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Pensamiento :: 16/01/2020

La República Islámica de Irán y la izquierda antiimperialista, un debate necesario

Antonio Torres
Asumimos las contradicciones que supone el apoyo y la solidaridad antiimperialista con la República Islámica de Irán,

La tensión entre los EEUU e Irán llegó el pasado 3 de enero a su punto más alto con el asesinato en el aeropuerto de Bagdad del general de división –nombrado teniente general a título póstumo- y comandante de las Fuerzas QudsQasemSoleimani por parte de drones controlados por el ejército norteamericano en ejecución de una orden expresa dictada por el presidente Donald J. Trump. Ese mismo ataque costó la vida entre otras personas al líder de las Fuerzas de Movilización Popular de Iraq (Al-Hashd Al-Sha'abi) Abu Mahdi al-Muhandis.

De la brutalidad del acto y sobretodo de lo inaudito tanto en cuantoTrump no recibió autorización del poder legislativo y, fundamentalmente, por el hecho de asesinar a un militar extranjero en misión diplomática invitado por el gobierno iraquí, ya se ha discutido bastante. Como escribía el periodista Rafael Poch: “Es como si Irán hubiese asesinado al secretario de Estado americano y a uno de los principales generales del Pentágono al salir de un aeropuerto europeo cuando se dirigían a sostener conversaciones con la canciller Merkel o el presidente Macron sobre seguridad europea”.

Si exceptuamos la izquierda adscrita al anarquismo, a las diferentes corrientes trotskistas internacionales o las izquierdas alternativas posmodernas, en general, existe una serie de consensos en el conjunto del antiimperialismo que se han expresado con firmeza a raíz del asesinato de Soleimani: 1) lo más inmediato, o mejor dicho, en lo que tiene que ver con Soleimani, el reconocimiento al militar iraní en particular y a la República Islámica en general porla lucha contra el Estado Islámico en Iraq y Siria; 2) el reconocimiento del apoyo iraní a las milicias palestinas –incluida las izquierdistas (FPLP, FDLP, etc.)- en su lucha contra el Estado sionista, y en general, su consecuente posición antisionista, denunciando el papel de Israel como Estado racista y punta de lanza del nuevo colonialismo y del imperialismo en Oriente Medio; 3) el reconocimiento del derecho a la defensa de la soberanía iraní y su desarrollo como país independiente, continuamente amenazado por los Estados Unidos y sus aliados, es decir Israel y Arabia Saudí, que sueña con hacerse con sus recursos y seguir manteniendo la hegemonía del dólar. Como consecuencia se reconoce a Irán como un país que está haciendo frente al imperialismo norteamericano y por tanto merece nuestro apoyo antiimperialista y nuestra solidaridad internacionalista.

Aunque la tensión a día de hoy se ha rebajado considerablemente, eso no va a significar ni en el corto ni medio plazo una distensión. La chispa puede volver a saltar en cualquier momento. Es por eso que desde la izquierda antiimperialista quizá deberíamos hacer un esfuerzo por analizar, conocer y, llegado el caso, comprender la República Islámica de Irán tanto en su devenir histórico como su situación actual. Son varios los elementos que nos impiden desde la izquierda antiimperialista tener un acercamiento crítico a la República Islámica de Irán: 1) el poco y a veces distorsionado conocimiento sobre la República Islámica; 2) las escasas fuentes de información realmente fiables para conocer su realidad, en este sentido, o nos dejamos influir por la propaganda imperialista occidental, o en una reacción inversa, nos creemos acríticamente a los medios de comunicación iraníes. En la base del problema nos encontramos con la consideración de Irán como una teocracia, que esa teocracia se impuso masacrando a miles de comunistas, progresistas y patriotas, y por último, el trato de ese régimen teocrático tanto a la clase obrera como a los derechos democráticos de determinados colectivos, especialmente, grupos étnicos o religiosos minoritarios, mujeres y homosexuales.

El presente artículo no pretende resolver esas contradicciones, ni dar una posición cerrada al respecto, más bien se pretende abrir el debate.

Partimos de dos pilares: 1) que asumimos las contradicciones que supone el apoyo y la solidaridad antiimperialista con la República Islámica de Irán, esto es, asumimos que a pesar de no ser un modelo de desarrollo social, económico y político acorde a un pensamiento progresista y transformador, en la presente coyuntura ha de primar nuestra solidaridad y apoyo; 2) que, por tanto, no caben ambigüedades ni posiciones “ni nis”, es decir, no podemos igualar a agresores y a víctimas, no podemos igualar a imperialistas y colonialistas con quienes se resisten a ser dominados e invadidos.

A partir de aquí conviene empezar a cuestionar críticamente el relato de los medios occidentales sobre la República Islámica de Irán, relato que debido a una perspectiva occidentalista y otras veces a una perspectiva idealista de izquierdas, asumimos sin cuestionarlo.

Efectivamente, la República Islámica de Irán, como su propio nombre indica, es una república teocrática con un Líder Supremo –AliKhamenei, sucesor de Khomeini- que en sus funcionesse parece relativamente a las de un presidente en una república presidencialista. De la lectura excesivamente rigorista del islám chiíduodecimano, impregnado de un ascetismo extremo y de una habilidad política sorprendente de Khomeini, la República Islámica de Irán ha evolucionado considerablemente, esto es algo que la prensa occidental no tiene más remedio que reconocer. En el caso del Estado español, la lectura de cualquier reportaje de El País sobre Irán nos puede dar algunas pistas al respecto sobre una progresiva mayor laxitud en los “códigos de conductas” especialmente entre la juventud, concretamente, en uno sobre la homosexualidad en Irán del 2007 podíamos leer el testimonio de un joven gay iraní que desmontaba uno de los relatos más difundidos en Occidente, el de la ejecución de homosexuales: "No ejecutan a homosexuales sino a violadores, y yo estoy de acuerdo", en el mismo artículo un diplomático europeo nos advierte: “Hay que tomar con cierta distancia los informes de Amnistía Internacional y Human RightsWatch”.

El Estado iraní no es monolítico en absoluto, dentro de los poderes legislativo –la Asamblea Consultiva Islámica-, ejecutivo y judicial, existen diferentes visiones e incluso facciones que suelen ejercer de contrapeso los unos de los otros. Igualmente, existe una sociedad civil organizada en el que se dan esos juegos y contrapesos entre diferentes tendencias, en ocasiones tendencias enfrentadas. Se suele hablar de reformistas o renovadores frente a conservadores, no sabemos hasta qué punto esa división es correcta y si se corresponde con la realidad –probablemente no-, no sabemos hasta qué punto pueda esa ser una visión excesivamente simplista, tan del gusto de los medios occidentales; es más, no sabemos hasta qué punto a un mismo actor político se le puede considerar reformista en un aspecto o conservador en otro, ni siquiera cuál es verdadero significado de esas etiquetasen el contexto iraní.

Hay que tener cuidado con el concepto de teocracia fuera del ámbito occidental y cristiano porque podemos caer en un error grave de caracterización. En primer lugar, no se puede identificar teocracia con feudalismo, tal y como se suele hacer en Occidente, desde Europa en particular se considera la teocracia como una etapa de un pasado ya superado, y no, Irán no es un país feudal en absoluto, es más, de alguna manera la modernización de Irán como Estado se dio con el derrocamiento del Sha y con la Revolución islámica, porque lo que no podemos es confundir occidentalización, como pretendía el Sha, con modernización. En segundo lugar, no podemos asociar a la jerarquía chií con las jerarquías cristianas, especialmente la católica, la jerarquía chií es de índole jurídica, no se arroga ninguna capacidad excepcional de mediación imprescindible entre el creyente y la divinidad.

Todo ello, a su vez, se complica cuando los medios occidentales instrumentalizan las reivindicaciones de derechos y libertades, especialmente de mujeres y personas homosexuales, siguiendo la agenda agresiva imperialista difundiendo bulos, “fakenews”, etc. Igualmente, es frecuente cómo también se utiliza a la población kurda, a los juzíes o beluches de Iránpara esos mismos intereses.

Frecuentemente se asume que tras la muerte de Khomeini, se dio una cierta liberalización y privatización de la economía iraní repercutiendo negativamente en la distribución de rentas, hay datos que afirman que de la reducción del sector público de la economía pasó del 80% al 50% de 1979, año de la Revolución en el que comienza un proceso de nacionalización de la economía a 2009. En general, la República Islámica ha conseguido una soberanía económica que ha garantizado importantes avances sociales y un cierto desarrollo, a pesar del desgaste de la guerra con Iraq durante los años 80 y las sanciones económicas: aumento de la población universitaria, siendo las mujeres el 70% de estudiantes de carreras científicas; o un sobresaliente desarrollo científico en diferentes sectores como el aeroespacial, o en medicina destacando la investigación de células madre o la clonación. También cabría destacar en el haber de la República Islámica la espectacular reducción de la pobreza más extrema - especialmente desde el final de la guerra con Iraq y a pesar de las sanciones-, reducción de la mortalidad infantil, etc.

La legislación laboral iraní prohíbe e impide la formación de sindicatos. En Irán sólo se aceptan los consejos laborales islámicos; son organizaciones tripartitas que agrupan al Ministerio de Trabajo, los empleadores y algunos trabajadores seleccionados sobre la base de sus lealtades y sus afiliaciones religiosas.

Una cuestión muy importante que también es objeto de malas interpretaciones es el papel de Irán en la región y la consideración de meros peones a los movimientos chiíes políticos o políitico-militares, empezando por el Hezbolá libanés y terminando incluso por el movimiento Ansarolá del Yemén. Evidentemente, que movimientos políticos con la misma orientación se relacionen o que unos se inspiren o incluso copien a otros no debería confundirse con que unos impongan una línea política a otros o que unos estén subordinados a otros. El éxito del Hezbolá libanés como movimiento político sería impensable sin una autonomía que ha sido clave en una lectura acertada de su realidad concreta, por ejemplo, las alianzas de Hezbolá con partidos laicos como los nacionalistas pansirios del PSNS o incluso con el Partido Comunista en determinados momentos –al inicio de la formación de la Alianza 8 de Marzo-, sería impensable desde el punto de vista de la revolución islámica iraní, aunque, por otro lado, si Irán ha tenido un socio estable y seguro en la región ha sido la oficialmente laica República Árabe Siria, liderado por el panarabista Baaz. Por su parte los yemeníes de Ansarolá han tejido alianzas con panarabistas de corte baazista y nasserista.

Si algo debe tener claro el antiimperialismo es que por muy cuestionable que pueda ser la República Islámica de Irán en cuanto a derechos políticos y sociales o en su modelo económico, los imperialistas occidentales nunca serán garantes de cambios o de una evolución positiva, todo lo contrario ¿se acuerdan de cuando los EEUU decían en el 2001 que entre sus propósitos para atacar Afganistán estaba la liberación de las mujeres?, ¿dónde quedó la liberación de las mujeres afganas?, ¿de verdad está interesado el imperialismo en los derechos laborales de la clase obrera iraní y porque puedan constituir sindicatos que defiendan sus derechos? Volvemos al leitmotiv imperialista: su objetivo es la recolonización de países soberanos y su dominación, lo demás, los derechos democráticos y las libertades, son elementos a utilizar a discreción y conveniencia para conseguir dicho objetivo.

El anticomunismo de la jerarquía chií iraní es de sobra conocido, no solo los EEUU es el Gran Satán, sino que la desaparecida Unión Soviética también lo era y al mismo rango que los EEUU. Esa misma jerarquía se alió en un primer momento al Tudeh (Partido Comunista) para poco más tarde perseguir a sus militantes y masacrarlos vilmente como ocurrió en 1988, cuando Khomeini ordenó la ejecución masiva de “izquierdistas” y “apóstatas” encarcelados, casi todas las fuentes apuntan a miles de ejecutados, entre 2500 y 5000 prisioneros. Se estima que cerca de mil podrían haber sido militantes del Tudeh, entre otros militantes de organizaciones de izquierdas como los fedais, guerrilleros de tendencia guevarista y/o maoísta. Se puede entender que con estos antecedentes, elTudeh no caiga, como ha hecho recientemente en su comunicado por el asesinato de Soleimani, en igualar las responsabilidades de los EEUU y de la República Islámica, pero realmente, ¿es una postura correcta? Desde el respeto y la humildad pensamos que, en última instancia, posiciones como esas, acaban beneficiando la agresión imperialista.

No pretendemos embellecer la República Islámica de Irán y ni mucho menos despreciar el sufrimiento de personas víctimas de opresiones, pero si queremos entender fuera de la óptica y de los relatos unidimensionales de los medios del imperialismo qué está ocurriendo en Irán y en la regióny abrir un necesario debate en el campo antiimperialista e internacionalista.

 

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