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Nacionales E.Herria, Iñaki Gil de San Vicente :: 19/05/2014

Voto crítico y constructivo

Iñaki Gil de San Vicente - La Haine
No aporta ninguna razón de peso para ser votado, y sí todas para la abstención. Pero cometeríamos un error estratégico si cayéramos en esa superficialidad

Para Euskal Herria al menos son tres las razones que explican la importancia cualitativa de las elecciones europeas del próximo 25 de mayo: la agudización de la crisis del imperialismo; el retroceso de los Estados español y francés; y la evolución de nuestra lucha de liberación nacional de clase. Ninguna de las anteriores elecciones europeas había adquirido esta singular importancia debida, fundamentalmente, a que ya están materializadas las consecuencias de la contraofensiva mundial del capital contra la humanidad trabajadora iniciada en el último tercio del siglo XX, y al holocausto social multiplicado desde 2007. Ninguna de las tres versiones oficiales sobre la Unión Europea explica esta realidad: la contrarrevolucionaria de la «Idea Europea» desde Caracalla en 212 hasta ahora; la reaccionaria de la «Europa de la Paz» desde 1945, y la socialdemócrata de la «Europa Democrática» desde la década de los años 50. La Unión Europea es, en realidad, la forma política actual del devenir de la lucha de clases y de la concentración y centralización de capitales en el oeste de Eurasia. En cuanto forma política del imperialismo en Europa, la Unión Europea es un poder de clase inaccesible a las instituciones parlamentarias.

Hay que partir de aquí para comprender la vía muerta en la que entraron las políticas simplemente democraticistas que prometían avanzar hacia la llamada «Europa social». El giro hacia el «realismo político» de los Verdes alemanes, de Siritza y Die Linke, por citar algunos casos, es sólo uno de tanto ejemplos de la futilidad de estas vías carentes de programa máximo y de estrategia. El tacticismo inmediato y urgente puede rendir beneficios electorales de vuelo corto, pero a medio y a largo plazo es la mejor avenida para la integración en la «normalidad democrática». Un peligro similar acechará a EH Bildu en su futuro europeo si sólo se guía por su actual programa -Manifiesto de la candidatura para las Elecciones al Parlamento Europeo firmado por los seis colectivos que integran la lista- caracterizado por cinco propuestas que anulan la factibilidad del resto del Manifiesto porque afectan a la esencia misma de la Unión Europea.

Por orden de aparición en el texto. Una, no adelantar una propuesta clara sobre la cuestión decisiva de la propiedad de la Banca y de las grandes empresas, aceptando el debate futuro pero sin marcar línea. Dos, defender la tesis de la auditoría de la deuda en vez de la del impago total, rechazando la «deuda ilegítima» y aceptando el de la supuestamente «legítima». Tres, recurrir al ambiguo término de «proceso destituyente» de la Unión Europea para abrir uno «constituyente» sin citar el punto crucial: el poder político efectivo situado fuera del Parlamento Europeo. Cuatro, no posicionarse tampoco contra la Unión Europea en sí misma, posponiendo el debate para un futuro indeterminado. Y cinco, no decir nada sobre cómo va a rechazarse a la OTAN y al euroejército.

Las cinco propuestas afectarían directamente a la esencia de la Unión Europea si hubieran sido llevadas a su rigor último. Al no hacerlo, al quedarse en la ambigüedad e imprecisión dejan en el aire la cuestión clave de la estructura interna de la Unión Europea: la propiedad privada de la Banca, el poder político de euroalemania y el brazo armado de Estados Unidos, la OTAN. El resto de las lógicas y necesarias propuestas del Manifiesto es condenado así al limbo de las conquistas parciales, si es que se consiguen, porque el problema decisivo, el del poder, no se aborda en el Manifiesto. EH Bildu emplea en sus documentos propios los términos «revolución democrática» e «izquierda transformadora», remarcando que no quiere reformar la Unión Europea sino transformarla, y que no se van a limitar a la acción institucional, sin embargo no superan la tónica del Manifiesto. En síntesis: no se presenta un modelo de «revolución democrática», aun siendo muy discutible este concepto, sino sólo de «transformación democrática».

Descontextualizado y leído sin tener en cuenta la importancia cualitativa de período abierto, como hemos dicho al comienzo, el Manifiesto no aporta ninguna razón de peso para ser votado, y sí todas para la abstención. Pero cometeríamos un error estratégico si cayéramos en esa superficialidad. EH Bildu es una desequilibrada alianza sociopolítica y reformista radical que no busca la revolución socialista y no tiene sentido pedir peras al olmo. Sí tiene sentido ubicar el papel de EH Bindu no sólo en el contexto descrito sino también en sus relaciones con el resto de la izquierda abertzale, y más concretamente con el independentismo socialista. Desde esta doble perspectiva, vemos que en la actualidad el pueblo trabajador se enfrenta a tres grandes retos: llenar de contenido una estrategia aún tuerta, manca y coja; tomar conciencia plena de los límites objetivos insalvables de la «democracia»; y enriquecer el internacionalismo socialista. Las tres pasan por asumir que ha concluido una fase histórica del sistema democrático-burgués y hemos entrado en otra mucho más dura y salvaje, marcada entre otras cosas por la militarización represiva. Este cambio afecta a la totalidad socioeconómica, política, cultural, etc., y su profundidad es tal que el PSOE defiende que hemos de «ceder más soberanía a la Unión Europea», el PP lo da por hecho y el PNV lo acepta en la práctica.

Entramos en un ciclo electoral muy importante para Hegoalde en el que es probable que se elabore la salida nacionalista española a la crisis de su Estado, totalmente condicionada por las exigencias implacables de la Unión Europea para que pague la deuda impagable que pudre su futuro. Iparralde será muy afectada por el brusco y masivo recorte socioeconómico y recentralizador impuesto por el PSF cumpliendo las órdenes de Bruselas. El capital va a intentar estrujar a Euskal Herria hasta la última gota de su vida para beneficio del amo europeo. Frente a esto es más necesario que nunca antes ampliar las luchas contra la involución generalizada, sabiendo que debemos avanzar en la construcción de nuestra estrategia. El voto crítico consiste en el aviso de que por la línea actual del Manifiesto no se avanza realmente por el sendero de la emancipación, aunque puedan conseguirse algunas victorias tácticas, pero sí se amplían por el contrario las posibilidades de empantanamiento en el euro-parlamentarismo inocuo a pesar de las buenas intenciones. El voto constructivo consiste en reactivar la militancia en su sentido verdadero de praxis revolucionaria, es decir, de superar en la práctica y en la teoría el límite insuperable de la tesis de la «transformación democrática» para profundizar en la dinámica ascendente de los contrapoderes populares, de las situaciones de doble poder, etc., como prefiguración táctica y estratégica de los objetivos históricos, más necesarios hoy que ayer.

Crítica y construcción van unidas en la praxis cotidiana. Sin la primera, la construcción de la estrategia se realiza sobre el vacío del silencio desilusionado, terminando en nada. Pero sin la segunda, la crítica carece de eficacia y legitimidad porque es meramente destructiva. Su unidad dialéctica complementaria genera ilusión y coherencia, decisivas para el futuro. Desde este criterio, la construcción de una alternativa para avanzar en la Europa Socialista de los Pueblos tiene que tener, como mínimo, dos grandes capítulos interrelacionados pero a la vez relativamente diferenciados: el primero debe explicar por qué y como debemos proponer medidas radicales sobre el impago de la deuda; sobre el avance en el control obrero y popular de empresas, escuelas, bancos, instituciones, etc.; sobre la recuperación de todos los derechos sociales recortados o anulados… en fin, sobre las reivindicaciones que justamente aparecen en el Manifiesto pero no desde la perspectiva de la «transformación democrática», sino desde la revolución socialista, aún lejana pero la única efectiva. La segunda, más lenta pero también actual, sobre el contenido de la Europa Socialista de los Pueblos, tarea de todas y todos.

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