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Països Catalans :: 10/02/2021

14F. Matices

TrinCHEra - Organización Obrera Popular Revolucionaria

Escribíamos en el artículo de coyuntura el pasado 12 de enero, en relación con el contexto en el que se convocan las elecciones catalanas del 14F y las posibles salidas que nos encontraríamos: el pacto interburgués, la persistente confianza de la pequeña burguesía en el parlamentarismo, la desaparición de la confrontación con el Estado hasta casi desaparecer, por lo menos en lo visible y desde luego en las calles. ¿Nos encontramos frente a una balsa de aceite en lo político, que puede durar años? Quizás sí, quizás no tanto. Hay otros factores a tener en cuenta y vale la pena hilar fino a la hora de bosquejar qué nos podemos encontrar en los próximos meses y años. A diferencia de nuestra costumbre a la hora de exponer nuestro pensamiento, en vez de partir de lo general hacia lo particular, hoy invertimos la exposición, que no el método de análisis.

1. Una frágil gobernabilidad en el Estado Español

Consideramos que las distintas fracciones de la burguesía han llegado a un acuerdo no hecho público con el objetivo de reforzar su unidad, comprometida por la crisis y las contradicciones que trae el 14F y sin embargo absolutamente necesaria para gestionar la crisis en medio de una pandemia fuera de control. Es esa nuestra lectura del consenso alcanzado para prolongar los ERTEs hasta mayo, aunque en sí el pacto esté abierto a ajustes según sean los resultados electorales de este domingo.

Si en 2008 se produce una ruptura del arco parlamentario, hoy constatamos una recentralización basada en la razón de estado, es decir, en salvar al capitalismo y defender a rajatablas la propiedad privada y el enriquecimiento de los de siempre. Pero eso no quiere decir que se hayan superado las rencillas interburguesas. El comportamiento de los partidos con representación parlamentaria así parece indicarlo. Exponemos nuestra lectura de tendencia, aunque evidentemente, es imposible tener certezas hasta no tener los resultados finales de las elecciones y su traducción en coaliciones en el Parlament.

En cuanto al PP, vemos una estrategia de juego a dos bandas. Por una parte, de forma discreta, sectores del partido mantienen una línea de no agresión, como sucede con el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, de corte moderado a pesar de gobernar en coalición con Ciudadanos y con el apoyo de VOX. Por otra parte se mantiene una línea de desgaste del gobierno actual, extrema y rebelde, que tiene como cabeza visible a Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, que desempeña un rol muy parecido al del Aznar que consiguió la presidencia del Gobierno en 1996.

En relación con la cuestión catalana, a pesar del acercamiento de grandes sectores de la burguesía catalana (articulados en torno a ERC, PdeCat y PNC) a posiciones pre-Procès, durante la aprobación de los presupuestos se pudo constatar que las reticencias al centralismo persisten. ERC se negó a dar su voto a favor y salió de estampida. La propuesta de gobernar en un Frente amplio, aunque inviable en la realidad, denota la voluntad de no perder capacidad de oposición a Madrid tras las elecciones. De hecho, que la fecha de las elecciones no se atrasase más debido a las condiciones sanitarias, hace sospechar una voluntad por parte del Gobierno central de superar la actual inestabilidad en el Govern y hacer que Catalunya, que cuenta con un gran tejido industrial y de grandes empresas, vuelva al redil.

Finalmente en lo referente a Podemos, el conflicto con ERC sirvió para empezar a hacer visibles las diferencias y límites del gobierno de coalición. El PSOE ha intentado aislar a Podemos gracias a acuerdos con Bildu y Ciudadanos y manteniendo negociaciones con ERC. Podemos por su parte ha visto como merma su influencia debido al desgaste de formar Gobierno con “la casta”. El resultado de las elecciones, si son tan negativas para Els Comuns como anuncian las encuestas, puede ser el primer paso hacia la debacle del Gobierno de coalición tal y como lo conocemos ahora.

2. El rol de Bruselas

Hace ya años que la línea económica que se aplica en el Estado Español se decide en Bruselas. Y Europa está jugando una baza distinta de la que utilizó en la crisis de 2008. En aquel momento se aplicó la austeridad y la obligatoriedad de las reformas, incluyendo la modificación de la Constitución en el famoso artículo 135 que pone la estabilidad presupuestaria por encima de todo lo demás. Esta forma de proceder llevó a protestas de diferente intensidad. En el Estado fue el 15M, del que se cumplirán 10 años en mayo, pero explotaron también en otros países como Portugal y Grecia, los más damnificados por esas políticas, con un marcado discurso anti-UE.

El cambio en la estrategia de las instituciones europeas habla de un aprendizaje de la experiencia anterior. Bruselas en vez de austeridad prodiga ayudas, en realidad, préstamos, para acompañar la obligatoriedad de las reformas. Por supuesto que esos préstamos llevarán necesariamente a un conflicto en el futuro, cuando se tengan que devolver, cosa imposible como es sabido. Pero las reformas ya habrán sido aprobadas y algunas ya se estarán aplicando en medio de la mayor tranquilidad. Nuestra lectura es quela subordinación y el consenso es enorme. En el Estado la crítica se dirige a Sánchez, pero nunca a Bruselas, que no aparece siquiera en los discursos más encendidos.

Más aún. Bruselas mantiene un pulso con aquellos Estados que a su entender sufren una “deriva autoritaria” que le hace erigirse como paladín del Estado de Derecho. Las medidas de los gobiernos de Hungría y Polonia con el objetivo de aplicar cambios de profundidad a las instituciones para ponerlas al servicio de la mayoría coyuntural se han encontrado con la feroz oposición de Bruselas. El veto de estos dos países a los Fondos de recuperación fue doblegado por la UE y los fondos desbloqueados. Es nuestra lectura que la UE no pretende dar un salto hacia formas de Estado dictatoriales, lo que no quiere decir que la represión y el autoritarismo no vayan a crecer.

El experimento europeo sigue siendo incierto. Cuando la crisis financiera mundial enfatizó las contradicciones en el euro (es decir, una política monetaria común sin autoridad fiscal común), muchos predijeron el final de la moneda. Sin embargo, el euro sigue vivo. Las crisis que amenazan la supervivencia de la Unión son inevitables, pero el colapso no lo es. De hecho, las crisis se han usado para fortalecer la “integración” en formas que la resistencia política haría imposible de otro modo.

3. El contexto internacional

El panorama internacional viene marcado por la división y el conflicto en el seno de EEUU, la elección de un Gobierno belicista en la aun primera potencia y la creciente fortaleza y hegemonía de China. El rol de EEUU en los años que vienen estará determinado por la manera en que se solucione la cuestión al interior, si efectivamente desemboca o no en una guerra civil, pero independientemente de ello, volveremos a ver intervenciones armadas en terceros países, cosa de la que se abstuvo Trump durante su mandato, aumentando la inestabilidad en un contexto ya de por sí volátil.

El recurso a las intervenciones armadas no quitan lo que ya es una evidencia: EEUU pierde por momentos su hegemonía. La tan cacareada llamada al “Gran Reinicio”, oficialmente impulsada por el Foro Económico Mundial para reconstruir la economía tras la pandemia, apareció ya en prensa capitalista (en el Financial Times, ni más ni menos) a finales del 2019, como un tirón de orejas a los sectores financieros que se habían enriquecido “demasiado” y un intento de volver a un capitalismo joven, prometedor y creador de riqueza. Una vuelta a un pasado ya muerto, el de la edad de oro del imperialismo norteamericano.

China por su parte ha consolidado su presencia en África y ha hecho pie en Latinoamérica, posee un 17% de la deuda estadounidense, ha firmado un tratado de libre comercio con los miembros de ASEAN, ha desarrollado un Banco de Desarrollo de los BRICS como alternativa al FMI o al Banco Mundial y apuesta por un proyecto de infraestructuras multimillonario llamado Belt and Road Initiative (BRI) que le permitirá intervenir en varios continentes, incluida Europa. Estos desarrollos agravarán la tensión entre una China en ascenso y un EEUU de capa caída. No es descartable un conflicto abierto entre ambos países a largo plazo, si la primera potencia no implosiona antes. Sin embargo, no será antes de que China pueda competir con EEUU en términos militares.

Por su parte ni Europa, ni España, son nada en el mapa del mundo. Europa no tiene ningún tipo de voluntad política propia, de hecho, se debate entre EEUU y China, carente de iniciativa propia, de fuentes de energía que le permitan ser autónoma, de cohesión entre los Estados y de capacidad comercial, militar y tecnológica propia. Europa no es tan fuerte como se pretende y en el caso de una situación de grave inestabilidad, por ejemplo, si naciera un movimiento obrero combativo con capacidad para actuar o bien en el caso de un grave conflicto internacional, como por ejemplo un conflicto abierto entre China y EEUU, que hiciera necesaria para la clase dirigente girar a formas fascistoides, nuestra lectura es que Europa se rompería en dos, incapaz de sostener la contradicción.

4. Perspectivas a futuro y conclusión

El poder está apostando por lograr una gobernabilidad con consenso, si bien no puede renunciar a desarrollar un plan B en caso de que el consenso se rompa o no sea suficiente para contener el malestar. En la situación actual, de tremenda destrucción de capitales, la burguesía no tiene escrúpulos para sacrificar aquellos capitales que producen menos valor, como los servicios, que son quienes están sufriendo el peso de la crisis y, de hecho, el anuncio de que se va a obligar a las empresas de esos sectores a cumplir la ley de contratación, frente al uso de los falsos autónomos, supondrá seguramente su hundimiento.

Es cierto que presenciamos también el surgimiento de capitales nuevos. Aun así, la destrucción de puestos de trabajo es mayor que los que se crean y el resultado será terrible para la clase trabajadora. La reforma laboral que ahora mismo se cuece en Bruselas precarizará aún más las condiciones de la clase trabajadora, en un marco de total destrucción de algunos sectores capitalistas. En esta situación asfixiante para los trabajadores no esperamos de Podemos más que por defender la opción menos mala, uniéndose una vez más al poder, como ha venido haciendo.

A pesar de la falta de organización de la clase trabajadora, es de prever un aumento de la conflictividad, aunque sea espontánea, confusa y por reivindicaciones parciales. La situación puede volverse explosiva rápidamente. Pero, como argumentábamos en el artículo anterior sobre el 14F, el movimiento obrero está desorganizado y la pequeña burguesía presa de las ilusiones democráticas burguesas. Nada parece indicar la necesidad hoy de desarrollar una fuerza de masas fascista a la manera de los años 30 para garantizar “el orden y la ley” de la explotación capitalista.

Sin llegar al fascismo, prevemos la profundización de la represión y autoritarismo hasta los mismos límites del Estado de derecho, pero siempre manteniendo una apariencia de libertad facilitada por el desarrollo tecnológico, con el objetivo de mantener inoperante a una población acostumbrada a la subordinación. Una especie de táctica de “el palo y la zanahoria”. Si no hay un planteamiento de lucha más general y radical, seguiremos presenciando conflictos aislados que podrán ser acallados con represión parcial como está sucediendo ya. Las concesiones a las reivindicaciones acabarán por desaparecer como es ley en medio de las crisis.

En el ciclo económico de pérdidas que comienza, la burguesía necesita ganar tiempo, recibir inversiones europeas, reflotar ciertos sectores y volver a poner la máquina en marcha, postergando los conflictos de clase hasta después de ese momento. El sistema no puede satisfacer las necesidades de la gran mayoría y si bien las revueltas espontáneas se pueden controlar y destruir, la posibilidad de aparición de una alternativa en el campo revolucionario, aunque pequeña, tampoco se puede desestimar completamente, sobre todo si nos volcamos a construirla.

Estamos en un momento en que los cambios que necesita aplicar el sistema para subsistir y aplastar toda resistencia aún no están consolidados. Es una ventana de oportunidad para el campo revolucionario, porque si bien nuestras compañeras y compañeros de clase los aceptan formalmente por no haber una alternativa, éstos aún no han sido completamente asumidos, no se han solidificado en esa “nueva normalidad” que nos quieren vender con tanto ahínco, hasta quedar fuera de todo cuestionamiento. Es el momento de intervenir o de prepararnos para un largo periodo de estancamiento de las luchas.

Nuestro compromiso de construcción, desde Trinchera, nos impulsa a hacer un llamamiento a todas aquellas personas o colectivos interpelados por nuestra posición a acercarse. Nuestra propuesta, además de los espacios de base que impulsamos, es crear espacios de debate en torno a lo táctico, que permitan desarrollar una práctica conjunta desde la que poder ir perfilando lo estratégico.

No lo dudes, ponte en contacto!.

 

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