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Pensamiento :: 11/02/2021

Feminismo y juventud

Ardi latza
Hay quienes, desde supuestas posiciones revolucionarias, culpan al feminismo de gran parte de los males que azotan al movimiento revolucionario a nivel global

Es más que evidente que, de alguna manera u otra, el feminismo ha conseguido ubicarse como un tema transversal dentro de los temas de conversación que desarrollamos en nuestro día a día las y los jóvenes. Desde el debate más simple sobre que se opina en relación al 8M, hasta el diálogo más complejo sobre el sexo no binario están presentes en las charlas que mantenemos con nuestros colegas. A la hora de abordar una realidad así cabe preguntarse, desde nuestro punto de vista como militantes revolucionarios, si se trata de un hecho positivo o negativo para el proletariado en su conjunto, y en concreto para los sectores de menor edad.

Nosotr@s, las llamadas generación Y y Z, hijas e hijos del neoliberalismo, del fin de la guerra fría, el triunfo del capitalismo y el mal llamado “fin de la historia”. hemos nacido en una época compleja, que nos sitúa en una posición difícil a la hora de abordar nuestras perspectivas vitales, amén de que en estos momentos somos el colectivo que más sufre la precariedad por antonomasia. Esta realidad nos ha empujado a vivir con la enorme carga mental de no tener grandes esperanzas, de vivir en una realidad que cada vez se nos presenta más negra. Estas malas condiciones socioeconómicas nos llevan a ser más susceptibles a las enfermedades mentales, siendo cada vez más habitual la carga de estrés y ansiedad que sufren una parte cada vez más importante de jóvenes trabajadores. Es indiscutible que un escenario como el que se nos presenta tiene una fuerte implicación en el empeoramiento de nuestra salud mental. A ello cabe sumar quienes, como forma de evadirse, terminan por tomar la salida más “fácil”, dándose al consumo de alcohol y drogas como manera de olvidarse de sus problemas. Una encuesta del Ministerio de Sanidad demostraba que, incluso entre alumnos de primero y segundo de la ESO, el principal motivo para iniciarse en estas prácticas es precisamente evadirse.

Podría desarrollar de manera bastante más detallada el panorama al que nos tenemos que enfrentar cada vez que nos despertamos por la mañana los jóvenes trabajadores, pero no es ese el objetivo del texto. El título del artículo es “El feminismo y la juventud”, y el objetivo no es otro que intentar dar ciertas pinceladas sobre cómo, en esta coyuntura, los jóvenes militantes políticos podemos afrontar el creciente fenómeno del feminismo.

Hay quienes, desde supuestas posiciones revolucionarias, culpan al feminismo de gran parte de los males que azotan al movimiento revolucionario a nivel global. Se tacha al feminismo de burgués y de ser un elemento de desviación y de revisionismo que se inmiscuye dentro de los movimientos populares con el objetivo de extraerles todo su potencial emancipador. Desde esta postura, el feminismo solo podría ser visto como uno de los más grandes enemigos de la clase trabajadora, incluso al nivel del propio sistema capitalista. En ese sentido, hay quienes adoptan el término “dictadura progre” para hacer referencia a un escenario de un dominio cultural de las elites basado en el feminismo, antirracismo, LGTBI, … incluso están quienes legitiman esta postura predicando una especie de dominio cultural, que no económico, de cierta izquierda vinculada a estos movimientos sociales relacionados con todo el desarrollo de la izquierda europea post mayo del 68. Se vendría a establecer una especie de bifurcación entre aquellos que siguen preocupados por los problemas materiales, tales como el paro, la vivienda o las pensiones, frente a quienes, dando por hecho que lo mínimo ya está garantizado, desde la izquierda es preferible centrarse en cuestiones de carácter simbólico, con el objetivo de dar salida a todo este tipo de reivindicaciones que hemos citado previamente. Llegado a este punto cabe preguntarse si, quienes defienden estas posturas, no están sino empleando la tan antigua falacia del hombre de paja para echar sobre el feminismo todos los males que han venido azotando desde hace ya varias décadas a los movimientos comunistas.

¿No es incluso comprensible la desconexión del proletariado con respecto a nosotros, dado el grado de descomposición, sectarismo e inoperancia en las cuales hemos estado sumidos? Es evidente que, en estos momentos, para cualquier chica o incluso chico joven que se inicia en la militancia, resulta de mucho mayor atractivo empezar a militar en, por ejemplo, un colectivo feminista, que no en organizaciones comunistas en periodo de recomposición (y ojalá también de reconstrucción y relanzamiento).

Ante esta perspectiva, ¿qué posición tomar como jóvenes militantes? Como hemos señalado, la salida fácil sería ubicarnos en la posición de tranquilidad emocional y política que nos podría aportar envolvernos en banderas rojas y consignas grandilocuentes, tachando al feminismo de no adoptar todas nuestras demandas políticas, desde la primera a la última. Pero, ¿es esa acaso la estrategia correcta en un momento como este?

Tal y como se afirma en el artículo titulado “Heteropatriarcado capitalista – Capitalismo heteropatriarcal”, el heteropatriarcado le es funcional al modo de producción capitalista de cara a asegurar y estabilizar el régimen de acumulación. Es por ello que entendemos que esta cuestión debe estar en el centro de los planteamientos estratégicos que realicemos. En ese sentido comprendemos que, desde posiciones más cercanas, se venga señalando el difícil equilibrio entre una crítica a lo que podemos catalogar como feminismo institucional, vinculado a ciertas estructuras del sistema que buscan auto legitimarse a través de la apropiación de ciertas reivindicaciones limitadas pero presentes dentro del ideario general feminista, y el alejamiento de posiciones reaccionarias frente al marco actual de lucha de clases. Entendemos que el movimiento feminista, como movimiento eminentemente popular que es, tiene un potencial no solo transformador, sino también capaz de articular una transformación de la actual correlación de fuerzas vigente. Eso quiere decir algo tan simple como que el feminismo tiene la capacidad de jugar a nuestro favor o, por el contrario, ser un elemento de mantenimiento del status quo. Al igual que lo han sido otros movimientos de su naturaleza, nacen haciéndole ciertas críticas al sistema en diversos ámbitos, que en última instancia tienen la capacidad de engendrar incluso una conciencia colectiva con potencial de convertirse en conciencia de clase, ya que una profundización de la realidad social te lleva invariablemente a tener que dar ciertos debates. Es por ello que un alejamiento entre nosotros y el movimiento feminista empujaría, casi de manera definitiva, al feminismo a los brazos del sistema, tal y como hizo antes con otras reivindicaciones. Mientras que nuestra mala situación no es culpa del feminismo, esto sí que recaería bajo nuestras espaldas. Desde la humildad que nos debe caracterizar, somos nosotras y nosotros quienes debemos de agrupar, dentro de nuestro programa, todas aquellas reivindicaciones que nos acerquen al socialismo. Y si el comunismo es el movimiento real que anula y supera al estado actual de las cosas, es evidente que el feminismo tiene el potencial de hacernos avanzar en el camino hacia ese horizonte.

En ese sentido, el movimiento feminista ha conseguido, a través de un trabajo continuado, sacar a gran parte de la juventud de la realidad que antes hemos descrito, dotándoles de herramientas para ser críticos con las injusticias que ocurren a su alrededor. Ningún militante nace aprendido, y es en el proceso donde se va construyendo la conciencia colectiva capaz de construir un movimiento emancipador con potencial de dar la batalla. Si el movimiento feminista nos ayuda en esa ardua labor, bienvenidos sean todos aquellos avances cualitativos que hasta ahora el movimiento comunista no ha sido capaz de llevar adelante. Frente al dogma libertario que enunció el fin de la historia, ha quedado patente que seguimos haciendo camino en la ardua tarea de acabar con un sistema que nos lleva al desastre en todos los niveles.

Seamos inteligentes a la hora de unir a todas aquellas luchas populares que no solo reivindican cosas tan justas como el fin de la violencia machista, sino que también consiguen sacar de la absoluta desconexión política a gran parte de la juventud. Sin esa base, nunca seremos capaces de reconstruir, adaptado a nuestros tiempos, aquello que fuimos en su momento, y seguiremos enquistados en nuestros viejos dramas.

Ardi latza, militante de Herri gorri

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/fW89