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Nacionales E.Herria :: 01/03/2021

Entrevista a Enrique Hoz, secretario general CNT Sindikatua

La Haine - Euskal Herria
"Llevar la libertad de expresión a enjuiciamiento penal es un retroceso de libertades"

Enrique Hoz (secretario general CNT Sindikatua): “Siendo como somos los trabajadores quienes generamos la riqueza de la que se nutre el conjunto de la sociedad, en buena lógica, deberíamos gestionarla”

 Después de cuarenta años con diferentes gobiernos, en algún caso calificados como de izquierdas, por dignidad deberían haber hecho justicia pero se impuso el pragmatismo político que en 1978 vendió y olvidó a miles de militantes antifascistas que yacen en las cunetas

 “La institucionalización sindical conduce al sometimiento de la clase trabajadora para que el Partido ejerza autoridad [...] Para la conciencia de clase trabajadora cualquier Partido es un estorbo”

Individualizar la relación laboral es el escenario ideal para la Patronal y las plataformas digitales facilitan esa individualización.

Llevar la libertad de expresión a enjuiciamiento penal es un retroceso de libertades.

Juanjo Basterra, kazetaria eta m. soziala * E.H

Enrique Hoz, secretario general de CNT de Bilbao, tras pasar por la Secretaria General en el Estado anteriormente, muestra su opinión sobre la actualidad de hoy y ayer. Trabaja en el sector del Metal de Bizkaia, en una fábrica de montajes eléctricos y transformadores con sede en Zamudio y conoce de cerca la lucha. “Siendo como somos los trabajadores quienes generamos la riqueza de la que se nutre el conjunto de la sociedad, en buena lógica, deberíamos gestionarla”, afirma, pero es consciente de que “la institucionalización sindical conduce al sometimiento de la clase trabajadora para que el Partido ejerza autoridad [...] Para la conciencia de clase trabajadora cualquier Partido es un estorbo”. No puede olvidarse del sufrimiento del pasado. “La Memoria Histórica, como tal, se puede decir que no ha visto la luz. [...] La Transición y la Ley de Amnistía de 1977 cerraron las puertas a la Verdad, la Justicia y la Reparación”. Añade que “después de cuarenta años con diferentes gobiernos, en algún caso calificados como de izquierdas, por dignidad deberían haber hecho justicia pero se impuso el pragmatismo político que en 1978 vendió y olvidó a miles de militantes antifascistas que yacen en las cunetas”. Lamenta que “¿cómo puede pasarse de una Dictadura a una Democracia sin más, como quien cruza con toda tranquilidad un puente de un lado al otro? La respuesta, blanco y en botella, es que nunca se pasó de un lado al otro del puente”. Ante la actualidad más directa indica que “llevar la libertad de expresión a enjuiciamiento penal es un retroceso de libertades”.

Por empezar por algo, ¿la Memoria Histórica ha visto ya la luz o queda mucho por hacer después de tanto tiempo? ¿Quedan muchos y muchas luchadoras en las cunetas?

La Memoria Histórica, como tal, se puede decir que no ha visto la luz. Es cierto que la Ley de Memoria de Zapatero abrió una puerta, por la que apenas pasaba un poco de claridad, pero la Transición y la Ley de Amnistía de 1977 cerraron las puertas a la Verdad, la Justicia y la Reparación. Y todo ello desentendiéndose de que la ONU no reconoce la Ley de Amnistía porque los delitos de lesa humanidad no prescriben, es decir, que no hay ley de punto final.

Después de cuarenta años con diferentes gobiernos, en algún caso calificados como de izquierdas, por dignidad deberían haber hecho justicia pero se impuso el pragmatismo político que en 1978 vendió y olvidó a miles de militantes antifascistas que yacen en las cunetas. En la llamada Transición, el PCE y el PSOE, junto a los herederos del franquismo, acordaron pasar página, de ahí que, a día de hoy, no se haya juzgado a alguien por los crímenes cometidos.

Según los expedientes de la Audiencia Nacional, en las cunetas se encuentran los cuerpos de 110.000 personas y se hace oídos sordos a las exigencias de los relatores de la ONU en cuanto a cumplir la justicia transicional.

El Gobierno español sacó al dictador del Valle de los Caídos, pero ¿se ha restaurado el daño a todas las víctimas de la Dictadura?

Se exhumó a Franco, pero hay 30.000 cuerpos en la cripta cuyos familiares están esperando la recuperación de los restos. En este momento, se está interviniendo en una fosa de Sevilla en la que hay unos 2.500 cuerpos... ¿se abrirá una investigación por lo sucedido? Surgen rumores de que habrá una nueva Ley de Memoria Democrática pero... ¿habrá realmente Verdad, Justicia y Reparación?

Artxanda CNT

Hoy, 40 años después se ha conmemorado la fecha del intento de Golpe de Estado (23-F), pero todavía permanecen en secreto la realidad de lo que ocurrió. Hace no mucho, un grupo de militares amenazó con fusilar a millones de personas. Y, además, todavía muchos dirigentes de conglomerados empresariales hicieron sus negocios con el franquismo. ¿46 años después de la muerte de Franco todavía no nos hemos desprendido de él, por no decir la llegada de los fascistas a los gobiernos?

Franco muere en 1975, yo tenía nueve años. No recuerdo con claridad el ambiente que se respiraba en mi barrio por aquellos días. Me he criado en la zona de Deusto, Ibarrekolanda/Sarriko, San Ignacio. Sí tengo grabadas en mi mente las imágenes que vi por la televisión. Le preguntaba a mi padre y él me respondía con evasivas puesto que sabía que no lo iba a entender. Cierto, no me enteraba de lo que ocurría.

Identifiqué Franco/Dictadura como malo, Democracia como bueno. Y lo llevé al razonamiento simplista de un niño de nueve años. Por las películas y cómics, yo sabía que si un malo se muere de viejo, llega otro malo a su trono, no uno bueno. Uno bueno solo podía acceder si los buenos ganan a los malos y como no me constaba que en los días anteriores hubiese habido una guerra entre buenos y malos. No entendía que los malos les pasasen los trastos a los buenos porque sí. 

Lo que estaba sucediendo llevaba una carga política e ideológica que, evidentemente, a mí me quedaba muy grande. La complejidad del mundo de los adultos estaba fuera de mi alcance. Sirva como ejemplo lo sorprendente que me resultó ver cómo instantes previos a introducir el féretro con el cadáver de Franco en su sepultura del Valle de los Caídos, le preguntaban a uno de los allí presentes si juraba que el cuerpo que se encontraba en la caja pertenecía al Generalísimo, contestando entre sollozos que sí, que lo juraba. Vamos a ver, decía yo, ¿tan complicado es levantar la tapa y mirarlo?

A medida que fui creciendo y desarrollando ideas políticosociales comprendí que mis dudas de niño, con sus lagunas, no iban desencaminadas y se traducirían en la pregunta ¿cómo puede pasarse de una Dictadura a una Democracia sin más, como quien cruza con toda tranquilidad un puente de un lado al otro?

La respuesta, blanco y en botella, es que nunca se pasó de un lado al otro del puente. La Dictadura siempre ha estado ahí y la Democracia no es más que un espejismo. Esto llamado Democracia es una especie de Dictadura edulcorada. La estructura del franquismo no se tocó, pasó a stand by, y sus adeptos continuaron en sus puestos de placentera existencia.

Para mantener una Dictadura fingiendo una Democracia no hay más que dotarse de mecanismos de aparente participación pública con los que elegir a los títeres útiles que llevarán a cabo la hoja de ruta con los planes de ajuste. Si a este escenario le sumamos la actualidad política de, por ejemplo, la última década más unos grandes medios de comunicación monocromáticos que dan grima, no es de extrañar que emerja lo más casposo y cutre del conservadurismo, la ultraderecha.

Cambiando de rumbo, ¿ves a la clase trabajadora cohesionada, unida y capaz de hacer frente al poder empresarial?

Sinceramente, en este momento, no. Para que la clase trabajadora tenga cohesión, unidad y capacidad de enfrentamiento primero tiene que haber conciencia de clase y, lamentablemente, da la sensación de que la conciencia está flotando por ahí sobre suaves brumas.

Sí que hay momentos puntuales en los que parece que todo es posible, conflictos concretos donde la defensa de la dignidad como clase trabajadora y generadora de riqueza sale a flote, pero son instantes que no disfrutan de la continuidad esperada. Sirva como ejemplo, ya que soy trabajador del Sector del Metal de Bizkaia, las movilizaciones por la renovación del Convenio del Metal que tuvimos a lo largo de 2019. Juntar a 20.000 trabajadores en una de las manifestaciones de Bilbao es un soplo de aire fresco tras días de acciones y enfrentamientos con los cuerpos represores. 

Esa cohesión, esa unidad, esa capacidad que despierta en momentos concretos no logra mantenerse y se diluye en el tiempo. Despertar la conciencia de clase trabajadora es una actividad de tal magnitud que requiere de atención constante y, para ello, la militancia juega un papel esencial. Si no hay afiliación y participación en el sindicalismo la clase trabajadora queda a la deriva. La vida es política. Desde que despertamos por la mañana hasta que nos acostamos por la noche, consciente o inconscientemente, hacemos política. Las decisiones, los comportamientos, las actitudes... tienen una base política.

Haciendo política en todo momento, resulta paradójico que se nos eduque para asimilar que la política sólo concierne al Partido, es decir, al profesional de la política. Siendo como somos los trabajadores quienes generamos la riqueza de la que se nutre el conjunto de la sociedad, en buena lógica, deberíamos gestionarla.

¿Hay algo más político que crear riqueza y organizar su justa distribución? Pues bien, todo ese espacio político del que somos protagonistas se nos hurta transformándonos en simple materia prima de tributación fiscal, mientras que se eleva a la Patronal a los altares de la creación de empleo, entiéndase riqueza, y al Partido se les designa como organizador de una estructura que niega la división entre explotados y explotadores. Adquirir conciencia de clase trabajadora, con el componente revolucionario que lleva implícito, conduce sin ninguna duda al razonamiento de la inutilidad del Partido de cara a solucionar los problemas que tenemos como trabajadores. 

Como este argumento no encaja en el modelo de sociedad en el que nos toca vivir puesto que significa estar cara a cara trabajadores y Patronal, el Partido juega un papel esencial para despojarnos a los trabajadores de nuestro componente político, dejándonos ideológicamente desnudos, al mismo tiempo que se afianza como sólido muro de contención gracias al cual la Patronal campa a sus anchas.

Al margen de las promesas que pregonan todos los Partidos con la finalidad de captar votos emulando a cualquier charlatán vendedor de humo, hay algo que les une como es el hecho de estar convencidos de que son los garantes de la articulación de la sociedad.

Este bombardeo incesante de ligar el Partido con la política como si se tratase de su propia parcela, hace que los trabajadores despojados de su conciencia de clase caigan en la trampa de creer que todo aquello que rebasa el perímetro del Partido no es política. Y si el Partido es el que hace política, el Sindicato hará otra cosa porque a la hora de intentar hacer política el Sindicato tiene que recurrir al Partido.

Así es como se gesta la institucionalización sindical que conduce al sometimiento de la clase trabajadora para que el Partido ejerza autoridad ante el Sindicato que reduce su actuación a gestionar migajas y, de vez en cuando, protagonizar alguna escaramuza con la que justificar su gregaria existencia. Para la conciencia de clase trabajadora cualquier Partido es un estorbo.

La pandemia del Covid-19 se está utilizando por los empresarios para ahorrarse salarios utilizando los ERTEs, aunque cuando termine esta “respiración asistida” ¿volverán los despidos masivos? Algunos como ITP-PCB, Tubacex...ya se han lanzado.

Así es. Cuando empezó la situación creada por el Covid-19 el análisis que hicimos de cómo discurrirían los meses posteriores nos llevó a la conclusión de que se utilizaría como excusa para la imposición de recortes en las plantillas y/o precarizar las condiciones de trabajo.

No hay que olvidar que las empresas preparan estas medidas con tiempo suficiente para imponerlas en el momento oportuno y los trabajadores disponemos de mucho menos tiempo para defendernos de ataques de esa magnitud. Por eso es muy importante desarrollar una labor de recopilar información para conocer bien la empresa en la que se trabaja, es decir, el volumen de material que entra y sale, organización interna, memorias y balances. 

Todo ello siendo conscientes de que los fraudes, los maquillajes contables y la utilización torticera de la legislación están a la orden del día.

En 2019 Sare Antifaxista viajo
con CNT a Cuelgamuros.
Intervino Enrique Hoz


La OIT ha alerta de que “las plataformas digitales también están cambiando la forma en que los trabajadores acceden al mercado laboral. A veces los trabajadores tienen que pagar para trabajar, a través de una comisión o una tarifa, y por lo general se determinan unilateralmente por las plataformas”. ¿La clase trabajadora está perdiendo la partida?

Individualizar la relación laboral es el escenario ideal para la Patronal y las plataformas digitales facilitan esa individualización, de ahí que el paso esencial siempre tiene que ir encaminado a contactar con más trabajadores del sector y crecer como bloque. 

De esta manera se tiene más repercusión pública para denunciar el fraude en la contratación que suponen las plataformas digitales con la figura del falso autónomo. Fruto de esta movilización a través de diferentes organizaciones sindicales varios miles de trabajadores han sido reconocidos como falsos autónomos, regularizando su situación como trabajadores por cuenta ajena. No se puede consentir que el uso de medios tecnológicos o digitales puedan adulterar un vínculo laboral que en otros ámbitos, al menos, sí disponen de unas reglas definidas. 

No puedo negar que las plataformas digitales crean entornos laborales difusos en los que la intervención sindical tiene un plus de complejidad. Independientemente de que como consecuencia de la utilización de las nuevas tecnologías puedan aparecer diferentes formas de relación laboral, el enfoque de cómo abordar la lucha contra la explotación permanece inalterable, es decir, es un problema colectivo.

Si en otra pregunta he hecho alusión a una clase trabajadora, la de hoy, sin cohesión, sin unidad y sin capacidad de respuesta, todo ello en un concepto global, lógicamente la relación laboral establecida mediante plataformas digitales se ve resentida y, en ese sentido, la partida, de entrada, favorece a la parte explotadora.

La receta ya está inventada desde hace décadas: conciencia de clase trabajadora, unión y acción.

La defensa de los puestos de trabajo siempre tiene en frente a la Ertzaintza, ¿el Gobierno Vasco solo defiende a la élite económica, la misma que cada vez paga menos impuestos y, por lo tanto, se reduce el gasto público entre los más necesitados?

En efecto, siempre tendrá prioridad la élite económica y su particular economía. Cuando en el período 2007/08 estalló la bautizada como crisis, en lo que respecta al Estado Español y su repercusión en las Comunidades Autónomas tuvo su justificación, a grandes rasgos, en base a factores internos (sector de la construcción) y externos (hipotecas basura).

La economía no tiene vida propia, es un invento de los seres humanos, luego si la economía va mal es porque unos seres humanos concretos así lo han decidido, con la salvedad de que esos problemas que genera la crisis afectan a unas capas determinadas de la sociedad.

La economía a la que estamos sometidos se basa en la especulación, en la explotación, en la codicia, en la desigualdad. Con ingredientes así, la crisis es permanente y se agudiza en momentos puntuales fruto del ansia especuladora de sujetos que pululan por las altas esferas.

La brecha entre la clase social rica y la pobre se hace más grande y se vende cínicamente una salida de la crisis que ha dejado más precariedad sociolaboral y ha engordado las cuentas de la élite económica. Es, ni más ni menos, la lucha de clases, ese concepto que la Patronal, entre otros agentes, se empeña en querer enterrar.

Enfocándolo ahora con la actualidad del Covid-19 no me voy a trasladar a un espacio geográfico muy extenso, con hablar del Reino de Confebask-PNV ya me es suficiente. Tampoco voy a descubrir nada que no se haya señalado a estas alturas pero conviene no olvidarlo.

Recuerdo aquellos días de la pasada primavera en los que la economía quedó reducida a las actividades esenciales con lo que se ralentizó gran parte de la producción y Confebask-PNV se pusieron nerviosos. Si había que elegir entre economía o trabajador no lo dudaron un momento. Las cifras por encima de la salud. 

No contemplaban que un trabajador saludable incidía positivamente en su economía porque su punto de avaricia les llevaba a un concepto de la época esclavista en lo que a las relaciones laborales se refiere. Muere un esclavo... ¿dónde está el contratiempo?.. se reemplaza por otro esclavo... solución impecable... lo importante es que la máquina de producir no pare. 

Así ajustan su economía, sus beneficios, su posición social. Todo aquello que pueda acortar distancias entre clases sociales les da urticaria.

Sí que es una lástima, me jode reconocerlo, que el susto que se llevó Confebask-PNV no tuvo su origen en unas movilizaciones de la clase trabajadora. Las medidas adoptadas por el Gobierno estatal, forzado por las circunstancias a tomar decisiones, que de otra manera jamás hubiesen integrado su hoja de ruta, aceleraron las palpitaciones de Confebask-PNV, pero bastaron unas quejas y unos contactos con los que aclararon conceptos y matizaciones que se materializaron en una comida de mocos mutua para, ante todo, salvar los números. Trabaja... sí, tú... muere si es preciso, pero que su economía no se resienta.

Ojalá hubiese sido obra de la clase trabajadora disminuir todo el tejido productivo hasta los límites de lo esencial. Una pedazo de huelga de las de quitar el hipo. Sería una apuesta dura, un órdago en toda regla, donde la propia clase trabajadora utilizaríamos nuestro potencial transformador para unas relaciones sociales basadas en la Libertad. 

En un escenario tan crítico, tan límite, podríamos tener problemas para llenar nuestro plato, pero ese mismo contratiempo iba a aparecer en el plato de los que vegetan a costa de los que generamos la riqueza. Yo, trabajador, quizá no coma pero tú, Patronal, tampoco vas a comer... ¿quién tiene más que perder? Ha quedado patente que la fragilidad del Capitalismo, de su economía, cuyo único motor de funcionamiento es la represión, muestra que se apoya sobre unos cimientos de barro dejando al aire su vulnerabilidad.

La realidad es que vemos que la pobreza y la exclusión social se agrandan mientras que los beneficios empresariales y la riqueza de unos pocos aumenta, ¿qué se debería de hacer o qué deberían hacer los gobiernos?

Si los beneficios empresariales y la riqueza de unos pocos aumenta y en contrapartida la pobreza y la exclusión social se agranda, todo ello existiendo gobiernos, la respuesta es más que evidente, los gobiernos muestran su inutilidad. Por tanto, hay que ser conscientes de que la estructura representativa que reside en el parlamentarismo no va a resolver el problema. 

Los gobiernos tienen como finalidad mantener eso que se ha dado en llamar paz social y para salir en la foto hay que ser políticamente correcto. La precariedad que se ha instalado en gran parte de la población normalizando una vida de vulnerabilidad social hace que el descontento estalle en momentos puntuales que son sofocados desde los gobiernos mediante la represión. 

La Banca y la Patronal no se manchan nunca las manos. Es lo que hay, los gobiernos gestionan una controlada contención, reparten migajas entre las clases desfavorecidas y apaciguan los ánimos cuando se calientan más de lo tolerable.

Entrando en este tema, el Gobierno de coalición PSOE y Unidas Podemos prometió echar atrás las reformas laborales, que dan todas las bazas a los empresarios para despedir y pagar menos, pero no ha cumplido todavía; o la ley mordaza y artículos del Código Penal o la ley antiterrorista. ¿Nos están engañando?

Se le ha denominado como el gobierno más progresista de la democracia. No voy a decir que nos están engañando pero prometer medidas cuya posibilidad práctica de llevarlas a cabo tiene sus obstáculos creo que es transmitir un mensaje confuso y, me atrevería a decir, de ingenuo optimismo.

Quizá la derogación de la ley mordaza, como fue parida y votada en exclusiva por el PP de entonces valiéndose de su mayoría absoluta, pueda ser un objetivo más jugoso para el gobierno. Del resto, código penal, ley antiterrorista, reforma laboral, solo puedo decir que estoy situado en el escepticismo.

Por último, y por volver casi al principio, ¿que piensas del encarcelamiento del rapero Pablo Hasél? ¿La libertad de expresión está en peligro? ¿Nos quieren mudxs y poco combativxs?

Siempre que escucho el término libertad de expresión no puedo evitar esbozar una sonrisa. Como militante político sigo la actualidad informativa y no paro de escuchar barbaridades en las tertulias radiofónicas o televisivas, en las declaraciones de profesionales de la política, en los debates parlamentarios. Son una batería semanal de expresiones impresentables, en muchos casos con una gran carga ofensiva, sin embargo, las considero dentro de la libertad de expresión y, si fuesen dirigidas hacia mí o hacia mi entorno afectivo, podría pasar de ello o tomar el camino de llevarlo a los tribunales. En el segundo caso, denunciarlo, tendría recorrido en una causa contra el honor, injurias, calumnias, con la búsqueda de una multa económica y una rectificación de lo expresado. Un proceso civil, sin más.

Llevar la libertad de expresión a enjuiciamiento penal es un retroceso de libertades. Las expresiones desmedidas, de mal gusto, ofensivas, moralmente inaceptables no deben ser sometidas a procesos penales. Y quiero dejar bien claro que la calificación del exceso verbal, del mal gusto, de la ofensa dialéctica, de las expresiones inmorales, nos meten en un terreno resbaladizo y muy particular.

La progresiva criminalización de cuestiones que tienen que ver con la libertad de expresión amparándose en conceptos jurídicos indeterminados es una buena muestra del franquismo sociológico del que está impregnada la judicatura estatal.

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