lahaine.org
Europa :: 12/05/2015

Victoria contra el fascismo en 1945

Jon Ibaia
La victoria sobre el fascismo, fue soviética, desafortunadamente. Y decimos desafortunadamente, por el precio que tuvo que pagar el Estado soviético en la victoria

 

Día 15 de Abril de 1945. El Mariscal Zhukov, el mejor y más grande general de la Segunda Guerra Mundial, observa desde las posiciones de avanzada de su Primer Frente de Rusia Blanca, las fuertes posiciones que la Wehrmacht había preparado el los Altos de Seelow, última posición defensiva antes de Berlin, objetivo final tras cuatro años de Guerra Patria. El camarada Stalin, le había otorgado el honor de encabezar la ofensiva final sobre Berlin. No iba a ser fácil, pero nunca lo había sido. Moscú en el invierno de 1941, Stalingrado, Kursk… fueron brillantes victorias, pero el precio que se había pagado por la agresión nazi, era tremendo. Millones de hombres y mujeres soviéticos, habían muerto en la defensa de la URSS.


Zhukov suspiró. Un comandante le sacó de sus cavilaciones. El camarada Stalin llamaba desde Moscú, para que su mariscal más apreciado, le informara de los últimos preparativos. Las posiciones en torno a Seelow, habían sido fortificadas por los nazis, en lo que eran verdaderos maestros. Al norte de las líneas de ataque de Zhukov, se encontraba el gran mariscal Rokkosovsky con su Segundo Frente de Rusia Blanca, al sur otro gigante, el mariscal Ivan Koniev, con su Primer Frente de Ucrania. Los tres mariscales habían forjado su leyenda desde la batalla de Moscú en 1941. Al contrario que Hitler o Churchill, Stalin siempre dejó en manos de sus eficaces generales, las decisiones operativas, Stalin tenía experiencia militar de los gloriosos tiempos de la Guerra contra los blancos y la intervención imperialista, pero enseguida entendió que su liderazgo debía ser político y estratégico y dejar en manos de sus generales las decisiones operativas “a pie de batalla”.


No había lugar para maniobras envolventes, ni flanqueos, la toma al asalto de Seelow era necesaria para poder avanzar hacia Berlin. A las 5 de la madrugada del día 16, una impresionante barrera de fuego de artillería y de “órganos de Stalin” colapsaron las posiciones avanzadas nazis. Zhukov quería ahorrar a toda costa, valiosa sangre joven soviética, por lo que planteó el asalto a Seelow bajo la protección de la oscuridad de la noche. Tras una hora de martillear las posiciones nazis con la artillería, 150 enormes reflectores iluminaron la noche, para acompañar el asalto de la infantería que con el tradicional grito de guerra “Hurra Stalin”, se lanzaron de manera heroica contra el odiado enemigo. El mariscal Zhukov, había reservado dos ejércitos blindados completos, uno de ellos, el 8º de la Guardia bajo el mando del defensor de Stalingrado Chuikov, para explotar el éxito tras la ruptura de la línea nazi.


Los nazis tenían preparada una desagradable sorpresa. En previsión del bombardeo de la temible artillería soviética, los nazis habían abandonado la primera línea de defensa sobre la que se concentró el bombardeo inicial y resistieron en una segunda línea de defensa, que no había sido dañada por el bombardeo inicial. Así, la heroica infantería soviética, sobrepasó la primera línea de defensa nazi y llegó hasta un verdadero mar de fuego desde bunkers y fortificaciones en forma de red, aprovechando lo abrupto del terreno, con montes y zonas boscosas. Zhukov desesperó ante la situación. Era terrible para un general que sabía que la guerra estaba ganada, seguir mandando a la muerte a tantos soldados soviéticos. Los comisarios políticos tomaron la iniciativa, arengaron a las tropas, imaginamos a aquellos entusiastas miembros del partido, vanguardia y voz de Stalin en el frente llamando al último esfuerzo para acabar con aquella pesadilla de guerra, encabezando a los soldados, “nagan” en mano y profiriendo gritos de aliento, siendo conscientes de la difícil situación pero dando la vida por el partido, la revolución y el gran líder Stalin, verdadero constructor de la victoria contra el nazismo… Demasiada sangre comunista y joven, demasiado sufrimiento para el pueblo soviético, pero faltaba poco, sólo cien kilómetros, ¿qué eran cien kilómetros si había veteranos que habían vencido en Stalingrado a miles y miles de kilómetros?.
Zhukov se enojó, apretó los dientes y no tuvo más remedio que lanzar al torbellino de la lucha sus reservas blindadas, para perforar la bien preparada defensa nazi. Sabía que sus soldados lo estaban dando todo… y el tercer día, por fin rompieron las defensas y pudieron avanzar hacia Berlin.


El mariscal Koniev, logró romper las defensas del ejército nazi con mayor facilidad, ya que operó en un terreno más favorable y se aproximó desde el sur hacia Berlin, mientras Zhukov avanzaba desde el este. Debemos decir que fue justo que la toma de Berlin fuera fruto, tanto de las tropas de Zhukov, como las de Koniev, verdaderos camaradas en la lucha desde los oscuros días de la batalla de Moscu. El 25 de abril, Berlin fue cercada y comenzó una cruel lucha casa por casa que recordarían a los veteranos del 8º ejército de la guardia de Chuikov, las duras y desesperantes jornadas de sufrimiento y victoria de Stalingrado. Los soldados soviéticos deseaban las cabezas de los jerarcas nazis, ese era el último objetivo, ver a Hitler y a su banda de criminales colgados en el patíbulo.
Y llegó la victoria… lágrimas de alegría, pero también de tristeza por todos los camaradas caídos, ¡Qué sentimiento más terrible! De una parte, saber que el nazismo había sido aplastado, pero echar la mirada atrás… tanta barbarie, tantos muertos… el camarada Stalin, en su espartano despacho de trabajo, pidió a sus asesores, un momento de soledad. Sentado en su escritorio, cerró los ojos, una leve sonrisa bajo su inconfundible mostacho, fue el único gesto de alegría que podía permitirse el gran líder del victoria sobre el nazismo, pues el sufrimiento del pueblo soviético, la sangre que el primer Estado de obreros y campesinos del mundo había tenido que poner sobre la mesa para vencer al fascismo, había sido demasiado terrible. La imagen de la bandera roja con la hoz y el martillo, producto de la unidad soviética de obreros y campesinos sobre el Reichtag, anunciaría a las futuras generaciones que el comunismo es lucha sin cuartel contra el fascismo y la opresión.


La victoria sobre el fascismo, fue soviética, desafortunadamente. Y decimos desafortunadamente, por el precio que tuvo que pagar el Estado soviético en la victoria. La lucha contra el fascismo en la URSS, comenzó en julio de 1936 en el Estado español, donde asumieron el papel de único defensor de la República, frente a la traición de las “democracias” imperialista. La imagen de los maravillosos T-26 en los campos de batalla del Jarama, Guadalajara, Brunete, Teruel o el Ebro, es internacionalismo proletario contra el fascismo. Mucho se critica el acuerdo de no agresión al que la URSS tuvo que llegar con el nazismo en 1939, pero la propaganda burguesa no refiere la traición al pueblo checo del tratado de Munich, ni los intentos que Stalin y la diplomacia soviética realizaron para parar a la bestia nazi antes de que terminara por fortalecerse. Las potencias capitalistas occidentales, prefirieron confiar en el nazismo que llegar a acuerdos con el enemigo principal que era la URSS. El Comité Central del PCUS, no tuvo más remedio que firmar el acuerdo con la Alemania nazi para ganar tiempo. Tiempo precioso como demostraría el desempeño de la URSS en la inminente guerra. Sin duda, Stalin y los dirigentes soviéticos, cometieron un error de cálculo, pues ellos estimaron que la guerra contra el nazismo no ocurriría antes de 1944. Sus planes de guerra estaban basados en estas estimaciones. Por ello, y bajo cierta ingenuidad, consideraron que la Alemania nazi respetaría los acuerdos si se seguían suministrando materias primas estratégicas, pero no fue así. La operación Barbarroja, nombre clave de la invasión nazi de la URSS, fue por sorpresa y en pleno redespliegue estratégico de las fuerzas soviéticas en la frontera con el poder nazi. El plan de redespliegue estratégico planteado por la STAVKA a instancias del general Zhukov en 1940 y aprobados por Stalin, sólo fue definido en la región de Ucrania donde, precisamente, los nazis tuvieron mayores dificultades en su invasión en Barbarroja. Ciertamente, el avance de las tropas soviéticas sobre Polonia en 1939, en cumplimiento del tratado Molotov-Ribendrop, sacó a las tropas del ejército rojo de la línea de defensa prevista en los planes estratégicos, lo que aprovecharon los nazis en su invasión.


Pero más allá de las cuestiones relativas a la estrategia militar, si la URSS fue capaz de resistir la invasión del más poderoso ejército de la época, fue por la línea política-estratégica del Partido Comunista liderado por Stalin que eliminó en las fuerzas armadas a un sector contrarrevolucionario organizado en torno al general Tucachevsky, golpista y antisoviético, que hubiera creado ante la invasión nazi, un poder antisoviético incluso dispuesto a ser satélite del fascismo. Lo que en la historia del imperialismo se denominan “purgas en el seno del ejército rojo” que supuestamente debilitaron la profesionalidad y la capacidad del mismo, significaron la eliminación de elementos antisoviéticos que hubieran posibilitado la creación de gobiernos antirrevolucionarios en la URSS. Es por ello que traidores como el general Vlasov, jamás pudieron crear un ejército y un poder antisoviético en las regiones ocupadas por los nazis, donde se prefería ser un partisano antifascista o morir, antes de colaborar con los nazis.


Por todo esto, sólo podemos decir : HONOR Y GLORIA AL HEROICO EJERCITO ROJO, ARTIFICE DE LA VICTORIA SOBRE EL FASCISMO Y EJEMPLO DE RESISTENCIA Y OFENSIVA HASTA LA VICTORIA.

Jon Ibaia - Militante de Herri Gorri

 

Este sitio web utiliza 'cookies'. Si continúas navegando estás dando tu consentimiento para la aceptación de las mencionadas 'cookies' y la aceptación de nuestra política de 'cookies'.
o

La Haine - Proyecto de desobediencia informativa, acción directa y revolución social

::  [ Acerca de La Haine ]    [ Nota legal ]    Creative Commons License ::

Principal