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Cuba :: 13/07/2021

Cuba libra otra batalla histórica

Javier Lezaola
Criminalmente bloqueada, en plena pandemia mundial y con la sombra de Trump aún sobre la isla, Cuba protagoniza estos días un nuevo episodio de lucha antiimperialista

Criminalmente bloqueada, en plena pandemia mundial y con la sombra de Trump proyectándose aún sobre la isla, la Revolución cubana protagoniza estos días un nuevo episodio de lucha antiimperialista.

A lo largo de seis décadas, la Revolución cubana ha sido y sigue siendo un ejemplo de asistencia sanitaria y educativa, de solidaridad internacionalista y de lucha por la dignidad humana y por la justicia social, en un planeta en el que casi 3.000 millones de personas viven en la pobreza. Y todo ello a pesar de los obstáculos, que han sido muchos, desde la miseria en la que sobrevivían, en el mejor de los casos, las clases populares antes de la Revolución de 1959 hasta el criminal bloqueo económico por parte del Imperio estadounidense que ha sido condenado por la Asamblea General de la ONU muchas veces –la última, el pasado 28 de junio, con 184 votos a favor, tres abstenciones y sólo dos votos en contra: los de Estado Unidos e Israel– pero que aun así llega hasta hoy; pasando por la desintegración de la URSS y del Bloque Socialista, sus grandes aliados durante la Guerra Fría.

Al histórico liderazgo de Fidel Castro lo siguió el de su hermano Raúl, y al de Raúl lo ha seguido el de Miguel Díaz-Canel, actual presidente de Cuba y primer secretario del PCC y la primera persona en ocupar ambos cargos sin haber participado –ni siquiera había nacido– en el asalto al cuartel Moncada o en la lucha guerrillera contra el régimen de Batista –títere de Estados Unidos– desde las montañas de Sierra Maestra.

A Estados Unidos le ha “molestado mucho durante sesenta años el ejemplo de la Revolución cubana”, afirmó Díaz-Canel en su comparecencia de este domingo en el Palacio de la Revolución, desde donde informó sobre la última “provocación” orquestada por “grupúsculos contrarrevolucionarios”, denunció que los sucesos de las últimas horas en las calles de Cuba están relacionados con “todo un nivel de provocación sistemático escalado” y aclaró que la Revolución “no va a permitir” que nadie defienda “un plan que no es cubano”.

Hace dos años –a mediados de 2019–, Díaz-Canel informaba a su pueblo de que Cuba se adentraba en una “difícil” coyuntura, y lo hacía a partir de las “señales” emitidas por el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su Gobierno, consistentes en el recrudecimiento del bloqueo –especialmente, en sus vertientes financiera y energética– para intentar asfixiar la economía cubana y provocar un estallido social masivo con el que intentar justificar –con la colaboración de los medios de comunicación de masas– una “intervención humanitaria” previa a una intervención militar dirigida a aplastar la soberanía y la independencia de Cuba y con ellas los derechos conquistados por la Revolución.

Y es que Trump no se contentó con dictar 243 medidas de recrudecimiento del bloqueo –lo que ha provocado en Cuba un desabastecimiento de alimentos, medicamentos, materias primas e insumos en mitad de una pandemia mundial que colapsó los sistemas de Salud de varios Estados del denominado primer mundo–, y en sus últimos días en la Casa Blanca impulsó un plan de descrédito de las brigadas médicas cubanas –ejemplo de solidaridad internacionalista y uno de los grandes orgullos del pueblo cubano– e incluyó a Cuba en su “lista de países patrocinadores del terrorismo”.

“Las calles son de los revolucionarios”

En su comparecencia de este domingo en el Palacio de la Revolución, Díaz-Canel insistió en que los sucesos de estos días están orquestados por un “núcleo de manipuladores” cuyo modelo es la “privatización” de los servicios públicos, empezando por la educación y por la propia sanidad –un modelo en el que “cada cual se salve como pueda” y en el que sólo “los que tengan dinero” podrán “acudir a la salud”, precisamente como antes de la Revolución de 1959–, un “núcleo de manipuladores” que apoya el bloqueo y que intenta aprovechar sus consecuencias para destruir la Revolución. Pero advirtió de que en Cuba “las calles son de los revolucionarios”, y el Estado y el Gobierno, bajo la guía del PCC y con “toda la voluntad política para discutir, para argumentar y para participar con el pueblo en la solución de los problemas”, nunca se dejarán “confundir”. “Nosotros no vamos a entregar la soberanía, ni la independencia del pueblo, ni la libertad de esta nación; somos muchos los revolucionarios en este pueblo que estamos dispuestos a dar la vida y eso no es por consigna, es por convicción; tienen que pasar por encima de nuestros cadáveres si quieren enfrentar la Revolución, y estamos dispuestos a todo y estaremos en las calles combatiendo”, advirtió, insistiendo en la necesidad de distinguir a los “revolucionarios confundidos, que no tienen todos los argumentos o que expresan insatisfacciones pero buscando argumentos, explicación” y a los “habitantes de Cuba que puedan tener determinadas preocupaciones” del “contrarrevolucionario” y “mercenario” volcado en “provocar desestabilización”.

Numerosos cubanos respondieron a la llamada de su presidente, echándose a las calles al grito de “yo soy Fidel” para defender la Revolución y la soberanía de la isla, que tanta sangre costó conquistar en dos etapas: primero bajo el liderazgo de José Martí (1853-1895) y después precisamente bajo el del propio Fidel (1926-2016).

Díaz-Canel ha vuelto a comparecer este lunes junto a otros representantes del Gobierno y del partido, entre ellos Rogelio Polanco, jefe del Departamento Ideológico del PCC y miembro del Secretariado del Comité Central del partido, además de embajador de Cuba en Venezuela desde 2009 hasta 2019. A preguntas de la prensa sobre cómo lo que está sucediendo en las calles de Cuba recuerda lo sucedido años antes en diversos Estados de Latinoamérica, Polanco ha destacado que efectivamente la isla está siendo víctima de la denominada “guerra de cuarta generación” –término relacionado con la guerra asimétrica y acuñado en 1989 por el autor ultraconservador estadounidense William S. Lind y cuatro oficiales del Ejército yanqui en su informe ‘El rostro cambiante de la guerra’–, cuyo manual ya ha sido aplicado en varios Estados de Latinoamérica con el objetivo de forzar cambios de régimen y que en Venezuela alcanzó su nivel más intenso en 2014, con las guarimbas causantes de más de cuarenta muertos. Pero “Venezuela ha demostrado que es posible derrotarlo, como lo está haciendo Cuba”, pues “no hay tecnología ni estrategia de esa naturaleza que pueda contra la voluntad del pueblo”, ha advertido Polanco.

Resuena estos días entre los revolucionarios cubanos el viejo grito “¡aquí no se rinde nadie!”, pronunciado por el comandante de la Revolución Juan Almeida el 5 de diciembre de 1956 en Alegría de Pío tras el revés militar que sólo logró esquivar un puñado de los más de ochenta guerrilleros desembarcados del yate ‘Granma’ tres días antes, entre ellos los hermanos Fidel y Raúl Castro, el argentino Ernesto ‘Che’ GuevaraCamilo Cienfuegos o el propio Almeida, muerto en 2009. A aquel combate en Alegría de Pío sobrevivió también Ramiro Valdés, igualmente comandante de la Revolución y actual viceprimer ministro de Cuba, que este lunes ha advertido en su perfil de Twitter de que “el pueblo de Santiago de Cuba” –la segunda ciudad más poblada de Cuba, sede del cuartel Moncada y cuna de la Revolución– “no dejó que los delincuentes contrarrevolucionarios al servicio del Imperio cumplieran con las indicaciones recibidas de sus dueños” y “en apenas dos horas estaban neutralizados”.

A sólo noventa millas de Estados Unidos, bajo un bloqueo criminal, en plena pandemia mundial y con la sombra del siniestro Donald Trump proyectándose aún sobre la isla, la Revolución cubana libra estos días –como en los tiempos del Moncada, de Alegría de Pío o de Playa Girón– un nuevo episodio de lucha antiimperialista, una nueva batalla histórica, y lo hace sin renunciar a sus sueños de justicia para Cuba y para el mundo.

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