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Estado español :: 23/05/2020

“Os vamos a matar”: un grupo de fascistas agrede a una pareja en Madrid

Pikara Magazine
Sonia y Marcos lo tienen claro: fueron los gritos de sus vecinas y vecinos los que hicieron posibles que el grupo de jóvenes fascistas dejasen de golpearle

Andrea Momoitio.— El paseo de confinamiento, ese que en Madrid solo puede darse de momento a partir de las ocho de la tarde, acabó para Sonia y Marcos (nombres ficticios para preservar su anonimato) a las tres de la mañana en el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz. Parte de lesiones y denuncia mediante. Volvían a su casa, en el distrito de Carabanchel, cuando se toparon con una de las concentraciones, teóricamente improvisadas, que la extrema derecha lleva días promoviendo en muchas ciudades del Estado español. En la Plaza Pedro Almodóvar, decenas de personas se concentraban para pedir la dimisión del Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos con banderas españolas y cacerolas. El camino a casa de esta pareja fue interrumpido por un: “¡A por ellos!”.

Sonia y Marcos corrieron sin saber con exactitud qué estaba pasando: “No sabía si me estaba montando una película”, dice ella desde el otro lado del teléfono. Los golpes que el grupo de fascistas propiciaron a su pareja evidenciaron que no estaba equivocada. “Os vamos a matar”, decían, mientras Marcos era golpeado. Ha salido, dentro de lo que cabe, bien parado de esta agresión, que demuestra que el alboroto que está provocando la extrema derecha en el Parlamento español tiene consecuencias directas en la calles. El parte de lesiones recoge, sin mucha literatura, el final de esta historia. No fue fácil recibir la valoración médica. Acudieron a dos centros de salud de urgencia, cerrados por la crisis de la Covid-19, antes de ser derivados a un hospital privado con el que la Consejería de Sanidad firmó un “acuerdo millonario” con una duración de 30 años.

Jule Goikoetxea, filósofa y profesora de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, asegura que nos enfrentamos a una lógica previa al confinamiento: “Las cuatro elecciones al Congreso español ya demostraban una polarización de la sociedad. La gente se está organizando para demandar acciones más radicales de las que se venían demandando en los últimos 20 años”. Este proceso de polarización está relacionado, en algunos casos, con la extensión de la pobreza, con las privatizaciones, con el enfado que producen las políticas neoliberales, los recortes. En otros, se resume como pérdida de privilegios. “Ante estas pérdidas se refuerzan las ideologías que ya convivían en la sociedad, pero que, por determinadas circunstancias, llevaban décadas aceptándolas en las estructuras políticas y el sistema económico”. Ahora, ante la pérdida de confianza democrática, tanto en el sistema como en las instituciones, la sociedad se radicaliza: “Volveremos a tener grupos armados en Europa, vinculados a la extrema derecha”, dice Goikoetxea. “Esto va para largo –sigue– porque es algo estructural. No es un hecho concreto, es un cúmulo de decisiones políticas que se han tomado en Europa en las últimas décadas”.

El ambiente está especialmente crispado en Madrid. Violeta Assiego, abogada, cree que la situación no extrapolable a otros territorios, pero sí muy preocupante: “La Comunidad de Madrid es ahora mismo el baluarte de la extrema derecha, que está provocando una escalada de violencia contra todo lo que puede representar el sanchismo y Podemos. Están tratando de provocar una revuelta, en palabras literales de Abascal”. Las vecinas y los vecinos que están saliendo a las calles en Madrid parecen totalmente entregados a un discurso que asegura que el Gobierno está vulnerando derechos y limitando libertades. La gente está abrazando ese discurso para defender lo suyo y está sirviendo de cortina de humo para que haya grupos radicales, organizados, que se infiltran entre esa multitud de votantes de derecha para elevar el tono”. La crisis económica a la que nos enfrentamos, que deriva no solo de la crisis sociosanitaria de la Covid-19, sino que está completamente atravesada por las políticas neoliberales que llevan años aplicándose en Europa, favorecerá, aún más, el extremismo de la derecha en todo el mundo: “Están llamando a la revuelta, al golpismo; buscan generar un estallido social, una inestabilidad política que permita que gobierne la derecha. Tienen una estrategia clara, a nivel mundial. Cuentan con financiación, con parte del poder económico. Nos enfrentamos a un Goliath, pero también hay un David”.

“Nos salvaron los vecinas”

El David son todas esas vecinas que se están organizando para hacer frente al fascismo. Sonia y Marcos lo tienen claro: fueron los gritos de sus vecinas y vecinos los que hicieron posibles que el grupo de jóvenes fascistas dejasen de golpearle. Uno de ellos, además, pudo grabar a los agresores. La abogada Violeta Assiego tiene claro que es precisamente ahí, en la resistencia vecinal, donde tenemos que poner el foco, aunque nos falta “la versión política, que potencie y lidere el movimiento de cuidados que puede contrarrestar la ideología fascista que está tomando forma en la calle”. Necesitamos, en torno a los cuidados y a los barrios, una movilización que ponga en valor otra fórmula de afrontar esta crisis. Frente a las banderas y las cazuelas. “Están, por un lado, los que defienden sus privilegios y salen a la calle pasando por alto el ordenamiento jurídico, los que se pasan por alto las pautas de convivencia que garantizan la salud de todas las personas. Ellos priman sus ideas por encima del bien común. Por otro lado, hay muchísimas redes vecinales que están privando lo colectivo por encima de cualquier otra cosa”. El movimiento feminista puede ser ese eje vertebrador: “No aceptamos violencia en nuestros barrios. Estamos fuertes. La violencia fascista es violencia patriarcal, racista, LGTBfóbica”.

Pablo Santos vive en Carabanchel y forma parte de los movimientos vecinales del barrio. Lamenta que las protestas están llegando a los barrios con mucha fuerza en muy poco tiempo: “Diría que hemos tenido dos fases. Primero, las protestas en uno de los barrios más ricos, probablemente, de España. La gente rica protestando, pues fenomenal. Claro que me preocupa y está alentado desde las élites políticas, pero son los que son. Me parece bien que el conflicto de clases se evidencie, pero el problema es que este ciclo de protestas está aterrizando en los barrios de manera más organizada. La gente tiene miedo y la patria se presenta como una garantía de supervivencia, pero España son los servicios públicos y las vecinas saliendo a la calle. Tenemos que insistir en eso y construir un nuevo marco antifascista desde otros paradigmas”. ¿Por ejemplo? La plataforma del Orgullo crítico o las redes del vecindario. Fueron precisamente los gritos de las y los vecinas alertaron a los fascistas: “¡Vámonos!”, gritó uno de ellos. No volváis nunca.

 

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