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Estado español :: 12/02/2020

¿Puede un Borbón decir la verdad?

Arturo del Villar
¿No ven todas estas actuaciones los diplomáticos acreditados? Seguro que sí, pero opinarán que es un asunto nuestro. Y es cierto.

Con el boato medieval anacrónico, alabarderos incluidos, el pasado 5 de febrero de 2020 el Palacio Nacional reunió a los embajadores acreditados, para que su majestad el rey católico Felipe de Borbón les leyera las ideas sobre España que le pasó el escriba real para su discurso protocolario. Como si los embajadores no dispusieran de villarejos y otros tipejos semejantes a su servicio, que les cuentan lo que no se comenta en los medios de comunicación, incluidos los desencuentros entre la familia irreal.

Leyó el señor Borbón, con ese tono campanudo que adopta en las ceremonias solemnes, que “España proyecta al mundo su realidad actual de país moderno, democrático y avanzado, una sociedad plural, tolerante y solidaria”. Miente: este país es medieval, fascista y retrógrado, sometido a la autoridad indiscutible de la Iglesia catolicorromana. En este reino se castiga con multa y cárcel cualquier comentario sobre la familia irreal que los jueces consideren “ofensas a la Corona”, delito del que se acusa reiteradamente a cantantes individuales o grupos juveniles. Algunos se han exiliado para evitar el encierro en la mazmorra borbónica, pero otros padecen ahora mismo la condena debida a su insolencia, por referirse a los reyes sin darles tratamiento de majestades. He publicado varias veces la relación de los culpados, por lo que no la repito ahora, pero si alguien no la conoce se la enviaré con mucha indignación.

También leyó el señor Borbón que “La protección y la promoción de los derechos humanos continuará como un elemento vertebrador y definidor de nuestra acción exterior”. Pues podía empezar haciéndolo en el interior, ordenando a sus fuerzas brutas policiales que no carguen contra los manifestantes con su bestialidad habitual y sus armas de combate. Unas armas que dejan ciegos a manifestantes pacíficos que se echan a la calle para reclamar libertades comunes a todos los países verdaderamente democráticos, que por eso aquí nos están vedadas. Se ha denunciado muchas veces el trato vejatorio recibido por los detenidos, pero a los jueces servilones no les constan las torturas en las comisarías.

La Carta de San Francisco

Continuó leyendo el señor Borbón: “En 2020 conmemoramos el 75 aniversario de la firma en San Francisco de la Carta de las Naciones Unidas.” Efectivamente, la reunión preparatoria tuvo lugar el 25 de abril de 1945, y a ella remitió un muy largo y documentado memorándum la Junta Española de Liberación, en el que recordaba a las naciones participantes que “El falangismo español es creación del nazismo alemán y del fascismo italiano. Sería insensato que las democracias lo toleraran y, además, le amparasen”. Se ve que el escriba de la filípica desconoce la historia, porque en otro caso no osaría recordar a los diplomáticos que la Conferencia de San Francisco condenó al régimen dictatorial español, del que es continuadora la actual monarquía fascista.

El 19 de junio se celebró la reunión, en la que el delegado de los Estados Unidos Mexicanos hizo un persuasivo discurso acusador de la dictadura instalada en España, con declaraciones tan vigorosas como que “Centenares de millares de héroes que lucharon y combatieron en España por la causa de la democracia fueron, en realidad, los primeros aliados de las Naciones Unidas”.

La primera Asamblea General de las Naciones Unidas se inauguró en Londres el 10 de enero de 1946. El 8 de febrero quedó aprobada por 42 votos a favor y dos abstenciones, una proposición, presentada por la delegación de Panamá, en la que se instaba a todos los países participantes a no mantener relaciones diplomáticas con la dictadura española, por haber sido impuesta al pueblo por los regímenes nazifascistas derrotadas en 1945 por los Aliados. Vamos a esperar a ver de qué manera conmemora ese acontecimiento el actual régimen español.

La monarquía fascista

Pese a todas las condenas internacionales, la dictadura fascista se mantuvo en el poder gracias a un sistema tiránico y genocida, que convirtió a España en una inmensa cárcel, vigilada por la terrorífica Brigada Político Social. En 1969 el dictadorísimo decidió perpetuar el régimen después de su muerte, y para ello propuso a Juan Carlos de Borbón como sucesor suyo a título de rey, si le juraba lealtad a su persona y fidelidad a sus leyes ilegales. Así lo hizo el designado el 23 de julio, y quedó proclamado sucesor, sin que los esclavos de la dictadura pudiésemos opinar nada sobre el tema, y sin que las Naciones Unidas salieran en defensa de nuestras libertades conculcadas. La llamada guerra fría protegió al dictadorísimo, proclamado por sus turiferarios el Vigía de Occidente contra el Comunismo, y la Iglesia catolicorromana lo condecoró con la Orden Suprema de Cristo.

El dictadorísimo aclaró en un discurso que no restauraba la dinastía borbónica, sino que instauraba la monarquía del 18 de julio, por el día de su rebelión contra el sistema constitucional legítimo. Y así se perpetúa la dictadura fascista en la monarquía fascista, sin que los vasallos del rey podamos expresar nuestra opinión, porque se nos niega la celebración de un referéndum.

Y los audaces que osan componer una canción, redactar un comunicado, trazar un dibujo alusivo a la familia irreal, o simplemente quemar en público una fotografía del monarca, son denunciados como terroristas y condenados si no logran exiliarse a tiempo. Tal es la democracia entendida al borbónico modo. ¿No ven todas estas actuaciones los diplomáticos acreditados? Seguro que sí, pero opinarán que es un asunto nuestro. Y es cierto.

Política norteafricana

Es resaltable el olvido, o no, del escriba, al hacer decir al señor Borbón que mantiene buenas relaciones con los países vecinos del norte de África. En primer lugar, leyó a los diplomáticos una inmensa falsedad, al recordar que “El viaje de Estado que realizamos a Marruecos en febrero del año pasado supuso un nuevo testimonio de la tradicional amistad que une a nuestros dos países”. Miente el señor Borbón, seguramente por ignorancia. Las relaciones entre España y Marruecos fueron durante el siglo XIX y el comienzo del XX de guerra sin cuartel.

Simplemente con citar el conocido como desastre de Annual se demuestra que el conflicto armado causó la muerte de un número nunca contabilizado de reclutas españoles, mal alimentados, peor vestidos y carentes de armas y municiones, sin ningún interés en aquella guerra colonial organizada para defender los intereses financieros del Borbón entonces reinante. Esos españolitos sacados a la fuerza de sus hogares, estaban obligados a enfrentarse a los independentistas marroquíes fanatizados por alcanzar la libertad para su tierra, bien alimentados, vestidos y armados.

Entre España y Marruecos ha habido históricamente un odio profundo, con un componente religioso también. Así lo demuestran los horrores cometidos por sus combatientes, lo mismo en Marruecos que después en la península, cuando los militares monárquicos sublevados los trasladaron aquí, para utilizarlos como carne de cañón contra los milicianos republicanos. Una de sus gracias consistía en fabricarse collares con los ojos de los milicianos muertos, y colgárselos al cuello: así desfilaban en los territorios conquistados ante las autoridades fascistas y sus colegas los clérigos, que los bendecían a base de hisopazos, mientras aplaudían las mujeres todavía con la mantilla entonces obligatoria para entrar en un templo catolicorromano.

Continuando con su alusión al norte africano prometió el señor Borbón que “España continuará estrechando las relaciones bilaterales con Argelia, y le acompañará en la nueva etapa histórica que acaba de iniciar, e intensificará la cooperación con Túnez”. Ni una alusión siquiera a la República Árabe Saharaui Democrática, traicionada por España, que no permitió su descolonización, en la más vergonzosa actuación del Ejército español, pese a estar reconocida por 82 países: los conceptos república y democrática levantan ampollas en la borbonería.

Pero queda constancia histórica del inmenso ridículo hecho por Juan Carlos de Borbón, cuando el 2 de noviembre de 1975, en funciones de dictadorísimo suplente por enfermedad del titular, viajó a El Aaiun para garantizar a la guarnición militar española que cumpliría todos los compromisos políticos adquiridos con los saharauis. Cuatro días después la llamada “marcha verde” organizada por el tirano de Marruecos, cruzó la frontera del territorio administrado por España. Y el 18 las Cortes fascistas aprobaron la descolonización del Sahara, entregándoselo a Marruecos. Es sabido que la palabra de los borbones no vale nada. Pero esto o lo ignora el escriba real o prefiere no tocarlo. ¿Qué pensarán los diplomáticos acreditados en este reino tan insólito? Seguramente dirán que no les pagan para pensar.

 

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