sinpermiso.info: Betsabé García Álvarez. Revisado por La Haine

 

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