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Estado español :: 15/02/2020

Los fusiles de la Madre Carrar

Maité Campillo
El mejor discurso no son las palabras, la palabra es pomposa y hueca cuando no se acompaña de actos, el mejor discurso del dramaturgo alemán fue la respuesta, la acción

El mejor discurso no son las palabras, la palabra es pomposa y hueca cuando no se acompaña de actos, el mejor discurso del dramaturgo alemán fue la respuesta, la acción, Los fusiles de la Madre Carrar.

En un texto escrito a finales de los años veinte Brecht afirmó:

La opresión es casi siempre una cosa concreta, puesto que es una actividad y, como tal, algo limitado; por contra, el deseo de libertad es más general. Así, resulta a menudo difícil descubrir dónde se halla exactamente la opresión que hace nacer el deseo generalizado de libertad, es decir, la opresión que hemos definido como concreta y con cuya eliminación desaparece el deseo general de libertad y aparece una libertad concreta>. Sólo la eliminación del mecanismo concreto que produce la opresión conducirá, pues, al nacimiento de una libertad concreta, a la seguridad absoluta de que al menos esa situación opresiva ha sido superada. Así, una acción o unas acciones que atentan de manera evidente contra la libertad de expresión suscitarán un movimiento solidario en la base, y ese movimiento de lucha tenderá al restablecimiento de una libertad concreta a través de unas consignas generalizadas o concretas a los síntomas o a los resultados más visibles de la opresión (Mejores o peores, era lo mismo: la bota que nos pisa es siempre una bota. Ya comprendéis lo que quiero decir: no cambiar de señores, sino no tener ninguno).

Los Fusiles de la Madre Carrar se encuentran escondidos tras la muerte del combatiente marido en un intento de preservar sus hijos, de aislarlos del crimen que predomina, de la destrucción de su familia. El mayor pesca, pasó asumir la responsabilidad del padre para poder alimentar su familia, consciente de la perdida sufrida encaja la desazón sobre la supervivencia que oprime a su madre, pero su instinto de la justicia, le involucra en los hechos históricos. Obra inspirada en la ‘desbandà’ (escrita por el dramaturgo alemán Bertolt Brecht). La escena transmite el oxígeno que se respira tras el golpe de estado a la República, vuelca los hechos sobre una casita humilde de pescadores donde vive Teresa Carrar con sus hijos. Uno de ellos, el mayor, tras la muerte del padre se involucra de lleno en su defensa pasando armas a los voluntarios. La madre inquieta por el presentimiento que la acorrala, brota sobre sus labios doloridos consejos y moralejas con la esperanza de que cuajen en sus hijos: ‘Quién recurre a la espada será muerto por una’. De esa manera creía poder defenderlos de la fiera del exterminio; a los pocos días traen a casa al hijo mayor muerto y el nudo desgarrador interno que venía sujetando en silencio comienza a salir de su guarida.

El silencio se hizo grito, desgarra justicia, lealtad, desata gargantas, convoca a luchar y empieza otra historia. Historia en complicidad unida a los suyos, unida en ese antes y después como respuesta a las matanzas, a la hambruna, a la destrucción de sus sueños e ideales. Desde el abismo que fue tejiendo su silencio profundo, sobre el nuevo impacto feroz recibido, percibe la mirada de los codiciosos ojos de la rapiña destruyendo a los seres humildes de su pueblo, devorando su propio equilibrio, su casa, su familia. Surge de súbito la náusea, el odio en un intento de asentar firme sus convicciones. Reafirma su posición ideológica entre la desesperación y la impotencia, brota como cascada desatada frente al crimen en recuerdo de su hijo y del compañero de su vida. Avanza Teresa Carrar el recorrido de sus reflexiones internas superando el silencio, matando el silencio. Va tomando iniciativa, ensancha pecho el oxigeno que transmite a sus pulmones, creyó poder salir adelante, defender su casa y sus hijos, aunque el impacto recibido es demoledor e insufrible no se estanca ante el dolor. Es la hora, llegó la hora de detener el terror, por encima de la lluvia y por debajo de los truenos escucha la voz de su interior. Carrar se dirige al frente con sus hijos. Un impulso interior la arroja a detener el huracán del crimen.

Decide coger el fusil, los fusiles de los caídos, los que guardaba aislando de ellos a sus hijos, e ir con ellos al frente, a vivir o morir luchando desde la vida nunca desde la muerte (Escrita en la primavera de 1937). Un día cualquiera, de abril, nos encontramos en una casa de pescadores andaluces; en ella se ve a Teresa Carrar cociendo pan, en un rincón de la habitación blanqueada hay colgado un crucifijo grande negro, junto a una ventana abierta se encuentra José, de quince años, tallando un taco para las redes. Lejano retumbar de cañones… Línea de pueblos que bordean la carretera de Málaga a Almería -hasta el núcleo final de Motril- donde se fija la frontera entre los dos bandos. Obra inspirada en la huida. “La desbandá”. El dramaturgo tuvo noticias del éxodo masivo, crea la obra metiéndose de lleno en la piel de los pueblos acribillados impunemente e imagina horrorizado la gran matanza que plasmó sobre el éxodo que provoca la caída de Málaga: genocidio que siguió a la caída de “Málaga la roja”. Teatro revolucionario como respuesta de un dramaturgo de vanguardia. Bertolt Brecht se revuelve enérgico en una reacción propia de su instinto ideológico inquebrantable en lucha contra el militarismo fascista. Obra que le implica en la defensa, República, es su respuesta; unido a su “guerra justa” de liberación acelera el vuelo de su denuncia internacional. Desata en ello su repudio a la “neutralidad” a la “no intervención”. Ha sido durante años la obra más representada de Brecht en la República Democrática Alemana.

La eficacia didáctica: el teatro es un arma… A la que algunos de sus militantes nos hemos agarramos como extensión de lucha entroncada burlando la clandestinidad. El secreto de la eficacia de Brecht residió en su enraizamiento, dentro de una realidad histórica y cultural: a la caza de esa libertad concreta. Bertolt Brecht tenía 39 años. Reside en Francia en el año en que se toma Málaga en febrero de 1937. Estrena la obra en octubre de ese mismo año en un teatro parisino; trágica coincidencia para la denuncia el marco de un país que remató su degüello sobre campos de concentración y, que su antifascismo militante, ayuda a liberar de la bota nazi. Sobre el elenco se encuentra la compañera de Brecht, la actriz Helene Weigel, como protagonista. Teatro itinerante de las condiciones de vida de campesinos y pescadores en retrato impactante, cuadro emotivo de denuncia que encuadrada la tensa atmósfera bélica a la que fueron sometidos. Los fusiles de la Madre Carrar, redactada en tiempo récord a forma de respuesta puntual en un solo acto. Es la historia a grandes rasgos de una madre aterrorizada en la que se apodera el pánico aferra a sus hijos, tras las ventanas de la casa, un golpe de estado militar se impone a fuego sembrando el terror.

Año 1928, poco antes de la crisis económica mundial y mientras se gestaba el ascenso definitivo del fascismo. Brecht expresa su opinión sobre el militarismo fascista, en un texto que, como otras reflexiones políticas brechtianas se sitúa por encima de su tiempo concreto. Enero de 1933, obra de Brecht: La decisión (Die Massnahme) es prohibida en Erfurt. 28 de febrero del mismo año, al día siguiente del incendio del Reichstag: Brecht, abandona Alemania. El 10 de mayo ante la Opera de Berlín, sus libros arden en una gran hoguera junto a la de otros autores “malditos”. Dos años más tarde en junio de 1935, pierde la nacionalidad alemana, y escribe dos de sus textos más lúcidos sobre la “verdad” que hay que oponer a la opresión del fascismo: La intervención en el Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura y las Cinco dificultades al escribir la verdad. En el primero de estos dos texto afirma: “Aquellos de nuestros amigos que están horrorizados como nosotros por las crueldades del fascismo, pero que quieren mantener las relaciones de propiedad o se muestran indiferentes ante su conservación, no pueden luchar el tiempo suficiente ni con la suficiente fuerza contra la barbarie creciente, porque no pueden proponer ni ayudar a promover las condiciones sociales que harían innecesaria la barbarie”. En el cabaret berlinés La escena salvaje (Die wuilde Bühne), Brech protagoniza en 1922, una anécdota significativa de su anhelo de “concreción de la libertad”. Él mismo, acompañándose a la guitarra cantó su ‘Leyenda del soldado muerto’, con música propia. La intervención de Brecht provocó un gran tumulto, volaron botellas de cerveza lanzadas por veteranos del Ejército alemán. La crítica que el dramaturgo hizo al Ejército, era una crítica sin retórica, sin nostalgias ni desesperaciones expresionistas asimilables por el poder, era un ataque frontal de mortífera precisión.

España no es una realidad es un esperpento en desdoblamiento de máscara de todos. Es la impunidad, el despotismo arrogante incrustado… ¡Oooh,Valle Inclan!¡Temprano te visitó la luna ciega a ti que no perdiste la esperanza de ver que la rabia e impotencia del criado mordiera la mano de ala ancha del señorito que oprime hasta estrangularle!. La revolución que pudo haber sido quedó ahogada entre fronteras, estrangulada entre traidores y por el más fino de los asesinos: la miseria. El goteo siguió interminable desde 1939 como la represión y la hambruna. Nuevas sacudidas brotaron inminentes, en 1960, en algunos países de la Europa emergente necesitan mano de obra masiva barata, cambalache tras la escabechina por nombre II Guerra Mundial. Una nueva sombra avanza deslizándose bajo el sol y sobre las penurias más infinitas hacia los países fríos de Europa. Una incalculable hilera humana en desafío al hambre y a la dictadura que no cesó de matar. Desfiló entre lágrimas de nostalgia, de rabia, maleta en mano, cajas de madera y cartón atadas con un cordón rumbo a los desconocidos y helados confines de la tierra en espera de una mejor vida, ansiosos de que por una vez les lloviera la buena suerte. Pero la buena suerte no llovió para ellos apenitas unas lágrimas logra ubicarles por el mundo. Les esperan moles de fábricas peligrosas donde cada día moría algún que otro trabajador… dormían en barracones o en diminutas piezas insalubres de dos tres o cuatro metros. Hubo un tiempo para el despertar de la palabra, para que la inspiración propia prevaleciera en cine, teatro y otras artes, para que no tuvieran la competitividad oficialista ni complicidad de hoy, donde la cultura se ha convertido en un estandarte mediocre del poder. Hubo un tiempo nuestro, en que éramos nosotros, por eso luchábamos.

Maité Campillo (actriz y directora d` Teatro Indoamericano Hatuey)

 

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